Capítulo 50 ❆
Lejos del mundo y de sus miradas indiscretas, de mestizos o animales Arterys supo por primera vez en años que era feliz. A su lado estaba ella, y una parte de él seguía sin creerse que una princesa, que el corazón de una futura reina, le amase.
Vanora se encontraba a su lado en el lago en el que se habían criado, tumbada sobre una tela que había arrancado de algún carro en el campamento y ahora les servía para no ensuciarse. Estaba mirando el cielo despejado que podía verse más allá de las copas frondosas de los árboles.
—¿En qué estás pensando? —Preguntó el chico al tiempo que cruzaba sus brazos y los apoyaba en sus rodillas para observar la calma del lago y como al otro lado estaba la tumba de Zelik.
—En cómo van a cambiar las cosas ahora.
—Si...Ahora que Dullahan y Hedas tienen ese pergamino, ya pueden empezar a buscar los Artefactos y...
—¿Y si el resto de cortes deciden buscarlos? ¿Tendremos que enfrentarnos contra gente que conocemos? —El rostro de Vanora se tornó serio, preocupado. Arterys por su parte tan solo suspiró a su lado.
—Ya lo hemos hecho, ya nos hemos estado enfrentando a gente de nuestras antiguas vidas. No creo que sea muy diferente ahora.
—Pero yo no quiero luchar por algo en lo que no creo. Necesito saber la importancia de esos objetos, qué es lo que está pasando en las altas esferas de este reino y en los Dominios... Necesito...
—Respuestas. —Sentenció el chico dejándose caer en la tela para estar a su lado, mientras ella seguía mirando el cielo y los pájaros deambular de un lado a otro. Él dejó de mirarla—. ¿Recuerdas lo que traté de decirte antes de que fuéramos a la batalla?
—Por supuesto, pero no quisiste decirme nada.
Vanora inspiró hondo sabiendo que tal vez volvería a dejarla sin respuestas, que tendría que vivir con ello y aceptarlo. Estaba tratando de aprender con todas sus fuerzas que las personas necesitaban su tiempo, que todo el mundo tenía su ritmo y que ella debía moverse con él.
—No quiero que haya secretos entre nosotros, eso solo nos ha traído problemas.
—Y que lo digas...
—¿Recuerdas que dije que la reina de los dominios debía de saber los secretos del rey? —Vanora asintió para mirarle de reojo, aguardando, esperando en su nueva calma helada—. Hedas me contó muchas cosas cuando empezó a instruirme. Aunque hubo mucho escarmiento físico, muchas de sus lecciones no eran de armas, si no de estrategias...
—¿Hedas hizo de maestro? Eso sí me sorprende. —Las manos de la chica se posaron sobre su vientre esperando por más información.
—Mientras que a Osrok lo entrenaba en el combate, a mi trataba de instruirme en los otros artes de la guerra. La planificación, la estrategia, la determinación. Osrok era la ejecución y yo la parte organizadora. Pero yo quería formarme en todos los sectores porque no quería volver a sentirme el segundón de nadie.
La chica simplemente asintió de nuevo esperando a que Arterys se desahogara respecto a lo que había sentido todos aquellos años y aguardando para la información relevante que se ocultaba tras aquellas enseñanzas.
—Entonces me contó muchas cosas que en un principio no creí. Hablaba de una princesa que estaba entre sus filas, que había huido de un reino peor que el infierno y yo no sabía si mentía, era imposible. Decidí investigarlo y te encontré, y eso me hizo comprender que lo que estaba contándome sobre mí y lo que sucedía en nuestro mundo era verdad.
>>Lo que sucedió con Aran, el rey loco de Alstan no fue un hombre con ansias de poder, sino que estaba preparándose para una rebelión que algunos de sus cortesanos más importantes estaban organizando. Que, en los años posteriores a eso, el mundo había burlado las normas y que muchos hombres habían roto sus juramentos acostándose con otras reinas...
—Arterys. ¿Dónde quieres ir a parar? —Novara se acomodó sobre sus codos para poder ver al chico que parecía perdido en sus pensamientos.
—Hedas confirmó lo que durante un tiempo yo había sabido, despertó recuerdos que mi memoria había dejado a un lado. —Comenzó el chico con la voz rasposa, ronca—. Si todo esto es cierto puede que Aran el loco, sea mi padre, Vanora. Tal vez sea el hijo del último rey de Alstan y por ello un peligro a ojos del mundo. Soy el enemigo de aquellos que formaron una rebelión contra él y que lo obligaron a robar la magia de la Torre Astral para defenderse y que mi cuerpo absorbió por error.
—Pero...
—Mi padre me dejó con un pelotón de sus mejores soldados y me llevaron a la otra punta de Alstaen, pero ya conoces la historia. Me escapé y acabé con unos piratas. Es posible que la reina de los Dominios esté buscando los Artefactos antes de que los encuentre mi padre, si es que sigue vivo, para volver a unificar Alstaen con la magia de los objetos. Ya que con ellos podría hacerles pagar a las cortes que se rebelaron contra él...
—¿Qué estás diciendo...?
—Tu padre fue quien encabezó la rebelión contra el mío, el que ordenó su muerte y el responsable de la pérdida de mi madre y hermanas. —Anunció el chico con la voz apagada mientras observaba el cielo con la mandíbula apretada.
—Arterys...Yo no sabía...
—Tranquila, sé que él también te hizo daño. —El chico le sonrió con tristeza, encogiéndose de hombros y ella simplemente se recostó a su lado apoyando la cabeza en su pecho, observando la Triveta que aún tenía él—. Por eso mismo le haré pagar. Algún día cuando tengamos la oportunidad, nos vengaremos por lo que nos hizo.
Vanora asintió ante las palabras del chico mientras sus dedos se deslizaban por el colgante. Su mente iba demasiado rápido, pues la información no era poca cosa, ahora sabía que su padre era el jefe de una rebelión mayor. Pero, ¿Con qué propósito? ¿Por qué acabar con la vida de un hombre? ¿De un rey? Nadie sabía si Aran seguía vivo.
—Pero Arty, ¿Qué tiene que ver entonces la reina de los Dominios con todo esto?
—Los Artefactos están atados a dos de sus mejores y más leales soldados y uno a ella misma. Que otro lord o rey los usara en su beneficio debilitaría su reino y a ella, sería una presa fácil para conquistarla y doblegarla...
—Por eso quieren encontrarlos antes que el resto. Porque sabe que serían un blanco demasiado fácil para cualquier corte, incluso para Gelondun quien siempre ha querido reclamar sus tierras. —La voz de Vanora sonó con más fuerza. Con una de sus manos en el torso del muchacho los ojos de ambos volvieron a encontrarse. —Arty... ¿Sabes lo que eso significa?
—¿Qué soy un chico más interesante de lo que esperabas? —La sonrisa en los labios del chico derritió su corazón. Jamás se cansaría de verlo así, sonriente, aunque las sombras de su pasado le persiguieran.
—Eso...—Vanora se inclinó levemente para verlo a los ojos con más intensidad mientras sus dedos se deslizaban alrededor del colgante. —Y que eres un príncipe.
—Así que después de todo no somos tan diferentes, princesa. —Una de las manos del chico se alzó con suavidad para acariciar con ternura la mejilla de ella, en su cicatriz, en el corte.
Apenas unos días después de que Vanora le sacase de la cascada, habían cerrado el vínculo con el Corte en una ceremonia privada con Hedas y Dullahan como testigos y presentes. Un corte en la palma de ambas manos y su sangre mezclada había sido suficiente con el lema que la Orden usaba.
Ahora ya estaban unidos, su poder podría regularse siempre y cuando estuvieran cerca. Era curioso y en gran parte extraño que después de tanto tiempo, al fin el vacío que había estado en el pecho de Vanora ahora se hubiera llenado. Ya no estaba sola, estaban Hara, Dullahan, Osrok y sobre todo Arterys.
—Darak Arterys Galaryon.
Los labios del chico se ensancharon en una sonrisa al escuchar como ella mencionaba su nombre completo y en la felicidad que eso suponía para alguien que siempre había estado perdido. Ya tenía su nombre, su historia, pero ahora le tocaba a él escribir lo que vendría a partir de ahora. Pues a pesar de la reciente felicidad, ambos eran muy conscientes de las estrategias que tenía la reina de los Dominios.
Tenía en sus manos al hijo del antiguo rey de todo Alstaen, pero también a la hija del hombre que se había rebelado contra su reino. Así que ahora era cuestión de tiempo y dejar que los reyes jugasen con sus cartas para ver qué papel tendrían ellos en su batalla.
Arterys se movió con velocidad y de un segundo a otro la chica estaba tumbada y él inclinado sobre ella. Sus ojos magentas la recorrieron entera, memorizándola, admirándola por aquellos segundos que deseó con todo su ser que fueran horas.
—Ojalá el mundo pudiera acabarse esta noche, pues no me importaría lo más mínimo siempre que tú y yo estemos juntos. —Recitó el chico uno de los versos de aquellos libros en los que se había refugiado los primeros años en el campamento.
—Príncipe y poeta. —La risa de Vanora fue como una música que Arterys jamás se cansaría de escuchar, y ella admiró la sonrisa del muchacho cuando este se inclinó para besarla—. Espera...
—¿Esperar? ¿No hemos esperado suficiente?
—Sabes bien porque lo digo Arty.
Los labios de ambos estaban rozándose y las manos de Arterys se cerraron en puños conteniendo la tierra que había debajo de la tela que los separaba de ella. Juraba que podía sentir como el corazón de él latía con fuerza contra su pecho, pues de alguna manera era el reflejo del suyo propio. Pero simplemente no podían, no podían ser lo que ellos querían en aquel lugar, no con lo que había pasado. Juntos serían un objetivo mucho más fácil de herir, dañar o romper y si querían mantenerse con vida el tiempo suficiente debían mantenerse alejados.
—Lo dices por ella, ¿verdad? Por Hara. —Murmuró el chico contra sus labios, la voz cargada de decepción.
—Ha perdido a Zelik y nosotros también. Pero su corazón está roto en mil pedazos y vernos a nosotros así solo hará que romperlo más. —Las manos de Vanora acariciaron su rostro perfecto, y apartaron su cabello negro y blanco de sus ojos para poder verlo—. Ella nos necesita a ambos a su lado.
—Pero Vanora...
—Como amigos, Arty. Por ella.
Vanora contuvo el aliento al recibir los labios de Arty más cerca, casi unidos sintió como el chico se tensaba ante la última palabra que había salido de sus labios y con un gruñido cargado de frustración se separó de ella para dejarse caer a su lado.
—Sé que Zelik no estaría de acuerdo con esta decisión...Pero si crees que es lo correcto lo aceptaré. —El tono de Arty fue como una daga directa al corazón, y con los brazos cruzados sobre sus rodillas como al inicio Vanora se sentó a su lado observándolo con la misma tristeza que él trataba de ocultar.
—Solo durante un tiempo, hasta que veamos cómo está Hara. Solo para no causarle más dolor y que no se sienta más sola de lo que ya está. Después...
—Será por la reina de los Dominios, mi padre o el tuyo. Los Espectrals o los Ementals. —Murmuró Arterys con la mandíbula apretada.
—Solo tenemos que esperar, será solo por un tiempo.
—¿Y si dentro de unos meses, años, ya no sentimos lo mismo? ¿Y si uno de los dos muere?
—Arty, eres como una piedra en mi bota, por más tiempo que pase no podría sacarte de ella—La sonrisa de Vanora fue todo lo que Arty necesitó para rodearla con un brazo y besar su cabeza en señal de aceptación. —Y pase lo que pase tú y yo volveremos a encontrarnos.
—Dalo por hecho princesa.
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La reunión había sido tan improvisada que ni a Vanora ni a Arterys les había dado tiempo de sacar el barro de sus botas.
Dullahan los había convocado junto a Hara, Osrok y algunos miembros más de sus respectivos pelotones. La casa de los líderes se encontraba reorganizada para hacer sitio a los invitados, y el gran salón que antes gozaba de ciertas ventanas extra fruto del desgaste, ahora estaban cubiertas por piedras. Un conjunto de sillas desperdigadas por el lugar, la chimenea encendida y la gran mesa del comedor que cojeaba y mostraba signos evidentes de moho, era coronada por un enorme mapa de todo Alstaen.
—¿Sabéis por qué os hemos hecho llamar? —La voz del hombre ciego resonó por todo el salón, con exigencia y con una seriedad que hacía tiempo que ella no había visto.
—¿Para premiarnos por nuestras labores? —preguntó uno de los chicos.
—No señor Daryn. Por esto.
Dullahan dejó sobre el mapa el pergamino que ella había robado y que su maestro debía haberle arrebatado cuando estaba inconsciente. Se había preguntado durante las últimas semanas donde podría haber ido a parar, si lo habría guardado o su mentor lo había mandado a algún otro lugar. Pero no, allí estaba, frente a sus narices.
—¿Sabéis lo que es?
—Vanora...—La voz de Hara la llamó la atención y ella se movió en silencio hasta su lado. Pues entendía bien lo confundida que podía estar su amiga. ¿Por qué habían hecho llamar a una curandera?
—Tranquila, será una tontería ya verás. —Le tranquilizó ella.
—No tiene pinta de que lo sea. —La voz de Arterys resonó a sus espaldas, y Hara le dedicó un asentimiento cohibido.
Los ojos del chico se posaron sobre Vanora quien lo miró con tristeza sabiendo que él deseaba estar allí, a su lado y no tras ella. Pero que aquello podría llamar demasiado la atención a aquellos ojos curiosos que ahora no dejaban de mirarlos.
—Es el pergamino que nuestra querida Vanora Ganodac ha conseguido. —Los ojos de aquellos que no la habían visto se posaron sobre ella y le dedicaron un asentimiento a modo de saludo y recompensa—. Pero como bien sabéis, nuestra misión no sé puede cumplir de una forma tan sencilla como encontrando un pergamino.
—Principalmente porque la ubicación de los Artefactos del Ayer está repartida en diferentes pergaminos y ubicaciones que desconocemos. —Sentenció Hedas, el último jugador de este juego ya estaba entrando en la sala. Sus ojos oscuros viajaron hasta ella cargados de un sentimiento que Vanora seguía sin comprender.
—¿Pero alguien puede encontrarlos sin esos pergaminos? —Preguntó Osrok mirando a su mentor. Sus brazos cruzados sobre su enorme y musculoso torso.
—Si, tan solo haría falta tener los libros adecuados y un nivel de perspicacia demasiado desarrollado. Las pistas están en alguna parte, escondidas en mínimos detalles. Pero todo siempre serán suposiciones y ello puede llevarnos a misiones fallidas. — Continuó Dullahan—Con los pergaminos es un camino seguro.
—¿Por qué estamos aquí Dullahan? —Cortó esta vez Vanora viendo como Hara se abrazaba a sí misma por el frío que hacía en la sala.
—Tenemos la certeza de que en la Corte Este y Oeste tienen más información que nosotros sobre la ubicación de los Artefactos. —Dullahan acarició el mapa y aun sin verlo, sus dedos se movieron a las dos cortes que había nombrado. Hedas por otra parte ya se encontraba a su lado sacudiéndose el cabello y mirando a sus soldados. — Puede que en sus bibliotecas tengan detalles que nosotros desconocemos.
—Y esa será parte de vuestra misión. —Habló Hedas esta vez apoyando ambas manos contra el gran mapa.
—¿Parte? ¿Cuántas partes tendrá? —Gruñó Arterys temiéndose lo peor. Su cuerpo entero se tensó de golpe y en medio de la oscuridad que proporcionaba la parte en la que se encontraba se acercó más a las chicas.
—Os dividiremos en dos grupos, Hara y Arterys dirigirán el viaje a la Corte Oeste mientras que Vanora y Osrok irán al Este.
Los murmullos comenzaron a resonar por el salón pues el resto de soldados tendrían la información un poco más tarde. Los ojos de Osrok viajaron de reojo al grupo de amigos que se miraban entre sí completamente confundidos.
¿Y por qué separarlos? Ahora que Arty y Vanora habían conseguido cerrar el vínculo serían más fuertes juntos. No tenía ningún tipo de sentido y todos en aquella sala lo sabían.
—Vuestras misiones son las siguientes. Iréis a la corte asignada en busca de toda información valiosa sobre la ubicación de los Artefactos. —La voz de Hedas sonó más grave y profunda y una sonrisa malévola adornó sus labios cubiertos por cicatrices. —Y acabareis con la vida de las personas que se os digan.
—¿Qué?
—¿Desde cuándo somos asesinos? —Habló Hara con las mejillas sonrojadas por la ira.
—¿A quién queréis que matemos? ¡Somos ladrones, mercenarios, pero no asesinos!
—Quién lo diría después de volar un castillo por los aires. —Dijo Hedas entre risas graves.
Arterys se movió lentamente tras ellas, dejando una mano sobre el hombro de Hara para que esta sintiera que no debía preocuparse, pues él estaría allí para ayudarla y alejarla de aquella misión y de lo que tendría que ver si la cumplían.
Vanora, por su parte, echó los hombros hacía atrás dejando la espalda recta a sabiendas de que iban a tener los nombres de las personas en aquel mismo instante, no se esperarían a que ellos formasen alboroto. La tensión bailaba en el ambiente, todos y cada uno de ellos más rígidos que el anterior, más a la defensiva, a la espera.
Pero la mano libre de Arty se movió en la oscuridad para coger la suya, su calor la calmó y reconfortó. Sus dedos se entrelazaron en medio de las sombras esperando que nadie se percatarse de ello. Ya que, en aquel momento, aquello se había vuelto el único apoyo que ambos tendrían del otro.
—Deberéis asesinar a los hijos de aquellos que son nuestros enemigos más antiguos. Quienes nos hicieron estas marcas y por quienes nos castigaron con los Artefactos, si queréis ganaros un lugar en la Orden.
—Sus nombres son Setka Sedylion y Elaya Arandor.
Vanora se dio cuenta en aquel instante de donde recordaba aquel apellido, y es que no era otro que del hombre que le había perdonado la vida en la Corte Sur. Aquel que le había dejado marchar a ordenes de su reina ahora debía de ver morir a su propia hija a manos de ella.
Las preguntas no fueron lanzadas de sus labios pues Dullahan alzó sus brazos sumiéndolos en la más absoluta oscuridad, dando así por finalizada su reunión y el comienzo de su misión. Pues una nueva aventura les esperaba, y si deseaban reencontrarse lo antes posible, la única opción que tenían era cumplir lo que se les decía.
A sabiendas de que aquellas acciones los llevarían directamente al infierno.
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