Capítulo 12
El capítulo 11 me aburrió y sentí que no sé, no era bueno. Soy demasiado perfeccionista para mi gusto, así que me puse a escribir otro. Disfruten este capítulo. Chillé mientras lo escribía. Espero que ustedes también.
"For your eyes only
I'll show you my heart
For when you're lonely
And forget who you are"
Traducción:
"Solo para tus ojos, te mostraré mi corazón
Para cuando estés sola y olvides quién eres"
—If I Could Fly, One Direction.
| CAPÍTULO 12 |
ASHTON.
Navidad llega en lo que se siente un parpadeo.
Las cosas transcurrieron tranquilas estas últimas semanas. Quentin nos ayudó a poner un árbol de Navidad, el cual fue usado como juguete personal del gato durante todo este tiempo. Fui a todas mis sesiones con Xavier y a todas mis reuniones de AA. Las fiestas ponen a la gente más triste de lo normal así que las reuniones fueron un verdadero sufrimiento. No veía las horas de irme después de entrar a cada una.
Mamá se puso en su modo navideño y ahora todos estamos obligados a ponernos a todos en el mismo modo. Obviamente, planeó todo con Aggie. Es ridículo. Se envían TikToks e ideas de cómo planear la cena navideña. Cada vez que intento estirar mi cabeza y ver su conversación en la pantalla, Aggie me empuja como si fuera un bicho molesto.
—¡Monroe, ya es hora! —exclamo cuando me tiro sobre el sofá y coloco mis manos detrás de mi cabeza.
—No es hora —responde desde su habitación.
Tiene razón, no es hora. Pero ya estoy aburrido.
Mamá es muy fan de la navidad. Cuando vivíamos en Connecticut, tiraba fiestas totalmente innecesarias en el salón principal de la casa. Amaba cada segundo de la experiencia. Desde organizar, invitar, cenar, beber hasta abrir los regalos al día siguiente. Ahora que por fin se alejó de ese estilo de vida tóxico, está creando nuevas tradiciones con Richard. Este año, decidieron irse de la ciudad y pasar las fiestas en una cabaña cerca de la zona costera de San Francisco. Está a aproximadamente dos horas de donde estamos.
El plan es ir hoy, mañana cenar por Navidad y al día siguiente abrir los regalos. Seguramente nos quedaremos unos cuantos días. ¿Es extremadamente innecesario? Sí. Por supuesto que sí. Pero mamá no está dispuesta a recibir un "no" como respuesta. No desde que se enteró de que Caroline pasará navidad en Connecticut con papá y que ninguno de los hijos de Richard estarán en la ciudad.
Así que los prisioneros del momento somos Aggie y yo.
No sé qué tanto le habrá rogado mamá a Aggie para que acepte, pero los planes ya están en marcha. No tan solo nosotros dos, sino también el gato.
—¡Monroe! —vuelvo a gritar al cabo de unos minutos.
—¡Ya cállate! —exclama en respuesta.
Giro mi cabeza y miro al gato. Ya lo pusimos en su jaula para perros grandes porque no entra en una normal. Por supuesto que odia su nueva situación, pero Aggie accedió a darle una lata de atún así que ahora está tranquilo.
Diez minutos después, en los que me entretengo usando Instagram, Aggie sale de su habitación. Carga una maleta mediana que me parece demasiado para un par de días. Aunque conociendo el tamaño del closet de Aggie, esto debe ser poco para ella.
—Lista —anuncia sin darme ni siquiera una mirada. Alza del suelo el bolso en el que guardamos todas las cosas del gato. Hay que transportar su comida, manta, juguetes y su caja de arena porque es bastante excéntrico.
—Al fin —me quejo. Ya guardé mis cosas en la camioneta, así que solo me queda alzar la jaula enorme y las cosas de Aggie.
Ella me mira molesta porque detesta cuando la apuro, y con más razón lo hago.
—Esto va a ser divertido—comenta cuando estamos en el elevador. Alzo una ceja y la miro.
—Uf. Diversión asegurada —respondo sarcástico.
Aggie se ríe y no agrega nada más. Desde la noche de mi cumpleaños estamos en una situación... Normal. Ese día fue un claro momento de debilidad, y fue bueno mientras duró, pero dudo que vuelva a repetirse. Aggie parece estar ignorando por completo el hecho de que se durmió en mis brazos, y si ella quiere ignorarlo, acá estaré para acompañarla.
Acomodamos al gato en el asiento trasero. Ya veo que estas serán las dos horas más largas de mi vida. Aseguro la posición para que no nos sorprenda y se caiga en medio del viaje. En eso, Aggie se pone cómoda en el asiento de adelante, desconecta mi celular para conectar el suyo y pone su música. Parpadeo atónito cuando One Direction empieza a sonar y el gato suelta un alarido por el volumen de la música.
Me siento asombrado e impotente mientras me subo en mi lugar. Es increíble como en un parpadeo, mi vida se vio invadida por una rubia diva que se pone nerviosa de vez en cuando y un gato que quiere matarme.
—El gato va a dormir contigo —anuncia Aggie cuando termino de poner las indicaciones en el GPS. Volteo a verla con una ceja alzada.
—No —contesto.
—Sí.
—No.
—Sí —repite sin dejarme lugar a discutirle más—. A mí no me quiere y va a asesinarme si estamos en la misma habitación, así que tendrá que ser contigo.
—¿Está es tu forma de decirme que no dormiremos juntos, rubiecita? —inquiero fingiendo estar ofendido.
—Lo es —me responde al toque.
—Hieres mis sentimientos —dramatizo. Arranco la camioneta una vez que el camino está marcado. Según el GPS, nos quedan 2 horas y 15 minutos.
—Shh, One Direction está sonando —me reclama y sube el volumen de la música.
El viaje se basa en Aggie tarareando una que otra canción y hablando sobre los autos que pasamos. No sumo mucho a la conversación, pero la escucho hablar sobre todo.
—¿Crees que es raro? —inquiere luego de unos segundos de silencio, cuando terminó de hablar sobre lo mal que aparentemente conduce el camión que tenemos al lado.
—¿Qué? —le pregunto.
—Esto. Que esté por pasar Navidad con tu familia —se alza de hombros.
Veo a Aggie nerviosa seguido. Cuando hago algún comentario que la hace sonrojar o cuando decido pasearme sin camiseta por la cocina sabiendo exactamente la reacción que obtendré de ella. Sin embargo, los nervios son diferentes a la inseguridad. ¿Aggie insegura? Eso no lo veo casi nunca.
—A este punto pienso que mi mamá te quiere allí más a ti que a mi —le respondo.
—Lo sé, pero es... Raro. No quiero ser una carga.
—Cierto. Solo llevamos una hora y media de viaje, demos la vuelta —suelto sarcástico a lo cual Aggie suelta una risa sin humor.
—Hablo en serio.
—Y yo también —me alzo de hombros—. No le des más vueltas al asunto. Mi mamá y Richard están locos porque pases Navidad con ellos.
—¿Y tú?
Volteo a mirarla por un instante. Se remueve con incomodidad en su asiento, y esconde detrás de sus orejas los mechones de cabello rubio que se escapan de su coleta.
—Rubiecita, vivo contigo. No me molesta. Me da igual.
Aggie solo asiente y se queda en silencio, lo cual me hace preguntarme si dije algo malo, porque siempre tiene una respuesta para todo. No me da la chance de preguntar si está bien cuando sube el volumen de la música para zanjar cualquier tipo de conversación.
Tamborileo mis dedos sobre el volante y me echo hacia atrás,
Por supuesto que quiero que Aggie pase Navidad con nosotros. No solo porque será aburrido si ella no está, pero porque de verdad la paso bien. Es difícil de explicar. Es como si todo el ruido caótico de mi vida se apaciguara cuando estoy con ella.
Estaba equivocado sobre que Aggie es igual a todas las chicas que ya conocí. Porque ninguna antes me hizo sentir tan en calma y en paz. Como dije, es una caja de sorpresas y planeo descubrir cada una de ellas.
No hay mucho tráfico así que llegamos a la cabaña en dos horas. Está ubicada en la zona costera, cerca de un bosque. Por lo que mamá me dijo, están pensando en comprar una cabaña cerca. Son el tipo de cosas que hace la gente cuando se vuelven viejos. Nuevos hobbies, comprar cabañas, pensar en nietos. Por suerte con Richard ganó chances de tener nietos antes porque sus hijos son más grandes y tengo entendido que uno de ellos está por casarse dentro de poco. Nunca le daré nietos. Dios mío, no.
Siguiendo las instrucciones, me meto en el camino de tierra y conduzco hasta encontrar la casa. Es grande, lo suficiente para diez personas por más que solo seremos cuatro. Está aislada del mundo en general al estar rodeada de pinos enormes y estoy seguro de que esa es la razón por la que mamá la eligió. Mientras más alejada de la gente, mejor.
Tiene dos pisos y una terraza que tiene vista de ambos lados, la playa y el bosque. El porche es amplio y tiene algunos sillones. Mamá está sentada en uno de ellos, de seguro esperándonos. Ellos están aquí desde ayer.
Apenas ve la camioneta, se levanta y estira su mano para saludarnos. Aggie le devuelve el saludo, sin saber que no puede verla por el tinte oscuro de las ventanas. Estaciono detrás del auto de Richard. Apenas lo hago, Aggie se baja y se acerca a mamá, quien la abraza como si fuera una hija perdida.
Noto como hablan animadamente y entran a la casa sin siquiera darme una mirada. Me dejó para cargar con el gato y todas nuestras cosas. Fantástico.
Bajo todas las cosas y empiezo a cargarlas dentro. Por lo menos tuvieron el detalle de dejar la puerta principal abierta. Hay un pequeño hall de entrada antes de que se extienda a la sala de estar, que tiene piso de madera y una chimenea eléctrica que está encendida. Todo tiene un toque rústico que te hace saber que estamos en una cabaña.
Le abro la jaula al gato y espero para ver qué demonios hace. Ojalá hayan pagado un buen seguro por si algo se rompe, porque el gato va a destruir todo a su paso. Sale cuidadosamente y analiza su alrededor durante unos momentos antes de volver a entrar a la jaula.
Tiene problemitas.
—¡Ashton, bebé!—suelta mamá en un tono dulce, apareciendo por una puerta que deduzco que lleva a la cocina. Me envuelve en un abrazo que no soy capaz de devolver porque atrapó mis brazos—. Que bueno que llegaron bien. ¿Había mucho tráfico?
—No —contesto y busco con la mirada a Aggie. Está parada en el marco de la puerta de la cocina, observándonos con detenimiento.
—Vengan, voy a enseñarles sus habitaciones —nos indica. Dejo las cosas del gato abajo y cargando mi maleta y la de Aggie, subimos las escaleras mientras mamá nos habla sobre la casa y todas las cosas que hay—. Incluso hay un jacuzzi en la terraza, por si quieren usarlo.
Lo dudo.
Se detiene en la primera puerta y al abrirla, revela una habitación grande decorada en tonos color crema.
—Esta es la de Aggie —indica—. Y la de al lado es de Ashton. O como quieran.
—Así está perfecto —se adelanta Aggie. Voltea hacia mi. Ni siquiera me mira a los ojos cuando agarra su maleta. Frunzo el ceño. Siento que hay algo mal.
—Voy a dejarlos para que se acomoden. En dos horas cenamos —nos avisa antes de irse de nuevo hacia abajo.
Aggie se mete en su habitación y cierra la puerta antes de que pueda siquiera hablar con ella.
¿Así serán las cosas?
Genial. Feliz Navidad.
***
Después de ducharme y pasar un rato echado en mi cama, decido ir a buscar al gato. Aggie no bromeaba cuando dijo que me toca dormir con él. Es peligroso dejarlo solo en la casa.
Así que eso hago.
Al bajar, me encuentro a Richard cambiando canales en la sala de estar.
—Ashton, que bueno que llegaron. ¿Cómo estás? —me pregunta. Quentin me cae bien, pero su padre no.
Xavier, mi psicólogo, tiene este estúpido plan para que me lleve bien con Richard. Por esa razón, me obligo a conversar un poco con él. En la televisión están dando un partido repetido de los Miami Dolphins. Que equipo de mierda. Por lo menos es un tema de conversación.
Cinco minutos después, decido que es suficiente conversación y me voy con la excusa de buscar al gato. Al llegar a la entrada, el jodido gato no está en la jaula como lo dejé. Le dejé la puerta abierta, pero cuando se volvió a meter, no pensé que saldría.
Perfecto. Ahora tenemos un gato prófugo.
Lo busco en la sala de estar sin mucho éxito. Llego a la cocina, y veo a Aggie sentada en uno de los taburetes bebiendo un té mientras usa su celular.
—Rubieci...—me callo por completo al ver que en la cocina también está mamá y acaba de voltearse para mirarme con mucho interés. Carraspeo un poco avergonzado—, Aggie, ¿viste al gato?
—Nop —contesta sin siquiera mirarme—. Era tu responsabilidad.
—¿Cuándo dijimos que era mi responsabilidad?
—Ahg. Iré a buscarlo yo —espeta y murmura algo inentendible entre dientes. Frunzo el ceño. No hay persona que me confunda más que Agustine Monroe. Se baja del taburete y sale de la cocina.
Giro solo para ver cómo se va.
Mamá me recuerda su presencia cuando suelta un suspiro.
—¿Qué hiciste? —me recrimina.
—No hice nada —respondo. Ella niega con la cabeza y se aleja de las cacerolas humeantes para cruzarse de brazos.
—Entonces no sabes qué hiciste. Peor aún.
—¿Te dijo algo? —inquiero casualmente.
—No. Y si lo hubiera hecho, no te diría.
—Gracias, mamá —bufo.
—De nada, hijo —contesta con una sonrisa. De alguien tuve que sacar mi sarcasmo—. Ahora, ven. Ayúdame con esto.
Asiento. Necesito distraerme. Antes la distracción era un trago de algo fuerte, ahora cortar algunos vegetales tendrá que ser suficiente.
Aggie vuelve después de unos minutos a informarnos que ya encontró el gato y que lo dejó con sus juguetes en mi habitación. Mamá me deja cocinando y se sienta en la mesa junto a Aggie para beber té.
No sé de qué lado está, pero siento que no del mío.
—¿Dónde solías pasar Navidad? —le pregunta mamá. Me quedo quieto por unos segundos, queriendo escuchar la respuesta.
—Oh. En Nueva York. Mis amigos y yo viajábamos allí. Era algo muy simple. Pasábamos el día en un orfanato porque donábamos regalos y por la noche solo cenábamos —explica.
Noto como en ningún momento menciona a sus padres.
—Que precioso gesto —mamá comenta—. ¿Qué sucedió este año?
—Ehm... Hace unos años que ya no vamos. Seguimos donando los juguetes y ayudando como podemos, pero no pasamos Navidad juntos —explica.
Es bastante obvio que Aggie tiene pocos amigos, y ninguno vive en San Francisco. ¿Pero por qué no pasar Navidad con ellos? Algo sucedió y quiero saber qué es.
—¿Y tus padres? ¿Cómo se encuentran?
Aggie suelta un resoplido con humor. Estoy seguro de que fue una reacción instantánea y no se dio cuenta de ello. Aclara su garganta. De reojo veo como se acomoda su cabello al echarlo hacia atrás.
—Están bien. En Nueva York —contesta como si fuera algo ensayado—. Pasan Navidad allí.
Mamá asiente y para mi alivio, no presiona por más preguntas.
—Solo quiero decirte que estoy emocionada de que estés aquí —le dice y de repente me siento como si estuviera espiando una conversación que no me incumbe—. Es difícil estar lejos de casa, así que espero que te sientas a gusto.
—Por supuesto —contesta Aggie—. De verdad, Richard y tú fue lo mejor que me pasó al mudarme. Muchas gracias por todo.
Dejo caer el cuchillo sobre la tabla de madera abruptamente. Tanto que mamá salta del susto en su asiento. Aggie se mantiene en su lugar como si no hubiera escuchado nada.
—Ashton —me recrimina mamá con sus ojos entrecerrados y una mirada poco agradable.
—Ya está listo —anuncio. Terminé todo lo que mamá me pidió. Me retiro de la cocina en silencio mientras mi cabeza intenta adivinar por qué las cosas entre Aggie y yo están tan extrañas de repente cuando veníamos bien.
***
AGGIE.
Ashton Hawthorne es un imbécil.
Y yo, Aggie Monroe, detesto sentirme así. Sentirme como si estuviera en el borde de un precipicio constantemente, sin poder echarme hacia atrás y con un miedo terrible de caer. Es así como me hace sentir. Siempre que pienso que estamos avanzando, él me demuestra que es capaz de retroceder aún más.
No es como si estuviéramos en una relación. No. No estoy lista para algo así y Ashton menos. Pero tampoco somos amigos. Tuve amigos antes, y esto no se siente como una amistad. Deberían crear una nueva categoría para nosotros. No somos amigos, no estamos en una relación, no estaremos en una, y tampoco somos simples compañeros de piso.
Es frustrante y tengo ganas de arrancarme el cabello cada vez que pienso en ello.
"Rubiecita, vivo contigo. No me molesta. Me da igual." Imbécil. No debería molestarme tanto. Lo sé. Sin embargo, no puedo detener el sentimiento en mi pecho que me hace querer gritarle. ¿Pero qué le gritaría? No lo sé.
Después de cenar, Richard se encarga de los platos así que por más que me haya ofrecido, Lauren me dice que vaya a relajarme. No puedo hacer eso, señora. Su hijo es un idiota.
Me encierro en mi habitación y me entretengo con mi celular. Mañana es Navidad, y Liam está molestando y preguntándome con quién estoy por pasarlo. Todavía no le dije que estoy viviendo con Ashton, y me pregunto cuánto tiempo más podré seguir con esta farsa. No se lo digo por el simple hecho de que se va a alarmar innecesariamente. Ashton es inofensivo, por más cara de pocos amigos que ponga.
No me doy cuenta lo veloz que pasa el tiempo, porque cuando mi celular me avisa que se está quedando sin batería, ya son las once de la noche. Me levanto de la cama y me visto en el conjunto de pijama que traje. Es negro y de satín. Hace frío pero la casa se mantiene caliente adentro, así que son solo shorts y una camiseta de tirantes.
Salgo de mi habitación y me meto al baño que queda justo al frente para hacer mi pequeña rutina de noche. Ya me duché antes de cenar entonces acomodé mis cosas adentro.
Sé que va a ser una noche larga. No solo por mi insomnio sino porque estoy en un lugar desconocido y eso lo vuelve cien veces peor. Tendría que haber traído mis pastillas para dormir. Lo olvidé por completo.
Una vez que termino con todo lo que tengo que hacer, vuelvo a cruzarme a mi habitación. La luz de la habitación de Ashton está encendida, lo puedo ver por la fina rendija de abajo. Ojalá tenga insomnio también.
Me meto dentro de las sábanas y el edredón. Suelto un suspiro. Reviso los TikToks que me envió Quinn hoy. Al parecer, Miami está aburrido porque son diez en total. La mitad son videos de perros y gatos, la otra mitad son incomprensibles.
No pasan quince minutos cuando alguien toca la puerta de mi habitación. Pongo mis ojos en blanco, sabiendo que es Ashton.
—¡Pasa! —exclamo. Mi espalda está enfrentando la puerta y no planeo girarme. Nop. Las miles de capas que tengo encima hacen que sea difícil moverme. Ashton no vale la pena tanta molestia.
—Monroe, ¿podemos hablar? —me pregunta.
—Sí —respondo.
—¿Vas a girarte?
—Nop.
Ashton no agrega nada más. Escucho el click de la puerta cerrarse. Contrario a lo que pensé, no se fue de la habitación, sino que cerró la puerta para luego dar la vuelta. Se sienta al borde de mi cama, literalmente a centímetros de mi.
Se cambió de ropa y ahora tiene una sudadera azul marino y unos pantalones deportivos grises. Lleva la capucha puesta, lo cual le cubre casi todo el cabello excepto los mechones desordenados del frente.
—¿De qué quieres hablar? —le pregunto. Dejo mi celular sobre la mesita de luz.
—De... —titubea. No avanza más con la frase porque se queda callado.
—¿De...? —presiono al ver la indecisión en sus ojos. Puede ser confundida por inseguridad. Si no fuera que Ashton Hawthorne no siente inseguridad.
—¿Hice algo malo? —inquiere de repente. Me sorprende tanto que parpadeo estupefacta unas cuantas veces.
—¿A qué te refieres? —trago saliva.
—Desde que llegamos... No lo sé, hay una vibra rara entre nosotros. ¿Quizás hice algo? O no hice nada y de repente te volviste loca.
Entrecierro mis ojos y me extiendo a pellizcar sus costillas. Atrapo su piel entre mis dedos y aprieto. Suelta un gruñido y se retuerce para que lo suelte.
—Venías bien, Hawthorne.
—Siempre voy bien, rubiecita —responde innecesariamente y me guiña un ojo, de milagro, recuperado del dolor—. ¿Cuál es tu respuesta?
—No tengo respuesta.
Solo tengo encendida la lámpara a mi lado, por lo que sus ojos que son una mezcla entre café y verde, lucen más brillosos de lo normal. Ashton me mira confundido. Cuando frunce el ceño, luce como un niño confundido y la vista por poco me hace suspirar. Concéntrate, Monroe, es un idiota.
—¿No...?
—No porque es una respuesta estúpida —intervengo.
—Dime y te diré si es estúpido —repone. Pone una mano justo encima de mi muslo, y por más que esté cubierta, me estremezco como si acabara de tocar mi piel. A juzgar por la expresión de su rostro, Ashton no se dio cuenta del movimiento que acaba de hacer. Y me aterra que haya cosas que nos salgan con tanta naturalidad.
—De verdad, no importa —insisto.
Creo que prefiero morir antes de explicarle a Ashton que me dolió que diga que le da igual si estoy aquí o no.
—Si te tiene de esta manera, importa. Andando, no tengo toda la noche. El gato me está esperando en mi habitación —sonríe juguetón, lo cual me hace reír. Niego con la cabeza y entierro mi cabeza en la almohada—. ¿Voy a tener que rogarte?
Me congelo cuando siento las yemas de sus dedos tocar mi mejilla. Corre los mechones de cabello que me cubren el rostro. Carraspeo y giro mi rostro, haciendo que retire su mano. Ashton parece estar sorprendido de sí mismo por el gesto. Es de lo que hablaba. Demasiado natural.
—Aggie, quiero saber.
Asiento sin más remedio. Siento mi corazón latir en mi pecho tan fuerte que tengo miedo de que Ashton pueda oírlo.
—Es tonto. No te rías —le pido, porque lo último que necesito es que empiece a burlarse por lo que siento—. Hoy cuando estábamos en tu camioneta, te pregunté si te molestaba que pasará Navidad con tu familia y dijiste que te daba igual, y... —titubeo, no queriendo ser la chica intensa que trae problemas psicológicos del pasado—. Toda mi vida le di igual a mucha gente y no lo sé, no quiero sentirme así nunca más —le explico muy generalmente. Cuando digo "mucha gente", me refiero a mis padres. Siempre les di "igual". ¿Aggie viene de vacaciones con nosotros? Da igual. ¿Aggie fue aceptada a las mejores universidades del país? Da igual. ¿Aggie estrelló su auto contra un árbol? Da igual.
Ashton me mira por unos segundos como si me entendiera.
—No era mi intención que suene así —confiesa mirándome a los ojos. Retira su mano de mi pierna lentamente—. Quise que suene casual para no darle tanto peso al asunto. No me da igual si estás aquí o no. Quiero que estés aquí —me asegura—. ¿Quieres escuchar una sorpresa? Me caes bien, Monroe. Quiero que pases Navidad aquí, que hagas sonreír a mi mamá todo el tiempo y que... No lo sé, que estés aquí.
Puedo ver todo lo que le cuesta decirme esto.
Es como si hubiera una batalla en su cabeza y sus ojos me cuentan la historia.
Quiere decir más cosas, pero no puede.
No importa.
Con lo que dijo es suficiente y sobra. Asiento con mi cabeza.
—Salté a conclusiones. Es por eso que es tonto —explico.
Ashton niega.
—No, no saltaste a conclusiones. Supe que había dicho algo malo al segundo que esas palabras salieron de mi boca. Y para próximas situaciones, tienes que saber que nunca vas a "darme igual", ¿está bien?
—Está bien —repito.
—Perfecto. ¿Ahora volvemos a la normalidad?
Suelto un resoplido irónico.
—¿Cual es la normalidad?
—Supongo que tienes razón —contesta, haciéndome saber que se siente igual que yo desde el día de su cumpleaños. Ninguno de los dos está seguro de dónde demonios estamos parados—. Creo que eso era todo. ¿Ya estabas por dormir?
—Ojalá —respondo en un suspiro—. Tengo insomnio. Generalmente me cuesta unas cuantas horas conciliar el sueño. Más que nada estando en un lugar desconocido.
—¿De verdad? ¿Por qué me entero de esto ahora?
Ruedo mis ojos.
—Porque no duermes conmigo, Hawthorne.
—Woah, Rubiecita. Suenas muy decepcionada.
Me río y cubro mi rostro con una mano.
—No puedo seguirle el paso a tu nivel de estupidez —confieso. Ashton jadea ofendido exageradamente.
—Espera aquí. Tengo la cura a tu insomnio.
—A menos que sean pastillas para dormir, dudo que tengas algo que sirva.
Se levanta de la cama y sale de la habitación. Espero unos segundos hasta que vuelve a entrar, asegurándose de nuevo de cerrar la puerta. Voltea enseñándome lo que trajo y junto mis cejas con perplejidad.
—¿Una guitarra? ¿De dónde sacaste eso? —le pregunto como sostiene la guitarra acústica del mango.
—Estaba en mi habitación —se alza de hombros. Vuelve a sentarse en el borde de la cama como antes.
—¿Sabes tocarla? —inquiero aún confundida. Sé que Ashton tiene una guitarra en su habitación en el departamento pero siempre pensé que era decoración porque nunca lo oí tocándola.
—Nop. Vamos a aprender juntos. Abre YouTube —suelta. Estoy tan asombrada que detecto su sarcasmo demasiado tarde tarde—. Por supuesto que sé.
—¿Cuándo aprendiste? —interrogo con curiosidad.
—Cuando tenía catorce —me explica. Empieza a jugar con las cuerdas y ajusta las clavijas intentando afinarla—. Hubo una época en la que estuve en casa por mucho tiempo y tenía que matar el tiempo haciendo algo, así que aprendí.
Quiero preguntar por qué estuvo mucho tiempo en casa pero Ashton empieza a tocar el inicio de una canción que no conozco y me quedo callada.
—¿Tienes algún pedido? —me pregunta al detenerse.
—Uhm... —murmuro. Mi cabeza está en blanco.
—¿No?
—No. Toca lo que quieras.
Ashton se muerde la lengua al aguantarse la risa. Es cuando me doy cuenta cómo sonó lo que acabo de decir. Arrugo mi nariz y siento la sangre subiendo a mis mejillas.
—Sabes a lo que me refiero, imbécil.
Sus labios se curvan en una sonrisa y asiente.
Segundos después, la familiar melodía de If I Could Fly de One Direction empieza a sonar. No me toma mucho caer en que es una de las canciones que tarareé en repetición esta tarde de camino aquí.
Mi corazón da un vuelco cuando escucho la voz de Ashton sumarse a la melodía. Si no sabía que tocaba la guitarra, mucho menos sabía que cantaba. Me sorprende que su voz sea preciosa. Es el tipo de voz que podría escuchar todo el tiempo. Grave pero suave al mismo tiempo.
Su mirada está concentrada en las cuerdas de la guitarra, aunque sospecho que no lo hace porque lo necesita, sino para evitarme. Entiendo que esto debe ser un paso enorme para Ashton. Enseñarme una faceta más y sorprenderme en el trayecto. Cierro mis ojos, dejando que la voz de Ashton y la perfecta sintonía de la guitarra me hagan sentir como si estuviera flotando en una nube.
Cuando la canción termina, Ashton empieza una nueva. Esta vez es una de The Neighbourhood, su banda favorita.
Para mi asombro, su voz consigue relajarme hasta el punto en el que siento el sueño intentando llevarme de a poco. Deben pasar dos canciones más cuando estoy segura de que estoy cayendo en un sueño profundo., Ashton se detiene y se queda en silencio. No hace ningún intento de irse. No por unos cuantos minutos en los que no me atrevo a abrir los ojos.
Finalmente, se levanta. Antes de que pueda irse, estiro mi mano y atrapo su muñeca.
—Quédate —le pido abriendo mis ojos apenas.
Ashton me mira indeciso. Nerviosa, trago saliva y espero su rechazo. Sin embargo, nunca llega. Simplemente asiente. Deja la guitarra contra la pared. Hay una alfombra en el suelo por lo que no va a resbalar.
Se estira y apaga la luz de mi lámpara, dejándonos en completa oscuridad. Lo oigo quitarse su sudadera. Momentos después, siento su peso a mi lado y su calor dentro de las sábanas. Volteo mi cuerpo para enfrentarlo y replicando el momento en su camioneta, apoyo mi cabeza en en su pecho y paso una pierna por encima de su muslo. La diferencia ahora es que estamos en completa oscuridad y que mi mejilla está contra su piel. Puedo sentir los latidos de su corazón igual de frenéticos que los míos.
—Gracias, Ashton —murmuro adormilada. Gracias por aclarar mis dudas, gracias por cantarme para que pueda dormirme, gracias por quedarte.
—Descansa, rubiecita —dice y se estira a dejar un beso sobre mi cabeza.
***
A la mañana siguiente, la luz del día ilumina la habitación. Es una luz tenue, que me dice que es tan solo el amanecer. Aún así, bajo la luz anaranjada, puedo ver los brazos de Ashton enrollados en mi cuerpo. En algún momento de la noche cambiamos de posiciones porque ahora mi espalda está contra su pecho y siento su respiración en mi cuello.
Aprovechando este momento, observo con detenimiento los brazos de Ashton. Nunca me deja ver de cerca sus tatuajes en sus antebrazos. Siempre hace chistes sobre que no puedo ver y usa sudaderas que no me dejan verlos.
Paso un dedo por el diseño. Tiene varios dibujos. Rosas con espinas, fuego, un As de picas, Números romanos que forman distintas fechas, son muchos dibujos. Con cuidado, doy vuelta su brazo para ver el interior.
Ahogo un grito lo mejor que puedo cuando veo qué es lo que sus tatuajes intentan tapar y la razón por la que no quiere que los vea de cerca. Sus tatuajes están intentando cubrir cicatrices de cortes. Son muchos, y van en distintas direcciones. Los tatuajes logran disimularlos pero aún se puede sentir el relieve si los tocas.
—¿Aggie? —inquiere Ashton detrás de mí y me detengo.
***
Nota:
Algún día voy a dejar de encajar a One Direction en cada uno de mis libros?
La respuesta es no. Nunca.
TENEMOS MUCHO DE QUE HABLAR.
1- Aggie y Ashton me tienen gritando demasiado. Amo la tensión que hay entre ellos.
2- Que opinan sobre ASHTON CANTANDO Y TOCANDO LA GUITARRA? Mi hombre es perfecto.
3- y qué piensan sobre el final del capítulo...?
La realidad es que tengo muchas ideas para este libro y tengo que ver cómo voy a hacer para meterlas a todas.
:)
¿TIENEN TEORÍAS? por favor, quiero leerlas ajajjajaja
Nos vemos la semana que viene!!!
Love,
Cande♥
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