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Capítulo 4

#LunesDeSecretos ¿Qué tal, mis chispitas?


| CAPÍTULO 4 |


"A little bit older
A black leather jacket
A bad reputation
Insatiable habits"

—My Oh My, Camila Cabello.

Traducción:

"Un poco mayor,
una chaqueta de cuero negra,
una mala reputación,
hábitos insaciables"


Recuerden votar y comentar muchoo, ayuda un montonazo cuando un libro esta empezando Las quiero





AGGIE.

Estiro mi mano hacia el gabinete donde guardo la harina y suspiro mientras relleno la taza medidora hasta llegar a 300 gramos, sin pasarme ni un poco.

Cocinar por estar estresada es otro hábito que desarrollé desde que llegué a San Francisco. Pero no cualquier cosa, sino que repostería. Es algo ridículo, y tiene explicación el porque es tonto. Al estar estresada mientras cocino, termino comiendo de más los chocolates que uso para cocinar, la mezcla, y todo lo que luzca rico. Entonces, para cuando lo que sea que esté preparado está listo, ya no tengo hambre de comerlo. Solo corto una porción para probar, guardo algo por si al día siguiente quiero y el resto lo bajo a la señora Bexley, que vive sola en el primer piso.

Es con la única vecina que me comunico. La crucé el primer día durante la mudanza mientras ella salía a pasear su perro miniatura. En nuestra corta conversación, me contó que vive sola y que si alguna vez necesito algo, puedo ir con ella. Así que le envió pasteles y galletas, y ella me envía comida cuando hace de más, que es convenientemente día de por medio.

Es... Deprimente que la única amistad que haya hecho en esta ciudad sea con una señora de setenta años. Sin embargo, no me quejo. Básicamente estoy escapando del drama y la señora Bexley luce como alguien que no me traerá más de ello.

No vi quien vive al frente de mi puerta, pero a la sé que hay alguien porque de vez en cuando escucho la puerta abrirse y cerrarse.

Estoy revolviendo la mezcla con cuidado cuando mi celular por fin suena. Por poco salto a atenderlo. El lector dice Quinn. Justo la persona que estaba esperando. Atiendo y balanceo el celular con mi oreja y mi hombro al tener mis manos cubiertas con harina.

—¿Qué dijo? —cuestiono.

—Hola a ti también. Dijo que sí. Fue... Una conversación interesante —me cuenta en un tono inseguro—. Pero dijo que sí.

Asiento lentamente con la cabeza, digiriendo la información.

—¿No crees que deberíamos conocernos en persona antes de que se mude?

Ella ríe nerviosa.

Mierda, ¿en qué me estoy metiendo?

—No, no hace falta. Ashton va a caerte bien —me promete.

Si Quinn está nerviosa significa que en definitiva hay algo extraño.

—Estoy confiando a ciegas, Meyer. Espero que no decepciones.

—Va a estar todo bien. Necesitas compañía en la ciudad, Ashton necesita un lugar donde quedarse, ambos irán a la misma universidad... Es como vivir la experiencia universitaria completa —me dice en un intento de que pase por alto que básicamente estoy por mudarme con un desconocido.

—¿Cuánto conoces a este chico, Quinn? ¿Y si es un asesino? —siseo, soltando la espátula que estaba usando para revolver y dejándola caer en la mesada.

—Lo conozco hace dos días, pero... Créeme. Muy dentro, es buena gente —sentencia. Esta conversación me está dejando más nerviosa que antes. Respiro hondo y limpio mis manos de harina para poder sostener mejor el teléfono—. No es un asesino. Conozco a Lauren, sé que lo crio bien. Solo tiene... Problemas. Uh, hablando de eso. Si tienes bebidas a la vista, escóndelas con llave. Su problema con la bebida no es grave pero la última vez que decidió beber... —titubea.

—Ya tiré todo —anuncio antes de que pueda terminar porque ya me puso al tanto de lo que sucedió la última vez que bebió.

—¿Lo tiraste? Monroe, esas botellas de tequila y esos vinos valen lo que a una persona le sale renta de tres meses —espeta.

—No iba a beberlas de todos modos —pongo mis ojos en blanco—. Es mejor que no estén.

Y no tiré todo. Unas cuantas botellas de vino le regalé a la señora Bexley, quien me miró como si hubiera perdido la cabeza porque esa marca solo la venden en Francia y son costosas.

—Eres un ángel, Monroe. ¿Cuándo quieres que lleve a Ashton?

¿Por qué habla de él como si fuera su niño de cinco años?

—No lo sé, ¿mañana? —inquiero. No es como si tuviera más que hacer, es mejor que se mude antes de que empiece la universidad.

—¡Perfecto, en eso pensaba! —repone.

—Uhm, espera. Su habitación no está lista. No tenía previsto vivir con alguien más, no hay una cama.

Cuando compré el departamento, lo compré amueblado para ahorrarme un problema más. La cuestión es que los colchones de las camas no vinieron incluidos. Mejor que sea así. No quiero dormir en el colchón que uso un desconocido. ¿Quién sabe qué tan sucio está?

—¿Y no puede dormir contigo?

Casi me ahogo con mi propia lengua. Empiezo a toser desenfrenadamente y puedo escuchar las risas de Quinn.

—Bromeaba. No te preocupes, yo me encargo.

—No hace falta, puedo hacerlo yo...—

—Solo... Déjame. Tengo dos días más en esta ciudad y voy a morirme del aburrimiento si no hago nada más. Otra cosa, ¿cuánto es la renta que tiene que pagarte? Y sé que querrás pagarlo tú pero Ashton se niega.

—La renta es nada porque compré el departamento —le explico.

Quinn empieza a reírse.

—Por supuesto que lo compraste.

—Es una buena ubicación, un lindo lugar. Cuando sea que decida irme, habré hecho una buena inversión —repongo. La verdad es que mis padres no me prestaron atención cuando les dije que me mudaría a San Francisco. Me ignoraron por completo, pero hubo algo que no pudieron ignorar y es que gasté demasiado dinero en este departamento que encontré en Internet. Fue cuando me llamaron y finalmente, hablamos sobre irme a vivir a San Francisco.

—Está bien, mujer de negocios. ¿Y las expensas?

—Puede encargarse de eso —me alzo de hombros. Estoy dejando a un desconocido vivir en mi departamento, lo menos que puede hacer es pagar las expensas—. Y Quinn, ¿no deberías estar en la universidad, preparándote para los exámenes finales?

—¡Adiós, Monroe! —exclama antes de terminar la llamada.

Niego con la cabeza y dejo mi celular sobre la mesa.

Esto es una locura.

Mi yo de hace dos años me miraría como si hubiera perdido la cabeza. Tal vez eso pasó. Perdí la cabeza. Suspiro pesado. Mi cabeza sabe que Quinn tiene razón. Necesito amigos en la ciudad, necesito concentrarme en otra cosa, necesito seguir adelante con mi vida, y cuando insinuó que su hermanastro Ashton no tenía lugar en donde quedarse, no dude mucho en ofrecerle lugar.

Nunca me molestó estar con otras personas.

Nunca viví con nadie más que no sea todas las personas que trabajaban en casa y luego con Nick por un tiempo, pero soy una fiel creyente de que tienes que probar todo aunque sea una vez. Y aquí estoy, siendo espontánea.

Por supuesto, le pedí a Quinn toda su información, no voy a vivir con alguien que podría ser un asesino. Me enseñó su Instagram y tuve que disimular bastante para que mi mandíbula no golpee el suelo. No sé qué esperaba. Bueno, realmente no esperaba nada, así que no me esperé que Ashton Hawthorne me dejará sin palabras con su sonrisa arrogante y ojos color verde oscuro. En sus redes sociales pinta ser el típico chico que me hizo rodar los ojos toda la vida, pero sé que no es la historia completa. Nunca lo es.

Entonces sí, tengo curiosidad de conocerlo.

***

Al día siguiente, cerca de las cuatro de la tarde, estoy dándole su ración de comida al gato cuando suena el timbre. Me levanto de un salto y ya puedo sentir mi corazón atascándose en mi garganta. Ya es hora.

Suficiente por vivir sola.

Tengo un nuevo compañero de piso.

Respira hondo, Monroe.

—Compórtate —le siseo al gato que juro que pone sus ojos en blanco. No lo medité antes porque el gato es tan nuevo que no es de mis pensamientos tan recurrentes. Supongo que Quinn le dijo que vivo con uno y que ahora estamos atados hasta que la muerte o una lata de atún nos separe.

Limpio mis manos en mis shorts y me echo un rápido vistazo en el espejo de la entrada. Podría aunque sea haberme peinado. Conservo la coleta que me hice esta mañana para limpiar y shorts que en realidad son mi pijama junto a una sudadera de Cambridge, que ni siquiera sé por qué la sigo teniendo. No es como ir allí haya salido bien. No trae buenos recuerdos, y sin embargo sigue siendo la primera cosa que decido usar todo el tiempo.

Le dije al guardia de seguridad de la entrada que estaría esperando gente y que los hiciera subir directamente. Abro la puerta, sintiéndome incómoda y cuando alzo la mirada, frunzo el ceño.

—¿Y tú quién eres? —inquiero, observando al chico alto de tez morena, ojos oscuros y cabello desordenado del mismo tono. Parece tener mi misma edad, aunque uno nunca sabe. Este no es Ashton.

—Tu vecino —responde en un tono obvio, como si ya hubiera debido saber quien es. Voltea y señala la puerta del frente del corredor. Así que finalmente estoy conociendo al vecino.

—¿Y...? —titubeo.

—¿Tienes una taza de azúcar? —me pregunta sonriendo con diversión. Alza su mano y es cuando me doy cuenta de que trajo una taza vacía color azul.

—Eh...

¿Es aquí donde me matan? ¿Dónde me arrastran hasta adentro del departamento y...? Un escalofrío me recorre el cuerpo. ¿Se habrá enterado de que vivo sola?

—Está bien si no tienes —carraspea, rompiendo el silencio que formé. Da un paso hacia atrás—. De verdad estaba buscando una taza de azúcar. Leí mal las instrucciones de ese pastel en caja y ahora tengo que hacerlo de nuevo —explica.

La puerta de su departamento está por poco cerrada y no me deja ver el interior. ¿Esto sigue pasando en la actualidad? ¿La gente le pide tazas de azúcar a los vecinos?

—Uhm... —balbuceo. Mi mentira será muy obvia. ¿Quién no tiene azúcar en su casa?

—¿Estoy interrumpiendo algo? —interroga una voz a mi izquierda, tomándonos por sorpresa.

Mi cabeza gira de golpe al mismo tiempo que mi estómago da un vuelco. Al fin. Me tomo unos pocos segundos para observar el rostro del dueño de la voz, Ashton Hawthrone. Mismos ojos verdes que vi en fotos, cabello oscuro y facciones estúpidamente perfectas. Me detengo un segundo en su mandíbula y luego en sus labios.

Conozco a este chico.

—No... —murmuro, recordando al chico de la gorra negra que me tomó por la cintura y me echó hacia atrás para salvarme de la camioneta. No es difícil unir los puntos. ¿Por qué no lo reconocí antes cuando Quinn me enseñó fotos? Tal vez porque esa vez en la calle, su cabello era más largo y tenía puesto una gorra. O porque mi corazón estaba latiendo tan fuerte por el susto que no me detuve a mirarlo con atención.

Ahora, tiene el cabello oscuro corto pero no tanto como en sus fotos viejas. Ya no lleva gorra, ni nada que me impida ver su rostro. Me muerdo el interior de mi mejilla, obligándome a ignorar lo atractivo que es a pesar de su cara de pocos amigos.

No es momento para esto, Aggie.

—¿Quién eres? —cuestiona bruscamente. Pienso que me habla a mi hasta que veo donde está puesta su mirada, en el vecino que nos observa atento.

—Vivo al frente —explica, aclara su garganta y retrocede un paso, obviamente sintiéndose amenazado por la nueva llegada—. Solo preguntaba por una taza de azúcar.

—Tienes un supermercado a la vuelta de la esquina —espeta Ashton. Normalmente, odio a las personas que tratan mal a desconocidos solo porque sí, pero el vecino no me transmite seguridad para nada—. Estoy seguro que allí tienen. Ahora, piérdete.

Trago saliva. El vecino mira a Ashton, quien no se acobarda y, en pocas palabras, lo está echando con la mirada. Para mi alivio, no dice nada más, voltea y se mete en su departamento, estrellando la puerta detrás de él que me hace sobresaltar.

Suelto el aire que venía conteniendo.

Unos segundos después de silencio, volteo mi cuerpo hacia Ashton y vuelco toda mi atención en él.

—¿Va ser una costumbre? —es lo primero que me pregunta mientras arquea una ceja.

—¿Qué... Qué cosa? —titubeo.

No puedo salir de mi asombro. De todas las personas en San Francisco, tuve que cruzarme y pelearme con el hermanastro de Quinn, quien irónicamente no reconocí en fotos por lo diferente que esta y ahora vivirá conmigo.

—Salvarte, rubiecita —apunta en un tono obvio.

—¿Cómo...? —sacudo mi cabeza. Nunca me quedo sin palabras, pero creo que la situación se lo merece—. Eres el loco de la calle.

Él resopla divertido.

—Y tú eres la loca del gato obeso que camina a su muerte —responde, a lo que me quedo aún sin más palabras.

Por suerte, escucho el elevador tintinear y abrirse. Miro por encima de su hombro y veo a Quinn acercándose a nosotros. Viste jeans y una sudadera de su universidad. En sus manos, trae una caja llena de cosas.

—Oh, ya se conocieron —apunta lo evidente. Deja la caja en el suelo del pasillo cuando está enfrente de nosotros—. Aggie, él es Ashton. Ashton, ella es Aggie. Blah blah blah, seguro tienen tiempo para conocerse luego.

En mi vida pensé estar en esta situación.

—Ahora, ¿dónde está ese gato precioso? Le traje un juguete —explica mirando la puerta entreabierta e intentando encontrarlo con la vista.

Quinn es demasiado inteligente para este tipo de cosas como para no notar la tensión y la incomodidad palpable en el aire. Está intentando aligerar y hacernos creer que esto es normal y divertido cuando todo mundo sabe que no lo es.

Aclaro mi garganta, ordenando mi cabeza y mi compostura. Le echo un rápido vistazo a la puerta del frente. ¿Quizás esté escuchando la conversación? Sacudo mi cabeza ligeramente.

Abro más la puerta para que pasen. Quinn se agacha a alzar la caja y aprovecho para ver a Ashton una vez más. Soy una imbécil por no haberlo reconocido apenas Quinn me enseñó la foto, pero de nuevo, ni siquiera estaba prestando atención.

—Así que el gato es tuyo —declara Ashton cuando entramos detrás de Quinn.

Evito mirarlo y asiento.

—Sí, ¿No... ¿No te molesta? —titubeo y trago saliva.

—No —se alza de hombros.

Quinn, quien escuchó nuestro intercambio, voltea a mirarnos sutilmente con su ceño fruncido.

¿Y ahora qué hice?

El gato, apenas ve a Quinn, se lanza a la alfombra y rueda para que rasquen su panza. Los miro incrédula. Traidor.

Aclaro mi garganta. Tengo que dejar de actuar como una tonta y más como la dueña de este lugar.

—Entonces, Ashton —hablo, dándome cuenta de que es la primera vez que digo su nombre—. Te enseñaré tu habitación. Hay dos libres, te elegí la más grande —explico. Ashton me sigue mientras camino por el pasillo. Ni siquiera sé por qué estoy tan nerviosa. ¿Por qué estoy por vivir con un desconocido? ¿Por qué es el desconocido que me salvó hace unos días?

—Es al final del pasillo —digo y me detengo frente a la puerta cerrada color blanco.

—¿Cuál es tu habitación? —me pregunta. Ignoro su mirada y abro la puerta.

—Es la primera puerta del pasillo —explico. Él asiente—. Tienes baño propio, está al frente, y...

Me quedo en silencio, sin saber que más agregar. Miro a mi alrededor. Como todas las habitaciones, tiene un gran ventanal con vista al parque, piso parqué de madera, la base blanca de una cama, mesitas de luz del mismo color al igual que todos los muebles. No hay nada más decorando.

—¿Rubiecita? —pregunta a mis espaldas. Giro rápidamente porque es obvio que me habla a mi. Lo encuentro con sus brazos cruzados y una expresión aburrida.

—Ese no es mi nombre —repongo.

—No. ¿Te ofende? —arquea una ceja divertido—. ¿Es por que no eres rubia natural?

Frunzo mi ceño indignada.

—Es natural —me defiendo—. Es solo que ese no es mi nombre.

—Es Aggie Monroe —declara en un tono que hace que sobresalte internamente. ¿Por qué siento que nadie nunca dijo mi nombre de esa manera? Lo hace sonar tan bien por más que lo deteste—. Entonces, Aggie, ¿quieres explicarme por qué no puedes mirarme a los ojos?

Alzo mis cejas sorprendida con la pregunta y por fin subo cabeza lo suficiente para encontrar su mirada. Este chico es demasiado alto, y eso que soy alta para ser una chica. La diferencia con las fotos, es que en esas, sus ojos brillaban con diversión e incluso lucían traviesos. Siempre estaba rodeado de amigos o sonriendo. Pero ahora... Ahora son de un color verde oscuro, casi confundiéndose con marrones. Las ojeras en su rostro son inconfundibles y su rostro es más delgado.

Sigue siendo hermoso, pero de una manera diferente.

Un chico increíble, pero completamente roto y se nota a la primera mirada.

—Estoy mirándote a los ojos —declaro y lo miro como si nada de lo que dijera me afectara.

Sin embargo, siento como si estuviera analizando y juzgándome, y no me gusta. Me incomoda y lo detesto. Trabajé durante mi vida entera para aprender a no sentirme de esa manera, y llega este imbécil con complejo de héroe para eliminar todo mi trabajo.

—Porque te lo pedí.

Resoplo y me cruzo de brazos.

—Bueno, esto es una situación extraña. Deja que me acostumbre, ¿quieres? —pongo mis ojos en blanco—. No estoy diciendo que no quiero que te quedes aquí, pero que me des tiempo.

—No te preocupes, te vas a acostumbrar a mi. Ni siquiera voy a molestarte. Seguro Quentin ya te lo dijo, solo busco un lugar donde vivir que no sea con mi madre y no puedo vivir solo. Supongo que ya sabes ese drama también.

Parpadeo, intentando decidir qué información responde primero.

—¿Quentin?

—Quinn, Quentin, es todo lo mismo —se alza de hombros desinteresado.

Como si decir su nombre la hubiera invocado, ella llega agitando su coleta en el aire junto al gato por detrás. Dios, incluso se mueve por ella y la sigue como si estuviera enamorado.

—Mierda —suelta Ashton, por fin viendo al gato por completo. Cuando entró, Quinn lo cubrió en abrazos y fue imposible.

Esa fue mi misma reacción.

—¿Cuánto pesa esta cosa? —inquiere al mismo tiempo que se pone de cuclillas, descansando sus manos en sus rodillas. Es imposible ignorar los tatuajes que tiene en sus dedos y en el dorso de su mano. No la cubren por completo, pero sí una gran parte.

—Cerca de diez kilos —explico. El plan es que baje cinco kilos y no sé cómo lo lograremos.

—Primero, no es una cosa. Y segundo, no importa cuánto pesa, importa que va a mejorarse —dice Quinn pasando una mano por su pelaje blanco. El gato hace algo que solo hace con Quinn, ronronea. No gruñe. No chilla. Ronronea.

Estoy tan intrigada con ese hecho que no puedo ver a Ashton cuando comete el error de extender su mano para tocarlo. El gato chilla y rápidamente eleva una pata para arañarlo. Quinn exclama una maldición y Ashton suelta un siseo entre dientes. El corte dejó una línea roja en el dorso de su mano, por algunos de sus tatuajes, pero él apenas se inmuta.

—Entonces ya sé que no tengo que tocar al gato. Anotado —comenta.

—No tocas a un gato desconocido, Ashton. Es regla. —espeta Quinn a lo que él la mira con desinterés—. ¿Sabes que? No importa. Venía a decirles que la cama que ordené va a tardar un día en venir así que...

Nos mira por unos segundos, evaluando nuestras reacciones.

—Puedes dormir en el sofá —ofrece finalmente Ashton al alzarse de hombros. Me mira, a lo que asiento con la cabeza y desvío mi atención hacia otro lado.

—Porque Aggie ya dejó claro que en su cama no —comenta Quinn como si estuviera siendo ilógica por no dejar al desconocido que es su hermanastro, el cual conoce hace dos días, dormir en mi propia cama. Junto a mí.

Ashton arquea sus cejas con diversión y se levanta del suelo, siendo más alto que las dos.

—Meyer —mascullo con los dientes apretados.

—Puedo dormir una noche en el sofá —acepta él—. No me molesta.

—Perfecto. Desempaquetamos —ordena Quinn—. Y Ashton, no te acerques al maldito gato. Él se acercará cuando se sienta cómodo. Vas a terminar con más rasguños.

¿Y por qué no me dijo eso cuando lo traje?

—Solo... Mudemos a Ashton al departamento —ordeno porque si seguimos hablando del gato, voy a terminar con un pico de estrés.

—Eso podemos hacer, rubiecita. Presiento que va a ser divertido —me guiña un ojo antes de irse de la habitación.

Quinn, quien por supuesto escuchó todo, voltea a mirarme con interés.

—¿Rubiecita? —repite y sus labios se curvan en una sonrisa—. Le gustas a Ashton —declara al darme una mirada acusadora.

Empiezo a reírme.

—Estará tocando una puerta que no va a abrirse —niego con la cabeza y lo sigo para ayudar a buscar sus cosas.


Nota:

Feliz lunes? Espero que esté yendo mejor que el mío.

Ya quiero que lean la convivencia entre Ashton y Aggie porque es... Divertido. Solo voy a decir eso ajjajajajaj

Tengan paciencia este mes porque tengo parciales y esta niña va a aprobar todo como sea. No importa como llegaremos, pero llegaremos.

Les recuerdo que me sigan en Instagram porque hay un sorteo internacional de "Una casa 7 problemas" (cierra el 18/06/21) y hay dos ganadores:), y también subo cosas relacionadas a LSQE, adelantos, encuestas, preguntas, etc, bla bla bla

Love,

Cande


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