Capítulo 38
" «I love you», ain't that the worst thing you ever heard?
He looks up grinning like a devil."
Traducción:
"«Te amo», ¿no es eso lo peor que has escuchado?
Él mira hacia arriba, sonriendo como un demonio."
—Cruel Summer, Taylor Swift.
ADVERTENCIA:
Estaba entre: "¿Escribo esta advertencia o no?" Y dije, "ante la duda, mejor la escribo."
Este capítulo contiene escenas sexuales explícitas. (Contenido +18) Si por alguna razón preferis saltearlas, pasa directo a donde narra Ashton. Si no... Ehm, disfruten!?
Para mis lectoras: Espero que les guste;)
Para la gente que por alguna razón está leyendo esto y me conoce: whatever, get over it. Son cosas que pasan.
Fin de la advertencia, disfruten el capítulo. Nos lo debemos.
AGGIE.
Me levanto a apagar las luces cuando la puerta vuelve a abrirse. Mi corazón da un salto del susto. Apenas tengo que procesar qué hace Ashton de nuevo en mi habitación cuando una mano me sujeta de la cintura, atrayéndome a su cuerpo y no se detiene hasta que sus labios se estampan con los míos.
Me toma por sorpresa. Me cuesta unos instantes que mi mente procese lo que está pasando para así reaccionar. Creo que mi cuerpo se pone al tanto más rápido que mi cabeza, porque respondo el beso como si por fin estuvieran dejándome respirar después de privarme de aire por tanto tiempo.
Devuelvo el beso con la misma ferocidad. Sus labios se sienten calientes y suaves contra los míos, todo lo contrario a lo que es Ashton.
Mis manos se cuelan por detrás de su cuello, sin querer que se separe de mi. Profundizo el beso, familiarizándome con su cuerpo, su boca, su calor que me rodea y produce cortocircuitos en mi cabeza. No hay un solo pensamiento racional en mi cabeza. No. Sí lo hay. No quiero que deje de besarme.
Ashton, por fin, no parece tener planes de detenerse porque me besa como si su vida dependiera de ello. Arqueo mi espalda cuando se inclina más hacia mi. Lo único que me mantiene de pie son sus brazos, porque si dependiera de mis piernas, fallarían al instante.
Nuestra intensidad pasó de cien a mil. Cada centímetro de mi cuerpo está encendido con deseo, el cual se vuelve aún más cuando siento sus manos recorrer mi cuerpo como si fuera suyo.
Escucho la puerta cerrarse de un portazo y sé que Ashton está poniéndose serio. Siento pura emoción y anticipación arremolinarse en mi estómago. Estuve esperando esto durante tanto tiempo que es ridículo.
Por poco olvidaba lo bien que se sentía ser besada por Ashton Hawthrone. Olvidaba cómo puede hacerme pasar de no sentir nada, a sentirlo absolutamente todo. La manera en la que es capaz de hervir mi piel, sabiendo que el único remedio para aliviarme es él.
Sus manos descienden hacia la parte de atrás de mis muslos. Salto y enrollo mis piernas en sus caderas, presionando contra su dureza que puedo sentir a través del pantalón de su traje. El jadeo que dejo escapar ante el contacto se ahoga en la boca de Ashton. Sin poder contenerme, me muevo contra su pelvis en busca de alivio. Las palmas de sus manos aprietan mi trasero, apretándome más contra él, animando mis movimientos.
—Ashton —suspiro su nombre cuando mi piel explota en escalofríos al sentir el primer contacto de sus labios contra mi cuello. Su aliento caliente golpea mi piel antes de empezar a dejar besos.
Arqueo mi espalda, intentando dirigir sus besos aún más abajo. Los labios de Ashton recorren mi clavícula, tomándose su tiempo, queriendo que sienta la desesperación a flor de piel.
Camina sin detener sus besos. Una vez que estamos cerca de la cama, Ashton se inclina junto a mi, dejándome caer de espaldas sobre ella. Se para al borde de la cama, mirándome desde arriba. Mi respiración es pesada, mi pecho sube y baja intentando recomponerme.
No me hace falta ser adivina. Lo veo en sus ojos, en cómo sus pupilas se dilatan con profundo deseo. Empieza a deshacer su corbata lentamente. Observo el movimiento atenta, absorta en cada uno de sus movimientos.
—Sé que te encanta el control, rubiecita —anuncia cuando se quita la corbata—. Pero vas a tener que cederlo.
Arqueo una ceja.
Considérenme intrigada.
Ashton se aproxima a mi y creo que estoy temblando de la anticipación. Sus manos se detienen a los costados de mi cuerpo. Una de ellas recorre mi brazo desde mi muñeca hasta mi hombro, donde descansa la tira de mi pijama. Engancha un dedo en la tela y baja el top. No estoy usando nada debajo. Puedo sentir la respiración de Ashton entrecortarse cuando estoy completamente expuesta a él.
Me quito el top, tirándolo al suelo.
Ashton pasa las yemas de sus dedos por los costados de mi torso, haciendo que un escalofrío recorra mi cuerpo. Se detiene en el elástico de mis shorts. Sube la vista a mis ojos. Veo la pregunta en ellos. Asiento con la cabeza. Usando una mano en cada extremo, baja mis shorts. Las bragas que me puse después de la ducha no son nada especial. Solo planeaba dormir.
Pero, no me quejo del cambio de planes.
Sus ojos recorren mi cuerpo por completo antes de volver a mirarme. Siento una de sus manos acariciar mi mejilla, y por alguna razón, el tacto se siente aún más íntimo que todos los besos y las caricias.
Al mismo tiempo se siente como si estuviéramos viviendo otra realidad. Me siento tan conectada a Ashton que lo físico es sólo algo más, y al mismo tiempo, es un paso gigante. Tengo tantos sentimientos haciendo que mi corazón quiera salirse de mi pecho que no puedo concentrarme en tan solo uno.
—Eres una obra de arte, Agustine —revela en un tono bajo.
Sin poder contenerme más tiempo, lo atraigo hacia mi al sostenerme de su camisa y vuelvo a unir nuestros labios. A diferencia de nuestros dos últimos besos, este es lento, tentativo, como si por fin nos estuviéramos dando el tiempo para conocernos.
Mis manos recorren sus hombros, sintiendo sus músculos y pasando por su cuerpo hasta encontrar el primer botón de su camisa.
—No, no —murmura contra mis labios al separarse—. Mis reglas, ¿recuerdas?
Sus reglas.
—¿Entonces...? —titubeo algo perdida.
Ashton me besa una vez más antes de alejarse lo suficiente para mirarme a los ojos.
—¿Alguna vez te ataron, corazón? —me pregunta con toda la seguridad que existe mientras una de sus manos acaricia mi mejilla como si fuera lo más precioso de este mundo.
Puedo sentir el calor inundar mi rostro.
—No —murmuro en respuesta—, nunca.
Ashton me contempla con la mirada durante unos segundos. Me gustaría saber en qué esta pensando. Alza su mano, trayendo a mi campo de visión su corbata negra. Oh.
—¿Confías en mí?
Más que a nadie en el mundo.
—Sí —respondo sin un toque de duda en mi voz.
—Coloca tus manos encima de tu cabeza —ordena.
Subo mis manos, insegura sobre cómo acomodarlas. Ashton lo nota, y lo hace por mi. Pone una de mis muñecas sobre la otra en una cruz. Siento como pasa la corbata por ellas y rápidamente, mis manos están inmovilizadas con la suficiente fuerza para que no pueda desatarme sola, y no con tanta para que duela.
—¿Está bien así? Si quieres, puedo quitártela.
Niego con la cabeza.
—Estoy bien —contesto, a pesar de estar nerviosa. Aunque siendo honesta, estaría nerviosa sin mis manos inmovilizadas también.
Sin embargo, toda inseguridad y todo pensamiento vuela de mi cabeza cuando Ashton vuelve a besarme. Dirige sus besos por mi mandíbula, mi clavícula, cada uno se siente mejor que el otro. Es cuando su boca encuentra mis pechos que exploto. Arqueo mi espalda con un gemido. Usa su boca en un lado y su mano en el otro.
—Sí, sí —exclamo, exhalando aire, arqueando mi espalda y moviendo mis caderas en busca de fricción para aliviar el inminente fuego que siento formándose en mi la parte baja de mi estómago.
Sus besos siguen descendiendo. Mi cuerpo entero se encuentra en alerta, por más que mi cabeza se asimile a una nube flotando. Ambas manos contornean los costados de mi cuerpo hasta detenerse en el fino elástico de mis bragas.
Miro hacia abajo, encontrando la mirada de Ashton.
—¿Estás segura? —me pregunta—. ¿Quieres seguir con esto?
—Sí, por favor —suelto en una súplica.
Juro que puedo sentir su sonrisa cuando baja mi último pedazo de ropa interior, lanzando la prenda de tela a un costado.
—Eres preciosa —habla contra la piel de mi estómago bajo. Escalofríos del mejor tipo me inundan.
Ashton acaricia mi pierna, hasta detenerse antes de llegar a mi muslo. Flexiona una de mis rodillas, haciendo que apoye mi pie contra el borde de la cama. Estoy completamente expuesta y abierta para él. Debería estar entrando en pánico, pero el nivel de confianza y seguridad que tengo con Ashton, es de otro mundo. Sé que nunca haría nada a propósito para lastimarme.
Primero usa sus dedos, recorriendo mi humedad. Segundos después, siento el calor de su boca contra mí antes de que sus labios se adueñen de la parte más sensible de mi. Jadeo. Mis manos quieren tocarlo, colocarse encima de su cabeza y tironear su cabello, pero cuando intento hacerlo, recuerdo que estoy atada y a la merced de Ashton.
Extrañamente, el hecho de no poder tocarlo solo intensifica mi placer.
Se siente de otro mundo. Su lengua, sus labios, sus dedos encontrando mi entrada. Es tanta estimulación que mi cabeza se nubla por completo, abandonando cualquier pensamiento racional que podría haber tenido hace minutos.
Suspiro su nombre, una y otra vez como si fuera una plegaria. Sus movimientos se vuelven más frenéticos y rápidos, encontrando los lugares indicados.
—Voy a... —ni siquiera puedo formar las palabras.
Ashton continua haciendo lo mismo, eso hace que me empuje al borde del placer y caiga en picada. El orgasmo es más fuerte de lo que pensé que sería. Mi mente se blanquea, mis piernas tiemblan, la mejor sensación de todas me recorre entera.
Cuando siento que vuelvo al planeta, veo a Ashton pasar su pulgar por su labio, limpiando cualquier rastro de mi. Esa vista hace que pueda volver a temblar. Sonríe, mirándome desde abajo.
Dios. Estoy muriendo por tocarlo. Por devolverle el favor, por tenerlo lo más cerca posible. De nuevo, sigo atada.
Se quita su camisa blanca, revelando sus tatuajes y su cuerpo. Observo embobada como sus músculos se tensan en los lugares correctos.
Una vez que se deshizo de su camisa, sus manos empiezan a deshacer su cinturón. En un movimiento involuntario, humedezco mis labios. Antes de quitarse los pantalones, Ashton saca de su bolsillo un envoltorio metálico. Bien pensado. Juro que mi cabeza y mi cuerpo se sienten como si estuvieran hechos de gelatina como para formar un solo pensamiento coherente.
Se quita sus pantalones, llevando consigo su ropa interior. Parpadeo atónita al verlo. No tan solo por lo grande que es, sino por el detalle adornando su punta. Un piercing metálico.
—¿Qué... ? ¿Todo este tiempo lo tenías? —balbuceo sin poder quitar la vista.
Eso hace que Ashton sonría divertido. Se aproxima a mi, dejando su rostro a centímetros del mío.
—Todo este tiempo. —responde. Creo que puede ver la duda en mis ojos porque es rápido al asegurar—: No te preocupes, no te va a lastimar. —noto la picardía en sus ojos—. Todo lo contrario.
Asiento, confiando en él.
Ashton continúa siendo una caja de sorpresas que deja sin palabras. Abre el envoltorio metálico, deslizando el material por su largo. Se coloca encima de mi. Me roba las palabras cuando me besa. Me dejo llevar, gimiendo en su boca cuando siento la punta de su dureza recorrerme, haciendo presión en los lugares indicados.
—Ashton, por favor, —suspiro contra sus labios, rompiendo el beso.
—No seas impaciente, corazón. Déjame saborear cada segundo de esto —murmura, y sigue provocándome, haciendo que mueva mis caderas sobre él. Finalmente cede, posicionándose en mi entrada y empujando lentamente, dándome tiempo para que me acomode a su tamaño y a todas las nuevas sensaciones. Cierro mis ojos con fuerzas, intentando digerirlo todo.
Juro que nada se sintió mejor que esto.
Momentos después, empieza a moverse a un ritmo torturador. Enrollo mis piernas en su cuerpo, intentando controlar aunque sea algo de esto. No dejamos de mirarnos en ningún momento, cementando lo que siempre supe. La conexión que tengo con él es de otro mundo. Ashton no tarda mucho en moverse más rápido. Tenía razón. Ese pedazo de metal golpea los lugares correctos. Nunca sentí algo así.
Cierro mis ojos por unos segundos, soltando gemido tras gemido. Ashton hace presión en mis manos atadas con las suyas, sus embestidas volviéndose más fuertes y más rápidas. Podemos hacerlo lento en otro momento. Creo que después de meses y meses de aprender a vivir con la tensión, nos merecemos esto.
Intercambiamos besos, gruñidos, gemidos. Es algo tan carnal y al mismo tiempo profundo. Hemos roto una barrera, cruzado el último límite. Si antes no había vuelta atrás, ahora mucho menos.
Estoy completamente enamorada de este chico. Amo cada parte de su forma de ser, amo cada parte de él. Amo a Ashton Hawthorne tanto que lo siento en los huesos.
***
ASHTON.
Siento que no hay nada que se compare a tener a Aggie contra mi.
Después de una maratón que nos dejó exhaustos a los dos, y con buena razón, dado a que la tensión que veníamos acumulando durante estos meses tuvo que ser liberada de alguna manera, Aggie colapsó en mi pecho y se durmió apenas cerró sus ojos.
La desaté con cuidado de no despertarla, tirando la corbata al suelo y luego frotando con las yemas de mis dedos sus muñecas ligeramente rojas. Mientras ella dormitaba, besé su piel roja, asombrado por la confianza que me tiene para incluso dormirse con las manos atadas.
Sin poder conciliar el sueño, la abrazo mientras duerme.
Nada nunca se sintió mejor.
Finalmente, después de un tiempo, la respiración regular de Aggie hace que termine cediendo y me duerma.
***
A la mañana siguiente, me despierto porque Aggie empieza a moverse en mis brazos. Bajo la vista, observando cómo bosteza y parpadea. Alza la vista para encontrarme mirándola.
—Uhm, hola —saluda, haciendo que me ría.
—¿Hola? ¿Eso dices?
—Se llama ser educada, Hawthrone. Deberías aprender.
Pongo mis ojos en blanco.
Me despego de ella, sentándome sobre la cama y observando el desastre a nuestro alrededor. Nuestra ropa está desperdigada por todos lados, y por alguna razón, conseguimos que la sábana debajo del edredón termine en la esquina de la habitación.
—Necesito una ducha —murmura Aggie adormilada.
—¿Necesitas ayuda? —repongo en un tono burlón.
Volteo a mirarla. Está intentando reprimir una sonrisa con sus ojos cerrados.
—De hecho, sí.
Es así como Aggie y yo empezamos nuestro día. En la ducha. El baño es pequeño, y si estuviéramos en mi habitación no tendríamos este problema, pero voy aprendiendo que cuando un pensamiento se cruza en la cabeza de Aggie, es imposible quitárselo.
—Acércate —me recrimina cuando ella está debajo de la lluvia artificial, luciendo como una diosa a pesar de estar mojada—. Actúas como si nunca hubieras estado en una ducha con una chica.
No respondo.
Aggie voltea a verme con sus ojos grandes.
—¿No...? —se calla. Asiente con la cabeza entendiendo—. Wow, ahora siento presión.
Me río.
—Tuve algunas experiencias —me excuso—. Solo que no así.
No con alguien que me importara tanto como ella.
Aggie se acerca a mi, pasando sus brazos por mis hombros. Puedo ver las gotas de agua deslizándose por su rostro y sus pestañas.
—Entonces deja que te dé la mejor de todas —guiña un ojo antes de descender hasta arrodillarse en frente de mí.
No conocía este lado de Agustine Monroe hasta hoy, y me intriga. Como cada faceta, expresión y forma de ser de esta chica.
***
Para desayunar, en vez de bajar a enfrentar a todo el mundo, me escabullo por los pasillos de la casa, encontrando la escalera de servicio hacia la cocina. Junto comida para los dos que el servicio que contrató Caroline preparó. No me olvido de incluir la taza de café humeante sin la que Aggie no puede funcionar.
Al regresar a la habitación, Aggie ya tendió la cama y está viendo eligiendo algo para ver en Netflix. Se apropió de mi camisa blanca de ayer y tiene una toalla atada en su cabeza.
—Uhg, estoy muriendo de hambre —se queja.
Apenas dejo la bandeja sobre la cama, los ojos de Aggie se iluminan como dos faroles y ataca los muffins como si no hubiera mañana.
Me siento a su lado, alzando mi taza de café.
—Ehm, ¿puedo hacer una pregunta? —inquiere sosteniendo su taza de café cerca de ella.
—¿Desde cuándo preguntas antes de hacerla? —alzo una ceja.
—Ahg. Imbécil —sisea—. Es sobre tu... —lleva una rápida mirada a mi ingle, sus mejillas colorándose—. ¿Hace cuanto lo tienes?
—Desde que tengo 18 —respondo, sabiendo a qué se refiere.
—¿Dolió?
Pongo una mueca al recordarlo.
—Sí. Pero ayuda que haya estado borracho cuando me lo hice.
Aggie se sacude como si le doliera a ella.
También ayuda que estaba en busca del dolor. Solo que eso no se lo digo.
—Otra pregunta. ¿Me explicas tus tatuajes? —dispara.
—Ya sabes por qué están ahí.
Para cubrir mis cicatrices.
—Sí, pero... Alguno tiene que tener alguna explicación.
Miro a mis brazos descubiertos, intentando encontrar uno que sí tenga y que no simplemente me haya gustado el diseño. Dejo la taza sobre la mesita de luz y extiendo mi brazo derecho.
Aggie toma mi mano, trazando un dedo por el dibujo de una lavanda como si ya supiera que ese sí significa algo. Sus uñas pintadas de rojo contrastando contra mi piel.
—Este. —señala—. Me llamó la atención la primera vez que te vi. No mucha gente se tatúa una lavanda en la mano.
Sonrío. En eso tiene razón.
—¿Recuerdas a qué huele la casa de mi madre y Richard?
Parece pensárselo durante unos momentos. Abre sus ojos grandes al darse cuenta.
—A lavandas.
Asiento.
—Todo el mundo tiene aromas de la infancia. El mío son las lavandas. Mi madre las adora.
—Es tierno.
Resoplo divertido.
—La primera vez que vio el tatuaje se largó a llorar. Un poco porque volví a la casa todo tatuado, otro poco por la lavanda.
Aggie se ríe.
Paso el resto de la mañana explicándole el resto de mis tatuajes. Aggie me escucha con toda la atención del mundo, cada vez más intrigada por lo que tengo que decirle.
Es cuando me doy cuenta lo mucho que se aferra a los detalles que le voy dando sobre mi vida. Lo noté cuando recorrimos la casa y le conté sobre mi familia, y lo noto más ahora. Me hace sentir como un imbécil. Sé muchas cosas de ella y ella casi no sabe nada de mi.
Cuando no tengo más preguntas que responder, Aggie sube el volumen al programa que eligió antes de que iniciáramos la conversación.
—Rubiecita, —llamo su atención después de un tiempo.
Es cerca de la hora del almuerzo y podemos escuchar ruidos afuera de gente yendo y viniendo, signos de que a pesar de la fiesta de ayer, hay personas que consiguieron salir de la cama, a diferencia de nosotros dos.
Aggie tiene su cabeza apoyada en mi pecho mientras vemos televisión en silencio. Su show de maquillaje sacó una segunda temporada.
—¿Sí? —inquiere en un tono somnoliento.
—Sobre lo que pasó el otro día en la playa... Solo quería decir que lo siento por haberte gritado de esa manera.
Es lo que tuve ganas de decirle apenas el enojo se fue y me dejó pensar con claridad sobre lo que sucedió.
Aggie pone una mano sobre la cama y eleva la cabeza para verme.
—No, no. De verdad, está bien. No debí haber hecho eso. Fue... Inmaduro e irresponsable. —acerca su mano, colocándola al costado de mi rostro mientras deja que su pulgar acaricie donde mi mejilla y mi mandíbula se unen—. Lo siento tanto. No quise ponerte en esa posición y... También gracias, por haber entrado a sacarme. No sé si hubiera podido haberlo hecho sola.
No hubiera podido. Ese fue el problema. Las olas no tenían piedad y la corriente cada vez la llevaba más hacía adentro.
Asiento, no queriendo decirlo para asustarla.
—Después de escuchar sobre Nick, entiendo que no hayas estado con la cabeza en el lugar correcto —le digo—. Aunque, podrías habérmelo dicho antes. Sobre Nick y tu drama. ¿Crees que no tenía derecho a saber el monstruo que eres?
Muchas cosas encajan ahora. Una de ellas siendo cuando visité a Caroline cuando me enteré de las noticias de su compromiso. Ahora es obvio que Nick me hablaba sobre Aggie. Honestamente, no puedo culparlo. Está lastimado. Y yo más que nadie sé lo que somos capaces de hacer.
Aggie entrecierra sus ojos. Me encanta verla enojada.
—Tu humor va a ser la razón por la que te mate —palmea mi rostro y se acomoda sobre la cama para sentarse.
—Es mi manera de lidiar con las cosas. Tómalo o déjalo.
—Prefiero dejarlo —murmura entre dientes.
Corre el edredón e intenta salir de la cama. Digo intenta porque no se lo permito. Enrosco un brazo en su cintura, tirando de ella hasta que cae sobre mi.
Aggie se ríe sin poder evitarlo. Sé que fue accidental porque una Aggie enojada nunca dejaría verse riendo.
—¿Sabes que tenemos que salir, verdad? Enfrentar al mundo. —me recuerda.
—Mhm, nah. Prefiero que nos quedemos aquí.
Tengo sus brazos atrapados al abrazarla. Se mueve, haciendo que sus piernas aterricen a los costados de mi cuerpo. Suelto sus brazos.
—¿Eso prefieres?
Dejo de concentrarme en lo que dice, bajando la vista a sus labios. Aggie tiene los labios perfectos. Gruesos, solo que no tanto y con su arco de cupido pronunciado. Ahora están ligeramente hinchados y con un natural tono rojizo, gracias a mi.
—¿Me estás escuchando? —interrumpe al chasquear sus dedos enfrente de mis ojos.
Parpadeo y me concentro en sus ojos celestes.
—No —respondo—. ¿Qué estabas diciendo?
—Que dejé a Miller y a Isabella solos anoche. Tengo curiosidad de saber qué pasó así que quiero ir a buscarlos.
Parpadeo confundido.
—¿Isabella y Miller? —repito.
—Sí. Y antes que digas algo, a Miller de verdad le gusta. No dejó de enviarme mensajes preguntándome sobre ella y viajó desde San Francisco para hablar con ella. Es... Romántico —suspira soñadora.
—No iba a decir algo sobre ese imbécil —contesto—. Iba a decir algo sobre Isabella. Me preocupa y no quiero que esté rodeada de imbéciles.
La mirada de Aggie se suaviza.
—Ah, Hawthrone. Si tan solo el mundo supiera lo tierno que eres —murmura ella.
Pongo mis ojos en blanco. Queriendo borrar la expresión burlona de su rostro, paso una mano por detrás de su cuello y la acerco a mi hasta besarla. Me pregunto si la sensación de estar besándola por primera vez todas las veces se irá en algún momento. Dudo que lo haga.
Aggie recibe mi beso sin protestas, profundizándolo al mismo tiempo que se acomoda sobre mi. Mueve sus caderas contra mi pelvis, y sé que siente mi dureza en todos los lugares correctos cuando jadea contra mis labios.
Estoy en proceso de desabotonar mi camisa que Aggie está usando lentamente cuando alguien aporrea la puerta con fuerza. Sobresaltándonos a los dos.
Aggie se separa de mí, quitándose de encima y dejándome sufrir sin poder aliviar el problema dentro de mis pantalones.
—¡Monroe, sé que estás ahí!
Quentin.
Aggie abotona los botones que logré deshacer y pasa sus dedos por su cabello, acomodando el desorden. Se baja de la cama y camina hacia la puerta.
Frunzo el ceño, sentándome y cubriéndome con la sábana. Lo último que necesito es que Quentin vea la situación en mis pantalones.
—¿De verdad vas a abrirle? —cuestiono.
—Es Quinn —explica en un tono obvio.
Niego con la cabeza aturdido.
Aggie abre la puerta lo suficiente para asomar su cabeza. Para ser mejor amiga de Quentin, no la conoce tanto. Ni siquiera consigue decir una palabra cuando mi hermanastra entra a la habitación como un torbellino. Se detiene de golpe al verme.
Pasea su vista por la habitación. Por la cama desordenada, la bandeja con nuestro desayuno vacía y la ropa en el suelo.
—¿Se supone que debo cargar una libreta a todos lados para escribir todos los avances del experimento? —suspira pesada.
Tiene problemitas.
Se acerca hacia la ventana, corre las cortinas y abre, dejando entrar una corriente de aire.
—Apesta a cosas sucias —espeta y se cruza de brazos.
—Quentin, ¿qué haces aquí?
Al recordarlo, sonríe y voltea a mirar a Aggie.
—Monroe, dame los cinco —chilla emocionada y luego se acerca a Aggie, extendiendo su palma. Sin embargo, se retracta y esconde su mano—. Mejor, no me des la mano hasta que la laves —aclara su garganta.
Niego con la cabeza y me muerdo la lengua para no reírme.
—¡Pero adivina qué! Lo que organizaste funcionó. Adivina quien pasó la noche ocupada con Miller. No, no fui yo.
¿Por qué tiene que aclarar eso?
No quiero siquiera preguntar.
—¿De verdad? ¿Toda la noche?
Quinn asiente energéticamente.
—Luca durmió conmigo. Vimos...
—¿Moana? —repongo.
—¡Sí! ¿Cómo sabías? —Quentin voltea a verme sorprendida.
—Una corazonada —me alzo de hombros.
Como Aggie dejó la puerta abierta, alguien se asoma. No alguien. Algo.
Mi gato.
Al fin.
No lo veo hace días.
Sabía por el rastreador que seguía en la casa, pero con toda la gente y lo grande que es el lugar, lo perdí de vista. Dejamos su comida y su caja de arena en el mismo lugar. Sabía que seguía vivo por el simple hecho de que siempre encontraba su plato de comida vacío cada vez que iba a rellenarlo.
Entra a la habitación, caminando cuidadosamente para no pisar nada en el suelo. En vez de detenerse en Quinn como pensé que haría, se acerca directo a mi. Coloca sus patas sobre la cama y estira su espalda siseando.
Salta, aprovechando que la cama no es tan alta.
Acaricio sus orejas.
Segundos después, como si fuéramos pocos, el Golden Retriever gigante de Quentin entra a la habitación corriendo. Mierda, este perro siempre está corriendo y vive aturdido. Muy estúpido.
—¡Fury! —exclama Quinn, pero es tarde porque el perro salta a la cama, con ojos solo para el gato.
En vez de correr, el gato se queda en su lugar mientras que Fury se detiene en la otra punta de la cama. Agacha su cabeza y estira sus patas, en una posición extraña entre ataque y miedo.
—Quinn, saca esa cosa de aquí —espeto sin quitar mi mano del gato.
—No puedo —suspira ella sonando abatida—. Lleva persiguiendo al gato desde que llegamos.
Arqueo una ceja.
—¿De verdad?
—Sí. El gato no quiere saber absolutamente nada con Fury y... Fury tiene esta extraña obsesión con los gatos. No hay manera.
Miro a Aggie, quien niega con la cabeza, como si no supiera cómo hizo para meterse en esta situación.
Fury se acuesta sobre la cama. Desde ya puedo ver como pierde pelo. Para la buena suerte de Aggie, esta noche dormirá en mi cama. Fury intenta acercarse al gato, pero el gato sisea y arremete una de sus patas delanteras al perro. Fury se aleja con miedo y empieza a ladrar.
Quinn interviene, chasquea sus dedos y Fury se baja de la cama, acercándose a ella. Dudo que pueda enseñarle ese truco al gato.
—Voy a hacer que se canse en la playa. —anuncia ella—. Pero tú —mira a Aggie—. Deberías ponerte ropa e ir a hablar con Isabella.
Aggie asiente, salteándose por completo la parte de ponerse ropa y sale corriendo de la habitación en busca de su amiga.
¿De verdad?
Suspiro y me echo de espaldas en la cama, el gato acomodándose a mi lado.
***
Nota:
HOLA. Qué tal? Estuvo lindo este capítulo, no?
Me pasa algo distinto con Aggie y Ashton. Es como si pudiera sentir su conexión mientras escribo y es super interesante. Me encantan.
Quiero SABEEER que opinan de todo esto.
Les dije en Twitter que se iban a enamorar mas de Ashton. y la verdad QUÉ HOMBREEE 🥵🥵🛐🛐🛐
Para que no vuelvan a llorar por los detalles ✋🏻🥱❤️ Cada tanto escribo escenas +18 solo que nunca las subo, a veces para mantener algunos libros child friendly y otras porque simplemente me daba cosa. Dije: Meh, ya era. Y acá estamos. Tengo que confesar que esta escrita en mis borradores hace rato:)
Nos vemos la semana que viene porque sigo en fechas de finales!
pd: Se acuerdan del final para el que me desearon suerte? BUENO! DESAPROBÉ! Fue terrible JAJAJAJA pero acá seguimos nadando.
pd2: voy a seguir haciendo espacios de Twitter para comentar capítulos! La pasé muy bien la última vez, así queee, les aviso por Twitter cuando van a ser y eso:)
Love,
Cande.
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