Capítulo 5
Es bueno volver! Y más a las 3 am.
"Your painted memories, that washed out all the seas
I'm stuck in between a nightmare and a lost dream"
Traducción: "Sus recuerdos pintados que se llevaron consigo los mares
Estoy atrapado en medio de una pesadilla y sueños perdidos"
—Broken Home, 5 Seconds of Summer.
No se olviden de votar y comentar, significa un montón cuando una historia está empezando!
ASHTON.
Esto va a ser tortura.
Fue claro desde el momento en el que vi a Aggie Monroe en el pasillo, solamente usando shorts de pijama y una sudadera que hacían que sus piernas se vieran más largas de normal. Nunca me fije en las piernas de una chica hasta ahora. A menos no con tanta atención.
Lo que me está pasando es aterrador, no voy a negarlo. ¿Mudarme con una desconocida después de enterarme que es la chica a la que salvé días antes? Soy de tomar decisiones sin pensarlas, pero esta se lleva el premio.
Así que además de sobrevivir esta tortura llamada: Ver a Aggie Monroe en pijamas cortos y no poder hacer nada, también tengo que mantener un ojo en el vecino. No me olvido la manera en la estuvo mirando. No me gustó para nada. Ese tipo de miradas trae problemas serios.
Ya quisiera escuchar Xavier todo esto. La trama de mi vida se vuelve cada día más y más interesante.
Quinn se fue hace un tiempo, dejando que desempaque en mi nueva habitación. Por suerte, no me puse tan cómodo en la habitación de antes, así que traer todo fue fácil. Lleno mi armario de ropa y los estantes con lo primero que veo.
Dejé muchas cosas en la habitación en casa de mamá. ¿Para qué quiero seguir arrastrando esos trofeos y medallas inútiles? Lo único personal que traje fue un balón de futbol y una foto en la que estoy con mamá y Caroline.
Cinco minutos después, estoy acomodando algunos libros que Caroline me regaló cuando tocan la puerta.
—¡Pasa! —exclamo al mismo tiempo que me estiro a alcanzar algo en el último estante.
—Ehm... —titubea Aggie desde la puerta. Dios. ¿Qué le pasó a la chica que me grito que era un imbécil en medio de la calle? Parece una persona totalmente distinta.
—"¿Ehm...?" —repongo en el mismo tono idiota y volteo a mirarla. Se cambió los shorts por unos pantalones largos, y de verdad es una pena. Esas piernas deberían ser mostradas todo el tiempo.
—¿Quieres pizza para cenar? —me pregunta y se muerde la parte inferior de su mejilla. Aún no suelta la puerta.
Entiendo que esto sea incómodo.
Lo es.
Es raro.
¿Quién empieza a vivir con alguien sin siquiera conocerse?
Bueno, yo. Conocí a mis compañeros de casa el primer día de universidad. La mayoría de los universitarios pasan por eso, solo conociéndose por una red social, sin haberse visto. Aggie no es tan normal en ese sentido y puedo darme cuenta de que no es fácil.
Quinn no me dijo mucho sobre ella. Solo lo básico. Tiene un año menos que yo, conoce a Quinn porque fueron a la misma escuela, estuvo viviendo un tiempo en Cambridge y ahora está aquí. Faltan espacios enormes de información.
—Sí —respondo alzándome de hombros.
—¿Eres alérgico a algo?
—No. ¿Tú?
Ella me mira como si fuera la pregunta más extraña del mundo.
—A las almendras —contesta finalmente—. ¿Pepperoni y cuatro quesos te parece bien?
Asiento.
No soy quisquilloso con la comida, no después de esos tres meses en rehabilitación comiendo comida sin sabor.
—Eh... Iré a ordenarla —me avisa. Al retroceder, choca su cuerpo contra el marco de la puerta. Sisea adolorida. Bajo la cabeza y me muerdo la lengua para no reírme. Subo la mirada un poco, solo para ver su rostro incendiado en llamas al irse rápidamente de la habitación.
Pongo nerviosa a Aggie.
No sé si es bueno o malo.
***
AGGIE.
¿Qué me está pasando?
No actúo tan nerviosa hace... Nunca. Nunca me comporté nerviosa porque siempre tenía todo bajo control. Detesto que sea uno de los efectos secundarios de "Aggie echó su vida a perder y ahora no sabe qué hacer ni donde ir".
Termino de pedir la pizza y paso una mano por mi rostro frustrada.
Repito, ¿en qué me metí? Esto es una idea terrible. Pero por supuesto que estoy dándome cuenta de ello cuando Ashton ya está instalado en su habitación.
—Entonces, ¿no tienes problemas que duerma en el sofá? Puedo irme y volver mañana —habla, haciendo que salte del susto. Volteo a mirarlo apoyado en la pared de la cocina. ¿Hace cuanto tiempo estuvo viéndome frustrarme y pasar una mano por mi rostro como si quisiera borrarlo? Ni siquiera quiero preguntar. Suficiente humillación.
—No, eh... Sin problemas. Siéntete como en casa —balbuceo, abofeteándome mentalmente. Me tome muy literal lo de haber perdido la corona—. Es tu casa también después de todo.
Ashton me mira por unos segundos sin decir nada. Esta vez, luego de su "sugerencia", encuentro sus ojos con los míos. Son de un color marrón y puedo ver destellos de verde. Son detalles que no se alcanzan a ver en sus fotos.
—Está bien, ¿cuál es el problema? ¿Por qué estás actuando así? —me pregunta en un resoplido.
—¿Cómo estoy actuando?
—Extraña, nerviosa, asustada —se alza de hombros.
—No estoy actuando así. Yo no actúo así —aclaro.
Por lo menos no hace un año. Ahora quién sabe quién soy o qué está pasándome.
Ashton me observa con detenimiento, con claras intenciones de querer atrapar mi mentira. Me parece poco creíble que nos conozcamos hace días y ya sea capaz de ver a través de mi como si fuera transparente.
—Lo que digas, rubiecita —suspira finalmente—. Vengo a hablar sobre cosas importantes.
Carraspeo y asiento. Volteo por completo para apoyar mis manos en la mesada de la cocina a mis espaldas e intento no actuar tan nerviosa.
—¿Cómo qué?
—Estamos por vivir juntos, ¿no quieres poner reglas? Digo, las reglas me dan igual pero empiezo creer que a ti no. Así que dime.
Razonable.
Asiento mientras mi cabeza funciona a mil por hora intentando pensar en qué reglas poner. Mi mente se rehúsa a funcionar, se rehúsa a darme un solo pensamiento coherente. Estoy demasiada ocupada arrepintiéndome de esta idea.
El gato entra a la cocina en el momento justo. Me sorprende que haya abandonado su esquina. Se acerca a Ashton, quien ya aprendió su lección sobre tocarlo. El gato lo mira con detenimiento. Probablemente preguntándose quién es y si va a tener que compartir su comida con él.
Mis ojos se dirigen a las, manos de Ashton, buscando entre sus tatuajes el pequeño corte.
Ashton aclara su garganta, ganando mi atención. En un chasquido de dedos, subo la vista para encontrarlo con una expresión divertida y cejas alzadas.
—¿Encontraste algo interesante? —me pregunta.
—No, imbécil. Estaba buscando el corte —espeto. La primera vez que el gato me rasguñó, tuve el brazo ardiendo por un día entero. Ashton desenreda sus brazos cruzados y me enseña sus manos. Me tomo unos segundos para admirar sus tatuajes. Son pocos, ahora que puedo verlos bien. Números romanos en sus dedos, algún que otro dibujo pequeño sobre su dorso. Mi favorito es el dibujo de una lavanda que ocupa su dorso, cerca de su pulgar. Es pequeño y sutil, casi indistinguible. El tallo se extiende hasta su muñeca.
Tengo ganas de preguntarle por qué una lavanda, pero me ahorro la pregunta que sé que no va a responder. Ashton no luce como la clase de chico que respondería el significado de sus tatuajes a una desconocida.
—¿Tienes otros tatuajes? —le pregunto con genuina curiosidad.
Puedo jurar que sus ojos brillan con diversión. Antes de que pueda decirle que no importa, Ashton habla:
—¿Este es tu plan para lograr que me quite la camiseta, rubiecita? Debo decir que esperaba más de ti. Muy trillado —niega con la cabeza decepcionado. Parpadeo confundida. Me toma unos segundos darme cuenta de que tiene sus manos en el dobladillo de su sudadera y está a punto de levantarla.
—No, no, no —exclamo y niego con la cabeza—. No te pedí eso. No te quites nada. Estaba preguntándote. Si estás buscando una excusa pobre para quitarte la ropa, temo que no vas a encontrarla conmigo. Muy trillado —repito sus palabras.
Ashton vuelve sus manos a su lugar y asiente sorprendido.
—Ahí estás —murmura con orgullo.
—¿Ahí está qué?
—La actitud de la chica a la que salvé hace unos días. Empezaba a preguntarme si me había imaginado todo.
Pongo mis ojos en blanco.
—Reglas. Estábamos hablando sobre reglas —aclaro. Él asiente. Se acerca y se detiene en la isla de la cocina, apoyándose contra ella.
—Rubiecitas primero.
Asiento de mala gana, decidiendo ignorar como acaba de llamarme.
¿Y ahora qué digo?
Observo mis alrededores hasta que mis ojos se detienen en el gato que no es estúpido y se acostó justo afuera del cajón en donde guardo las latas de atún.
—No puedes darle de comer al gato. De eso me encargo yo. Si no puedo, te voy a avisar. Hablo en serio. No puede comer nada que no sea necesario.
Ashton me mira por unos segundos luciendo atónito.
Su silencio me pone incómoda. Hasta que se echa a reír. No solo se ríe. No, son carcajadas que hacen que su cabeza se eche hacia atrás de la intensidad. Tiene una risa profunda y me gustaría, si no fuera que se está burlando de mi. La odio.
—¿Esa es la primera regla en la que pensaste? ¿No darle de comer al gato? —cuestiona y niega con la cabeza. Deja de reír y me mira incrédulo—. ¿Nunca viviste con alguien más? ¿No estabas en la universidad el año pasado?
—Vivía con mi novio. Así que no, no viví con desconocidos —espeto furiosa.
—Huh. ¿A tu novio no le importará que estés viviendo conmigo?
—No seguimos juntos —respondo apretando mi mandíbula. Realmente no quiero hablar de esto con Ashton.
Él asiente, cazando la indirecta.
—Bueno, yo viví con desconocidos. No te preocupes, no es algo que haga por diversión. Se llama ir a la universidad —habla como si fuera una tonta—. Hay que poner reglas como, quién hace las compras, quién limpia, invitados, no invitados, todo eso.
Por supuesto.
—Sobre las compras, ¿podemos hacerlas juntos? ¿o quieres que te deje tu espacio? —le pregunto.
—Juntos —responde—. Lo de espacios separados nunca funciona.
—Si vas a traer... Chicas, tienes que avisarme. Para que me vaya —digo. No está en mis planes quedarme a escucharlos.
—Es tu espacio también, rubiecita. No voy a obligarte a que te vayas.
—Y yo no voy a obligarme a mi misma a quedarme.
—Está bien, está bien. Pero no tienes que preocuparte por eso. No voy a traer a nadie. Pero supongo que es lo mismo, si vas a tener invitados... No los tengas.
—¿Qué dijiste? ¿Qué no los tenga? —cuestiono. No que planeaba hacerlo, pero tal vez lo haga solo para molestarlo.
Se alza de hombros y asiente.
—¿Para qué quieres invitados si tienes todo lo que necesitas bajo tu propio techo?
Suelto un gruñido y cubro mi rostro con mis manos.
—¿De verdad dijiste eso? —cuestiono a lo que Ashton suelta una carcajada.
—No me resistí —se alza de hombros.
Eso no me aclara si lo que dijo es verdad o mentira.
Carraspeo. Prefiero no saber
—Supongo que el resto podemos ir discutiéndolo sobre la marcha —desvío el tema de conversación.
—Perfecto —asiente—. ¿Sabes donde puedo dejar mi camioneta?
—Tengo un espacio vacío en el garaje. Puedes usarlo.
—¿No tienes auto?
—Nop —contesto—. Dejé el mío en Miami, así que esta libre.
—Perfecto. Iré a hacer eso —anuncia y se va de la cocina. Suelto el aire que tenía contenido una vez que escucho la puerta principal cerrarse.
***
Yo: ¿Qué se supone que tengo que hacer?
Quinn: Monroe, no tienes un bebé recién nacido en casa. No tienes que hacer nada.
Suspiro y vuelvo a mirar la pantalla.
Yo: No lo sé. Creo que quiero ser su amiga.
Quinn: JAJAJAJAJAJAJAJAJA
Frunzo el ceño.
Yo: ¿Y ahora qué?
Quinn: Nunca te vi tan nerviosa antes, es divertido.
Yo: NO ESTOY NERVIOSA.
Quinn: Lo que digaaaaas... Invítalo a ver una película.
Frunzo el ceño. ¿Preparo velas y música romántica también? Solo quiero ser su amiga. Todo el mundo sabe el código detrás de "ver una película".
Yo: Es una mala idea.
Quinn: No, no lo es.
Pongo mis ojos en blanco y bloqueo mi celular. Tal vez no es una tan mala idea. Ashton debe tener bastante claro que no estoy buscando nada romántico o físico. Y si no, esta es una buena oportunidad para dejárselo claro.
Me levanto de mi cama, decidida a preguntarle. Una película no le hace mal a nadie y necesito romper el hielo con Ashton. No tenemos que ser completos desconocidos. Me gusta hacer amigos. Lo hice toda mi vida con mucha facilidad. No veo por qué ahora tiene que ser distinto.
Escucho ruidos en la cocina así que sé que está allí. En silencio, me acerco. Lo encuentro con la cabeza mirando en su celular. Se quitó la sudadera de antes porque puse el termostato. Ahora solo trae una simple camiseta negra que se ajusta en sus brazos.
Identifico otro tatuaje en su antebrazo. Son palabras, pero desde mi posición es ilegible.
Carraspeo y llamo su atención.
Ashton sube la cabeza e inmediatamente baja la vista a mis piernas. Estoy con mis shorts de pijama que sé que necesitan ser un poco más largos pero en mi defensa, pensé que viviría sola. Sus ojos se concentran en cada detalle hasta subir a mis ojos. Me muevo incómoda en mi lugar.
—Ehm —balbuceo—. ¿Ya cenaste?
—Ya —asiente, bloqueando su celular y guardándolo en el bolsillo de su pantalón—. ¿Tú?
—Sí —contesto. La pizza llegó mientras Ashton no estaba, así que comí mis porciones y le dejé las suyas en la caja. Volvió hace un tiempo y a juzgar por la desaparición de las cajas, se terminó todo. Aclaro mi garganta—. Estaba pensando en que... Podríamos romper el hielo, no lo sé. Volver las cosas menos incómodas.
—¿Te sientes incómoda, Aggie?—me pregunta.
Cierro mis ojos, dándome cuenta de la brutal manera en la que me expuse y como esta aprovechando para burlarse.
—No —contesto alzándome de hombros, actuando con tranquilidad—. Es una forma de decir. Me refería a que somos desconocidos viviendo bajo un mismo techo, por lo menos podríamos ser amigos.
—Supongo que tienes razón.
—Entonces, tal vez quieras tomar helado y ver una película.
Apenas las palabras salen de mi boca, me arrepiento. Hay ideas que simplemente suenan mejor en tu mente y es por eso que deberían quedarse allí. Suspiro profundo. Odio a Quinn.
Ashton pone una mueca que me dice todo.
—Tal vez otro día, rubiecita. Estoy cansado.
Por supuesto.
Asiento rápidamente.
—Sí, otro día —respondo sacudiendo mi cabeza para quitarle importancia—. Hay más mantas en el armario del pasillo. Buenas noches.
Volteo y regreso a mi habitación como una bala. Cierro la puerta y me apoyo mi espalda contra ella.
—Dios, soy demasiado tonta —murmuro con mis ojos cerrados.
Me lanzo a mi cama y escondo mi cabeza entre mis brazos como si fuera una niña.
¿Invitarlo a ver una película? ¿En qué demonios estaba pensando?
Suspiro y le envío un mensaje a Quinn.
Yo: Dijo que no. ERA UNA IDEA TERRIBLE, MEYER.
Quinn parece no estar haciendo nada porque me responde al instante.
Quinn: Dale tiempo. No es exactamente arcoíris y ositos como tú.
Yo: No soy arcoíris y ositos.
Quinn: Sí lo eres. Ahora, adiós. Tengo un vuelo mañana temprano.
Yo: Buen viaje, Meyer.
Quinn: No me extrañes tanto, estaré de visita de nuevo. Necesito saber como evoluciona mi experimento.
Yo: ¿Tu qué?
Quinn: Sueña con mi hermanastro. Adiós!
Aprieto mis ojos con fuerzas.
Quinn es una buena amiga a pesar del pasado que tenemos. Hubo un tiempo, hace unos años, en el que me distancié de ella por cosas que hizo, pero con el tiempo y la ayuda de Liam, volví a formar una amistad con ella. Con la versión madura de ella. Desde entonces, ha sido excelente y honestamente, la extrañaba en mi vida.
Después de darme unos minutos para pensar en lo tonta que fui y sacudirme de la vergüenza por un tiempo, me levanto para prepararme para ir a dormir. Mi habitación tiene un baño dentro, lo cual ahora resulta conveniente porque no quiero compartir baño con Ashton. ¿Quién sabe que cosas terribles pasarán?
Una vez que estoy lista, apago las luces y me recuesto mirando hacia el techo, sabiendo que el sueño no vendrá fácil. Tener insomnio es algo que llegó a mi vida después de mi ruptura con Nick. Al principio, pensé que era normal hasta que fui a un doctor y me informó que era insomnio. Tomo pastillas pero no siempre. No me gustan porque me hacen dormir demasiado y muy profundo. Ni siquiera escucho las alarmas a la mañana.
Cierro mis ojos, y como siempre, el único pensamiento en mi cabeza es Nick.
Nicholas Ackerman es el chico que tuvo mi corazón desde que aprendí lo que amar era. Era todo lo que pensé que sería el amor, la única persona por la que mi corazón latía hasta doler.
Siempre encuentra la manera de hallarme. Por el día, puedo funcionar como un ser humano normal y pretender estar completa, pero por las noches, siempre es más difícil. Mi mente sigue intentando entender como llegué a este punto de mi vida cuando hace un año pensaba saber todo con tanta seguridad.
Como siempre, un recuerdo con él es lo primero que reproduce mi cabeza como si fuera una película.
***
PASADO
Edad: 16 años.
Intento volver a llamar pero me envía directo al contestador. Corro las lágrimas de mi rostro y miro a mi pantalla llena de odio.
—¡¿Qué tanto cuesta que respondan?! —exclamo y lanzo el celular con todas mis fuerzas. Se estrella contra la pared, haciéndose añicos hasta aterrizar al suelo.
Los llamé siete veces en el día de hoy. Me respondieron la primera vez, pero al darse cuenta de que era yo, no respondieron más. Cambié mi numero de teléfono ayer exclusivamente para esto, porque si sabía que llamaba desde el que ellos tienen agendado, no me responderían.
Escondo mi cabeza en mi almohada y grito hasta sentir mi garganta arder. Las lágrimas cubren mi visión y no puedo dejar de llorar. Cada vez que intento, oleadas tras oleadas de tristeza me inundan y los llantos reaparecen.
El corazón roto que más duele es el que tus propios padres rompen.
No sé cuanto tiempo pasa, porque puedo controlar mis llantos histéricos y escuchar que alguien toca la puerta. Me limpio rápidamente el rostro, sabiendo que es inútil porque está ardiendo y luzco terrible.
—Uhm, pase —balbuceo lo suficientemente alto para que la persona detrás de la puerta escuche.
Con extremo cuidado, Gloria abre la puerta. Gloria es lo que muchos llamarían ama de llaves. No yo, me parece ridículo.
Mis padres tienen dos propiedades en Miami, una casa enorme en Indian Creek y el gigantesco departamento en la ciudad. Gloria se queda en donde sea que este quedándome en el momento. Empezó siendo mi niñera pero a medida que fui creciendo, se convirtió en una amiga para mi. Internamente sé que ella no se siente igual respecto a mi y que solo está en mi vida porque mis padres le pagan mucho dinero para que, administre las propiedades, pero a veces se siente bien pretender.
La mayoría del tiempo estoy en el departamento porque es más cercano a Everdeen. Es donde estamos ahora.
Entra con cuidado a mi habitación y es cuando me doy cuenta de que trae en sus manos un pastel con los números "16" encima. Las velas ya encendidas. Finjo una sonrisa cuando en realidad, quiero llorar. Gloria me canta feliz cumpleaños mientras me quito las lágrimas de mis mejillas.
—Feliz cumpleaños, Agustine —me dice. Se acerca hasta el borde de la cama donde estoy—. Ahora, pide tres deseos.
Asiento, sin quitar mi vista del pastel. Es uno de mis favoritos y Gloria solo lo hace en ocasiones especiales. Como en mi cumpleaños o cuando me encuentra llorando. O cuando suceden ambas cosas.
Cierro mis ojos y pienso en tres deseos. Una vez que los tengo, apago las velas y elevo la mirada hacia Gloria que me sonríe con suavidad. Deja el pastel sobre una mesa cercana y observa el celular roto en la esquina.
—No... No quieren atenderme —confieso con vergüenza.
—Ellos se lo pierden, Aggie. No saben la persona increíble que tiene como hija.
Asiento, intentando creer sus palabras. ¿Si soy tan increíble porque no pueden pasar un cumpleaños conmigo? ¿O atender el teléfono?
—¿Nick vendrá hoy?
—No... Se supone que su avión llega mañana —suspiro.
La única razón por la que estoy pasando este cumpleaños llorando en mi habitación es porque Nick tuvo que viajar al funeral de un tío lejano y regresa mañana temprano. Si él estuviera, probablemente no haya derramado ni una lágrima.
—Cumples 16, es un cumpleaños grande —me recuerda con una sonrisa emocionada, intentando contagiarme.
No solo detesto mi cumpleaños por la fecha, o porque mis padres quieren pretender que no existo... Son tantas razones de porque este día es el por día del mundo que no sé ni por donde empezar.
—Supongo que lo es.
Justo en ese instante, dos figuras entran a mi habitación tan rápido que mi corazón se dispara derecho a mi garganta y el de Gloria también.
—¡¿Qué hacen aquí?! —chilla Gloria y lanza la espátula que trajo para servir el pastel, la cual aterriza en el suelo sin mucha gracia.
Tyler Aiken se sostiene de Liam Hamilton al poner una mano en su hombro para recuperar el aliento. En sus manos tienen un montón de bolsas y puedo jurar que Tyler tiene sombreros de cumpleaños en una mano.
—Ya llegamos, ya llegamos —Liam respira profundo y quita el brazo de Tyler de un manotazo—. Feliz cumpleaños, Monroe.
—Imbéciles —mascullo pero sin poder quitarme la sonrisa del rostro.
Primero, hago lo que tenía en mente antes de que mis dos mejores amigos irrumpan en la habitación. Abrazo a Gloria, quien estaba ocupada fulminando con la mirada a los chicos. La tomo por sorpresa, porque siempre mis abrazos la toman por sorpresa por más que lo haga siempre.
—Gracias. De verdad, muchas gracias —murmuro a lo que ella acaricia mi cabello.
No responde. Tampoco esperaba que lo haga. Gloria solo sabe expresar sentimientos cuando es enojo. Aun así, sé que lo aprecia.
—Ahora... —murmuro cuando rompo el abrazo y miro a mis amigos. Tyler es algo iluso cuando se trata de sentimientos, por lo que está ocupado acomodando los gorritos de cumpleaños en forma de cono. Liam es otra historia. A veces me aterra con la facilidad con la que puede leerme. Es mi mejor amigo, pero hay secretos a los que ni a él puedo confesarle.
—¡Feliz cumpleaños! —exclama Tyler una vez que ha descifrado el asunto con los gorritos y se puso uno en la cabeza.
—La próxima, tocan la puerta antes de entrar. Tenían suerte que no tenga mi pistola a mano.
—¿Tienes una pistola, Gloria? —inquiere Tyler. Luciendo ridículo con su gorro y expresión seria.
Pongo mis ojos en blanco.
—¿Quieres averiguar? —Gloria arquea una ceja.
—No, gracias —responde.
—Eso me parecía. Ahora, iré abajo. No me den más infartos.
Gloria se levanta de mi cama después de darme una última sonrisa y sale de la habitación, dejándonos a los tres.
Tyler estira el elástico de uno de los gorritos y lo coloca en mi cabeza.
—Luces como la mierda —anuncia.
—Dios —masculla Liam negando con la cabeza y se acerca—. ¿Qué pasó? ¿Por qué tu teléfono está roto y tus ojos hinchados?
Me muerdo el labio para no llorar otra vez.
—No... No importa. No quiero hablar de eso —carraspeo notando como mi voz empieza a entrecortarse.
Liam me mira indeciso, sin saber si seguir presionando o no decir nada. Simplemente asiente, dándome a entender que eligió la segunda opción. Seguro asume que estoy llorando porque Nick no está conmigo, lo cual es en parte cierto.
—Esta bien, Monroe. Solo porque es tu cumpleaños —suspira y pasa una mano por su cabello oscuro—. Tenemos una sorpresa.
—No me digas —murmuro observando las bolsas que dejaron olvidadas en el suelo.
—No. Una mucho mejor. Esto solo es parte —anuncia. Mira a Tyler, quien asiente una vez y va en busca de las bolsas, dejándolas sobre mi cama.
—Abre —indica con gesto con su cabeza.
—¡¿Me lo estoy perdiendo?! —exclama una nueva voz. Por poco sonrío al identificar el ruido los tacones acelerando por el suelo del pasillo. Riley Crawford, mi mejor amiga, entra a la habitación. Sube los lentes de sol que tenía puestos y nos mira aliviada.
—No, no me lo estoy perdiendo —suspira y luego se acerca a mi para envolverme en un abrazo.
Riley y yo nos conocemos hace años. Es mi mejor amiga desde que tengo memoria. Imposible olvidar a la niña de grandes ojos marrones y tez morena que me saludó tímidamente el primer día de segundo de primaria. En ese entonces, mis únicos amigos eran Nick, Tyler y Liam y francamente, se volvía aburrido porque ellos solo querían jugar al futbol y golpearse en el barro. Nunca jugar a las muñecas o ponerse maquillaje.
Así que no dudé en acercarme a ella. Fue una buena decisión. Tal vez no seamos tan cercanas como algunas amigas lo son pero sé que puedo contar con ella y pasarla bien.
—Abre las cajas —indica con emoción.
Carraspeo y les obedezco. Dentro de la bolsa de Louboutin, encuentro una caja. La abro con emoción, sabiendo que voy a encontrar los zapatos por los que estuve babeando cada vez abría el sitio web de la tienda. Siempre que intento comprarlos, están agotados.
De todas maneras, abro mi boca con sorpresa porque son aún más lindos en persona. La suela roja característica de los zapatos hace que el negro se destaque aun más.
—Me encantan —suspiro y miro a mis amigos agradecida, sabiendo que por más que cada uno pueda comprar cinco pares de estos zapatos sin pestañar o causarle daño al crédito de sus tarjetas, el hecho de que sepan cuales son los que me gustan y los hayan conseguido a pesar de que están agotados en todos lados, lo es todo.
—La otra caja... —sisea Riley con emoción. Asiento, esta vez abriendo una caja Gucci que parece interesante. Después de deshacer el moño, quito la tapa y el papel que lo envuelve. Abro mis ojos grande al ver que es un vestido. Lo levanto con cuidado, observando los brillos y los detalles.
—Es... Es precioso —murmuro. Miro a Riley, quien me guiña un ojo. Ella lo eligió, claro.
—Crawford, ¿crees que puedas quitarle la cara de muerta que tiene? Tenemos una fiesta a la que ir —anuncia Tyler casualmente.
—¿Una qué? —consigo preguntar, ignorando que Tyler acaba de decir que tengo cara de muerta.
—Es tu cumpleaños, Monroe. Por supuesto que hay una fiesta —declara Liam en un tono obvio—. No te preocupes, nosotros nos encargamos de todo. Solo tienes que ponerte la ropa que te compramos y subirte al auto.
—Chisttt —interrumpe Riley—. No es tan simple, Hamilton. Ducha, maquillaje, cabello, vestido, zapatos.
—Dios. ¿En... Una hora estará? —pregunta Tyler como si estuviera preguntando cuando estará el pedido de pizza.
—Sí, una hora —Riley se alza de hombros.
Dos horas después, estoy saliendo de mi habitación en mis zapatos y vestido nuevos, y maquillaje fresco. La persona que lloró y lloró todo el día en su habitación se esfumó por completo... A la vista de todos. Sigue estando dentro de mi, porque por más que mis amigos sean increíbles y se estén esforzando, algo en mi no está bien.
Y es Nick.
Nick debería estar aquí. Es mi cumpleaños. Sabe que este día es difícil para mi. Si él está a mi lado es como si las piezas rotas dentro de mi volvieran a armarse.
—Tómense su tiempo —farfulla Liam, levantándose del sofá. Levanta a Tyler que estaba durmiendo con una patada. Tyler parpadea confundido. Bosteza y estira sus brazos.
—¿Ya es otro día?
Riley bufa.
—¿No van a decir nada? —cuestiona. Toma mi mano y me hace girar sobre mis talones para enseñar el vestido corto que llega hasta la mitad de mis muslos.
—¿Qué quieres que diga? —inquiere Liam en un tono aburrido.
Tyler, parpadea y sonríe al verme.
—Preciosa como siempre, Monroe —me guiña un ojo a lo que corro la mirada hacia otro lado.
—Andando, andando —ordena Tyler al levantarse—. Tenemos más sorpresas.
Arqueo mi ceja con interés y los sigo. Liam parece ser el conductor designado de la noche porque nos subimos en su auto. Tyler cede por "ser mi cumpleaños" y me deja sentarme en el asiento del frente.
El invierno en Miami casi no existe. Hacen 26 grados y es noviembre. Así que bajamos las ventanillas durante el camino.
—¿A dónde estamos yendo? —pregunto cuando tomamos una autopista.
—Casa de Nick —contesta Liam.
Asiento. No es raro que Nick deje la llave de su casa en la playa a uno de nosotros para que la usemos las pocas veces que él no está. Ese lugar es nuestro lugar usual para juntarnos. Está lleno de recuerdos y los seguimos coleccionando.
Veinte minutos después, gracias a que no hay tanto tráfico, Liam estaciona en el garaje de la casa de Nick. Todavía es temprano, supongo que todo mundo llegará dentro de una hora. Nadie se pierde fiestas en casa de Nick. Mucho menos si es por mi cumpleaños.
Ya estamos dentro de la casa, por lo que solo tomamos un pasillo para llegar al interior. Todo estuvo preparado con anticipación y se nota. Despejaron toda la sala de estar y hay una decoración preciosa y bien pensada. Miro todo con una sonrisa. Incluso hay unos globos gigantes que leen 16.
—La mejor sorpresa está afuera —me indica Tyler—. Llenamos de luces de colores la piscina.
Alzo mis cejas con interés. Es algo que quise hacer para el cumpleaños de Nick en julio, pero nunca pude. Prácticamente corro hacia afuera. La puerta ya esta abierta, lo cual me parece extraño. Aún así continuo avanzando, intentando ver las luces.
Llego hasta el borde de la piscina. No hay nada.
—Tyler.. —espeto y volteo, congelándome en mi lugar.
¿En qué momento...?
Nick esta en frente de mí con una sonrisa.
—¿Buscabas las luces? —pregunta y mueve la caja que tiene en sus manos.
—Pero tu... Tu vuelo —balbuceo.
—¿De verdad pensabas que iba a perderme tu cumpleaños, Monroe? ¿Qué clase de novio crees que soy?—interroga pretendiendo estar ofendido.
Por fin, le doy mi primera sonrisa genuina en todo el día. Nick baja la caja al suelo a tiempo, porque salto a abrazarlo como un koala, enrollando mis piernas en su cintura y enterrando mi cabeza en su cuello.
—Feliz cumpleaños, Aggie —murmura, y por fin me siento completa.
***
PRESENTE.
Ni siquiera me doy cuenta cuando las lágrimas cubren mis mejillas.
Las horas pasan y pasan hasta que finalmente consigo dormirme.
***
Nota: Semana de parciales finalizada, esperemos aprobar. ejem. Gracias por la paciencia, chispitazs
Esta capítulo es inesperadamente largo y hay un poco de todo. Confirmo que en el libro van a haber muchos pedazos del pasado. Más que nada de Aggie.
NO SÉ POR QUÉ PERO ME ENCANTA ESCRIBIR A AGGIE NERVIOSA. es ueuwahdad JAJAJAJAJAJ
noticias, Ashton tiene Instagram! Es: ashtonhawthrone_ pronto voy a hacerle uno a Aggie. :)
Love,
Cande.
pspsps síganme en instagram y twitter
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