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Capítulo 20 (PARTE 1)

Mini nota: Hola hola. Feliz lunes:) Este capítulo estará dividido en dos parte porque mucho texto. No se olviden de comentar y votar, amo leer comentarios

"Oh I'm in pieces, it's tearing me up, but I know

A heart that's broke is a heart that's been loved"

Traducción:

"Oh, estoy hecha pedazos, está destrozándome,

pero sé que un corazón roto

es un corazón que ha sido amado."

—Supermarket Flowers, Ed Sheeran.


| CAPÍTULO 20 |

AGGIE.

Quinn: El gato no está raro. Ni tampoco roto como dice Ashton. Ya dejen de hablarme. En su antigua casa vivían 5 niños. Es por eso que está gordo. Los niños le daban de comer de todo, los padres no podían controlarlo. Por eso lo dejaron en el refugio.

Oh.

Ahora tiene más sentido.

Le respondo un sticker y dejo mi celular sobre la mesa. Intento imaginarme al gato en otra casa y con otras personas. Es... Extraño y no quiero hacerlo.

Interrumpiendo mi hilo de pensamientos, Leo vuelve a nuestra mesa. Observo como deja una cerveza en frente de mí, haciendo salpicar un poco por los costados.

—¿Quieres?

Niego con la cabeza, sintiendo la pesada mirada de Ashton sobre mi. Está sentado en la otra punta de la mesa. Aun así consigue afectarme como si estuviera justo a mi lado.

—Quiero levantarme temprano mañana —me excuso alzándome de hombros.

Leo suelta un bufido molesto.

—Una cerveza no va a emborracharte.

Pongo mis ojos en blanco.

—Ni siquiera me gusta.

Puede que haya algo de mentira en eso.

Niega con la cabeza decepcionado. Me quita la cerveza y se la entrega a Cassie, quien la acepta sin problemas.

Cassidy Andrews. Por razones que prefiero no decir, estuve averiguando un poco sobre ella.

Quizás le haya preguntado a Leo un par de cosas. Hubiera stalkeado su Instagram, pero tiene un perfil privado.

De la información que logré juntar, sé que Cassie tiene veinte años, conoció a Leo el año pasado cuando tomaron una clase juntos y se volvieron amigos. También es amiga de Isabella, quien no pudo venir esta noche. De verdad quería que venga. Sin embargo, entiendo que casi nunca tiene con quién dejar a Luca.

Por poco me ofrezco a ir a su casa.

Creo que sería mejor que esta situación, en la que Cassie se sentó al lado de Ashton cuando yo estaba por hacerlo. Ashton no dijo nada, así que me senté en la otra punta de la mesa junto a Leo porque era el único lugar que quedaba.

—Oh, miren lo que trajo el viento —silba Leo sorprendido, mirando a alguien por encima de mi hombro. Volteo ligeramente para ver a quién se refiere. Estamos en un bar famoso cerca de la universidad. Es viernes por la noche, así que está lleno. Conseguimos mesa porque... Leo es Leo.

—¿Ese es Axel Fontana? —cuestiona Cassie entrecerrando sus ojos.

Leo asiente.

Axel Fontana, sea quien sea, es alto. Es lo primero que noto. Luego su cabello oscuro y sus ojos claros. Es un chico convencionalmente lindo. Le sonríe a alguien en una mesa cercana y alza su mano para saludarlo. Oh. Confirmo lo que dije antes. Es lindo.

—¿Quién es? —pregunto volviendo mi atención a la mesa.

—¿Axel? Solía venir a la universidad. Dejó este año —explica Cassie al alzar su cerveza—. Es... Algo así como una bala perdida.

Leo suelta un bufido.

—Más que una bala perdida. Es una bala que no sabe dónde ir —aclara.

—Estoy seguro de que eso es una bala perdida —se suma Ashton.

Leo entrecierra sus ojos en su dirección.

—Soy lindo, no inteligente —espeta.

Miro hacia abajo para ocultar una carcajada.

De repente, siento una sombra a mi lado. Subo la cabeza para encontrar al chico del que estábamos hablando.

Baja la mirada hacia mí con interés en sus ojos.

Conozco esa mirada. La recibo cada tanto. Lo que no encuentran es respuesta de mi parte. Pero, ¿quién sabe? Quizás esta vez sea diferente.

—Hola a todos, volví —habla cuando despega sus ojos de mi para dirigirse al grupo. Arrastra una silla vacía de una mesa cercana y se sienta en la punta, justo a mi lado.

—No me digas —suelta Leo—. ¿Por qué?

Axel se alza de hombros y no da una respuesta. En cambio, sus ojos se concentran en Cassie.

—¿Tienes novio, Cassidy? —arquea sus cejas sorprendido, pasando su atención de ella a Ashton—. Woah.

No. Es. Su. Novio.

—Oh, no, no. No es mi novio. —corrige Cassie y aclara su garganta—. Él es Ashton.

Mantengo mi rostro sin moverse un milímetro. Es un tanto increíble que lo consiga cuando puedo ver claramente en todas las expresiones de Cassie que está nerviosa.

—Hola, Ashton —suelta en un tono burlón.

—Hola, Axel —contesta Ashton de la misma manera.

Luego, Axel se gira a mi.

—¿Y tú eres...?

—Mhm, nadie a quien quieras conocer —me alzo de hombros—. Estoy segura de que tus amigos están esperándote.

Él alza sus cejas con sorpresa.

No soy una persona que responda mal. Todo lo contrario. Siempre regalo sonrisas educadas y trato bien a la mayor parte de la gente. Sin embargo, hay algo en Axel que no me da buena espina. Es una acumulación de cosas. El tono molesto que puso Leo cuando lo vio, el hecho de que se sentó en nuestra mesa cuando nadie lo invitó, como le habló a Cassie y Ashton.

—Sí, de hecho, sí —declara después de mirarme por unos segundos. Se levanta de la mesa, haciendo chillar las patas de la silla contra el suelo. Imbécil—. Leo, nos estamos viendo.

Leo asiente desinteresado.

Axel voltea y se va al pozo del que salió.

Arrugo mi nariz, volviendo a enderezar mi espalda en la silla.

—Dime que no es uno de tus novios —suplico mirando a Leo.

—Nop —contesta él y bebe un poco de su cerveza—. Es... Axel es malas noticias.

—¿Por qué es un imbécil?

—No solo eso. Era el dealer más famoso de la universidad hasta que desapareció a principios de año. Hace eso. Aparecer, vender droga, juntar dinero y luego irse. A este punto, estoy esperando a que muera o por manos de su jefe o por una sobredosis —comenta y se alza de hombros.

—¿Y... Por qué lo conocen?

—Todo el mundo lo conoce —responde Cassie—. Solíamos cruzarnos en fiestas. No es una universidad muy grande.

Asiento, esperando no cruzarlo nunca.

Ashton se levanta, diciendo que irá al baño. Lo veo irse para luego volver mi atención a la mesa. Leo tamborilea sus dedos sobre la mesa antes de hablar.

—Cassie, ¿hay algo entre tú y Ashton? —alza una ceja.

De nuevo, mantengo mi rostro inexpresivo. Solo alzo mi Sprite para beber unos cuantos sorbos mientras ignoro la sensación extraña en mi, que se siente como si una roca hubiera caído en mi estómago.

Cassie se remueve incómoda en su asiento. Noto que lleva varios anillos en sus dedos, que los hace girar con nerviosismo. Voltea su cabeza para mirarme como si estuviera buscando permiso para hablar.

No digo nada.

Leo se encarga.

—Huh, no mires a Aggie —se ríe y sacude su cabeza—. Ella y Ashton no son nada.

Asiento, dándole la razón.

—No... No hay nada —ella se alza de hombros—. Y tampoco quiero que haya —se apresura a asegurar. Luego mira a Leo por unos segundos—. Ya sabes que estar rodeada de chicos me pone nerviosa. Ashton no es diferente.

—Cierto —comenta Leo casualmente y se reclina hacia atrás, justo para cuando Ashton vuelve a ocupar su lugar en la mesa.

Me pregunto a qué se refiere con eso.

***

Al día siguiente, la vida decide no sonreírme.

—Ahg —suspiro y entierro mi cabeza en mi almohada. Chequeo la hora después de un rato de pretender que no respiro.

Son casi las once de la mañana. No me quejo. Es sábado después de todo. Sin embargo, es el día que había reservado para ir a correr.

Veo que nada de eso va a pasar.

¿Por qué?

Porque es como si una pelea de boxeo estuviera llevándose a cabo en mi útero. Hay entradas agotadas, al parecer.

Ya es ese tiempo del mes, y hace mucho tiempo que los dolores no eran tan fuertes.

Me siento sobre la cama y busco en el cajón de mi mesita de luz hasta encontrar unas pastillas para aliviar el dolor. Con el agua que me sobró de la botella de anoche, la trago, esperando a que haga efecto pronto.

Consigo arrastrarme hasta el baño para darme una ducha rápida y encargarme de mis asuntos. Envuelvo una toalla en mi cabello, sin ganas de cepillarlo y vuelvo a tirarme en mi cama.

Media hora después, estoy sintiéndome un poco mejor así que decido salir a comer algo porque ya estoy empezando a dudar si los dolores son menstruales o porque no desayuné.

Encuentro el departamento vacío, lo cual es normal los sábados a la mañana. Ashton tiene su reunión de AA. Por un momento, trato de imaginarlo sentado en una ronda, escuchando las historias de otras personas y hablando. Uhm, estoy segura que es de esos que no hablan.

Sacudo mi cabeza.

El gato me sigue a la cocina. De nuevo, pensando que voy a prepararle un buffet. Si hay alguien que no pierde las esperanzas, es el hijo del diablo.

Me preparo algo fácil y rápido. Dos tostadas que cargo de Nutella y un té. Me aseguro de que el gato tenga agua y que su caja de arena esté en orden antes de sentarme a comer.

Estoy revisando Instagram cuando me entra una llamada. Es Isabella. Le doy un último mordisco a mi tostada y atiendo, llevando mi celular a mi oído y sosteniéndolo con un hombro mientras levanto mis cosas.

—¿Hola? —inquiero.

—Hola —saluda. De fondo puedo oír los ruidos de autos ir y venir—. ¿Qué tal ayer?

—Normal —me alzo de hombros—. Solo estábamos Cassie, Leo, Ashton y yo.

—Una cita doble —canturrea.

—Dios. No. —gruño. No puedo imaginar a Ashton en una cita con Cassie, y tampoco puedo imaginarme saliendo con Leo—. Te extrañamos. ¿Cómo está todo?

—Como siempre —responde—. Ahora estoy con Luca. Al parecer, estar por cumplir tres lo volvió exigente. Quiere elegir su regalo de cumpleaños el mismo.

Me río. Cierto. Su cumpleaños es mañana. Por supuesto que ya tengo su regalo. Está envuelto en un papel cubierto de dibujos de aviones en mi habitación.

—Un hombre que sabe lo que quiere.

—No menciones "hombre". De por sí siento que Luca está creciendo super rápido —suspira.

—Ajá. En cualquier momento va a estar conduciendo y saliendo a fiestas —bromeo.

—No digas eso. Luca siempre será mi bebé.

—¡Escuché! —exclama una vocecita a lo lejos.

—Era a propósito —le contesta Isabella.

—¿Qué es a propósito? —demanda.

—Cuando alguien tiene un propósito. Algo ya planeado —le explica y luego la escucho más cerca—. Solo quería recordarte el cumpleaños de Luca mañana.

—Por supuesto, ¿cómo olvidarlo? —digo.

Isabella planeó una pequeña fiesta en la terraza de su edificio. No vive lejos de nosotros. Ya le prometí que iría un poco antes para ayudarla. Vivo por los cumpleaños.

—¿Qué harás hoy? —le pregunto, empezando a lavar las cosas que usé. Detesto ver la cocina sucia.

—No mucho. Tenía planeado dejar a Luca en casa de Cassie por unas horas para hacer otro turno en el bar donde trabajo, pero Cassie está pasando el día con su familia —explica—. Así que ahora Luca y yo estamos yendo a comprar su regalo y luego a comer algo. ¿Tú?

Apenas dice eso, un foco se enciende en mi cabeza.

—Puedes traer a Luca al departamento —sugiero—. No haré nada en todo el día.

—No, no, de verdad no hace falta —responde rápido.

Estoy empezando a darme cuenta de que Isabella es una de esas personas que nunca quiere aceptar ayuda. De cierto modo, la entiendo. Si mis sospechas son ciertas, pasó por todo esto sola. Se acostumbró a hacerlo así.

—Si te sientes lo suficientemente cómoda como para dejar a Luca conmigo, hazlo —le digo. Recuerdo que la semana pasada, Ashton lo llevó a su paseo con el gato y volvió con Luca en una pieza. No se cansó de repetirnos que Ashton lo llevó sobre sus hombros. Lo cual me parece difícil de creer y de imaginar.

Creo que Isabella ya debe confiar en mí.

Incluso puede confiar en el gato porque no le hará nada, por alguna razón.

—Obviamente sí —responde—. Luca no se cansó de decirnos lo mucho que le gustó estar contigo y Ashton. Y quitar a Leo del primer puesto es difícil —cuenta, a lo que me río. Imagino que sí lo es. Aun así, voy a conseguirlo—. Pero no quiero molestar.

—Isabella Reyes —repito su nombre para que entienda la seriedad del asunto—. No estás molestando. Para nada. ¿A qué hora vas a traerlo?

—¿Alguien alguna vez te dijo que no, Barbie? —inquiere bromeando.

Sí, Ashton Hawthrone.

—Uhg, estás trayendo recuerdos vergonzosos.

De repente, Isabella estalla en carcajadas, recordando lo que le conté sobre Ashton.

—Está bien, está bien. Ganaste. Lo llevo cerca de la una.

—Perfecto —respondo.

***

Cerca de la una, Ashton sigue sin volver y yo estoy haciendo mi mejor esfuerzo para cocinar un almuerzo decente. La pastilla para el dolor no hizo que se vaya por completo, así que prácticamente estoy arrastrándome por la cocina cuando decido llamar a Ashton.

Espero impacientemente. Cuatro tonos después, decide responder.

—¿Ya me extrañas, rubiecita? —inquiere. El eco me hace saber que está en la camioneta, probablemente de regreso.

—Uhg. No —respondo y me apoyo contra la mesada—. Luca vendrá esta tarde. Isabella tiene que trabajar y le dije que podía cuidarlo por ella.

—Bien.

Frunzo el ceño.

—¿Bien? —repito incrédula.

—Sí, bien. ¿Qué tiene que ver conmigo?

Este tipo es un imbécil.

O yo estoy más irritable de lo normal. Cualquiera es una opción válida.

—Que vas a ayudarme a cuidarlo —respondo apuntando lo obvio—. Estoy en mis días y muy adolorida.

Se queda en silencio por unos momentos. Pienso que lo espanté. La mayoría de los chicos corren espantados apenas periodos comienzan a ser el tema de conversación. Ah, pero cuando no aparece... Se desesperan. ¿Quién los entiende?

—¿Estás queriéndome decir que los tendré que cuidar a los dos? —interroga. Sin poder verlo sé que tiene una ceja ligeramente arqueada en estos momentos.

—Quizás —contesto.

Volteo hacia la cocina para chequear el horno. Hasta ahora, nada se quemó y todo sigue en orden.

—¿Y qué me darás a cambio?

Pongo mis ojos en blanco ante su tono sugestivo y burlón.

—No negocio con terroristas —declaro.

—¿Qué me darás a cambio? —repite.

Decido entretener el juego solo para ver hasta donde llega.

—¿Qué quieres?

—Lo veré más tarde —responde. Frunzo el ceño. Lo peor de negociar es no saber el precio. Estoy por discutirle cuando Ashton corta la llamada. Dejo mi celular sobre la mesada. Muy maduro.

***

Luca llega primero que Ashton.

Isabella me abraza y me agradece un millón de veces antes de irse a su turno en el bar.

Luca entra al departamento con seguridad luego de chocarme los cinco, ya familiarizado con su alrededor. Tiene una mochila en su espalda de las Tortugas Ninja y una figura de acción de Spiderman en su mano. Viste pantalones negros y una sudadera de la misma figura de acción que tiene.

—Aggie, ¿el gatito? —inquiere alzando su mirada hacia arriba para mirarme. Es la primera vez que noto como dice mi nombre. No pronuncia "Aggie", sino que dice "Awi".

—De seguro durmiendo en la habitación de Ashton —le digo.

—¿Puedo verlo? ¿Por fis? —inquiere mientras tira del dobladillo de mis shorts. ¿Cómo puedo decirle que no?

Asiento, tomando su mano y lo guío hacia la habitación de Ashton. No debería entrar sin su permiso.

En fin.

Empujo la puerta que estaba entreabierta.

Su cama está deshecha. No hay nada tirado en el suelo, excepto ropa sucia en la esquina. El gato está encima de su edredón, durmiendo como esperaba.

Luca deja su mochila caer sobre el suelo. Se sienta sobre la cama con cuidado, dejando a su muñeco de Spiderman a un costado.

—Luca, está durmiendo, vas a tener que tener cuidado —le recuerdo sentándome a su lado. Lo que me falta es que se sienta atacado cuando lo despierten y decida arañar lo primero que vea. Lo digo porque ya fui la víctima en la misma situación.

Gatitoooo —susurra en voz baja. Esta vez, acaricia su pelaje con mucha más suavidad que la primera vez.

El gato se despierta de a poco y vuelve a cerrar sus ojos cuando Luca sigue acariciándolo. Sigo mirando la escena con sorpresa. Llego a hacer eso y el gato es capaz de quitarme un ojo.

—Luca, ¿tienes hambre? El almuerzo ya está listo —hablo y paseo mi vista por la habitación de Ashton. Todo huele a él. Las sábanas, su almohada, su edredón. Tengo ganas de enterrarme entre ellas y no volver a salir.

—Pero... El gatito —murmura.

—El gatit... El gato va a dormir —le explico. Por alguna razón, me niego a decirle "gatito". No hay nada tierno en este animal como para que lo llame así—. Está cansado.

—¿Por qué jugaron mucho?

Ja.

No.

—Sí. —respondo y asiento con la cabeza.

Luca parece contento con mi respuesta. Se levanta de la cama y sale corriendo de la habitación. Al seguirlo, alzo su muñeco y la mochila que dejó en el suelo.

Escucho risas de Luca en la sala de estar, y una vez que estoy allí, veo que Ashton ya llegó. Tiene unas cuantas bolsas en una mano. Con la otra, palmea a Luca dos veces en la cabeza como si fuera un perro.

Alza la mirada al escucharme entrar. Honestamente, pienso que nunca voy a cansarme de ver a Ashton. ¿Por qué tiene que ser tan atractivo? No vuelve mi trabajo fácil.

—Awi, tu esposo —señala Luca, apuntando con su dedo a Ashton.

Suelto una carcajada.

—Si, Awi. Tu esposo te trajo algo —repone Ashton. Alza una de las bolsas que trajo y la estira en mi dirección. Entrecierro mis ojos sospechosa de sus intenciones.

Acepto la bolsa y miro el interior.

Este chico quiere matarme. Quiere que mi corazón se derrita y termine en el suelo.

La bolsa está llena de chocolates, pastillas para el dolor menstrual y también hay una caja de tampones.

Arqueo una ceja.

—¿Cómo sabes que esta es la marca que uso? —cuestiono.

—Porque vamos de compras juntos. Ya sabes, esposa. Somos lo más doméstico que hay —comenta divertido y no puedo evitar reírme.

Luca tira de la sudadera de Ashton.

—¿Para mi, Ashton? —pregunta. A diferencia del mío, no tiene problemas pronunciando su nombre.

—Nada.

Frunzo el ceño ante sus palabras.

El labio inferior de Luca empieza a temblar. Me acerco a él y me pongo de cuclillas, maldiciendo en cien idiomas a Ashton en mi cabeza.

—Luca...—empiezo en un intento de consolarlo.

—Nada poco interesante —completa Ashton.

Parpadeo atónita y subo la cabeza al igual que Luca para ver al imbécil estirar un paquete de Skittles y una pequeña pelota de fútbol americano. Los ojos del niño se iluminan y todo rastro de lágrimas queda en el pasado. Antes de aceptar los regalos, abraza a Ashton. En realidad, solo a parte de su pierna por su altura.

Entrecierro mis ojos en dirección de Ashton, quien se alza de hombros. Sin embargo, puedo ver un poco de su sonrisa diabólica. Niego con la cabeza.

Me levanto del suelo y voy hasta la cocina. Apagué el horno antes de que Luca llegara, así que nos salvamos de comida quemada.

***

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