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Capítulo 34

Mini nota: Este capítulo es largo y no quise dividirlo en dos porque me enferman los anuncios. (siempre pensando en ustedes). Se viene drama? obvio bobis😍 Disfruten💛

no se olviden de votar y comentar ⚡️✨

"See the line where the sky meets the sea, it calls me
And no one knows how far it goes"
Traducción:
"¿Ves la línea donde el cielo se encuentra con el mar? Me llama
Y nadie sabe qué tan lejos va"

—How far I'll go, Alessia Cara (from "Moana")


AGGIE.

Observo con detenimiento la tabla que dejamos sobre la arena. Estamos en la orilla, el sol está escondiéndose, dándonos tonos naranjas, y estamos por quemar una parte clave del pasado de Ashton. Es casi poético.

—¿Estás seguro? —le pregunto al sostener la caja de fósforos en mi mano.

Mi sugerencia fue apresurada, y no pensé cuando lo dije. Quizás en realidad, Ashton no esté listo para deshacerse de esta parte de él. Quizás tenga otros planes para esta tabla. ¿Quién sabe?

—Sí —responde tras unos segundos de silencio. Le entrego la caja. La única persona que debería prender fuego esta tabla es él—. Tira el alcohol.

Otra cosa poética.

Estamos usando su propia marca de Whiskey para avivar el fuego.

Destapo la botella y empiezo a verterla sobre la tabla, haciendo que salpique sobre la superficie. Me aseguro de cubrir cada parte, fijándome por última vez los detalles en ella. La tabla es blanca, los únicos colores que llaman la atención son las pegatinas de distintas marcas. Son los antiguos patrocinadores de Ashton cuando participaba en competencias.

—Listo —sentencio una vez que la botella esta vacía.

Ashton saca un fósforo, y sin encenderlo, me pasa la caja.

—¿Qué? —murmuro confundida.

—Tú también tienes que tener uno —declara concentrado en la tabla—. Después de todo, fue tu idea.

Asiento insegura y saco un fósforo de la caja. Ashton enciende el suyo y sin dudar, lo lanza a la tabla. Las llamas se avivan inmediatamente. Hago lo mismo y tiro el fósforo en la otra punta de la tabla.

—¿Crees que esto sea seguro? —le pregunto cuando el fuego toma altura.

Ashton niega con la cabeza, sin despegar la vista del fuego.

Oh.

En cuestión de instantes, la tabla está completamente en llamas. Doy un paso hacia atrás cuando se intensifica y Ashton me imita, colocándose a mi lado. Siento su cercanía durante unos momentos hasta que uno de sus brazos pasa por mi cintura, atrayéndome a él. Apoyo mi cabeza sobre su hombro, sintiéndome en paz a pesar de que estamos prendiendo fuego un pedazo de madera.

—Esta es la mejor idea que tuviste después de haber adoptado al gato —me dice, haciéndome reír.

Contemplamos el fuego en silencio.

—¡Ashton! —exclama una voz a nuestras espaldas. Nos separamos para voltear. Lauren se acerca corriendo hacia nosotros, con la urgencia desesperada en sus ojos—. ¿¡Qué están haciendo?!

Richard la sigue por detrás, portando una expresión confundida.

—Algo necesario —contesta Ashton.

Su madre se detiene a su lado, observando el fuego y se da cuenta qué es lo que estamos quemando. Asiente con la cabeza, entendiendo.

—Traje la tabla hace algunos meses cuando Richard y yo viajamos para chequear que todo esté en orden en la casa —confiesa ella—. Pensé que sería el mejor lugar para guardarla. No soportaba verla en la casa. Lo siento tanto, Ashton.

Él es rápido en negar.

—No lo sientas, mamá. No fue tu culpa —le asegura.

Ella asiente, sus ojos llenándose de lágrimas después de ver como la tabla con la que su hijo casi termina su vida, se quema por completo. Lauren se abalanza a Ashton y lo abraza con todas sus fuerzas.

Nos quedamos en la playa hasta que el fuego se desintegra solo.

***

Al día siguiente, me despierto por la presencia de alguien en mi habitación. De por si tengo el sueño ligero, que alguien abra la puerta es colaborar a que me despierte.

Abro mis ojos poco a poco, dándome cuenta de quién es.

—¿Qué haces aquí?

—Tenemos que hablar —responde Quinn después de cerrar la puerta y correr hasta tirarse sobre mi cama. Sobre mi. Me quejo, girando para enfrentar el otro lado e intento taparme lo más que puedo para protegerme del frío.

Quinn, siendo insistente, encuentra la manera de meterse debajo de mis sábanas y edredón. Pronto, siento una respiración golpear mi rostro. Abro mis ojos, encontrando su rostro enfrente de mi.

Pongo mis ojos en blanco y me siento sobre la cama, estirando mi espalda con ayuda de mis brazos.

—¿De qué tenemos que hablar? —bostezo.

—De Nick —replica en un tono obvio, haciendo que cierre mi boca. Cubro mi rostro con mis manos.

—¿Podemos no hablar? —muerdo el interior de mi mejilla insegura.

—Entiendo que sea doloroso, Monroe, pero hablarlo va a ser mejor.

Hundo mis hombros en derrota y quito mis manos para mirarla.

—¿Sabe que estoy aquí?

Quinn asiente.

—Me lo preguntó cuando llame para organizar su fin de semana aquí —habla, y es cuando recuerdo que ella ayudó a Caroline con los invitados—. No podía mentirle. Le dije que sí, que vendrías. Y... —se queda en silencio.

—¿Y qué? —presiono.

—Me preguntó si estarías con Ashton.

Mi respiración se entrecorta. Sé que Nick sabe algo sobre Ashton y yo, porque me vio en esa videollamada que Caroline recibió por su cumpleaños, pero como actuó rápidamente como si no nos conociéramos, fue fácil pensar que no le interesa saber sobre mi vida.

Desconozco si Caroline unió los cabos sueltos, si Nick le habló de mi, o si ella... Respiro hondo. Es un desastre. Pero a juzgar por como Ashton nunca me dijo nada, debo suponer que no saben quién realmente es Nick para mi.

Y estoy segura de que Nick tiene una idea errónea sobre lo que pasa entre Ashton y yo.

—Le dije que sí, que vendrías con él. Pero le dejé claro que no era lo que él pensaba.

Parpadeo.

—¿Y qué es lo que piensa?

Quinn se alza de hombros.

—A este punto, ¿quién sabe?

Muerdo mi labio, sintiendo el nudo en mi estómago ajustarse más.

—Esto va a ser un desastre.

—Mira, no tendría por qué serlo. Pero dado al hecho de que Ashton conoce a Nick y no sabe quien es porque nunca se lo dijiste, ehm, quizás sí, sea un poco desastroso.

Cierro mis ojos con fuerzas, sintiendo una punzada de culpa.

—Quise contarle. Es solo que... ¿Cómo cuentas algo así? Ashton no es solo mi amigo, dejó de serlo hace mucho tiempo. Todo lo que siento por ese chico... —sacudo mi cabeza—. Sé que tiene que saberlo, y al mismo tiempo no quiero que sepa todo lo que le hice a Nick. Suficiente mala persona me siento por todo lo que pasó, no quiero perder a otra persona más en mi vida por eso.

Quinn se queda en silencio por unos momentos.

—¿Qué te hace pensar que vas a perder a Ashton por decirle la verdad?

Giro mi cabeza para mirarla.

—Ashton le cuesta confiar en la gente, le cuesta abrirse por todo lo que vivió y... Mi situación lo único que hace es generar desconfianza. Me pongo en sus zapatos y me pregunto si me gustaría estar con alguien que le fue infiel a su ex novio con su mejor amigo, y la respuesta es no. Cien veces no.

A este punto, estoy temblando por los nervios. Entrelazo mis manos sobre mi regazo.

—Quizás —continuo hablando cuando reúno la fuerza—, quizás no lo pierda, así como quizás sí. No quiero arriesgarme.

Quinn asiente, entendiéndome.

—Pero sabes que es inevitable, ¿verdad? Tarde o temprano, el secreto dejará de serlo. Es mejor que sea temprano, y que sea por ti. Nick llega esta tarde.

Asiento.

—Tienes razón. Voy a decirle. Hoy.

***

ASHTON.

Luca llena su boca con galletas, haciendo que Isabella arrugue su nariz al verlo. Ayuda a limpiar su boca mientras Luca sigue masticando las galletas como si fueran las últimas que va a probar en su vida.

—Mhmm... —sisea Luca contento, a lo que Mamá le sonríe de oreja a oreja. Si hay alguien que amó a Luca desde el primer segundo que pisó esta casa, es ella.

A decir verdad, por más que el niño sea molesto, tengo que admitir que Isabella crio a su hijo de manera estelar. Es educado, es respetuoso y un montón de cosas que no esperarías de alguien que solo tiene tres años.

—Lau, ¿tienes más galletitas? —le pregunta Luca.

¿Cómo olvidar que ahora Luca le dice "Lau" a mamá? Nunca escuché a nadie llamarla así, y de todos modos, apenas el apodo salió de su boca, mamá declaró que lo ama.

Mamá mira a Isabella, pidiendo permiso. Isabella niega con la cabeza con sutileza. A decir verdad, Luca ya se comió demasiadas galletas.

—Se están acabando y tenemos que guardarle a Aggie —responde mamá en un tono dulce. Me recuerda a como me hablaba cuando Caroline y yo éramos niños.

—¡Sí, para Awi! —repite Luca, convencido con la idea—. ¿Dónde está Awi?

Lo mismo me pregunto yo.

Seguimos desayunando. En la mesa del comedor más cercano a la cocina, solo estamos Isabella, mamá, Luca y yo. Richard salió con Caroline y Frank a hacer unas compras de último momento a la ciudad más cercana, y Quentin debe estar por algún lado, haciendo lo que sea que el diablo haga por las mañanas.

Minutos después, Aggie aparece en el comedor junto a Quinn. El recordatorio de que no estamos en el departamento me golpea al verla. Si estuviéramos allí, Aggie estaría arrastrándose en su pijama y cabello hecho un nido de pájaros hasta la taza de café que siempre tengo lista para ella.

Ahora, ya está vestida con jeans, un suéter color crema y su cabello atado en una cola de caballo. Luce como un poster de chicas buenas. No se parece a la chica que me pedía más y se movía sus caderas contra mi mano para buscar más fricción mientras nos besábamos.

Aclaro mi garganta. No hace falta que mis pensamientos se desvíen tan temprano.

Ella y yo intercambiamos miradas. No hace falta que lo pida, sé que quiere su café de todas las mañanas.

—En la cafetera —le digo.

—¿Y...?

—En el estante de arriba —contesto la ubicación de la crema.

Ella asiente y se adentra a la cocina.

Quinn nos observa por unos segundos. Ahora que me doy cuenta, toda la mesa se quedó en silencio.

—Mi experimento evoluciona —murmura entre dientes antes de sentarse en el lugar vacío al lado de Luca. Niego con la cabeza—. Buenos días —saluda.

—Buenos días, Quentin —responde Luca.

Quinn lo mira durante unos segundos con sus ojos entrecerrados y asiente.

—Me caes bien —le dice al niño y se saludan con un choque de puños. Isabella se ríe por lo bajo mientras los ojos de Luca se encienden como dos faroles.

Aggie regresa con una taza de café para ella y otra para Quinn. Se sienta al lado de Isabella.

—¿Durmieron bien? —le pregunta.

Isabella asiente.

—Dos minutos de M-O-A-N-A, —deletrea rápido para que Luca no se dé cuenta—, y se durmió.

Aggie se ríe. Continúan su conversación, y es cuando empiezo a darme cuenta lo cercanas que ella e Isabella se volvieron durante el tiempo. Sus interacciones en la universidad ya lo delataban, pero verlas en otro ambiente con la misma confianza se siente distinto. Y pensar que empezaron con el pie izquierdo y un par de insultos.

Vuelvo mi atención a Luca, que esta hablando sobre algo con Quinn. Fury, creo.

Y cuando menos me lo espero, mi madre, Isabella, Aggie y Quentin están en profunda conversación sobre qué es lo que van a ponerse mañana a la noche. Luca también luce completamente perdido por el tema, así que aprovechando que ambos terminamos nuestro desayuno, me levanto y lo levanto de su silla, lanzándolo sobre mi hombro.

—¡Ashton! —exclama Isabella asustada.

Me río. Luca me imita.

—Vamos a buscar al gato —le digo.

—¡Gatitooo! —chilla Luca, y sé que es suficiente. Ya lo compré.

—¡Con cuidado! —exclama su madre.

No hace falta que me diga que tenga cuidado con Luca. El niño puede ser insoportable y hace que quiera atarlo a una correa para perros a veces, pero nunca haría algo que lo ponga en peligro.

Coloco a Luca sobre mis hombros. Sus manos inmediatamente tironean mi cabello, como si fuera su pony favorito. Con mis manos libres, abro la aplicación del rastreador. Veo que el gato está dentro de la casa. No esperaba menos. Hace frío afuera y es demasiado vago para moverse.

Pongo la opción para que su collar empiece a sonar, y camino junto a Luca. Volvemos la pequeña expedición en un juego. Él me va guiando hacia donde escucha el sonido. Y sí, demoramos más de lo normal y seguro tengo que informarle a Isabella que su hijo no tiene sentido de ubicación, pero finalmente lo encontramos en una sala vacía, acurrucado en un sofá a pesar del sonido.

Después de que Luca juegue un poco con el gato, y que le dé de comer, me lanzo sobre el sofá mientras escucho al niño parlotear sobre la playa y lo raro que se siente la arena en sus pies.

—Awi dijo que te subes a canoas como Moana —replica Luca de repente.

Alzo una ceja y volteo a mirarlo.

—No tengo una canoa.

—Tabla de surf —repone como si fuera obvio.

—No es lo mismo —respondo.

—¿Puedo subirme? ¿Cómo Lilo y Stitch? —inquiere, su pequeña cabeza de seguro maquinando las cien formas distintas en las que podemos recrear la escena de surf de la película.

—No, eres muy pequeño.

—Tengo la altura de Stitch.

Lo dudo.

—¿Cómo sabes cual es la altura de Stitch?

Luca se alza de hombros.

—Lo sé —responde—. ¿Podemos?

Niego con la cabeza. Por más que pudiera llevarlo a surfear, no lo haría. Luca no sabe nadar, y es demasiado pequeño para una tabla, o para recrear la escena de surf de Stitch.

Luca pasa los siguientes minutos en una profunda rabieta. Grita, chilla, patalea el suelo y por poco llora. Es la primera vez que presencio esto. En lo general, es un niño tranquilo.

—Por favor —llora. Dios, está llorando. Qué dramático.

—Esas lagrimas de cocodrilo no funcionan conmigo, Luca —le aviso. Incluso el gato esta perplejo ante esto.

Luca respira hondo y por arte de magia, deja de llorar. Cuando pienso que le gané en su propio juego, abre su boca lo más que puede, echa su cabeza hacia atrás y suelta el alarido más agudo y fuerte que escuché en mi vida.

Arrugo mi nariz. El gato se escapa de la sala corriendo.

Estoy por levantarme para hacer que se calle cuando Isabella entra a la sala corriendo. Sus ojos miran frenéticos la escena que tiene en frente, y luego mira a Luca en busca de alguna herida.

—¡Mamáa! —llora al verla. Isabella frunce el ceño y se coloca de cuclillas en frente de él. Lo abraza con fuerzas mientras Luca continua sollozando. Apoya su cabeza en el hombro de su madre y me mira fijo.

Pongo mis ojos en blanco.

—Dramático —modulo.

—¡Ashton! —recrimina Isabella. Uhm. Aparentemente no solo lo modulé. Ella gira a verme—. ¿Qué pasó? —demanda.

—Luca quiere surfear —le explico.

—Es que vi una foto —llora.

¿Ahora está cambiando la historia?

—¿Qué foto viste? —le pregunta Isabella, separándose del niño para mirarlo a los ojos. Pasa una mano por sus mejillas con delicadeza, quitando sus lágrimas.

—Lau me mostró una foto de Ashton haciendo surf —explica con la voz entrecortada—. Yo quiero surfear como él... Y como Stitch.

Continua llorando. ¿No se cansa?

—Luca, respira hondo —le pide Isabella en una voz calmada. Luca se muestra reacio al principio, pero hace lo que le dicen y toma una profunda respiración para luego exhalar. Isabella lo imita—. Estás sintiendo muchas cosas. Respira hondo de nuevo.

Luca lo hace unas cuantas veces con ayuda de Isabella hasta que se calma.

—¿Ya te sientes mejor? —le pregunta ella. Él asiente, y yo sigo observándolos un poco perplejo, a decir verdad. Isabella es una super mamá, de eso no me quedan dudas—. No puedes surfear aún, tu cuerpo es muy pequeño, la tabla es muy grande y las olas aquí son muy grandes. Pero podemos jugar en la orilla con Fury. ¿Te gustaría?

—¿Y el gatito? —pide él.

Isabella se alza de hombros. Tiene demasiada paciencia.

—Tú conoces al gatito más que yo, ¿crees que le guste el agua? —inquiere en un tono dulce mientras acaricia la mejilla de su hijo.

—No —responde Luca resignado.

—Si quieres ahora podemos ir a la playa —sugiere ella—. Pero solo a la orilla.

Luca asiente y se abalanza a su madre, rodeándola con sus brazos y apretándola con fuerzas. Isabella se tambalea un poco hasta que consigue equilibrio.

—Te amo, Luca —murmura solo para él, pero soy capaz de oírlo.

—¿Tanto que tu corazón explota? —cuestiona él.

—Tanto que mi corazón explota —afirma ella.

***

Es así como ahora estamos en la orilla junto a Isabella, Luca y Fury.

El gato debería estar preocupado, porque Luca acaba de conseguirse un nuevo mejor amigo. Tiene una pelota en su mano que lanza lo más lejos que puede, Fury la busca y vuelve a entregársela.

—Sabes manejarlo bien —le digo a Isabella cuando Luca está lejos en la playa y no puede escucharnos.

Ella se ríe.

—No es un auto, Ashton. ¿Sé tratar bien a mi hijo? Sí, tal vez.

—¿Tal vez? —repito y niego con la cabeza—. No sé como lo haces, pero es excelente. Nunca sería capaz de hacer algo así.

Ella se alza de hombros.

—Nunca digas nunca. Cuando tuve a Luca también pensé que nunca sería capaz de hacer algo así, que sería un desastre de madre porque apenas tenía 18, pero creo que esos miedos hicieron que sea una mejor.

—No le digas a Luca que te dije esto, pero estás criando a un niño excepcional. Cuando hiciste que respire y tuviste tanta paciencia al hablarle... —sacudo mi cabeza incrédulo.

Isabella se ríe.

—Hago lo mejor que puedo. Ese truco de respirar, es tan simple, pero mucha gente no lo intenta. Me lo enseñó hace unos cuantos meses una señora en el supermercado cuando Luca no dejaba de llorar porque quería un juguete ridículamente caro —comenta—. A partir de ese día, el consejo funciona como magia.

Asiento.

Conozco la situación de Isabella y Luca. Su familia no le habla desde que quedó embarazada y ahora tiene que trabajar para mantener a los dos, y encima ir a la universidad.

De vez en cuando me pregunto quién es el padre de Luca. Sé que es alguien que no es parte de sus vidas ahora, y que su cabello es rubio. No sé nada más. Tal vez me gustaría saberlo para encontrarlo y golpearlo en el rostro por abandonarlos.

Vemos como Luca juega durante un rato, y cuando estoy empezando a preguntarme dónde está Aggie, mis dudas se desvanecen cuando la veo acercándose a nosotros.

—Tengo una propuesta —habla en un tono emocionado al sentarse en frente de mi.

—¿Cuál es la propuesta? —inquiero interesado.

—Quiero surfear —declara.

Mi interés desaparece.

Suelto un suspiro exasperado y echo mi cabeza hacia atras.

—¿Tú también? Luca ya hizo un escandalo, podrías haberte sumado para ahorrarnos tiempo. —repongo.

—Hablo en serio. No hay nubes. Sí, hace frio, pero no es para tanto y siempre quise surfear.

Vuelvo mi vista a ella y alzo una ceja incrédulo.

—¿Siempre quisiste surfear?

Huelo mentiras.

—Sí.

La miro a los ojos, intentando pretender que tengo un detector de mentiras en mi cabeza.

—No sabes surfear —le aviso.

—No —se alza de hombros—. Pero... No planeo volverme una profesional en diez minutos. Es solo para probar.

—Aggie, no creo que sea una buena idea —sentencio intentando no herir sus sentimientos—. No sabes, y por más que sepas nadar, es distinto arrastrar una tabla contigo. Las olas aquí no son como en Miami, Rubiecita.

Ella exhala aire.

—Voy a mantenerme cerca de la orilla. Solo necesito que me prestes un traje y una tabla —pide.

Niego con la cabeza.

Sé que va a acabar terrible.

—No puedes prohibirme hacer algo. —recrimina.

—No, no puedo prohibirte nada, pero puedo no prestarte ninguna de mis tablas.

Suelta un gruñido exasperado.

—Ahg, no va a pasarme nada. Van a ser solo diez minutos —insiste—. Entro, juego un poco con las olas y me voy. Solo voy a acostarme sobre la tabla, no voy a intentar pararme o algo que no sé hacer. Quiero saber que se siente. Por favor.

Miro al océano detrás de ella. Supongo que las olas podrían estar peor. Sin embargo, eso no quiere decir que esté tranquilo y sea dócil para que Aggie haga lo que sea que quiere hacer con la tabla.

—Rubiecita, de verdad pienso que es una mala idea. Si quieres podemos hacer otra cosa —sugiero.

Por más que pida, Aggie no está interesada en escucharme. Sigue insistiendo, volviéndose igual de pesada que Luca, así que al cabo de un tiempo, no me queda otra que ceder. No hay nada que vaya a convencerla de que no lo haga. Mejor dejo que pruebe y cuando se dé cuenta de que hace mucho frío y que la tabla no deja de moverse por las olas, volverá a la orilla.

—Solo ten en cuenta la tabla y que vas a estar atada a ella —le recomiendo cuando estoy en el garaje buscando entre mis trajes uno que pueda andarle bien. Termino encontrando uno viejo, de cuando tenía 16. Miro las tablas, intentando buscar una que sea fácil de manejar—. Si tienes que soltarla y quitarle el seguro, hazlo. No importa la tabla.

Aggie asiente.

—Gracias. De verdad necesito distraerme un poco.

—¿Por qué? —le pregunto.

Aggie no espera siquiera que me vaya del garaje para darle privacidad. Se quita rápidamente su sudadera de un tirón, quedando en un bikini negro con forma de triángulos. Cubre más que el último que se puso cuando viajamos por Navidad, ese bikini rojo que era una pobre excusa porque apenas le cubría la piel.

—Por... Uhm, ¿quizás podamos hablarlo luego? Hay algo que quiero decirte —explica, trabajando pasa sacarse sus leggins. Trato de mirar a otro lado para darle privacidad mientras lo hace, pero es inútil. Aggie es hipnotizante, haga lo que haga.

Cuando solo tiene su bikini puesto, veo como se sacude ligeramente por el frío.

—¿Planeas darme el traje? —pregunta irritada mientras pasa sus manos por sus brazos en busca de calor.

Pongo mis ojos en blanco, intentando ocultar mi sonrisa y le entrego el traje. Le toma un tiempo darse cuenta como usarlo. Le daría indicaciones, pero estoy ocupado con la vista. Aggie tiene un cuerpo de ensueño para mi.

Es alta, tanto que algunas chicas podrían acomplejarse, pero Aggie lo porta como si fuera el mejor regalo del mundo. Sus piernas son largas y están tonificadas por todo lo que corre durante las mañanas. Recuerdo que eso fue lo primero que me llamó la atención de ella. No, me corrijo, fue lo primero que me gustó de ella. Digamos que no supo vender bien su personalidad el primer día que hablamos.

Tiene unas curvas increíbles que varias veces me hicieron fantasear más de una vez. Lo siguen haciendo.

Carraspeo e intento pensar en otra cosa antes de que no haya vuelta atrás.

—Gira —le digo cuando se termino de poner el traje.

Aggie me obedece, dándome su espalda. Pongo mis manos en sus caderas y de un tirón, la acerco a mi. Puedo escuchar como un jadeo de sorpresa se ahoga en su boca. Encuentro el cierre del traje en su columna, sintiendo su piel estremecerse con el tacto mis dedos antes de subir el cierre.

—¿Te queda bien?—le pregunto.

—Eh...—titubea quedándose en silencio.

Rompí a Aggie.

Vuelvo mis manos a su cintura y la hago girar hasta que me enfrenta.

—Prueba subiendo tus brazos, no tiene que estar muy ajustado —indico.

Ella levanta su cabeza para mirarme. Puedo ver que le cuesta procesar mis palabras, hasta que parpadea, asiente y empieza a mover sus brazos para probar la elasticidad.

—Esta perfecto —aclara su garganta.

Asiento.

Le entrego su tabla. Cuando Aggie la toma, se tambalea porque no esperaba el peso. Más indicación de que esto está empezando siendo un desastre. Ella mira la tabla confundida durante unos segundos. Suficiente tiempo para que saque el celular de mi bolsillo y le saque una foto.

—¡Eh! —exclama al escuchar el clic de la cámara—. Bórrala.

—No —contesto—. Vamos antes de que me arrepienta.

Mis palabras ponen a Aggie en acción. Asiente y sale del garaje por una puerta del costado que deriva directo a un camino marcado para bajar a la playa.

—Dame la tabla, vas a caerte bajando —le digo.

—No voy a caerme —recrimina segura de ella misma.

Al primer paso, Aggie se resbala y le cuesta mantenerse de pie. Tiene que dejar la tabla en el suelo.

—¿Lo ves? —murmuro y levanto la tabla, colocándola debajo de mi brazo. Es un movimiento tan natural para mi, casi se siente como si los músculos de mis brazos estuvieran diciéndome "al fin hacemos esto".

Aggie murmura algo entre dientes con sus mejillas encendidas de la vergüenza y camina con cuidado hacia abajo.

La playa está desierta. Isabella decidió regresar a la casa junto a Luca cuando Aggie y yo fuimos a buscar las cosas. Sabe que apenas Luca vea a su Awi con una tabla e intentando surfear, va a tirarse al agua sin avisarle a nadie.

Una vez que llegamos a la orilla, le entrego la tabla a Aggie, quien esta ocupada examinando las olas.

—Estás a tiempo para que regresemos. —le recuerdo.

Ella sacude su cabeza, la determinación controlando su mirada.

—No, quiero hacer esto —afirma.

—Como quieras. Solo... Por favor, no intentes nada peligroso. No te alejes tanto de la orilla, y recuerda, si tienes que soltar la tabla, hazlo —pido. Aggie voltea a mirarme y asiente.

—Voy a estar bien, Hawthrone —me asegura.

Asiento intentando convencerme de lo que me dice. Me cruzo de brazos y observo como Aggie da pasos tentativos hacia el agua. Se queda quieta, de seguro sintiendo lo fría que esta en sus pies. Sigo conservando la esperanza de que Aggie voltee y me diga que ya no quiere hacerlo.

Sin embargo, creo que ya debería conocer a Agustine Monroe a estas alturas. No hay forma de que acepte un no.

No se detiene hasta que el agua le llega a la cintura. Le cuesta controlar y sostener la tabla. Aprieto mi mandíbula cuando la veo sumergirse para probar el agua antes de mirar a la tabla con decisión e intentar subirse.

Relajo mis hombros cuando veo que no está adentrándose más de lo que debería. De hecho, está bastante cerca porque la profundidad está a metros de la orilla. Escucho sus risas cuando intenta volver a subirse. Niego con la cabeza divertido.

Retrocedo sintiéndome aliviado y me dejo caer sobre la arena, justo donde las olas se estiran y regresan. Mientras observo como Aggie se divierte en el agua a pesar del frío, pienso en que espero algún día poder disfrutar de eso con ella. Poder enseñarle como surfear y pasar días enteros en la playa con su compañía. Quiero compartir eso con Aggie, y sé que con el tiempo, quizás pueda volver a confiar en lo que hace tan solo meses, utilicé como mi arma para destruirme.

Minutos después, de intentos fallidos, Aggie consigue mantenerse acostada en la tabla. Boca abajo, y moviendo sus brazos en el agua para mantenerse sin que la corriente la lleve. Se queda un tiempo en esa posición. De seguro está disfrutando lo irreal que se siente que las olas te hamaquen en un vaivén mientras tienes tu vista puesta en el horizonte.

Se aleja un poco, pero es normal. No puedes esperar quedarte en un mismo lugar con la corriente en juego. Aggie no está en un sector donde las olas rompen, así que no me preocupo porque una pueda tirarla.

La veo moverse, y cuando pienso que va a bajarse, no lo hace. Me toma unos momentos darme cuenta qué está haciendo. Está intentado sentarse. La miro exhausto. Le dije que no lo haga. ¿Pero cuando escucha un "no" como respuesta? No va a poder. Sin embargo, eso no va a prohibirle intentar. Se cae. Vuelve a intentar. Una, dos, tres veces, sin éxito.

Es en el quinto intento que me doy cuenta de que las olas estuvieron tornándose más agresivas con el paso del tiempo. Entrecierro mis ojos, mirando más lejos de ella. No pasé toda mi vida surfeando para no darme cuenta cuando la marea empieza a cambiar. No es un suceso extraño. El viento está soplando más fuerte, es normal que se repercute en la marea. Es lo mejor que puede pasar para un surfista, pero no para una persona que apenas puede sostener una tabla sin caerse.

—¡Aggie! —exclamo tras poner mis manos a los costados de mi boca para dirigir mejor el sonido—. ¡Regresa!

No puede escucharme. De nuevo, pienso que es normal. El ruido de las olas es suficiente distracción. Es difícil darse cuenta de que hay alguien llamando en la orilla al menos que lo veas, y actualmente me está dando la espalda.

—¡Aggie! —vocifero ahora más fuerte.

Sigue sin oírme.

Lo malo de las olas grandes son las consecuencias. Cuando el agua regresa, lo hace con más cantidad y vigor, succionándote hacia adentro mucho más rápido.

Como no esta viendo la orilla, no se da cuenta lo mucho que está alejándose de mi.

Por fin consigue sentarse y mantenerse sobra la tabla por más que solo segundos. Veo que está moviendo su cuerpo, ahora probando con pararse sobre la tabla. También le dije que no intente hacer eso. Lo de sentarse puedo pasarlo por alto, pero esto no. Me levanto de la arena, empezando a preocuparme.

—¡Aggie! —vuelvo a intentar más alto.

Por fin voltea, aún sentada. Intenta direccionar la tabla hacia mi. A pesar de la distancia, puedo ver el destello de su rostro alarmado al darse cuenta lejos que está de la orilla. Le cuesta girar la tabla. Las olas no están cooperando. Se adentra más, y es cuando se encuentra en el sector donde las olas rompen.

Aggie trata de escaparse, pero si hay algo que aprendí, es que no hay forma de ganarle al océano. Una de las olas rompe sobre ella, cubriéndola por completo. Dejo de verla por la espuma y la fuerza del agua. Puedo ver la tabla saltar vacía sobre las olas antes de caer.

Espero un segundo. Dos, quizás tres, o quizás no espero en lo absoluto. Aggie no resurge del agua, y mi corazón empieza a latir con tantas fuerzas que puedo sentirlo retumbar en mi oído. Mi huesos se hielan cuando no la veo.

Decido no espero más.

Me echo a correr hacia el agua, deshaciéndome de mi sudadera en el proceso y no me detengo hasta que el mar helado me envuelve. Se siente agridulce estar de nuevo acá. Sé que es imposible, pero es como si el océano estuviese riéndose de mi. Una vez casi me quita la vida, en otra esta intentando quitarme lo más importante en ella.

No tengo tiempo de procesar mis sentimientos. Solo de buscar a Aggie. Me sumerjo en el agua, pasando por debajo de donde las olas rompen e intentando guiarme por la tabla porque sé que sigue atada a ella. Vuelvo a la superficie, mintiéndome a flote mientras giro mi cabeza, buscando frenéticamente a Aggie mientras ruego que no sea tarde y que pueda encontrarla.

Finalmente la veo. Está a unos metros de mi, intentando luchar contra la corriente. Nado hacia ella con la desesperación apretándome la garganta. Sus ojos azules del mismo color del océano, me miran alarmados. Con un brazo, rodeo su cuerpo sintiéndome mejor al tenerla conmigo. Consigo que flote junto a mi. Con mi mano libre, encuentro el seguro de la tabla atado en su tobillo y se lo quito, haciendo que la tabla se aleje de nosotros a gusto con la marea.

Con Aggie asegurada a mi, regreso nadando con ayuda de mis piernas y mi brazo libre. Uso la corriente a mi favor, haciendo que me ayude a regresar. No nado hace meses, y mi cuerpo lo recuerda como si fuera usar una bicicleta. No es fácil. Aún así, consigo hacerlo a pesar de sentir los músculos de mi brazo ardiendo.

Llegamos a la zona donde mis pies tocan la superficie, y cuando Aggie también lo hace, regresamos con facilidad a la orilla.

Me cuesta sentir frío, o sentir algo en general. Me siento en blanco. El shock inicial sigue mandando en mi cuerpo.

Volteo a mirar a Aggie, cuyos ojos se llenan de lágrimas.

Niego con la cabeza. No tiene derecho a llorar. No ahora.

—¡Te dije que no intentaras pararte o hacer algo estúpido! —exclamo.

Ahora sí estoy empezando a sentir algo.

Enojo.

Respiro hondo. Mi pecho se siente pesado. Una presión molesta me asfixia y finalmente, poco a poco, empiezo a darme cuenta de la gravedad de la situación. Tengo que apretar mis puños a los costados de mi cuerpo para evitar que mis manos tiemblen descontroladas.

—Solo... Me despisté por un segundo y... Las olas eran muy fuertes, no podía volver a la superficie —explica ella tartamudeando en una voz rota.

—¿"Solo"? —recrimino—. ¡Te dije que esto era la mala idea, que no sabes surfear, que podría ser peligroso! Y tú, tú quisiste hacerlo por más advertencias que te haya dado. ¡¿No podías escucharme por un segundo?! ¡¿No podías quedarte con un puto "no"?! ¿¡Tan acostumbradas estás a que todo el mundo haga todo lo que dices?!

—¡No fue mi culpa! —exclama en lágrimas.

Niego con la cabeza.

—¡Por supuesto que fue tu culpa! ¡Tú y tus ganas de desafiarme! ¡¿Te das cuenta de lo que hiciste?! —vocifero y paso mis manos por mi rostro en frustración, aún sintiendo mi corazón retumbar en mi pecho.

—Ashton, sé que estás enojado, pero...

—¡¿Pero qué Aggie?! —inquiero indignado al bajar mis manos—. ¡¿No puedes simplemente pedir perdón!?

—Yo... Perdón. ¿Sí? Perdóname.

—No —sacudo mi cabeza indignado—. No. Sé que no lo sientes. Te importa una mierda las consecuencias, te importa una mierda lo que te advertí.

—Por supuesto que me importa —espeta enojada—. Fue una accidente, y llegaste a tiempo... —

Tiene que estar jodiéndome.

—¿Por eso lo hiciste? —demando.

Parpadea confundida.

—¿Qué?

—¿Por eso lo hiciste? —repito—. ¿Para hacer que vuelva a nadar, para demostrarte que puedes repararme o una mierda así?

Aggie abre su boca asombrada y niega frenéticamente.

—¡¿Cómo crees que haría eso?! —sacude su cabeza, las lágrimas deslizándose por su mejilla.

A este punto, mi cuerpo entero está temblando. Los peores recuerdos de ese día me saturan. La forma en la que mis pulmones se llenaron de agua, mis músculos dejaron de funcionar, como solo podía mirar hacia arriba y ver los destellos de luz de la superficie mientras me ahogaba.

Mi respiración se entrecorta.

—Ashton... —empieza ella tomando pasos hacia mi.

Retrocedo como un acto reflejo.

—Te dije que sería mala idea. Solo quería consentirte, pensando en qué podía confiar en ti —la miro a los ojos. Es verdad cuando me dije que sería capaz de hacer cualquier cosa por esta chica, y ahora caigo en lo peligroso que es—. Me prometiste que no ibas a intentar hacer nada, que ibas a mantenerte en la orilla, y entraste sin siquiera prestar atención. ¿Y si no estaba para sacarte de ahí? ¿Y si te pasaba algo peor?

—Lo siento, Ashton, yo... —titubea sin encontrar las palabras.

Por suerte tengo suficientes para los dos.

—¿De verdad lo sientes? ¿¡Te das cuenta lo que me hiciste hacer?! —exclamo, soltando mis puños y dejando que vea como mis manos tiemblan incontrolablemente—. Para ser la persona que tanto quiere ayudarme, sin dudas no pensaste en esto. Como nunca piensas en nada, Agustine. Solo actúas, y al mierda el resto del mundo.


AGGIE.

Ver las manos de Ashton temblar me rompe el corazón.

No puedo creer que estuve tan consumida en buscar una distracción de Nick y de todos los pensamientos en mi cabeza, que olvidé por completo dónde estaba, todo lo que Ashton vivió.

—Perdón, hoy fue un día difícil y... —me quedo sin palabras. Hay tanto que quiero decirle, y al mismo tiempo, las palabras no salen de mi boca, no con el nudo que siento en mi garganta.

¿Cómo puedo explicarme siquiera?

—¿Un día difícil? —pregunta y niega con la cabeza—. Aggie, todos mis putos días son días difíciles y aún así, no dejo de pensar en los demás. No dejo de pensar en ti. Pero tú estás tan acostumbrada a que todos hagan lo que quieres que no puedes ponerte a pensar un segundo en las respuestas de los demás.

—¡Eso no es verdad!

—Sí, lo es. Me lo demostraste vez tras vez, y pensé que podía mirar más a allá de tu faceta de niña malcriada, pero después de esto... —respira hondo, mira hacia arriba resignado y niega con la cabeza.

—Ashton...—

—No, no quiero hablar contigo ahora —declara y voltea para regresar a la casa sin siquiera soportarme mirarme.

Mis ojos se inundan de lágrimas, poniendo borrosa mi vista. Me quito las lágrimas lo mejor que puedo y vuelvo a mirar al agua en busca de la tabla, pero no está. Se perdió en el agua.

Trago saliva.

Ashton tiene razón.

Debí haber pensado más. Tal vez si no hubiera estado cegada en olvidar, me hubiera dado cuenta de las señales. Lo incómodo que se puso cuando le pregunté si podía surfear, lo nervioso que estaba cuando me repitió que sería mala idea.

Cierro mis ojos con fuerzas.

¿En qué estaba pensando?

Se siente como si pasara una eternidad hasta que consigo reagrupar mis pensamientos. Tengo que buscar a Ashton, tengo que disculparme y... Respiro profundo. Tengo que solucionar lo que arruiné.

Camino rápidamente por la playa. El traje de neopreno es incómodo, tengo frío y la arena se está pegando hasta mis tobillos, y probablemente, si no tuviera la mente ocupada, todo eso me molestaría.

Subo las escaleras hacia la casa. Tengo que pensar qué le diré Ashton. ¿"Lo siento"? No, no es suficiente. Un simple lo siento no es suficiente. ¿Pero qué sí lo es?

Una vez que estoy arriba, noto que el patio está vacío. La cascada de la piscina está funcionando a pesar de que nadie va a usarla. No tengo tiempo de procesar más detalles. Me quito la arena de los pies. Me quitaría el traje, pero necesito ayuda de alguien más. Es cuando mi salvación llega a mis ojos.

Caroline sale al patio como si mirando a todos lados estuviera buscando a alguien.

—¡Caroline! —la llamo.

Ella voltea y cuando me encuentra, sonríe.

—¡Justo a quien buscaba! —exclama—. En realidad, buscaba a Ashton. Pero generalmente no está lejos de donde tu estas —comenta con una diversión que no soy capaz de compartir.

—¿Puedes ayudarme con el traje? —le pregunto, y es cuando se concentra en eso. Frunce el ceño.

—¿Por qué lo tienes puesto?

—Uhm, intenté surfear y... —titubeo. No quiero mentirle, y tampoco quiero que me deteste—. Cometí un error, y Ashton está enojado conmigo.

—¿Por qué está enojado contigo? —su mirada se torna calculadora, muy lejano a la sonrisa cálida que me dio al verme.

—Porque no podía salir del agua, y Ashton tuvo que entrar a sacarme —decido ir con la verdad.

Aprieta su mandíbula enojada y parpadea.

—¿Dónde está Ashton? —cuestiona.

—No... No lo sé. Entró a la casa enojado, y quiero encontrarlo —le digo, rogándole con la mirada.

Ella abre su boca para hablarme, y es cuando nos interrumpen. Frank sale al patio.

—Ahí estás —murmura viendo a Caroline. Se acerca a nosotros con un rostro preocupado al leer la tensión entre las dos—. ¿Pasó algo?

—No —responde Caroline y endereza sus hombros. Voltea, poniendo una mano sobre el pecho de su prometido y niega con la cabeza dándole una mirada que lo deja más tranquilo.

—¿No sabes dónde está Ashton?

—No, seguro está en su habitación —aclara su garganta—. Volvamos, no podemos seguir tener esperando a nue...

Escucho pasos aproximarse, así que levanto la cabeza hacia el arco que es conexión entre el patio techado de la casa y donde estamos.

—Tarde —responde Frank.

Es un grupo de chicos. Me doy cuenta que son los amigos de Caroline y Frank.

No, esto no puede estar pasando ahora.

Mi corazón da un vuelco cuando veo quién está entre ellos.

Nicholas Ackerman sigue teniendo los mismos intensos ojos azules que me robaron el aliento la primera vez que lo vi cuando apenas era una niña. Pensé que escondían el cielo detrás de ellos.

Camina seguro de si mismo, bromeando con uno de sus amigos, sin haberme visto aún. Me cuesta respirar, me cuesta moverme. Estoy paralizada en mi lugar, observando todo como si sucediera en cámara lenta.

Es cuando Nick me ve que siento como si me hubieran robado el aire de mis pulmones. Luce distinto, o quizás sea solo yo imaginando cosas dado a que no nos vemos hace casi siete meses. Su cabello castaño oscuro está más corto, las facciones de su cara me parecen más definidas. Luce mayor. Ya no es el mismo chico del que me enamoré cuando teníamos catorce años.

—Oh, aquí están —habla Caroline en un tono animado. Respiro hondo, mirando al suelo durante unos segundos. Cuando subo la cabeza, noto que Nick está mirándome fijamente. No despega sus ojos de mi. No puedo leer su expresión, no me muestra nada—. Ya que estamos, chicos, ella es Aggie. Aggie, ellos son nuestros amigos y parte de los padrinos de Frank. Chase, Roger y Nick.

Los dos que se llaman Chase y Roger me saludan, hago lo mismo, sin siquiera registrar sus rostros.

—Nick... —empiezo notando que me cuesta hablar.

Él da un paso hacia mi.

Dejo de respirar.

—Aggie, ¿verdad? —inquiere él estirándome su mano, mirándome como si fuéramos dos desconocidos.

Mi mundo se detiene durante unos segundos.

No puede estar haciendo esto.

Siento mi corazón partirse por segunda vez en el día.

—¿Estás bien? —interviene Caroline pasando una mano por mi hombro.

Muerdo el interior de mi mejilla, recordando que estoy rodeada de gente y asiento.

—Permiso, tengo que irme —murmuro y me voy caminando lo más rápido que puedo de allí.

***

Nota:

7000 palabras de capítulo, y lo difícil no fue escribirlo, fue editarlo. 💀

Quiero saber sus opiniones,

➡️ ¿Esperaban eso de Nick? ¿Qué creen que esta pasandoooo?

➡️ ¿Quién tiene razón, Aggie o Ashton?

➡️ ¿que creen que va a pasar?

😏😏😏

Nos vemos dentro de poco, porque el fin de semana de Ashton y Aggie apenas empieza 🤺🤺

vayan a chequear los tiktoks🥰🔪

pd:
no piensen que me olvidé:

love,
cande.

pd2:
nos imaginemos dos segundos al gato, luca y quinn viendo una moana:

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