Capítulo 28
Advertencia/trigger warning: Este capítulo contiene descripciones de autolesiones/suicidio.
"Call my friends and tell
Them that I love them
And I'll miss them
But I'm not sorry"
Traducción:
"Llama a mis amigos y diles,
diles que los amo
y que voy a extrañarlos,
pero que no me arrepiento".
—listen before I go, Billie Eilish.
AGGIE.
Uhm... ¿Será que si cierro la puerta rápido se olvida de haberme visto?
—¿Así saludas ahora? ¿Nada de "Hola, Aggie, ¿cómo estás?" —carraspeo.
Liam me mira por unos segundos incrédulo. Me estaría preguntando qué le sucede, pero es Liam Hamilton. Es respuesta suficiente.
Niega con la cabeza y se mete a mi departamento, haciéndome a un costado.
—Siéntete como en casa —murmuro sarcástica y cierro la puerta.
Se detiene en medio de mi sala de estar, sobre la alfombra negra que el gato ama. Hace unos minutos, Ashton y yo estábamos parados exactamente en ese mismo lugar.
Mira mi departamento con las manos sobre sus caderas como si fuera un contratista que está por arreglar las paredes. Luego de unos segundos, cuando parece estar satisfecho, voltea a enfrentarme.
—¿Por qué estás vestida así? —interroga observando mi vestido y tacones.
Directo al grano, por lo que veo.
—Estaba... Probándome vestidos —me alzo de hombros—. Un pequeño desfile antes de irme a dormir. Ya sabes como soy, me encanta la ropa.
Liam se cruza de brazos por unos segundos.
Mi mejor amigo es... Un tanto amenazador.
Okay, ¿a quién quiero mentirle?
Liam da miedo.
Desde que somos niños me da miedo. Lo conocí a la corta edad de 6 años. Al principio, me mantenía alejada de él porque sentía que iba a ser de esos niños que iba a torturarme hasta hacerme llorar.
Terminó siendo todo lo contrario. Siempre fue mi protector, y siempre traté de hacer lo mismo por él.
Coloca sus brazos a los costados de su cuerpo y se acerca a mi. Se detiene a unos centímetros. No es nada parecido a cuando Ashton se acerca. Eso causa un cortocircuito en mi cuerpo. Esto se siente como cuando un hermano mayor está por regañarte.
—Hueles a alcohol, cigarrillos y colonia que estoy seguro de que no es tuya —sentencia—. ¿Dónde estuviste?
—No necesito una inquisición, papá —suelto dramáticamente y lo empujo al poner mis manos sobre sus hombros—. Tengo derecho a divertirme. Fui a una discoteca.
Me quito mis zapatos. Suspiro aliviada de no seguir usándolos y los lanzo a un costado. Liam sigue el movimiento de mis zapatos, que aterrizan al lado del bolso del gimnasio de Ashton. Uy.
Liam lo mira intrigado por unos segundos. En definitiva, ese bolso negro marca Nike y sencillo no luce como si fuera mio.
—¿Quieres algo de comer? ¿De beber? Supongo que acabas de salir del aeropuerto. Debes tener hambre —interrumpo antes de que pueda empezar a hacer más preguntas. Paso un brazo por su cintura y lo abrazo.
Se relaja con mi gesto y devuelve mi abrazo. Liam no tiene muchos momentos para relajarse. Siento que a veces se olvida que es un humano y que tiene todo el derecho de hacerlo. El hecho de que esté aquí, en San Francisco, lejos de su familia en Inglaterra, me sorprende un montón. Este chico carga el peso del mundo sobre sus hombros.
—Te extrañé —murmuro.
—Yo también, Monroe —contesta en un resoplido cansado—. Necesitaba ver a mi mejor amiga.
—A tu bestie —corrijo, presionando un dedo en sus costillas.
—No voy a decirte así. —espeta.
—Bestie, bestie, bestie —repito, haciendo que revuelva mi cabello con la palma de su mano. Ahg. Sabe que odio que haga eso.
—¡No hagas eso! Mi cabello se enreda y luego luzco como un espantapájaros —siseo y lo empujo.
Él simplemente pone sus ojos en blanco.
La cocina está limpia, dado a que estoy bastante segura de que Ashton no cenó aquí. Cada tanto se olvida un plato o dos por más que sea dentro de todo ordenado.
Liam escanea la cocina de nuevo. Me gustaría saber que piensa. Aunque si tengo que adivinar, seguro está intentando imaginarme viviendo en este lugar.
—Entonces, supongo que no estás de visita en San Francisco por turismo —murmuro mientras abro el refrigerador. Encuentro una lata del refresco favorito de Liam. Elevo mi mano en el aire, mostrándole la lata. Miro sobre mi hombro para verlo asentir.
—No. Mi mejor amiga vive aquí y últimamente no estamos hablando, así que decidí visitarla —declara, haciéndome sentir culpable. Si bien no estuve evitando a Liam, no hablé con él demasiado. Nuestras conversaciones se volvieron cortas y siempre trato de que hablemos de su vida para evitar la mía.
Mi amistad con Liam es profunda, y al mismo tiempo sencilla. Pueden pasar meses sin que nos veamos o siquiera hablemos, pero sé que apenas volvamos a encontrarnos, las cosas seguirán como siempre. Como dos piezas viejas de un rompecabezas encontrándose. Seguimos siendo los mismos Liam y Aggie, por más que hayamos crecido y las situaciones sean distintas. Es lo bueno de una amistad. No podría decir lo mismo de una relación.
—Estoy bien. Si es por eso que estabas preocupado —me alzo de hombros, dejando la lata enfrente de él.
—Aggie, —suspira y me mira a los ojos con seriedad—, soy yo. Puedes dejar de fingir.
Muerdo mi labio y asiento, sintiendo mis hombros relajarse.
—Hiciste un cambio enorme en tu vida. Estabas buscando un escape y...—
—No me mudé a San Francisco solo por buscar un escape —aclaro sin poder controlarme. Liam entrelaza sus manos sobre la mesada.
—Sería más fácil si supiera la razón —apunta.
—Lo sé —murmuro dolida—. Sé que sería más fácil para ti, pero no lo es para mi. Es algo con lo que debo lidiar sola. Entiendo que quieras estar conmigo y apoyarme, es solo que... Hay cosas que tengo que solucionar por mi cuenta. Tú más que nadie tienes que entenderme.
Liam me mira por unos segundos. Sus ojos oscuros parecen querer atravesar mi alma y al mismo tiempo, protegerme de todo el mal del mundo. Es la misma mirada que le da a Olive, su hermana menor.
—Está bien. ¿Hay temas de conversación de los que sí podemos hablar? —inquiere con sarcasmo.
Carraspeo.
Realmente no.
Liam todavía no sabe que Ashton vive conmigo. Y estoy segura de que si pide un tour por el departamento, no va a tardar en averiguarlo. Ashton tiene sus cosas por todos lados.
—Del clima —sugiero.
—Cambridge está frío y húmedo. Olive estuvo resfriada por un tiempo. Te repito de nuevo, tienes que dejar de mandar paquetes tan seguido. Su closet no tiene espacio.
Parpadeo ofendida.
—Estoy segura de que Olive aprecia mis regalos. A diferencia de ti.
Liam pone sus ojos en blanco.
—Los adora —admite—. El kit de óleos que le mandaste con 100 colores es su regalo favorito hasta ahora. Eso y las botas negras con el abrojo dorado.
Repaso mentalmente qué botas eran. Cada tanto, armo una lista por Internet de cosas que veo y pienso que van a gustarle a Olive y las envío a su casa. Necesita más influencia femenina en su vida. Liam es el mejor hermano que puede pedir, pero ¿en cuanto a moda? Ja. Necesita ayuda.
—Ohhh, las botas Gucci —asiento al recordar—. También tengo un par. Se lucieron esta temporada con ese par. Por poco se agotan. Logré comprarlas a tiempo. Pensé que se verían lindas para invierno y con ese clima asqueroso. —arrugo mi nariz.
—No es un clima asqueroso —se defiende Liam.
—Lo es.
Liam está por discutir cuando un siseo llama nuestra atención. A este punto, parece que tengo una víbora de mascota, no un gato malhumorado.
El gato aparece en la cocina. Seguro se despertó de su noche de sueño en la cama de Ashton. Ni siquiera nos presta atención. Se va derecho a su bowl de agua.
—¿Ese es el gato? —pregunta Liam observando con atención.
—No, Liam. Es mi hámster mutante. —pongo mis ojos en blanco—. Por supuesto que es el gato.
—Se parece un poco al gato que tenía mi hermana, con el pelaje blanco —resalta.
Asiento.
—Fue una de las cosas que me llamó la atención. —murmuro.
—¿De donde lo sacaste?
—De... Un refugio de animales que visité apenas llegué a la ciudad —respondo.
Liam voltea su cabeza a mi ante mis palabras. No hace falta que lo aclare en voz alta, pero por la mirada que me está dando, ya sabe con quién fui al refugio. Realmente hay solo una persona con la que podría ir.
Aclara su garganta incómodo.
—¿Hiciste amigos nuevos? —cambia de tema.
—Sí, papá —murmuro aburrida. Estoy seguro de que Olive pasó por el mismo sermón.
—¿Nadie como yo?
—Nah, todos eran como tú. —bromeo.
Liam entrecierra sus ojos.
Estoy por continuar mi chiste cuando suena el timbre. Me sobresalto en mi lugar.
¿Y si es Ashton? No. Imposible. ¿Por qué sería Ashton?
Tiene llave, puede entrar en cualquier momento. Ahora que pienso, creo que es momento de encontrar una manera de poner a Liam a tanto de mi nuevo... Compañero de piso. No creo que caiga bien explicarlo en frente de Ashton cuando vuelva a casa.
—¿A quién esperas a esta hora? —cuestiona Liam.
—A nadie. Ya vuelvo, iré a ver —le digo, aclarando que no me siga.
Rogando que no sea nadie que me incrimine, abro la puerta.
—Dios. ¿No sabes atender el teléfono? —espeta nadie más y nadie menos que Miller. Tiene mi bolso colgado en su hombro, y en su mano, mi chaqueta. Todo lo que dejé en su auto al estar tan preocupada por hablar con Ashton—. Traigo tus cosas.
—Eh... —balbuceo sin saber qué decir.
No sé qué será peor explicarle a Liam. Si Miller o Ashton.
—¿Está Ashton? —cuestiona.
—Shhhh —siseo para que Liam no le escuche. Miller frunce el ceño confundido—. No, no está.
—Bien. —declara y me hace a un lado para entrar al departamento—. Digo... Mal. Muy mal. No queríamos que se vaya. No era parte del plan —sacude su cabeza.
Se quita mi bolso y me lo entrega.
—Gracias —susurro dejando todo en la mesa de la entrada sin hacer mucho ruido.
—¿Por qué susurras? —cuestiona.
—Nada. Por nada. Ehm, muchas gracias por todo y...—
Antes de que pueda siquiera terminar la oración, escucho pasos a mis espaldas acercarse. Giro sobre mis talones, encontrando a Liam de brazos cruzados, examinando a Miller como si fuera una plaga de la que tiene que deshacerse.
—Wow, princesa. ¿Uno nuevo? A este le llamo ve-lo-ci-dad —pronuncia y silba por lo bajo mirándome como si estuviera orgulloso.
Y... Se puso peor. Miller piensa que salté de Ashton a Liam en un parpadeo.
—Ehm... Miller, él es Liam. Liam, él es Miller, un amigo —resumo.
Apenas nombro a Liam, la cabeza de Miller voltea a su dirección como un rayo. Parpadea unas cuantas veces.
—¿Liam? —inquiere atónito—. ¿Liam... Cuánto?
Frunzo el ceño. Esto se esto poniendo muy raro, muy rápido.
—Miller, no lo vuelvas en un interrogatorio —le ruego—. Liam es mi mejor amigo.
Por lo que parece, el rubio está completamente descolocado con la situación. Me hace preguntarme qué pasó para que actúe así en frente de Liam. Siempre parece tan relajado con todos.
—Liam Hamilton —aclara mi mejor amigo y le extiende una mano a Miller. Él le devuelve el saludo en silencio.
—Épico. —responde Miller por lo bajo luego del apretón de manos.
¿Qué dijo?
Liam me mira rápidamente, sus ojos gritando "Aggie, tu amigo es raro."
Si tan solo supiera que lo conozco hace unas cuantas horas.
Estoy por sugerirle a Miller que se vaya porque es tarde cuando decide quitarse su chaqueta para ponerse cómodo.
—Así que Liam... Eres amigo de Aggie. Yo también. Nos conocimos hace poco, pero ya sabes cómo pueden crecer amistades. Cuéntame más de ti. —pide—. No vives aquí, ¿verdad?
¿Uhm? ¿Qué está pasando? ¿Miller tiene un crush?
Liam lo mira por unos segundos. Seguro está debatiendo mentalmente si mandarlo a la mierda o ser educado y hablar con él.
—No, vivo en Inglaterra. —se decide al final por responder.
Miller asiente con una pequeña sonrisa.
—Oh. Qué interesante. Siempre quise visitar.
Palmea a Liam en la espalda y se lo lleva a la cocina mientras en mi cabeza trato de procesar qué está pasando.
Me apresuro a seguirlos para escuchar la conversación.
***
ASHTON.
Se siente extraño estar en mi lugar con Aggie sin ella. Lugar que con el tiempo, se volvió "nuestro".
Sin embargo, cuando me subí a la camioneta sin un rumbo en particular, terminé cerca de Fort Baker, estacionando exactamente donde estacioné la primera vez que estuve con Aggie aquí. Recuerdo a la perfección la tarde que pasamos abrazados bajo la lluvia. No pasó hace mucho, y aún así se siente como un recuerdo lejano. Mucho cambio desde entonces.
Creo que ya llevo dos horas con la vista perdida en la ciudad, intercalando entre las luces de los edificios y las luces del Golden Gate. La vista es hipnotizante.
Hoy fue una noche difícil. Por un montón de cosas, solo que ninguna más difícil que tener que alejarme de Aggie. Ella dijo lo que ambos estábamos pensando. Uno de los dos tenía que hacerlo.
Necesitamos espacio, porque no sería correcto actuar sobre lo que tenemos solo para luego terminar más confundidos y lastimados.
La vida me rompió tantas veces el corazón. Tantas, pero tantas veces que las piezas se volvieron irreconocibles. No creo poder sobrevivir una vez más.
No soy tonto. Sé que mi salud mental está pendiendo de un hilo, que no importa cuánta terapia haga, ni cuánto intente, hay algo en mi que se rompió hace años, y se siente como si no tuviera reparo. Es una herida enorme, que sigue sangrando y ardiendo.
Aprendí a vivir con la herida abierta y su dolor constante.
Es como respirar con solo un cuarto de pulmón, como tener clavos en los pies cada vez que doy un paso. Duele. Cuesta. Arde. Quiero detenerme todo el tiempo.
Eso es lo gracioso de la depresión.
Es una nube oscura que no tan solo oscila encima de ti, pero se cuela en todo tu ser, haciendo que vivir se vuelva difícil. Simplemente está ahí, como un invitado no deseado sobrepasando su estadía. Parece estúpido.
Es una enfermedad y es fácil aparentar no tenerla. La gran mayoría de los síntomas no son físicos. Todo ocurre en tu cabeza. Es por eso que es tan fácil negar y decir que "no es nada". Es "un pequeño obstáculo en el camino, ya va a pasar".
"Ya va a pasar y vas a estar bien". Escuché esa frase una ridícula cantidad de veces.
No le dirías a alguien que tiene diabetes o alzhéimer, "ya va a pasar y vas a estar bien".
Recuerdo a la perfección cuando me diagnosticaron. Tenía apenas catorce años. Un día, estaba en casa, recuperándome después de salir del hospital, e hice un chiste en frente de Caroline. Sus ojos se iluminaron con esperanzas. En su cabeza, ya estaba curado porque bromeé un poco y me reí.
Cuando la realidad es que si bien es una nube constante, también hay episodios depresivos, en los que la nube no se conforma con ser nube y se transforma en una tormenta.
Mi primer intento no fue hace unos meses. No, la primera vez que intenté terminar mi vida fue cuando tenía catorce.
No fue tan dramático como el segundo, eso sí puedo asegurar. No hubo botellas de alcohol, ni tablas de surf, ni una tormenta.
Estaba pasando por una época muy oscura. Una época en la que nada tenía sentido. Nada podía parar la presión en mi pecho que me hacía querer gritar constantemente hasta perder la voz.
Pasado.
ASHTON.
Edad: 14.
Cierro la puerta de la oficina de papá. Muerdo mi labio inferior para detener el temblor.
La impotencia me hace presión en el pecho como una bisagra que no me deja respirar.
«No puedo más.» Es el único pensamiento que rebota en mi cabeza una y otra vez.
Simplemente, no puedo más.
Esta es una pelea que no puedo ganar, que nunca voy a ganar.
No tengo energías para seguir respirando. ¿Qué sentido tiene seguir intentando?
Subo las escaleras hacia mi habitación. La casa está vacía. Mamá está ocupada planeando la próxima fiesta y Caroline está en clases de piano. Sé que si hay un momento perfecto, es este.
Todo el camino a mi habitación, solo escucho el retumbar de mi corazón, como si estuviera contenido en una caja vacía. Por alguna razón, siento el trayecto más corto de lo normal.
Tengo miedo. No, no tan solo tengo miedo. Estoy completamente aterrado.
Una vez en mi habitación, cierro la puerta. Mis manos tiemblan mientras camino hacia mi closet. Abro el último cajón y busco entre las sudaderas el pedazo de papel que escribí hace unos días. Hay cosas que tengo que decirle a Caroline y a mamá antes de irme.
Escribí. Escribí la carta en un intento de explicar el por qué de mis acciones. El por qué de mi muerte. Es una razón sencilla: No tengo fuerzas de seguir peleando.
Solo que no pensé que de verdad usaría la carta.
Con esa hoja en mano y las lágrimas dificultando mi vista, me dirijo al baño de mi habitación. Cierro la puerta despacio y me detengo enfrente del lavabo.
Abro el gabinete donde guardo todas mis medicaciones. Solo tengo recetado Xanax para mi ansiedad. Pero es extremadamente fácil conseguir otro tipo de drogas cuando tienes dinero.
La inestabilidad en mis manos se vuelve peor cuando abro el primer frasco. No puedo controlarme, las pastillas se caen sobre el lavabo y tengo que recogerlas con manos temblorosas.
Consigo reunirlas y me miro al espejo. Todo se siente extraño. El hecho de que estoy viendo mis últimos momentos, mis últimos pensamientos, la última vez que me veo en el espejo antes de desaparecer para siempre.
Es como ver la reflexión de un fantasma. Mi piel se encuentra extremadamente pálida, las ojeras debajo de mis ojos están cada vez más pronunciadas y mi cabello es un desastre por todos los tirones que me di esta tarde.
Pero lo peor... Lo peor son mis ojos. Completamente cargados de dolor, de angustia y más que nada, desesperación.
Las palabras de Xavier vienen a mi cabeza. «Ashton, ningún chico de tu edad debería pasar por lo que tú estás pasando».
Así es. No debería.
La depresión realmente no espera a nadie.
Bajo la mirada a mis brazos. Subo las mangas de mi sudadera y veo las cicatrices frescas de mis últimos cortes. No tienen dirección. No siguen un patrón. No siguen nada, porque cuando los hice, estaba en un estado de rabia y tristeza tal que la cuchilla solo se deslizaba por mi piel frenéticamente, queriendo desquitarme.
Al hacerlo, abrí cicatrices viejas y el lío se volvió peor. Derramé tanta sangre, que por unos segundos, tuve miedo de que ese era el final. De que iba a morir desangrado en mi baño.
No lo fue. Con el tiempo, el sangrado se detuvo y el dolor también. Es por eso que se vuelve adictivo, porque el dolor pasa y luego lo necesitas otra vez. Y una, y otra vez más para apaciguar todos los otros sentimientos.
Eso pasó hace una semana.
Ahora, ningún tipo de dolor será suficiente.
Ahora, necesito que todo se detenga.
Trago la mayor cantidad de pastillas que puedo y espero, sintiendo los nervios cortarme las vías respiratorias.
Al principio, no siento nada. Pienso que no funcionó. Estoy por buscar otro frasco cuando siento un dolor punzante en mi pecho.
De un segundo a otro, todo parece ralentizarse. Mis respiraciones, los latidos de mi corazón, mis movimientos, absolutamente todo.
Pasa un tiempo. Soy incapaz de determinar cuánto. ¿Segundos, minutos? Solo sé que mi cabeza está en blanco y nuevos sentimientos me envuelven. No me siento tan feliz y en paz como ahora hace una eternidad. Quiero saborear este momento para siempre.
Poco a poco, siento que ya no puedo respirar como antes. Siento calor por cada centímetro de mi cuerpo. No sé en qué momento caigo al suelo. No puedo sentir dolor, ni escuchar el golpe.
Cierro mis ojos.
Esto se siente tan bien.
Y de repente, como si el sentimiento viniera de una ventana y la cierran de golpe, la felicidad empieza a irse.
No puedo respirar. No puedo moverme.
Quizás pasa una eternidad cuando la puerta se abre. Cuando siento un grito desgarrador retumbar en mis oídos y brazos que inmediatamente me sostienen. Reconozco el olor, el calor de la persona.
—Ashton, por favor no —suplica Daniel. Su voz quebrándose por primera vez desde que lo conocí—. Por favor, por favor.
Las voces son indistintas. Sé que está llamando a emergencias.
Ojalá no lleguen a tiempo. Ojalá esto se termine.
Todo se torna negro por unos momentos. Cuando vuelvo a tener consciencia de algo, siento unas manos en mi pecho haciendo presión y soltando varias veces. Apenas soy capaz de registrar cuando Daniel me pone de costado.
—... Así que no. No vas a dejarnos. Por favor, Ashton. —su voz suena lejana.
Suena roto como yo.
***
Presente.
Respiro hondo y paso una mano por mi cabello.
Hace mucho tiempo que no revivo esa época de mi vida.
Trato de evitar pensarla. Solo me trae recuerdos frustrados y una sensación de impotencia que se apodera de mi hasta asfixiarme.
Sigo aprendiendo como lidiar con todos estos sentimientos. Antes la respuesta era fácil: Beber.
Ahora no tanto. Es desesperante.
Me fijo en la hora. Casi las cuatro de la mañana.
Regreso a la camioneta y enciendo el motor. Ya es hora de volver a casa.
***
Nota:
Confieso que sí lloré un poquito con este capítulo. Y yo nunca lloro escribiendo. ☠️
Ashton es el personaje mas profundo que escribí en mi vida, y siento que hasta ahora solo rayé la superficie con él.
Feliz 2022, un placer volver a empezar un año más con ustedes. ✨💗 espero que sean felices y brillen mucho este 2022💘
Love,
Cande.
Pd: ya tengo el próximo capítulo a la mitad y JJAJAJAAJJA estoy tentada con como se conocen Ashton y Liam. Seguro lo termino en unos días;) Decidí patear las mesas de finales a febrero y ya se viene febrero☠️
ejem
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro