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Capítulo 1




| CAPÍTULO 1 |


"If only I'd have known you had a storm to weather,

so before you go..." —Lewis Capaldi, "Before you go".

Traducción: "Si solo hubiera sabido que estabas pasando por una tormenta,

así que antes de que te vayas..."





Tres meses después.

ASHTON.

Al fin.

Pensé que este día no llegaría nunca.

Abro la puerta sintiendo un peso menos en mis hombros al poner tan solo un pie afuera. Entrecierro mis ojos. Son las doce del mediodía y el sol es molesto. No solía molestarme tanto como ahora. Durante este tiempo no estuve tan expuesto al sol, y creo que esa es la razón.

Concentro mi mirada al frente y cuando puedo ver bien, rápidamente identifico a mi hermana Caroline. Ella sonríe amplio al verme. Estaba apoyada contra el auto de mamá, pero apenas me ve, se echa a correr y no se detiene hasta que está en mis brazos. Trato de mantener el equilibrio para no caerme de espaldas y le devuelvo el abrazo, sintiendo la familiaridad que tanto extrañe estos tres meses.

—Te extrañé, Ashton-ton —murmura por lo bajo. No somos de esos hermanos que se dicen cuánto se quieren todo el tiempo. Somos cercanos pero no empalagosos. Escucharla decir eso es novedoso aunque tiene sentido después de todo lo que pasó. Incluso puedo percibir cómo su voz se quiebra un poco al hablarme. Se recompone cuando aclara su garganta y se aleja de mí. Como no la veo hace mucho tiempo, me tomo unos segundos para chequear si hay cambios en ella. Nada. Sigue teniendo el mismo cabello castaño claro, los mismos ojos azules que yo y su figura de Tinkerbell.

—Uh, ¿tres meses fueron para tanto? —bromeo para aligerar un poco la tensión de funeraria que formé entre todos mis familiares y amigos desde mi incidente.

Que puedo decir, me encanta la atención.

No debería haber tensión. Después de todo, no me morí. Porque aparentemente, ni siquiera puedo hacer una cosa bien.

Pensamientos positivos, pensamientos positivos, Ashton.

Mamá le sigue a Caroline. A diferencia de Car, ella fue mi visita regular. Solo dejaban una visita cada dos semanas de alguien cercano. Mamá se autodenominó mi visita. En realidad, me hubiese gustado que sea mi hermana pero la conozco y sé que es bastante sensible. Verme en el estado que estuve durante 3 meses iba a destruirla y sé que mamá también lo sabía.

Ella me abraza como si mañana no existiera. Respiro profundo y cierro mis ojos. A mamá le encantan las lavandas, siempre huele a ellas. Desde que tengo memoria es el aroma al que llamo casa. Es un olor que me trae tranquilidad.

—¿Podemos ir a comer hamburguesas? La comida era un asco —me quejo cuando ella rompe el abrazo sin decirme nada.

Mamá me mira con ojos entrecerrados. Piensa que es rídículo que use mi humor en situaciones como esta pero es lo único que me mantiene andando. Pretender que no sucede nada, cubrirlo con humor y una sonrisa despreocupada. Es lo que me enseñé a hacer hace tantos años que obligarme aprender otra cosa es inutil.

—Está bien —responde finalmente largando un suspiro.

Lauren Cox, o como yo le digo, mamá, es la mejor persona de este universo aunque no se lo diga mucho. Tal vez ocasionalmente en cumpleaños y en el día de la madre. Sin ella y mi hermana probablemente estaría perdido. Durante los últimos años tuvimos nuestras peleas, claro. Más que nada porque ella piensa que soy un descarrilado sin control y nos peleamos un poco más cuando me enteré que iba a casarse con Richard Imbécil Meyer. Mi ya no tan nuevo padrastro. Tan solo pensar en la palabra hace que arrugue mi nariz.

Si ponemos esas dificultades a un lado, estamos bien.

O eso creo.

No digo nada más. Planto un beso sobre su mejilla y comienzo a caminar hasta su auto. Hablaba en serio sobre las hamburguesas. La comida del centro de rehabilitación donde estuve era asquerosa. Suficiente por ser el mejor del Estado y blah, blah. Ponen a la gente más depresiva con esa comida.

Me subo en el asiento trasero, sabiendo que Caroline es más territorial con el asiento delantero como un gato en celo. Mamá enciende el motor y finalmente, nos alejamos de la prisión en la que estuve durante tres meses. Ni siquiera me molesto en darle una última mirada. Quiero borrar mi estadía allí por completo.

—¿Hiciste amigos? —me pregunta Caroline girándose un poco a verme con emoción.

Me alzo de hombros.

—Algunos —miento.

La verdad es que no tengo un amigo desde hace años. No sé por qué será. Simplemente no me dejo acercar tanto a la gente. Si quiero un consejo o hablar con alguien, Caroline siempre está para recibirme. Tengo muchos conocidos. Eso no puedo negarlo ni porque quiera. Soy... Era bastante popular en el campus.

Hace tres meses hubiera considerado a David y a Julián mis amigos. Son los chicos con los que vivía en un departamento cerca del campus desde que empecé la universidad hace dos años. La idea de considerarlos mis amigos se esfumó cuando no intentaron contactarme ni siquiera una vez desde todo lo que pasó.

—¿Quienes?

—Dudo que conozcas a personas rehabilitándose por éxtasis, Car —respondo mirando por la ventana.

Mamá murmura algo inaudible entre dientes y mi hermana deja de presionar sobre el tema.

En cambio, empieza a hablar sobre ella. Es una buena distracción. Detesto hablar sobre mi, detesto la atención por más que no parezca. Así que escuchar hablar a otros es algo que sé hacer muy bien. Mi hermana empieza a hablar sobre sus nuevas clases, ahora que está en tercero de la universidad, año en el que yo debería haber estado si no fuera por mi "incidente". Caroline estudia en Dartmouth y es la persona más inteligente que conozco. Tiene una beca completa y todo. El cerebro de mi hermana es impresionante y no es sorpresa que tenga planeado estudiar abogacía en Harvard y seguir los pasos de mamá.

Somos mellizos y de los dos, ella siempre se destacó en todo. Yo simplemente me hacía a un lado para que ella brille, feliz de no estar bajo los reflectores. Aparentemente, si te destacas en todo, es como si estuvieras debajo de un foco y no quiero ese tipo de atención.

Media hora después, estamos entrando a la ciudad. El centro de rehabilitación en el que estuve está a cuarenta minutos de San Francisco, ciudad a la que ahora debo obligarme a llamarle casa porque mamá no quiere dejarme ir de nuevo a Santa Mónica y por ordenes, tengo que vivir con alguien. Sería inútil soltar solo a alguien que intentó matarse hace poco.

Eso significa que tengo que vivir con mamá y Richard, y es lo último que quiero hacer.

Paramos en un lugar de comida rápida y mi estómago por poco ruge. Al bajar, Caroline me sostiene del brazo y frunce el ceño desconcertada. Estoy por preguntarle qué está haciendo hasta que habla.

—Bajaste de peso —señala.

—Caroline, estuve en un centro de rehabilitación, no en un campamento para fisicoculturistas —bufo y hago que me suelte.

Como si no tuviera suficientes problemas, ahora tengo que preocuparme por la masa muscular que perdí y como me hace lucir.

Natación y surf hicieron que desarrolle muchos músculos mientras crecía. Cosas que fueron altamente beneficiosas porque a las chicas les encanta alguien que no solo tenga músculos sino un rostro lindo y sea gracioso también. Soy el paquete completo, si no conoces todos los problemas dentro de mi cabeza.

Durante mi estancia en rehabilitación, no tenía muchas ganas de ejercitarme. El gimnasio nunca me llamó la atención y mucho menos correr. Esas eran las actividades que tenían disponibles. Así que simplemente dejé de intentar y ahora perdí un poco de masa muscular, lo cual para Caroline parece ser una atrocidad.

—¿Estuviste comiendo bien? —me pregunta en ese tono preocupado.

Caroline actúa como si fuera mi segunda madre. Tenemos la misma edad con diferencia de algunos minutos, por el amor a Dios.

—Como nunca. Las chicas mentalmente inestables se peleaban por mí —pongo mis ojos en blanco. Aunque hay algo de verdad en lo que acabo de decir. Sin embargo, me mantuve alejado. No fui a hacer amigos o volverme con una nueva novia. Fui a... Sobrevivir.

—Ashton —masculla empezando a enfadarse a lo que río—. No tienes remedio. Vamos.

La sigo y entramos al establecimiento. El olor a frituras y cosas que me taparan las arterias me reciben con los brazos abiertos. Por fin una comida decente. Caroline se pone en fila y voy con ella para no escuchar las quejas de mamá. Detesta este tipo de lugares porque dice que son poco higiénicos. Noto como arruga la nariz ligeramente sin querer que nos demos cuenta.

Cuando ya tenemos nuestra comida, nos sentamos en una mesa cerca de una ventana. Mamá ya limpió la mesa con unas toallitas desinfectantes que siempre trae en el bolso. Incluso se pidió una hamburguesa. Nadie puede resistirse.

—Así que... —empiezo mientras termino mi primera hamburguesa y estoy empezando la segunda. Casi no respiré entre que le di el primer bocado a la primera—. ¿Qué hay de nuevo? Estuve tres meses encerrado sin celular, quiero los chismes más jugosos.

Mamá, dándose cuenta de mi sarcasmo, pone sus ojos brevemente en blanco. No obstante, empieza a hablar como si no lo hubiera notado.

—Dentro de poco es la boda de Nate —anuncia ella.

—¿Y quién mierda es Nate? —interrogo. Caroline suelta un suspiro. ¿Y ahora qué hice?

—Nate, tu hermanastro —contesta mamá.

—Ah, Nate. Claro. ¿Cómo no recordar al hermanastro que nunca conocí? —espeto. Cuando mamá se caso con Richard, me enteré que él ya tenía tres hijos. Si no me confundo, tiene un par de gemelos que son mayores que Caroline y yo por unos años, y una hija menor que tiene uno o dos años menos que yo. No recuerdo. Nunca los conocí. Mamá me enseñó una fotografía pero era vieja.

Los gemelos se llaman Nate y Rick, la más pequeña Quentin, o algo así.

Caroline aclara su garganta.

—Yo lo conocí —empieza en su tono alegre con el que siempre quiere pretender que el mundo entero son flores y arcoíris. Spoiler: No lo es. Puede que ella y yo crecimos juntos, por pocos pegados, pero es como si nuestras infancias hubieran sido completamente distintas.

—¿De verdad? —le pregunto sarcásticamente.

Me envía una mirada molesta.

—Sí, de verdad. Nate y Rick son divertidos, y honestamente, podrían haber sido mucho peor. Pero de los tres, Quinn es la mejor —empieza. Entonces el nombre era Quinn y no Quentin. Bien por ella.

Finjo escucharla pero realmente solo quiero clavarme un tenedor en el ojo para abandonar esta conversación.

—Wow, felicidades, Caroline —resoplo cuando empieza a hablar sobre un intercambio de libros y no sé qué más—. ¿Ya me reemplazaste?

Se calla abruptamente, su mirada entristeciendose. Mierda. Inmediatamente me arrepiento. Nunca trato mal a mi hermana. Para el caso, es la única persona que no recibe mi versión imbécil. No es tan solo porque soy capaz de ir hasta el fin del mundo por ella —obviamente no se lo digo—, sino porque Caroline es más... Sensible. Verla triste es difícil para mi.

—Lo siento —suspiro antes de que mamá intervenga para regañarme—. Es... Esto es complicado. Me perdí tres meses de mi vida. No es fácil escuchar sobre todo lo que pasó mientras no estuve.

Mamá suspira como si entendiera. No entiende. Nadie entenderá nunca lo que pasa en mi cabeza. Pone una mano sobre la mía. Estoy tentado a quitarla, sin embargo, me quedo quieto.

—Quizás algún día puedas conocerlos. —me dice.

Amo a mi madre pero detesto la mirada apenada que me está dando. No necesito más de esas miradas, no necesito que me traten como si fuera a romperme en cualquier momento. Quiero que se comporten como si nada hubiera pasado.

—Dios, no hables como si me estuviera haciendo pis de la emoción. No me interesa conocerlos —farfullo y quito mi mano.

—Cómo sea, Ashton. Son buenos chicos. Presiento que Quinn y tú van a llevarse muy bien —me dice con un entusiasmo que no creo que es real—. Es una chica muy buena. Está viviendo en Miami porque este año empezó la universidad allí pero visita muy seguido.

Me alzo de hombros y continuó comiendo mi hamburguesa. No me interesa Quentin. No me interesa Nate, no me interesa Rick, ni nada de la mierda que está pasando.

Estoy por cambiar de tema cuando un vago recuerdo se me viene a la cabeza.

—¿Quinn? ¿Esa no es la que casi se muere? —inquiero arqueando una ceja con repentino interés.

Mamá resopla y Caroline se cubre el rostro con sus manos.

—Tienes que ser más delicado cuando hablas de este tipo de cosas —me corrige como si tuviera siete años de nuevo—. Y sí, Quinn tuvo un accidente hace más de un año. Pero ya está mejor.

—Aww —murmuro—. ¿Crees que podemos armar un club y hacernos brazaletes que digan "Casi me muero pero no. Sigo aquí, tontos"?

—Termina tu jodida hamburguesa, Ashton —espeta Caroline sin rodeos.

Sonrío para no reírme. Eso puedo hacer.

***

No puedo vivir solo por instrucciones de mis doctores. Es ridículo. Es como si pensaran que al primer segundo que me dejen solo voy a saltar por un balcón o cortarme las venas. Ya aprendí mi lección. O lo haces bien o no lo haces porque mira en el lío que me he metido por no hacerlo bien.

Así que reglas son reglas.

Oficialmente estoy viviendo de nuevo con mamá, cosa que no hago desde que tengo dieciocho años.

Estoy seguro de que mamá no esperaba este giro en su vida. No esperaba tener que cuidar a su hijo de veinte años que supuestamente estaba listo para irse del nido y no volver. No es ideal para mí tampoco.

Vivir con mamá no me molesta, lo hice toda mi vida. ¿Voy a extrañar mi independencia? Como nunca. Lo malo es vivir con el nuevo esposo de mamá, Richard.

El tipo no me cae bien. No es que haya hecho algo. Es que el problema es que no hace nada más que amar a mamá... y es sospechoso por eso. Estoy esperando a que muestre sus verdaderos colores.

Estuve con él unas cuantas veces. Una vez nos llevó a un viñedo en Napa junto a Caroline con la idea de conectar con nosotros. Mi hermana amó cada segundo del tour, la comida y sacó cientos de fotos. ¿Yo por otro lado? Con una sonrisa y una identificación falsa hice que la mujer que vendía vinos me regale uno y me emborraché. Richard y yo nos peleamos. Cuando volví a casa, mamá me regaño. Días después, estuve de nuevo en Santa Mónica.

Es la última vez que lo vi, si no cuento esa noche en el hospital pero estaba demasiado inconsciente y desconectado de la realidad como para recordarlo.

—Es bueno tenerte en casa, Ashton —dice él mientras me ayuda con mi equipaje.

Ojalá pudiera decir lo mismo.

—Esta no es mi casa —respondo, a lo que Caroline bufa molesta. A diferencia de mi, mi hermana sí se lleva bien con Richard. Por muchas razones. Una de ellas es que Richard es algo así como un nerd, entonces hizo clic instantáneamente con mi hermana. Sirve mucho que toda la vida hayamos tenido un padre que es bueno para nada y Caroline quiera rellenar ese vacío.

Sé bastantes cosas sobre su vida porque lo investigué cuando empezó a salir con mamá. Es un abogado y trabaja en la misma firma que mamá. Es allí donde se conocieron. Estuvo viviendo en Portland hasta que se divorció de su antigua esposa y se mudó a San Francisco. Y obvio, tiene esos tres hijos que nunca conocí.

—Lo es —corrige mamá mientras entramos—. Empieza a acostumbrarte.

Entre los cuatro conseguimos meter mis cosas. Mamá hizo sacar todo del apartamento que compartía con amigos en Santa Mónica. Guardó por tres meses todo en el garage de la casa pero ahora es momento de ordenar mi habitación.

—Estoy seguro de que con el tiempo vas a sentirte como en casa —contesta Richard.

Por poco ruedo mis ojos.

Como siempre, la casa tiene olor a lavanda. Mi habitación es la más grande al final del pasillo. Nadie más vive en la casa pero tienen varias habitaciones que solo se usan cuando los hijos de Richard o Caroline y yo visitamos.

En unas cuantas horas, consigo armar mi habitación. No hay mucho, a decir verdad. Ropa, algunos libros, balones de fútbol y nada más. Hice guardar todos los trofeos de surf y ni siquiera sé qué pasó con mis tablas porque no están en el garage. Tampoco me importa, por mi las prendería fuego. No quiero volver a ver una en mi vida.

—¿Qué harás ahora? —me pregunta Caroline mientras termina de acomodar mis almohadas.

—Comer. —contesto observando por la ventana. Se puede ver la calle, va a ser molesto por los ruidos.

—Me refiero a la vida en general.

Me alzo de hombros.

—No lo sé —bufo. Tuve que poner en pausa la universidad y todavía no estoy seguro de si volveré. El semestre de otoño está por terminar, justo cuando empiezan las vacaciones de invierno en algunas semanas y luego empezará en enero el nuevo semestre.

Sé que mamá estuvo haciendo algunos trámites para transferirme y conseguirme un lugar en Hastings, una universidad famosa que está en la ciudad. Todavía no sé si tomaré el lugar.

—Puedes leer —me sugiere.

Trato de no lucir molesto. Cuando Caroline empieza a hablar sobre libros es capaz de no detenerse nunca.

—Hice mucho de eso cuando estuve encerrado. No más —replico. Como si estuviera en prisión, Caroline me envió libros para que lea. Como no tenía nada más para hacer, desarrollé el hábito. Algunos de los que me envió eran una mierda pero hubo varios que me gustaron.

—¿De verdad? ¿Cuál de todos es tu favorito?

—Uno de por ahí —resumo, no queriendo dar pie para que inicie una conversación eterna—. Ya es tarde, Caroline. ¿No tienes un novio al que volver?

—Frank estará bien, ahora quiero pasar tiempo contigo —habla mientras se sienta sobre mi cama. Así que es una de esas conversaciones—. Quiero saber qué harás durante este tiempo.

Aprieto mis labios molesto.

No quiero hablar sobre mi tiempo. No cuando mi vida se dio vuelta, ni cuando estoy lejos de mi vida universitaria que incluía fiestas, chicas, unos que otros "amigos", surf, fútbol americano y una que otra clase. Ahora estoy de nuevo en San Francisco, viviendo con mamá y bajo el ojo de un montón de personas que esperan que me recupere, que mi cabeza sane y que de repente todo esté bien.

—Si decides no volver a la universidad, tal vez puedes hacer un voluntariado —sugiere—. O incluso trabajar para la firma de mamá. Estoy segura de que pueden necesitar un asistente.

—Paso —resoplo—. Prefiero morir a ser la perra de alguien en una oficina.

Caroline niega con la cabeza decepcionada.

—Sabes que tienes que hacer algo, mamá no va dejarte hacer nada.

—Caroline, acabo de volver. Estoy libre hace literalmente horas. ¿Puedes no bombardearme con preguntas? —interrogo un poco borde, pero honestamente cansado de todo.

Mi rostro parece explicar lo que mis palabras no. Caroline asiente lentamente y no agrega nada más, lo cual agradezco. Echo un suspiro y me tiro de espaldas a la cama. Unos mechones molestos de cabello caen sobre mi rostro. Nunca lo tuve tan largo. Necesito un corte de pelo.

—Iré a comprar algo para comer —anuncio tras unos segundos. Me levanto, tanteando por costumbre a mi billetera en mis jeans pero recuerdo que no tengo dinero. Por supuesto. No manejo dinero hace tres meses. ¿Qué se supone que iba a comprar en rehabilitación?

—Tengo que sacar dinero.

—¿No quieres que vaya por ti? —me pregunta.

La miro con una ceja alzada. Juro que mi hermana tiene las mejores intenciones pero hay cosas de las que simplemente, no se entera por más que la golpeen en el rostro.

—Necesito volver a ver gente, hacer cosas normales de gente normal —le digo, como si hiciera falta que le recordara que acabo de salir de tres meses de rehabilitación.

—Oh. Tienes razón. ¿Quieres las llaves de tu camioneta?

Una de las tantas cosas que hizo mamá fue hacer traer mi camioneta de mi antiguo edificio. Se merece el cielo.

—No, necesito caminar.

—Está bien. ¿Quieres que veamos una película cuando vuelvas?

—Si me prometes que no será La La Land de nuevo —digo mientras revuelvo en mi valija para encontrar una camiseta limpia.

—Veré que encuentro —es su respuesta antes de irse de mi habitación. Entonces veremos La La Land. Fantástico.

Me doy una ducha rápida en el baño de la habitación y me visto con vaqueros negros y una camiseta blanca. Decido ponerme una gorra negra porque mi cabello no está cooperando con lo largo que es.

Termino de atar mis zapatillas, alzo el primer abrigo que veo entre mis cosas y agarro el juego de llaves que mamá me dio apenas llegamos.

Richard y mamá fueron al supermercado así que no hay nadie en casa además de Caroline cuando me voy. Afuera hace frío. Debería haber tomado la camioneta para no congelarme el culo. Aún así, hablaba en serio cuando dije que tengo que caminar. Me hace falta.

Encuentro un cajero automático cerca de la zona céntrica en donde estoy por comprar comida. Solo tengo tarjetas, así que saco algo de efectivo para poder andar durante un tiempo. Mis padres tienen dinero. Papá más que nada, pero no me gusta sacar demasiado. Detesto depender de él. Pero hasta que pueda ponerme de pie solo, tengo que doblar mi orgullo y usar su dinero.

Llegó a un café hipster en una esquina. San Francisco está lleno de este tipo de lugares con vibra tranquila que me hace querer quitarme el cabello con las manos. ¿Por qué quieren aparentar que todo está bien? Todo es horrible. Siempre lo esta.

Me pido un café y un sandwich. No tengo prisa así que me siento en una de las mesas de adentro, donde la calefacción funciona, y observo a la gente pasar con aburrimiento.

Adaptarme a una nueva ciudad no me preocupó hasta ahora. Mamá se mudó a San Francisco el verano de mi último año de secundaria, por lo que nunca estuve en esta ciudad más tiempo que una semana. Antes vivíamos en Connecticut, donde papá sigue viviendo.

No tengo amigos. No tengo nada para hacer.

Es una receta para desastre.

Termino mi comida y decido explorar un poco la ciudad para tener un mínimo sentido de ubicación. Si bien estuve aquí antes, fue solo para ver los sitios turísticos. Desconozco lo que es vivir en San Francisco. Aunque sí conozco las colinas molestas que hacen que tenga que trabajar el doble al caminar.

Estoy alejándome cada vez más de los suburbios e internándose en el corazón de la ciudad. Son las cinco de la tarde así que hay gente por todos lados junto a autos molestos y apurados que tocan bocina. Termino doblando en una esquina para alejarme del ruido de la avenida.

Mi celular comienza a sonar cuando estoy por cruzar la calle. Retrocedo y me alejo hasta terminar bajo un árbol para responder. Es mamá.

—¿Hola? —pregunto mientras paseo mi mirada por las personas que van y vienen por la calle. Hay varios edificios residenciales y en la esquina hay un pequeño parque. Es una zona tranquila y al mismo tiempo cerca del centro. Es bastante conveniente.

—Ashton Daniel Hawthrone. ¿Dónde estás? —interroga. Odio cuando usa mi nombre completo. Detesto mi segundo nombre.

Suelto un suspiro exasperado. Parece que tengo diez años de nuevo. Es molesto.

—Salí a caminar, ¿tiene algo de malo? ¿tengo que salir con mi correa? —inquiero recargándome contra el árbol. Fijo mi mirada al frente y veo a una mujer anciana pasear un perro miniatura. Es cómico. Tal vez eso haga este verano. Criar un perro.

—¿Dónde, Ashton? —me pregunta.

—Por la calle.

Mamá está hablándome sobre algo pero desconecto mis oídos al segundo en el que veo algo inusual.

Entrecierro mis ojos ligeramente para ver mejor. Justo en la esquina, veo de perfil a una chica esbelta de cabello rubio y piernas que lucen kilométricas en esos jeans. Intenta balancear un gato blanco gigante y una caja rosada que parece tener un pastel adentro.

Arqueo una ceja intrigado al ver que está por cruzar la calle. Sin ver, porque esta ocupada mirando hacia abajo e intentando balancear el gato y el pastel. Dios, ese gato luce como si pesara lo mismo que yo.

¿Nadie le enseñó que primero hay que ver a los dos lados antes de cruzar?

Espero a que se detenga como una persona con aunque sea una pizca de sentido común, pero no lo hace.

—Mamá, tengo que irme —suelto antes de cortar y guardar mi celular. Comienzo a caminar rápido cuando veo que el semáforo está en verde y la desconocida por caminar a su muerte.

Corro el último tramo hacia la esquina. La loca, porque eso es, una loca por cruzar así, está por la mitad de la senda cuando tengo que por poco arrojarme para atraparla antes de que una camioneta blanca la pise. El conductor toca bocina, aturdiendome los oídos mientras encierro mis brazos en su cuerpo y la tiro hacia atrás, haciendo que la caja del pastel vuele y se estrelle en el suelo.

Ella suelta un grito que me hace soltar mi agarre en su cintura inmediatamente.

—¡Imbécil! —chilla luego mientras observa como la camioneta pisa la caja, destruyendo todo su contenido por completo. Hay merengue y chocolate por todos lados.

Por lo menos fue el pastel y no el gato. Eso sería asqueroso de ver.

La desconocida se queda mirando como los autos pisan repetidamente la caja hasta que no pasa ninguno y se acerca a levantar los restos. Me quedo observando la escena con atención mientras veo como el gato blanco gruñe y empieza a arañarle los brazos, intentando escaparse.

—¡Ahg, gato, quieto! —chilla al borde de un colapso causado por la desesperación. El gato se calma un poco, y es cuando ella voltea a verme con ojos furiosos.

—¿¡Quién mierda eres y qué te pasa?! —vocifera.

Mier-da.

No esperaba esto.

Definitivamente no esperaba que la chica que salve luzca como la chica más preciosa que vi en mi vida. Sus ojos azules brillan debajo de los rayos del sol, su cabello es rubio y lo lleva atado en una coleta desordenada. Viste unos jeans que se ajustan a sus piernas, botas negras con tacón y un delicado abrigo beige.

Estuve con muchas chicas en mi vida, y todas las chicas son lindas a su manera pero esto es... Ella es...

—Estabas caminando hacia tu muerte, rubiecita. Yo diría "gracias" —respondo, saliendo del trance en el que entré al verla. No puedo comportarme como un tonto, no ahora.

—¡Estaba controlado, imbécil! —exclama, sus brazos luciendo cansados por sostener el peso del gato, que ahora ronronea en sus brazos. Bajo mi mirada. ¿Qué hace cargándolo?

—Casi te arrolla un auto, no estaba controlado —repongo volviendo a encontrar sus ojos—. Era la caja o el gato. Lo siento por el pastel. ¿Es tu cumpleaños, rubiecita?

Espero que no sea su cumpleaños porque va a ser un cumpleaños de mierda.

—Que te importa, imbécil —suelta. Es refrescante ver esta reacción por parte de una chica cuando me habla. Entiendo que esté molesta por el pastel, pero debería estar agradeciendome. De rodillas, si quiere.

—¿Cómo te llamas? —le pregunto. En mi cabeza hay un solo pensamiento, bastante simple a decir verdad: Necesito el número de esta chica.

—Que te importa —repite entre dientes—. Tengo que irme.

No me da chance ni de decir algo más cuando se aleja, llevándose al enorme gato consigo. La observo alejarse hasta que dobla en una esquina y no puedo verla más.

Solo me queda mirar al suelo y a la caja rosa aplastada. Entrecierro mis ojos cuando identifico un nombre escrito en marcador negro sobre la tapa.

Sonrío.

Es su nombre.

Aggie Monroe.

***

NOTA:

Me van a decir "YA LO SABÍAAAAA"? No? ehM... AJJAAJJAJAJAJ

En fin. ;) amo las sorpresas

(Esta va a ser una nota larga, nunca las hago tan largas pero me parece importante para ponernos al día y porque es el primer capítulo)

Hola, chispitas. Empecemos profesionalmente esta vez. Para las chispitas nuevas que no me conocen, soy Cande, tengo 18 años y vivo en Argentina. Soy swiftie y directioner. No sé qué más decir. JAJAJAJ descripción suficiente. Bienvenidos a los lectores nuevos y a las que ya me conocen, hello bitches.

Voy a ir directo al grano. Hay muchas cosas que quiero sacarme del pecho y contarles:)

Tenía planeado dejar Wattpad después de escribir mi último libro (La Conquista). Era una decisión que tomé en 2019 y estaba super segura. Incluso escribí un texto que iba a publicar avisando que me iba a ir por un tiempo indefinido a lo One Direction. La razón principal era porque llevo escribiendo y actualizando desde que tengo como 13 años y antes no me daba cuenta pero empezó a afectarme y a cansarme. Al punto en el que cuando no escribía, me sentía mal porque sentía que no estaba haciendo nada. Era un poco tóxica la pelea mental que tenía en mi cabeza así que me dije que lo mejor sería alejarme, y no quería dejar LQ a medias así que la terminé. Además, sabía que iba a terminar el colegio y empezar la facultad, y quería algo diferente? No sé qué pensaba.

CLARAMENTE, acá estoy. Mala hierba nunca muere. Y es que pasaron muchas cosas. Una de ellas, la fucking PANDEMIA. De repente estaba en mi casa todo el tiempo, perdí muchas amistades, me desconecte mentalmente de todo el mundo como sé que mucha gente hizo y me deprimí mucho. Es como si me hubiera estancado en el tiempo y lo único que tenía claro era que quería escribir. Era raro, porque tenía taanto cambios sucediendo en mi vida, literal millones que sentí que nada dura para siempre excepto esta conexión con escribir y con mis lectoras. Lógicamente, me aferré a eso y puse mucho en perspectiva.

Estamos en una situación horrible, hay tristeza y cosas malas pasando todo el tiempo y si puedo aportar mi granito de arena para entretener un poco a unas cuantas personas, entonces acá voy a estar.

Sería muy fácil dejar, porque no tengo el tiempo entre clases y todas las cosas que tengo que hacer pero no voy a hacerlo, porque mientras mi salud mental estaba en PICADA, escribir siempre fue eso que me hizo sentir como si estuviera brillando y que ponía orden, mi cable a tierra y blah blah blah. ¿Por qué dejar algo que me hace tan bien?

Además, tengo muchas ideas en borradores que literal me están pidiendo a gritos ser escritas.

Las actualizaciones van a ser semanales y generalmente los lunes, pero habrá lunes que no podré subir porque Wtf nadie me dijo que la facultad es tan complicada. (para las curiosas, estoy estudiando ingeniería industrial), so yes, el tiempo no me sobra exactamente.

No quiero que se haga más largo de lo que ya es, solo agradecerles por el amor de siempre y por seguirme en este camino. A veces no termino de creer que hay gente que ME LEE. Esta aventura no las va a decepcionar porque la historia de estos dos está dando vueltas en mi cabeza desde hace como un año. Me voy a superar, les prometo ;)

Nos vemos el lunes que viene. Y si llegaron hasta acá, son las reales;) les doy un adelanto además de decirles que el libro entero va a tener dos narradores.

«Me levanto del suelo y corro a buscar mi celular que dejé en la mesada de la cocina. Atiendo y me apoyo sobre la encimera para estar más cómoda.

—Liam —saludo. Ni siquiera tengo que mirar la pantalla para saber que es él. El mejor amigo que una chica puede tener.»

Con todo el amor del mundo,

Cande



PLAYLIST DE LOS SECRETOS QUE ESCONDEMOS EN SPOTIFY, LA PUEDEN BUSCAR POR "Los secretos que escondemos" o en por mi nombre de usuario: @isnotcandy

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