CAPÍTULO 4
Nota: HolaAA! extrañaba subir. si les gustó, no se olviden de votarr ♥
"Baby angels like you can't fly down hell with me".
Traducción:
"Corazón, ángeles como tú no pueden volar al infierno conmigo"
—Angels like you, Miley Cyrus.
ASHTON.
¿Saben cuál es el problema de una persona adicta?
Uhm.
Bueno lo replanteo, ¿Saben cuál es uno de los tantos problemas del adicto?
Es no poder detenerse. No hablo de detenerse a largo plazo y dejar la bebida. No, hablo de no poder detenerse al momento que tus labios toquen la primera gota de alcohol. No hay un momento en el que sea "suficiente". Es como si cada trago fuera primordial. Y se necesita uno tras otro hasta posiblemente acabar la botella.
Aggie está en la universidad. Lugar al que de vez en cuando visito. Lugar donde debería estar. Supongo que no hará mucho daño faltar unos días más. No es como si tuviera las energías suficientes para ir.
Sigo en la cama. Ya debe ser cerca del mediodía. Tengo una botella de vodka al lado de mi, curiosamente, es la misma botella que David, mi supuesto amigo de mi antigua universidad, trajo cuando vino de visita. Ese día fue terrible. Y de todas maneras, él dejó la botella sobre la mesa como si supiera que nada la farsa que estaba intentando poner en frente de todos fuera a durar mucho.
Tal vez me conocía más de lo que le daba crédito.
Nadie se dio cuenta cuando al final del día levanté la botella y la escondí en mi habitación.
Al principio, no fue con intenciones de beberla. Sino que quería probarme de que a pesar de que tuviera alcohol cerca, podría controlarme. Ahora que lo pienso, me las ingenié para engañarme, porque quizás, una pequeña parte de mi sabía que, en algún momento, esa botella se convertiría en mi plan B. En mi plan de escape por si algo salía mal.
Entonces me pregunto, ¿de verdad algo salió mal?
¿O simplemente me dejé vencer por todo lo que venía luchando?
Es tan difícil. Tan difícil cuando se siente como si mis cicatrices estuvieran en fuego, cuando siento ese peso sobre mí que me aplasta y me asfixia.
No me gusta sentirme así.
No quiero sentirme así.
Así que, si algo apacigua lo que siento, pues que lo haga.
Lo único malo —pienso mientras destapo la botella y llevándola a mis labios tras escuchar ceder el seguro — es tener que ocultarlo. Mi situación es distinta a las anteriores veces. Ahora estoy viviendo con Aggie.
Aggie.
Cada vez que la veo hace que mi corazón dé un salto y una sonrisa estúpida tome posesión de mi rostro como si hubiera estado esperando todo el día para hacerlo.
Sé que no puedo esconder esto de Aggie.
Será solo cuestión de tiempo que se dé cuenta de lo que me sucede. Es demasiado inteligente y perceptiva como para no hacerlo.
No puedo arrastrarla a esto. Conozco demasiado como lo viven las personas alrededor de adictos. Diría que es aún peor que ser el maldito adicto. No puedo apagar su luz de esa manera, dejar que haga lo que todos en su momento quisieron hacer, querer salvarme, solo para ser ella quien termina arruinada.
Va a ser complicado. Incluso la idea de comprometerme a estar sobrio por Aggie llega a ocupar gran parte de mis pensamientos, pero sé que no funcionará. No fui a tantos años de terapia, ni pasé tanto tiempo en rehabilitación como para de repente curarme por alguien. Sé que no funciona así. Tiene que ser por algo. Por mi.
También sé que no es motivación suficiente porque no soy lo necesariamente fuerte como para comprometerme. Ni tampoco siento que merezco tanto.
Cierro mis ojos, recordando como se siente tener a Aggie en mis brazos. Sus besos que me dejan la cabeza en las nubes, sus abrazos que se sienten como si nada malo pudiera pasar, la manera en la que me sonríe como si fuera lo más importante de su vida. Tampoco soy lo suficientemente fuerte como para dejar ir todo eso.
Nunca me gustó una chica como me gusta Aggie.
Nunca dejé que nadie llegara hasta donde llegó ella.
Nunca, pero nunca, la compañía de alguien más se sintió como estar en casa.
La amo.
Y esa es la razón por la que no puedo dejar que caiga conmigo a este pozo sin fondo. Yo ya no puedo salir. ¿Ella? Ella puede alcanzar las estrellas si eso es lo que quiere.
AGGIE.
—¿Cómo estuvo la mujer de mis sueños? —dramatiza Leo en un tono soñador apenas me ve acercarme su mesa en la cafetería.
Pongo mis ojos en blanco.
—Bastante bien —digo recibiendo su abrazo.
—¿La pasaron bien? —me pregunta cuando deshacemos el abrazo. Asiento, a lo que él agrega—. ¿Y dónde está el hombre de mis sueños?
—Probablemente durmiendo —me alzo de hombros—. Decidió no venir.
Leo bufa a lo que me río.
—No te preocupes, estoy segura de que podrás verlo luego —le digo palmeando su hombro. Antes de tomar el asiento libre, me fijo quién más está en la mesa. No hay señales de Cassie, y sé que Isabella tiene una clase más antes de almorzar. Así que solo soy yo, Leo y una chica de cabello rosado y unos preciosos ojos azules que nunca vi antes.
Arqueo una ceja en dirección de Leo.
—Oh. Ella es Cecily. Cecily, ella es Aggie —nos introduce.
—Hola —la saludo sabiendo que es la nueva "compañía" de Leo. Ya puedo decir que estoy acostumbrada a esto.
—Aggie, no pongas esa cara. —se adelanta Leo—. Es solo mi compañera. Además, somos incompatibles.
Lo miro horrorizada de que estemos teniendo esta conversación enfrente de ella. Carraspeo.
—Se refiere a que no me gustan los hombres —comenta Cecily en un tono cansado—. Leo tiene una manera extraña de decir las cosas.
—Amén —murmuro y me siento en un lugar libre al lado de Leo.
—¡No solo por eso! —se apresura a corregir—. La razón más importante es que ella es de Virgo. Y yo, obviamente, Leo. ¿Un virgo y un leo? Pff. Una tragedia.
Por supuesto.
—Entonces Leo, ¿quién es tu caramelo de la semana? —le pregunto destapando mi ensalada.
—Para tu información, mi preciosa Aggie, —empieza—, nadie. Estoy practicando esto que se llama... Soledad.
—¿Celibato?
—Nop. Eso no, dah —niega con su cabeza como si acabara de decir la atrocidad más grande del mundo—. No celibato. Solo soledad.
—¿Y está funcionando?
—Voy solo un día. No lo sé —se alza de hombros—. Suficiente de mí. Quiero saber sobre tu viaje.
—Oh —murmuro bajando la vista a mi ensalada para evitar revelar mi sonrojo—. Ya te dije. La pasé bien.
—¿Qué tan bien? —me codea.
Subo la vista, pidiéndole ayuda a la chica nueva, quién solo se alza de hombros antes de darle otro trago a su café, dándome a entender que no va a rescatarme.
Volteo para ver a Leo con mis ojos entrecerrados.
—¿Qué es lo que sabes? ¿Quién te lo dijo? ¿Isabella?
—Nop. Fue Luca. Lo llevo al parque todos los martes, y ese niño es capaz de contar los secretos de todo el mundo a cambio de una galleta.
—¿Qué te dijo?
—Que Ashton y tú se chocaron la boca muchas veces, y que una mañana mientras dormían, entró buscando al gato y los vio "sujetándose con fuerzas" —se alza de hombros como si lo que relatara fuera trivial—. Dice que ya están casados.
Mi cara de poker debe ser increíble. Sí, sabía que Luca nos vio unas cuantas veces e incluso nos sacó fotos, pero no que entró a una habitación y nos vio. No pensé que retendría tanto.
Demasiado perceptivo para sus 3 años.
Aclaro mi garganta.
—Tal vez sea cierto... No que estamos casados, pero sí el resto —me acomodo en mi asiento.
—¿Chocaron bocas muchas veces? —alza sus cejas burlón.
—Imbécil.
Leo solo se ríe.
—Sacaste a Ashton Hawthrone del mercado —suspira en un tono melancólico—. No sé si podré recuperarme de esto. Quizás necesite salir de esta soledad. —su mirada se pasea por toda la cafetería como si estuviera en una tienda eligiendo qué marca de fideos llevarse. Finalmente, posa su mirada en su amiga—. Cecily, ¿quieres salir conmigo?
—Prefiero morir antes —le responde ella con cara de pocos amigos.
—¿Tienes alguna amiga que quiera salir conmigo? —le pregunta—. O amigo. No soy tan picky.
—Leo, ¿alguna vez te pusiste a pensar porque tienes la necesidad de siempre estar con alguien, pero a la primera que empiezas a sentir algo, los dejas? No permites que nadie se acerque —la chica nueva, quien ahora creo adorar, lo mira con una ceja arqueada.
—Quería una cita, no tantas verdades —bufa él recostándose sobre su asiento—. Pero sí, supongo que lo pensé. Tengo miedo al compromiso. Creo que es porque tengo ascendente en Sagitario. ¿Cómo se llamaba el cristal que lo solucionaba?
—Creo que terapia —comenta Cecily después de darle un trago a su café mientras observa a Leo como si fuera una criatura fascinante.
Leo pone sus ojos en blanco.
—Está bien, está bien —suspira—. Voy a considerarlo.
Antes de que Leo pueda abrir su boca para decir otra estupidez, encuentro con la mirada a Isabella entrando a la cafetería. Alzo mi mano para que pueda vernos. Después de localizarnos, hace una corta fila para pedir un café y camina hacia nosotros.
—Hola —saluda.
—Izzy, ¿crees que tengo problemas con comprometerme porque tengo ascendente en Sagitario? —le pregunta Leo apenas ella se sienta en el único lugar vacío.
—Mhm, no. No soy experta, pero si tuviera que adivinar, diría que tuviste, hasta tus dieciocho años, una vida poco constante al estar mudándote de lugar a lugar por el trabajo de tu madre, y eso nunca te permitió poner raíces en ningún lado. Y ahora estás viviendo en un mismo lugar por más tiempo del que estuviste acostumbrado, entonces no sabes qué hacer ni cómo recobrar la familiaridad que tenías, así que sales con distintas personas mes por mes en un intento de volver a sentirte como lo hacías antes.
Arqueo una ceja con sorpresa.
Leo se mantiene estático durante unos momentos como si acabaran de abofetearlo.
—Y... ¿Hace cuanto tenías ganas de decirme eso?
Isabella se alza de hombros como si no fuera la gran cosa.
—Solo... Piénsalo —resume Isabella y se alza de hombros. Luego voltea a saludar a Cecily y entablar una conversación con ella, quizás inadvertida al hecho de que Leo ahora mismo está en silencio, con la mirada fija en la mesa.
Quiero decirle algo, solo que no tengo idea qué.
Sin embargo, sé que cuando carraspea y se excusa para irse, que no puedo dejar que se vaya solo.
—Iré con él —les digo a Isabella y a la amiga de Leo sin perder mi vista de su espalda alejarse de la cafetería. Isabella me da una pequeña sonrisa de entendimiento.
Recojo mi bolso e intento no dejar que Leo se aleje demasiado. Por suerte, no me dieron piernas tan largas para nada. Lo alcanzo rápidamente, justo a la salida.
Aclaro mi garganta para llamar su atención.
—¿Podemos hablar? —le pregunto cuando voltea a encontrarme.
Leo es rápido en reponer su sonrisa de siempre. Como si no pudiera ver que sus ojos cuentan una historia distinta con lo pesados que lucen.
—Claro, ¿de qué?
Aprieto mis labios.
—De lo que acaba de pasar.
Leo se alza de hombros y niega con la cabeza.
—No es gran cosa. Estoy bien.
Antes de que pueda decir algo más, escucho que piden permiso para pasar y es cuando recuerdo que estamos parados en una de las puertas de la cafetería.
Indico con mi cabeza hacia un costado para que me siga. Leo no parece muy seguro. De todas maneras, me acompaña.
—Aggie, quizás haya parecido la gran cosa...
—Lo es. No pretendas que es nada. Lo que Cecily e Isabella te dijeron... No es algo fácil de escuchar.
Me mira por unos segundos con indecisión. Leo tiene ojos marrones, pero son tan expresivos que a veces intimidan. Es de esas personas que van con una sonrisa a todos lados, y al mismo tiempo, como si cada vez que entraran a un lugar, fueran capaces de iluminarlo. Es extraño. No conozco a muchas personas como Leo. Y es porque dudo que existan demasiadas.
—No, —resopla y pasa una mano por su cabello castaño— supongo que no lo es.
—¿Alguna vez hablaste de esto con alguien?
Se alza de hombros.
—Al principio, muchas de las personas con las que salía querían... Querían saber. Siempre me aseguraba de irme antes de que yo pudiera sentir algo, nunca me detuve a pensar en cuando la otra persona sintiera algo más profundo que pura atracción física y disfrutar de la compañía. Cada vez que... Que terminaba las cosas, era como... Buscaban explicaciones. Explicaciones que no podía dar. No porque no quiera, sino porque no las tengo. Y todo lo que me dijo Isabella... Mierda, nunca me puse a pensarlo. De alguna manera, siempre bloqueaba esos pensamientos.
Cuando termina de hablar, su pecho sube y baja angustiado. Le doy una pequeña sonrisa antes de abrir mis brazos para envolverlo. Leo por poco colapsa sobre mi.
—Esta bien darse cuenta de todo eso tarde. Tal vez Cecily tiene razón, hablarlo con alguien no te vendría mal.
—Ahg. Debería empezar a mover todo el dinero que gasto en citas a terapia.
No puedo evitar reírme.
—Suena como una buena inversión.
***
ASHTON.
Tengo que irme. Pienso mientras mi vista sigue fija en el techo.
¿Verdad?
Eso sería lo lógico.
Suelto un resoplido.
De todas maneras, tengo que irme. Quizás no para siempre, pero por lo menos a caminar un poco. Mi cabeza se siente como si estuviera parado en una nube. Se siente bien, pero sé que no debo lucir sobrio.
Chequeo la hora.
Aggie está en clases ahora, pero sé que sale en treinta minutos. Le presté la camioneta, así que vendrá rápido.
Y yo acabo de beber lo último que le quedaba a la botella.
Cuando me siento sobre la cama, tengo que inmediatamente volver a acostarme porque todo empieza a darme vueltas y mi cabeza duele. Cierro mis ojos durante unos segundos y cuento hasta diez, hasta no sentirme tan mal.
El segundo intento es más exitoso y consigo pararme. Eso sí, me tambaleo un poco hasta conseguir equilibrio, pero cuando lo hago, sonrío de lado. No está tan mal.
Recuerdo que dejé mi celular por algún lugar de mi habitación. Ayer fui a comprar uno nuevo, ya que el otro se volvió prácticamente inutilizable. Mejor. Hizo que pudiera cambiar de número de nuevo. Aggie no preguntó por qué cambié de número cuando podría haber recuperado el de antes, que sería lo lógico. Yo tampoco ofrecí explicaciones.
Tengo contadas con una mano las personas que tienen mi nuevo número.
Al encontrarlo bajo una sudadera que dejé sobre la mesa, veo que tengo algunos mensajes sin leer. Entre ellos, uno de Aggie.
Rubiecita: Creo que voy a llegar más tarde de lo normal. ¿Pedimos sushi para cenar?
Pensar en comer hace que mi estómago se revuelva.
Como me envió el mensaje hace ya dos horas, decido responderle:
Yo: Suena bien ;)
Guardo el celular en el bolsillo de mi pantalón para no olvidarlo.
Todo mi cuerpo se siente demasiado liviano y honestamente, es un sentimiento familiar al que dejé de estar acostumbrado. Volver a estar sobrio por todos esos meses hizo que recobrara muchas cosas al no estar constantemente adormecido.
Necesito salir a caminar y despejar mi mente.
Con mi decisión tomada, levanto la sudadera que veo más cerca y salgo del departamento.
El clima frío y al mismo tiempo húmedo de la ciudad me recibe. Me coloco la capucha porque sé que debo lucir como si acabara de despertarme.
Camino sin rumbo. La realidad es que me siento inquieto. Es un como... Como un cosquilleo en mi cuerpo que no me deja respirar con normalidad. La pregunta es clara. Por más derrotado que me sienta, ¿qué demonios estoy haciendo? ¿A dónde quiero ir? Y no solo hablo en el sentido de «mierda, acabo de caminar tres calles y no sé qué estoy haciendo», sino en el sentido de: «estoy arruinando mi vida más de lo que ya está y no parece importarme».
La realidad es que sí me importa.
Me siento como un fracasado.
Toda mi vida me sentí como un fracasado, como si nunca fuera suficiente para absolutamente nada. Y lo peor es que en vez de mejorar, tomo todo eso y pruebo que tan verdad es con cada cosa que hago.
Hace un tiempo, le pedí a Aggie que no me tratara como si fuera algo frágil que fuese a romperse en cualquier momento. Quería convencerme de que no lo era. Sin embargo, ahora puedo apreciar lo hipócrita que estaba siendo. Soy frágil. Siempre me sentí frágil. Débil. Intentando esconderme detrás del alcohol, de las excusas, del humor. Intentando ocultar que estoy rompiéndome todo el maldito tiempo. Ni siquiera hago un buen trabajo escondiendo. Siento que cualquier persona puede ver a través de mí y ver lo arruinado que estoy, ver lo cobarde, ver los cortes, los tatuajes bajo los que me escondo, los intentos y todo lo que me llevó a estar donde estoy ahora.
Es injusto.
Injusto que algunas personas puedan vivir sus vidas con normalidad. Sin sentir la tormenta de sentimientos que siento constantemente.
El ruido de un trueno me saca de mis pensamientos. Subo la cabeza, y es la primera vez que noto las nubes grises y pesadas. Qué ironía. Va a llover.
Vuelvo la vista hacia el frente, notando que el viento mueve las copas de los árboles con fuerza y que las calles están prácticamente desiertas.
Extrañamente, mi primer pensamiento es sacar el teléfono en mis bolsillos para enviarle un mensaje a Aggie.
Yo: Vuelve antes de que se largue la tormenta. Conduce con cuidado.
No demora en responderme.
Rubiecita: Estoy de camino a casa.
Yo: Entonces deja de mirar tu celular mientras conduces.
Rubiecita: No estoy conduciendo. Estoy en un semáforo eterno. Nos vemos cuando llegue. <3
No le digo que no estoy en casa. No quiero que siga desconcentrándose mientras conduce, por más que sé que tiene su celular conectado al tablero de la camioneta y de seguro está leyendo mis mensajes por ahí.
En vez de volver, continúo caminando. Sé que todavía tengo sobre mí los efectos del alcohol, pero mis pensamientos son más pesados.
¿Qué se supone que haré ahora?
¿Actuar como si nada hubiera pasado?
Mañana tengo que ver a Xavier, y sé que, si no voy, solo va a levantar sospechas. Pero tampoco sé si puedo sentarme enfrente de él y pretender que nada sucedió. Que después de la última vez que hablamos, cuando le dije que estaba listo para surfear y que me sentía extremadamente bien.
Pensándolo de nuevo, Xavier sabe que hay algo mal. No lo dijo en su momento, pero es que simplemente... No sonaba como si fuera yo. No sonaba bien. Estaba subido en el frenesí del momento, en mis sentimientos por Aggie, en que todo estaba saliendo tan bien que... Que me olvidé como realmente son las cosas. Me olvidé de mi lugar en esta historia.
***
AGGIE.
—¡Llegué! —exclamo y cierro la puerta—. Justo antes de la tormenta —anuncio en un tono orgulloso.
Fue como si estuviera programado. Apenas entré la camioneta en el edificio, la tormenta se largó con todas sus fuerzas de golpe.
Al no obtener respuesta, me adentro más en el departamento.
—¿Ashton? —llamo.
El gato aparece desde el pasillo, y pasa de largo hasta irse a su esquina designada sin siquiera reconocer que estoy aquí. Ignorándolo, busco a Ashton en su habitación. Su cama está desecha, pero no hay señales de él.
Empezando a preocuparme, intento llamarlo. No responde. Chequeo que este llamando a su número nuevo, y sí, es el nuevo.
Yo: ¿Dónde estás?
Echo un vistazo por la ventana de la cocina por la que se puede ver al pequeño parque que hay abajo. La lluvia en tanta cantidad y con tanta ferocidad que ya hay partes inundadas de agua.
Me preocupa, porque sé que sea donde sea que esté, probablemente está a pie porque me llevé su camioneta. Ahora siento culpa por haberla llevado.
Vuelvo a llamarlo un par de veces más sin tener éxito.
Veinte minutos después, la lluvia no se detuvo y estoy a punto de perder la cabeza cuando escucho la puerta abrirse.
Suelto un resoplido aliviada cuando veo que es Ashton.
Está completamente mojado. Hablo de empapado al punto que está creando charcos con cada paso que da y su ropa luce pesada. Se quita la sudadera, revelando que no tiene nada debajo.
—¿Dónde estabas? —reclamo—. ¿Por qué no atiendes el teléfono?
—¿Me llamaste? –es lo primero que pregunta.
Saca el celular de su bolsillo. Tiene suerte que los celulares de ahora sean a prueba de agua, porque sino, tendría otro teléfono arruinado.
—No lo escuché en la tormenta —responde.
Camina derecho hacia el lavadero, donde tira su sudadera en el cesto de la ropa sucia. Prosigue a quitarse los jeans. Me giraría. Si esto estuviera sucediendo hace unos meses. Oficialmente vi a Ashton Hawthrone entero.
Me cruzo de brazos.
—Estaba preocupada. Pensé que estabas aquí.
Él solo niega con la cabeza, una vez que hizo a un costado toda su ropa mojada, incluidas sus zapatillas, quedando solo en ropa interior.
—Fui por un café. No me di cuenta de que iba a llover y ya estaba lejos.
Asiento.
Tengo que preguntarle.
Mordisqueo mi labio indecisa antes de hablar.
—Ashton... ¿Estás bien?
Me mira como si la pregunta le sorprendiera.
—Me siento bien —afirma.
—Es que... Siento que hay algo mal —confieso—. No sé si es por lo que pasó entre los dos, si... Si fue demasiado o... ¿Hay algo más?
Ashton mantiene mi mirada durante unos segundos. Me gustaría poder leerlo como la palma de mi mano. Me molesta que siga siendo tan indescifrable como el primer día que nos conocimos. No me malinterpreten, sé que hubo mucho progreso entre los dos, tanto juntos como individualmente, pero... Se siente como si al mismo tiempo no hubiéramos avanzado absolutamente nada. Solo que ahora duele. Duele el triple porque lo que sí creció de manera incontrolable son mis sentimientos por él. La manera en la que mi corazón se acelera cada vez que lo veo y se ralentiza cada vez que estoy en sus brazos.
Ya no se siente como si lo que estuviera apostado fuera lo mismo. Todo lo contrario, se siente como si lo estuviera jugándolo todo.
—Estoy bien —repite.
No, algo suena mal.
Intenta pasar por mi lado, pero se lo impido al tocar su brazo.
—Ashton...
Me mira a los ojos y es como si hubieran cobrado vida al transformarse en fuego.
—¿Es que quieres que haya algo mal?
Frunzo el ceño.
—Por supuesto que no.
—¿Tan extraño te parece que esté bien? —pregunta, sin embargo, esta vez no hay enojo en su tono sino que genuina curiosidad. Y escucharlo formular la pregunta de una manera tan vulnerable me rompe el corazón.
—Dios, no —repito y niego con la cabeza—. Solo... Es un sentimiento que tengo, ¿sí? No importa.
Lo dejo ir y me alejo, ignorando el sentimiento extraño que me rodea, como el escalofrío que precede algo malo.
Recuerdo mi conversación con Isabella. Quiero hablar con Ashton sobre todas las inseguridades que estoy sintiendo acerca de nosotros, sin embargo, sé cuándo identificar que no es un buen momento para hablar.
Muerdo el interior de mi mejilla mientras veo como se encierra en el baño. Apenas la puerta se cierra, siento mis hombros hundirse con decepción. Segundos después, escucho el ruido de la ducha encenderse.
Odio sentirme así. Como una niña. Con miedo, insegura de lo que está pasando. Detesto sentir que cabe la posibilidad que sienta más por él que lo que él siente por mí. Es como si estuviera en desventaja, perdiendo un juego que apenas me entero que estábamos jugando.
Hay algo diferente en Ashton.
Por lo que también detesto no saber qué es. Detesto que él sepa tanto de mí, y yo tan poco de él. Hace que todo lo que haga sea impredecible. Que no pueda sentirme segura con lo que sea que estemos pasando.
Siento mis ojos humedecerse hasta que pequeñas lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.
Y lo peor es que pensé que estábamos progresando.
***
Nota:
Con cada capítulo nos vamos complicando un poquiiito más. jajan't
honestamente, no tengo nada más para decir. estas notas cada vez se hacen más cortas. JAJAJAJJ
uno de estos días voy a subir una sticker de preguntas a instagram para que charlemos sobre lvqr. :) quiero saber que opinan y eso :))) para que esten atentasss
gracias por el aguante. no se olviden de votar porque significa un montonazoo
love,
cande.
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