Capítulo 16
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"I don't want any settled scores,
I just want you to set me free"
Traducción:
"No quiero ninguna venganza,
solo quiero que me dejes libre"
—Bored, Billie Eilish
| CAPÍTULO 16 |
ASHTON.
—Xavier, ¿ese cuadro es nuevo? —le pregunto al me reclinarme contra el sofá. Observo la nueva pintura que colgó en la pared detrás de él. La semana pasada, esa pared estaba vacía.
—Un niño lanzó una bola de pintura contra la pared —suspira él, haciéndome recordar que soy uno —o tal vez el único— paciente que tiene que es mayor de edad—. Holly lo vio y trajo esa pintura que teníamos en casa. Hablando de Holly, estuvo preguntando por ti. ¿Cuándo vas venir a cenar?
Suelto un bufido.
—Cuando me invites —repongo. Que tu psicólogo te invite a cenar con su familia está prohibido. Pero Xavier es más que mi psicólogo, se siente como si fuera un amigo al que le hablo una vez por semana. Lo conozco desde que tengo ocho años. Y cuando tenía dieciocho y dejó de tratarme porque supuestamente al mudarme me "buscaría a otro psicólogo", fui a cenar a su casa como despedida. Su esposa Holly es una dulzura, y para la sorpresa de todo el mundo, le caigo bien.
—Mhm, ¿invitación para uno o agrego una para Aggie? —arquea una ceja.
Pongo mis ojos en blanco.
—Está bien, no respondas. Ambos ya sabemos la respuesta —contesta Xavier en un tono que me hace saber que está disfrutando más de lo que debería verme así.
—¿De qué hablaremos hoy? ¿El intento, mi adicción, Aggie, mi familia? —inquiero y pongo mis pies sobre la mesa, ganándome una mirada asesina de Xavier que me hace quitarlos con un bufido.
—De la universidad —responde con tranquilidad—. ¿Qué tal tu primera semana?
Me alzo de hombros.
—Normal.
—¿Te gusta? —inquiere.
—Todavía no lo sé.
—¿Y tus clases?
—Normales.
—¿Alguna clase en particular que te haya gustado? —arquea una ceja.
Vuelvo a alzarme de hombros.
Xavier se queda en silencio durante unos segundos. Soy el paciente más fácil que tiene. Prosigue a hacer lo que hace desde que soy un niño. Se queda en silencio. Tanto que empieza a molestarme.
Me muerdo mi mejilla por unos segundos.
—Las clases están bien. Economía es mi favorita hasta ahora. Estoy repitiendo algunas que reprobé cuando estaba en Santa Mónica, así que hay muchas cosas que no son nuevas —explico para rellenar el silencio. Puedo jugar que Xavier está aguantándose una sonrisa. Siempre caigo en el mismo truco.
—¿Crees que tomaste una buena decisión?
—¿Con qué?
—Tu carrera —responde como si fuera obvio.
Aprieto mis labios en una fina línea.
—Me gusta.
Él niega con la cabeza.
—No te pregunté si te gusta, Ashton. Te pregunté si crees que tomaste una buena decisión. ¿Es algo que quieras hacer el resto de tu vida?
Es así como con una simple pregunta, Xavier logra depositar un peso sobre mi pecho que detesto. La incertidumbre de estar haciendo lo correcto o estar a punto de cagar mi vida monumentalmente.
—Lo averiguaré en la marcha —contesto.
Él asiente. Pasamos lo que nos queda hablando de sentimientos y esa mierda. Con el tiempo, se vuelve más fácil hablar con Xavier. Ahora tenemos sesiones semanales, lo cual me viene bien porque con la universidad no puedo tener más. También tengo que seguir yendo a las reuniones de alcohólicos anónimos. Son todos los sábados a la mañana y son asquerosas, pero todo es parte del trato.
Faltan tan solo cinco minutos para que la sesión termine cuando Xavier decide preguntar:
—¿Hablaste con tu padre recientemente? —me pregunta y se queda en silencio, la pregunta pesando una tonelada entre los dos—. ¿Por Navidad?
Tamborileo mis dedos sobre mi rodilla, empezando a molestarme. Por supuesto, Xavier lo nota.
—¿Te parece que mi padre es el tipo de persona que llame por Navidad? —cuestiono. Xavier sabe todo sobre mi padre. Lo malo, lo terrible y lo aún peor.
—Te pregunto si tú lo llamaste —corrige. Este tipo tiene una manía con recordarme su pregunta original. Ni que me fuera tanto de tema.
—¿Por qué lo llamaría? No quiero volver a verlo. No quiero saber nada de su vida.
Xavier asiente.
—¿Caroline pasó Navidad con él?
—Así es —suspiro y paso una mano por mi rostro—. Mi hermana tiene una debilidad con mi padre. No importa que tan despiadado sea, ella siempre volverá a sus pies.
—¿Y qué hay sobre la familia de tu padre? ¿Tuviste contacto con alguno de ellos últimamente?
Aprieto mi mandíbula.
¿Qué mierda es esto? ¿Una interrogación?
No, solo terapia.
—No —espeto—. No tuve contacto con ellos. Tampoco planeo hacerlo. Ya se acabó nuestro tiempo, Xavier. Nos vemos la semana que viene.
No le digo nada más porque empiezo a sentir como las paredes del consultorio comienzan a cerrarse sobre mi y tengo que escapar. Alzo la chaqueta que dejé en el sofá y salgo de allí como si el lugar estuviera en llamas.
***
Son casi las cinco de la tarde cuando vuelvo al departamento. Hay sesiones que transcurren como si fueran aire, y hay otras que son como un gas tóxico que logran asfixiarme. Hoy fue la segunda.
Abro la puerta del departamento y me detengo en mi lugar cuando escucho voces dentro. La primera risa es la más fácil de reconocer. La tengo grabada en mi cabeza. Es Aggie.
Llega a estar con Quentin...
Cierro la puerta detrás de mí, dejo mis cosas en la entrada y sigo las voces hacia la cocina. Me detengo en la puerta. Junto mis cejas confundido al ver una señora sentada en nuestra mesa mientras bebe una taza de té.
Nop, no es Quentin. Aunque se parecen.
—Oh, Belinda. Él es Ashton —dice Aggie al subir la mirada y encontrarme.
La mujer luce como si tuviera ochenta años. Probablemente más. Viste un vestido con flores, un chaleco blanco y lleva su poco cabello rubio platinado suelto. Parece que se vistió con las luces apagadas.
Su rostro me resulta un tanto familiar. Creo que la vi antes.
—Hola, Belinda —contesto sin saber qué hacer. ¿Qué demonios hace aquí? ¿Es la abuela de Aggie?
—Señora Bexley para ti, jovencito —bufa ofendida y bebe un sorbo de su té.
No es su abuela.
Miro a Aggie, quien se está mordiendo el labio para aguantar la risa e intenta esconderse detrás de una taza humeante de café.
Recuerdo que Aggie la nombró unas cuantas veces. La señora Bexley es nuestra vecina. Vive unos pisos más abajo. Pensé que se llevaban bien... No tan bien como para juntarse a tomar el té.
—Ven, siéntate —Aggie palmea el lugar a su lado—. Hice galletas.
Eso llama mi atención.
Rodeo la mesa bajo la atenta mirada de la señora Bexley y me siento junto a Aggie. Nuestros brazos se rozan. No estuvimos tan cerca desde que la abracé al costado de la carretera, y eso fue hace dos días. Eventualmente, vino un mecánico con la rueda de repuesto y nos tomó cinco minutos cambiarla. Tuvimos que cancelar nuestros planes de ir a Fort Baker y volvimos a casa.
Miro a la señora Bexley de reojo. Siento que me odia pero no entiendo por qué.
Mhm. Es verdad, soy una persona bastante odiable. Solo que cuando abro mi boca. Cuando no, puedo ser pasable.
Estiro mi mano para alzar una de las galletas con chocolate. Lucen muy bien. Todo lo que hace Aggie siempre luce bien.
—¿Esas sí vas a comerlas? —espeta la señora Bexley con un bufido incrédulo que me hace abrir grandes mis ojos.
¿Y ahora qué hice?
—Señora...—empiezo, empezando a enojarme. Pelearme con la vieja más vieja del edificio no está en mi lista de prioridades, pero... Cosas más raras pasaron.
—¿Te vas a comer estas galletas pero desperdiciaste los cupcakes que Aggie te compró para tu cumpleaños? Incluso tenían tu nombre —niega con la cabeza indignada.
Alzo mis cejas estupefacto. ¿De qué me está hablando? Pensé que a los adultos mayores delirantes los guardaban en una prisión. O en esas residencias. Lo que sea necesario.
—¿Qué?
—Oh, no juegues al coqueto ahora. Puedes tener un rostro bonito, pero esos son los peores —la señora Bexley vuelve a negar con la cabeza y empiezo a tener miedo de que se maree y se caiga de la silla—. Nunca desperdicies nada de lo que Aggie te haga. El mundo necesita más gente como ella, y menos chicos como tú que las menosprecian.
¿Qué dijo?
Miro a Aggie en busca de respuestas. No encuentro mucho. Solo sus mejillas sonrojadas y como tiene su vista fija en la mesa.
—¿Qué cupcakes? —le pregunto al tener la leve sospecha de que la señora Bexley no está delirando.
Ella niega con la cabeza.
—Ningunos. Olvídalos. Belinda, nos olvidemos de esto.
Belinda Bexley, (¿qué nombre es ese?) alza sus cejas bien alto. Parece que acaba de escuchar una atrocidad.
—No vamos a olvidarlo.
—Sí, vamos a olvidarlo —Aggie aclara su garganta—. Ashton nunca supo de los cupcakes. Así que...
—Oh —murmura la señora Bexley con asombro. Aprieta sus labios, pone una de sus manos huesudas sobre mi mano y me mira a los ojos—. Jovencito, ¿no sabías sobre los cupcakes?
—¿No? —contesto confundido.
—Uh. Lo siento, entonces. Estaban ricos —palmea mi mano antes de quitarla.
Esta vez cuando volteo a mirar a Aggie encuentro a sus ojos sin que tenga que ordenárselo. Aggie me parece cautivante en todas sus versiones. Sin embargo, mi versión favorita es cuando estamos en casa, cuando usa sus pantalones de pijama y una sudadera que le consume todo el cuerpo. Como ahora. Junto a su moño desordenado. Con ojeras y todo. Creo que es porque soy una de las únicas personas que la ve así, tan íntimamente, en casa y despreocupada. No sé si debería sentirme orgulloso, pero así me siento.
—Te compré unos cupcakes personalizados para tu cumpleaños. Pero se los regalé a la señora Bexley. En mi defensa, te fuiste a mitad de la noche y no volviste así que... Iban a ponerse feos —se alza de hombros.
Alzo mis cejas intrigado. No esperaba nada de Aggie para mi cumpleaños. Pensé que con organizar mi cena fue suficiente. Sigue sorprendiéndome.
—Me hubieran gustado esos cupcakes, rubiecita.
—Seguro que sí —suelta la señora Bexley antes de que Aggie pueda responder. Por poco había olvidado que está sentada en frente de nosotros—. Estaban deliciosos.
Aggie se ríe y no puedo evitar sentirme culpable por no haber estado en casa durante la mañana de mi cumpleaños. Me pregunto si los cupcakes es lo único que preparó, o si también quería que desayunemos juntos.
Tan solo recordar esa noche previa a mi cumpleaños me trae una mala sensación en el estómago. Mis manos estaban por poco temblando, desesperadas por una gota de alcohol mientras los recuerdos de Caroline llorando me inundaban.
Necesitaba escapar. No planee hacer sentir a Aggie olvidada en el proceso.
Cuando menos me doy cuenta, el tema de conversación cambió y la señora Bexley nos cuenta sobre las nuevas ofertas del supermercado. Lo que me deja asombrado es que Aggie participe en la conversación. Prefiero matarme antes de hablar sobre los precios del super. (Chiste, chiste).
Por lo menos tenemos galletas.
***
AGGIE.
Una semana más tarde, estoy entrando a la clase de la profesora Robertson con un café en la mano y mi bolso en mi hombro. Escaneo la gran sala, pensando en donde voy a sentarme hoy cuando veo una mano alzarse en el aire. Es Isabella, sentada en una de las filas del medio y me está indicando que me acerque.
No sé qué esperaba después de nuestra conversación fuera del bar, pero esto luce como un buen comienzo. Subo hasta llegar a ella, me muevo entre la gente y me siento a su lado. Isabella tiene su computadora abierta y una página en blanco lista para empezar a tomar apuntes.
—Buenos días —saludo en un tono animado—. ¿Estás aquí hace mucho?
—Cinco minutos, tal vez. Robertson siempre llega tarde pero los asientos se llenan rápido.
—Gracias por guardarme este.
—No hay de qué —contesta.
Unos cuantos minutos después, la profesora Robertson entra con su taza de café humeante, la cual sospecho que es la razón por la que siempre llega tarde. Enciende el proyector y en un parpadeo nos está contando todo el contenido de la clase de hoy.
Dos horas después, tenemos la primera tarea para trabajar en las parejas que ella eligió. Hay un plazo de dos semanas para entregar, lo cual solo significa que será largo.
—¿Qué tienes ahora? —me pregunta Isabella mientras levantamos nuestras cosas. Hoy lleva su cabello recogido en una coleta y ni una gota de maquillaje. Sé que hay personas que tienen genéticamente ojeras siempre, pero no creo que sea el caso de Isabella. Siempre luce como si estuviera cansada y me pregunto cual es la historia detrás de esa mirada.
Pienso bien su pregunta. Tenía una clase pero la cancelaron porque la profesora está enferma y no consiguieron un reemplazo a tiempo.
—Nada. Tengo mi próxima clase en dos horas.
—Yo también —responde—. Vamos. Tenemos que ir a mi cafetería favorita. Todavía no desayuné, ¿tú?
—Si no cuentas dos galletas que pude agarrar en el camino, entonces no.
Esta mañana me quedé dormida porque ayer apenas pude conciliar el sueño a las cuatro de la mañana. Las luces que me regaló Ashton me ayudaron, pero es iluso pensar que mi insomnio va a curarse con luces. Así que cuando finalmente me desperté esta mañana, fue porque Ashton empezó a golpear mi puerta diciendo que tenía que apurarme. Sus clases fueron canceladas por hoy, así que solo tenía que llevarme.
Solo pude alzar dos galletas que sobraron de ayer y una taza de café para llevar que me preparó Ashton.
Ella niega con la cabeza.
—No, definitivamente no las cuento.
La sigo por el campus. Por más que ya lleve casi dos semanas de clases en este lugar, sigo sin conocerlo por completo, así que por donde Isabella me guía, es un lugar completamente desconocido. Llegamos al centro del campus, donde rodeamos una fuente de agua y caminamos hasta llegar a una cafetería ubicada en una esquina.
Hacemos una pequeña fila y luego de que cada una pide lo suyo y lo retiramos, nos sentamos en una de las mesas de afuera porque el día está soleado y no hace tanto frío como de costumbre.
—Entonces, ¿en qué universidad estudiabas antes? —me pregunta ella luego de llenar su café de azúcar—. ¿Cuántos años tienes? ¿19?
—En Cambridge, y no, tengo 20 —contesto.
—Mhm. Casi tenemos la misma edad. Tengo 21. Esperé un año hasta entrar a la universidad —me explica a lo que asiento. Estoy por preguntarle por qué razón cuando vuelve a preguntar—. ¿Cambridge? ¿En Inglaterra? Eso está lejos de aquí. ¿Por qué te cambiaste? Amo mi universidad pero si hablamos de cual es mejor...
—Es difícil de explicar —me alzo de hombros tratando de no sonar tan misteriosa, y sin querer soltar demasiado—. No la estaba pasando bien allí y... Necesitaba un cambio.
—Entiendo perfectamente —suspira y asiente—. Me hubiera gustado irme y estudiar lejos, pero esta universidad me ofreció una beca completa y no pude negarme.
—¿Eres de San Francisco?
—Nop. Nací y viví toda mi vida en Los Ángeles —responde—. No muy lejos.
—Debe ser bueno tener a tu familia tan cerca.
No soy capaz de determinar si es bueno o no. Nunca me pasó.
Isabella arruga su nariz y niega con la cabeza.
—Nop. No hablo con mi familia hace años —contesta, sus hombros decayendo—. Y es mejor que sea así.
—Entiendo.
—¿De verdad? Todo el mundo me mira como si fuera lo peor del mundo no mantener contacto con ellos.
—Seguro tienes tus razones para no hablarles. ¿Quién soy yo para juzgar?
Ella asiente como si me estuviera comprendiendo.
—Tienes razón. Creo que estoy demasiado acostumbrada a escuchar que todo el mundo opine de mi vida —comenta cansada.
Quiero saber a qué se refiere exactamente, solo que no quiero sonar entrometida, así que no digo nada.
—El mejor consejo que puedo darte es que no los escuches, así de simple —decido decirle—. Todo el mundo va a tener opiniones y no le debes ninguna explicación a nadie.
Ella me mira por unos segundos y se muerde el labio nerviosa.
—Ahora me siento como una perra por haberte dicho ese comentario sobre Barbie. Ni siquiera sé por qué lo dije. Amo a Barbie.
Me río.
—Está todo perdonado. ¿Cómo puede ser una buena amistad sin un poco de odio al comienzo?
Isabella estira sus labios en una sonrisa.
—Tienes toda la razón.
Mi celular suena con una notificación. Lo tengo encima de la mesa así que es fácil ver que es un mensaje de Ashton. No hablamos por mensaje a menos que sea estrictamente necesario.
Cuando veo que su mensaje es una foto, la abro con curiosidad.
Suelto una carcajada apenas la veo.
Es una foto de Leo, sentado en nuestro sofá junto al gato. El gato luce como si quisiera matarlo pero Leo está despreocupado mientras intenta acariciarlo. Giro mi pantalla y le enseño a Isabella la foto.
—Es una ternura —murmura—. Y no hablo de Leo. Nop. Hablo del gato. ¿Es de los dos?
Me alzo de hombros.
—A esta altura sí. Solo lo tuve por unos días antes de que Ashton se mudara —le explico.
—¿Y por qué viven juntos? No quiero que suene entrometido, solo quiero saber más de la historia.
Resumidamente, le cuento como Quinn jugó una parte en ello y le digo que Ashton estaba buscando un lugar donde vivir. Dejo de lado los detalles grandes. Como que la realidad es que Ashton no tiene permitido vivir solo y las razones detrás de eso.
—¿Estuviste viviendo con alguien que luce como él y no pasó nada? —interroga Isabella y arquea una ceja.
No puedo ponerle una capa de invisibilidad a Ashton. Todos saben lo bueno que está.
—Nada de nada —contesto con toda la verdad que tengo—. Hubo... Momentos que no terminaron en nada. Nunca sucedió nada entre los dos.
—Pero quieres que suceda —apunta ella.
—Nunca dije eso —resalto.
Isabella pone sus ojos en blanco como si me hubiera atrapado en la mentira más grande del siglo. Aprieto mis labios.
—Bueno, puede que sí —arrastro mis palabras y siento mis mejillas calentarse cuando un cierto recuerdo se me viene a la cabeza—. Puede que haya estado pasando algo y... Me rechazó.
Isabella empieza a toser. Parece que se ahogó con su café.
—¿Te rechazó? ¿A ti? —arquea una ceja y luego me mira de pies a cabeza para acentuar sus palabras.
Lo sé, Isabella, lo sé. A mi.
—Me dijo básicamente que me quite de encima. A eso le llamo que me rechazó.
—¿Te dijo por qué? Quizás le gusten los chicos.
Si tan solo fuera así y a Ashton le gustaran solo los chicos. Mi cabeza estaría mucho más ordenada.
Suelto un pequeño bufido antes de seguir comiendo mi sándwich.
—Dijo que a ninguno de los dos nos conviene involucrarnos. Física o románticamente. Y tiene razón. Ni siquiera quiero involucrarme, tengo en mi cabeza un desastre de por si y... Solo complicaría las cosas y nos haría daño —le explico—. Si esto sucedía cuando era menor, probablemente no hubiera medido las consecuencias. Ahora... Hay muchas cosas en juego.
Ella asiente.
—Tiene sentido. Por lo menos fueron lo suficientemente maduros como para darse cuenta.
—Supongo —me alzo de hombros a lo que Isabella frunce el ceño.
—Hay algo que no entiendo —declara—. ¿Quieres o no quieres?
Siento mis hombros tensarse y suelto mi sándwich.
—Creo que lo que quiero es sentir algo. Aunque sea por un momento. Y... No quiero basar mis decisiones en eso —confieso. Menos si se trata de Ashton. Últimamente estamos formando un lazo especial. No quiero que se arruine.
—Suena como un plan. No lo eches a perder.
—No voy a echarlo a perder —suelto aire, moviendo unos mechones de cabellos de mi frente—. ¿Qué hay sobre ti? ¿Alguien especial?
—Nop. Mi vida es bastante complicada de por sí. No necesito agregar más.
—Entonces suena como que ambas tenemos un largo camino en la soltería —comento.
—Es más divertido —apunta Isabella con una sonrisa maliciosa que me hace reír.
***
Vuelvo a casa estando totalmente agotada. Casi es la hora de cenar. No tenía planeado quedarme hasta tan tarde afuera, pero el correo donde tenía que ir a buscar mis cosas estaba inundado de gente y tuve que hacer una fila terrible para buscar las cosas que Olive, la hermana de Liam, me envió. Es una caja repleta de cosas y no veo las horas de encerrarme en mi habitación a verlas todas.
—¡La cena ya está lista! —exclama una voz desde la sala de estar que me hace fruncir el ceño. Dejo la caja en la mesa del recibidor junto a mi bolso.
—¿Cocinaste? —le pregunto a Ashton. Gira su cabeza al verme. Está sentado en el sofá, con un brazo puesto encima del respaldo.
—No —contesta en un tono obvio. Ya me parecía. Ashton es alérgico a cocinar—. Pedí pizza.
Dios mío.
—Hawthorne, no podemos comer pizza tres veces por semana.
—¿Quién dice?
—Yo.
Él suelta un bufido.
—Siéntete libre de cocinar lo que quieras. Me voy a quedar acá, con tu pizza favorita —alza una ceja desafiante antes de volver su vista al frente. Está viendo un capítulo viejo de Breaking Bad.
No tengo ganas de cocinar. Y honestamente, mi pizza favorita no suena para nada mal. Me quito mis botas que estaban matándome y me tiro a su lado en el sofá, con cuidado de no tocar al gato que está no muy lejos de mi.
Le arrebato el control de su mano y cambio lo que estamos viendo.
—Eh —se queja e intenta quitármelo de nuevo. Lo bloqueo con un brazo mientras entro a mi cuenta de Netflix hasta poner el reality de maquillaje que estoy viendo.
—Dios, no eso —se queja en un gruñido—. Ya sabemos quién va a ganar. La chica de pelo rosa. El resto no tiene una chance.
Mhm. Tal vez Ashton esté viendo demasiada televisión conmigo.
—No me interesa quien gana. Quiero ver el proceso —digo y escondo el control detrás del cuerpo del gato que apenas se inmuta. Está en su quinta siesta del día. Quién pudiera ser él.
Me inclino a buscar la caja de pizza de la mesa. La abro encontrando mi favorita como fue prometido Cuatro quesos. Simple para algunos, exquisita para mi.
—¿Leo estuvo aquí? —le pregunto a Ashton entre bocados.
—Se invitó a sí mismo —pone sus ojos en blanco dándome a entender lo molesto que está.
Hoy cancelaron las clases de Ashton así que lo único que hizo esta mañana fue llevarme. Pensé que volvería a dormir, pero Leo invadió el departamento. Tengo la sensación de que ese chico invade cada rincón de la vida de todos.
—Por lo menos nuestra bola de pelos lo rasguño en el rostro—comenta y le guiña un ojo al gato como si compartieran un secreto—. Le sangró la mejilla, y eso hizo que se fuera.
Sigo sin entender porqué se lleva bien con Ashton y no conmigo. Tampoco que tengo muchas ganas de llevarme bien con el gato.
Estoy por mi segunda porción de pizza cuando Ashton me vuelve a hablar.
—¿Qué hiciste hoy? —me pregunta casualmente.
Sigo sin poder determinar en qué momento nuestra convivencia de "apenas te hablo" pasó a ser tan doméstica.
—Un millón de clases aburridas. Pero desayuné con Isabella. Eso fue divertido.
—¿Ya son mejores amigas? —Ashton arquea una ceja.
—Tal vez —me alzo de hombros.
—¿De qué hablaron?
Y como dije antes, es una vieja chismosa de corazón.
—De cosas —contesto dejando el misterio en el aire.
—¿Qué cosas? —presiona.
De ti.
Me encojo de hombros.
—Lo normal. Nuestras vidas, el pasado.
—Mhm. Todo lo que no hablas conmigo.
Estaba por morder lo que queda de mi porción de pizza cuando lo escucho. Cierro mi boca y volteo a mirarlo con cautela.
—¿ "Todo lo que no hablo contigo"? —repito.
—Sí —me devuelve una mirada desafiante.
Parpadeo atónita y dejo lo que me queda de pizza de nuevo en la caja.
—Creo que fuiste tú quien dijiste que no nos metamos en la vida privada del otro.
—Eso fue hace meses.
—No leo mentes. ¿Cómo iba a saber que cambiaste de parecer?
—¿Por qué ahora somos amigos? Rubiecita, pensé que sabrías leer el contexto.
Entrecierro mis ojos.
—No me trates de tonta. No voy a empezar a hablar de mi vida porque sí cuando no obtengo nada a cambio de ti.
—¿Y qué es lo que quieres de mí? —interroga alzando una ceja. ¿Por qué eso acaba de sonar tan sucio en mi cabeza?
Carraspeo en un intento de ordenar mis pensamientos.
—Saber más de tu vida, de ti —declaro.
Ashton aprieta su mandíbula y ladea levemente su cabeza.
—No es nada interesante —responde en un tono que intenta hacerme entender lo poco importante que es.
—Lo dudo.
—Como digas. Pregúntame lo que sea.
—¿No vas a amenazarme? ¿Tengo que prepararme? ¿Ponerme contra una pared? —bromeo haciendo referencia a ese día cuando conocí a Lauren por primera vez y Ashton por poco explota cuando le hice una pregunta.
Suelta una risa fingida.
—Muy chistosa —pone sus ojos en blanco—. Depende qué preguntes. Voy a tratar de guardarme todas las amenazas esta vez. Ya aprendí mi lección. Y si quieres que te ponga contra la pared, busca otra excusa.
Me ahogo con mi propia saliva y empiezo a toser, haciendo que Ashton sonría divertido. Niego con la cabeza como puedo.
—Está bien —aclaro mi garganta, ignorando lo avergonzada que me siento por haber perdido los papeles tan rápido—. Cuéntame cómo era tu vida en Connecticut.
Ashton se me queda mirando por unos segundos. ¿Qué esperaba? ¿Que pregunte cuál es su color favorito?
—Nada muy interesante —miente. Pongo mis ojos en blanco. Él me devuelve una mirada incrédula y habla—. ¿Cómo quieres que resuma 17 años de mi vida? Mi familia era un desastre. Mi padre es un imbécil. El día que mi madre por fin se divorcio de él fue uno de los mejores días de mi vida. No lo veo hace años.
—¿Hace años? —pregunto con sorpresa y frunzo el ceño—. ¿No viajó a verte cuando...? —titubeo sin animarme a articular las palabras. Lo que pasó es como una nube encima de nosotros. Sabe que yo sé, pero nunca lo hablamos. No lo haré a menos que él quiera.
—¿Cuándo intenté matarme? —pregunta en un tono casual que hace que escalofríos corran por mi cuerpo—. No. Mi mamá logró contactarse con él cuando yo ya estaba consciente, así que cuando dijo que iba a venir, le dije que no se molestara porque no lo quería ver.
—¿Por qué? ¿Qué... Qué pasó entre los dos?
Ashton se muerde el interior de su mejilla por unos segundos.
—¿Qué no pasó? —bufa irónico.
—¿Le hizo algo a tu madre? —pregunto. Ashton protege mucho a Lauren, como si estuviera en su naturaleza. Es por eso que Richard Meyer no le cae bien, es por eso que siempre está pendiente de ella. Siempre pensé que algo pasó con su padre.
—Entre otras cosas —responde vagamente—. Nunca fue violencia física. Es demasiado inteligente como para dejar rastros. Era de ese tipo de violencia que empieza a cultivarse desde el principio y crece con los años. Comentarios. Insultos. Ese tipo de cosas. Le prohibía hacer un montón de cosas, la degradaba y la menospreciaba todo el tiempo. Le gritaba por cualquier cosa, le echaba la culpa por todo —respira hondo—. Crecí con mi padre tratando a mi madre así. Pensé que era completamente normal hasta que empecé a ir a la casa de mi mejor amigo cuando era niño y vi como se trataban sus padres. Con amor, respeto y sin gritarse. Fue... Una cachetada darme cuenta de todo.
Cuando hablas con Lauren y ves como te sonríe y te trata como si fueras un familiar perdido, nunca pensarías que pasó por todo ese infierno. Nadie se merece eso. Ninguna mujer debería tener que sentirse tan débil debajo de las manos de un hombre. Pienso en como en algún momento, casarse con el padre de Ashton fue la mejor idea del mundo, fue lo que pensó ser amor puro, real y verdadero cuando en realidad terminó siendo una pesadilla.
—Es por eso que Richard no me caía bien —continua—. El problema no es él. Sino que cuando mamá se mudó a San Francisco, estuvo un tiempo sola y luego empezó a salir con Richard. Quizás suena tonto pero lo único que quería era que esté sola para que nadie más pudiera hacerle daño.
—Ahora entiendo mejor —contesto—. Si te sirve de consuelo, es como si tu mamá brilla cuando está con él y... Creo que cuando encuentras eso, es porque es real y es único.
Richard y Lauren son perfectos el uno para el otro. Hacen que crea en las almas gemelas. Porque por más que haya demorado, se encontraron y ahora son felices. Lo ves en las cosas pequeñas. En como se sonríen, como están siempre preocupados y cuidando del otro, como se tratan con cariño y ríen juntos. Cosas que todo el mundo pasa por alto, pero yo, al no haberlas visto en mis padres nunca por lo ausentes que estuvieron, las noto al instante.
Ashton asiente.
—Richard no está tan mal —se alza de hombros. Por poco sonrío con lo que le cuesta admitir las cosas.
No hace falta que lo diga. Lo vi durante el viaje, como se volvió más cercano a Richard y dejó de poner todas esas caras que antes ponía cada vez que lo veía. No diría que son padre-hijo ya mismo, pero quizás con el tiempo... ¿Quién sabe?
—¿Qué hay sobre tus padres? —me pregunta.
—Viven en Paris —contesto—. Y no los veo hace más de un año. Creo que eso resume todo. No estoy peleada con ellos. Para pelearme tendría que hablar con ellos en primer lugar. Llaman de vez en cuando. Mi mamá más que nada, para preguntar como estoy o para pedirme un favor.
—¿Qué? ¿Qué clase de favores? —inquiere Ashton con confusión.
—Depende —me alzo de hombros—. A veces es para llorar en el teléfono mientras me dice que ya no luce tan joven como antes, a veces para pedirme que vaya a un evento con ellos porque necesitan mostrar a su hija.
—Mierda —murmura Ashton.
Asiento.
Es una mierda.
—Nunca estuvieron muy presentes en mi vida. Con el tiempo aprendí a rellenar ese vacío con otras cosas —relevo.
—¿Con qué cosas?
Aprieto mis labios.
—No lo sé. Cosas.
—¿Cosas materiales?
—Cosas materiales, aprobación, amor de otras personas —encojo mis hombros como si no fuera la gran cosa.
Se queda en silencio, probablemente procesando mis palabras.
—Conclusión, nuestros padres son una mierda —declara Ashton.
—Excepto Lauren —resalto. Ashton bufa divertido y asiente.
Pronto, el silencio nos consume. No me siento incómoda en él y estoy segura de que Ashton tampoco. Siento que ambos estamos digiriendo la conversación que acabamos de tener. No creo que sea exactamente por lo que dijimos, sino porque lo hicimos. Estamos confiando en el otro y eso es un gran paso para ambos.
¿Quién hubiera dicho que este chico se volvería en una de las personas más cercanas de mi vida?
—¿Ashton? —murmuro con miedo en mi voz. Él voltea a mirarme atento—. No tienes que responder si no quieres. Lo entiendo completamente. Solo... —me trabo con mis propias palabras y niego con la cabeza. ¿Qué hago preguntando esto? No me incumbe—. Nada, olvídalo —aclaro mi garganta y vuelvo mi cabeza hacia la televisión.
Ashton mantiene su silencio, solo que ahora mirándome.
—¿Quieres preguntarme sobre ese día? —inquiere tan bajo que me sorprende haberlo escuchado. Volteo a mirarlo inmediatamente.
—Solo sí quieres responder.
El verde de sus ojos luce más oscuro. Me estoy volviendo una experta en los ojos de Ashton. Cada día me hipnotizan más y tiran más el hilo invisible entre los dos. Me aterra y me fascina al mismo tiempo. La peor combinación existente.
—Quiero responder —me asegura, lo cual me deja descolocada por unos segundos—. Solo que... Es difícil ponerlo en palabras. Estuve tres meses en una clínica, hablando con docenas de especialistas y nunca pude explicarlo. Sigo sin poder. No lo planeé. Al menos no como uno se imaginaría que sucede. No planeé en dejar cartas despidiéndome, o en cómo lo haría —suelta una bocanada de aire.
Solo puedo observarlo y consumir cada palabra que me dice. Esto es un paso enorme para nosotros, pero más que nada para él. Finalmente abrirse con alguien más sobre lo que pasó. Quiero saltar y abrazarlo. Apretarlo tan fuerte que todas sus partes rotas vuelvan a unirse y nunca más tenga que sentirse como se sintió ese día.
Sin embargo, me contengo y espero a que termine.
—Era... Era un sentimiento que pesaba en mi pecho constantemente hace años —sigue, superando el nudo en su garganta—. El hecho de que quería que suceda. Quería dejar mi vida atrás. Que a veces, cerraba mis ojos y en lo único que podía pensar era en que quería que mi corazón deje de doler, y la única solución era encontrar la felicidad momentáneamente en el fondo de una botella o... Terminar la tortura para siempre.
—¿Sigues teniendo tantas ganas de beber como antes? —le pregunto en un hilo de voz.
—Todo el tiempo —resalta y suelta un resoplido—. Ahora mismo, mataría por un trago de algo. Whiskey, vodka, tequila, lo que encuentre. Siempre termino frenándome. No quiero volver a ese espiral tóxico e interminable.
—Mi adicción a la bebida viene de varios lugares. Primero, es genético. Mi padre era... Es, honestamente no lo sé ahora, adicto a la bebida. Y luego, una consecuencia de mi depresión —humedece sus labios—. Es lo que me diagnosticaron cuando tenía 13. Tener depresión es como... Es como estar ahogándote, solo que puedes ver como todo el mundo a tu alrededor está respirando. Así me siento constantemente. También es por épocas. Hubo momentos en los que me perdía tanto en mi mismo que dejaba de poder hacer cosas normales, como levantarme de mi cama, hablar, comer o bañarme. Solo quería que terminara, ¿sabes? Estaba cansado. Estaba agotado de tener que levantarme todos los días.
Mi vista se torna borrosa y es cuando me doy cuenta de que lágrimas se están acumulando en mis ojos. Parpadeo en un inútil intento de ahuyentarlas.
Estiro mi mano hasta encontrar la de Ashton.
—No llores, rubiecita —murmura. Con su mano libre, encuentra mi rostro, sujetando mi mentón con su mano y quita las lágrimas con su pulgar.
—No entiendo como tú no estás llorando —contesto intentando aligerar la tensión—. Ashton... Podrías haber... —el silencio me consume porque mi boca no es siquiera capaz de articular las palabras.
—¿Podría haber muerto? Era la probabilidad más grande. Pero ni siquiera nos conocíamos.
—Nunca nos habríamos conocido —corrijo.
—No. Tenía todas las chances de no salir nunca del océano. Pero por alguna razón, alguien me vio. Alguien decidió acercarse y me rescató. Era un pescador que estaba volviendo a la orilla por la tormenta. Dijo que vio mi tabla flotando y supo que yo no debía estar muy lejos.
Nunca estuve tan agradecida con un desconocido hasta ahora.
Respiro hondo para calmar mi respiración.
—¿Qué... Qué fue lo primero que pensaste cuando te levantaste en el hospital? —le pregunto.
—¿La verdad? No se lo dije a nadie, pero estaba aliviado. Aliviado de que haya fallado. Y luego me sentí culpable. Me desperté con los llantos de Caroline a mi lado. Nunca la había visto tan vulnerable y destruida que en ese momento. No puedo creer que haya sido tan egoísta.
—No es egoísta —suelto sin poder contenerme—. Nunca digas que lo es. Estabas en crisis y te llevó a eso, pero en ningún momento pensaste en hacerle daño a nadie. Así que no digas que fuiste egoísta. No lo fuiste y no lo eres. No tuviste la culpa. Y yo también estoy aliviada de que te hayan salvado, Ashton. Te queda mucho por vivir y estoy contenta de que estés aquí.
Finalmente lo envuelvo en el abrazo que tanto quería. Lo aferro con fuerzas, con miedo de que en cualquier momento se esfume y desaparezca. Apoyo mi cabeza contra su pecho, escuchando a la perfección los agitados latidos de su corazón.
Siempre terminamos encontrándonos en los brazos del otro.
***
Nota:
Este capítulo es mas largo de lo normal, sí. Pero no podía cortarlo :) Así que vótenlo porque estuvo fachero facherito. Sigo sin saber como hago para traerles un capítulo por semana con lo difícil que esta todo pero bueno, #prioridades 💅🏼
Quiero saber que opinan, sobre Ashton, Aggie, lo que quieran ❤️
Sin mas que decir excepto que me sigan en Instagram y en Twitter (solo si quieren duh) Por allá se enteran antes de adelantos, cuando subo y siempre charlamos ❤️
Love,
Cande
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