Capítulo 48 ❆
Había buscado a Arterys por todas partes, pero no lo había encontrado. Deseaba dar con él cuanto antes para asegurarse de que estuviera bien, pero nadie sabía bien dónde había acabado esa última semana. De alguna manera que no comprendía era como si se lo hubiera tragado la tierra.
Novara paseó por las calles de piedra viendo como aquellas personas que antes la esquivaban o la miraban de reojo y que no se apartaban de su camino, ahora se echaban a un lado para dejarla pasar. Hara iba junto a ella revisando su bolsa en busca de los viales de cristal en los que se encontraba la medicina que ella solía llevar.
—Creo que lo llevo todo.
—Recuérdame porque vamos a ver a Osrok. — Suspiró Novara mirando en todas direcciones esperando por ver al chico pasar por algún lado. Pero no fue así. Se había esfumado del campamento sin dejar rastro.
—Aunque hace dos días lo vieras hecho y derecho, tiene una herida infectada y necesita atención.
—¿Y no puede ir a la enfermería? —Su voz era dura y todos aquellos que la escucharon se apartaron del camino de ambas para dejarlas pasar. Novara siguió caminando con la vista al frente, con sus ojos cargados de hielo.
Hara la observó en silencio mientras avanzaban percatándose de la frialdad en cada uno de sus gestos, en cómo algo había cambiado en ella. Sus movimientos ya no eran despreocupados, sus pasos eran más militarizados, su espalda se erguía más recta y su barbilla lucía alzada. Aquellos ojos plateados que refulgían contra la luz del sol brillaban con el lema del norte grabado en ellos a fuego y sangre.
"Eternos como las montañas. Implacables como el hielo. Despiadados como el invierno."
—Novara, espera. —La chica la agarró del brazo al girar por una de las calles de piedra derruida, frenando su avance antes de entrar en la que sería la casa del paciente al que iban a visitar—. Los altos rangos, los protectores que están por debajo de Hedas no quieren que te acerques a Osrok o a nadie que pueda darte cierta información...Pero yo estoy saltándome esas reglas por ti, estoy poniendo mi cuello en juego para que encuentres...
—A Arterys. — Se adelantó Novara. Hara suspiró en confirmación y sus hombros se relajaron al comprobar como ese hielo que había en los ojos de su amiga ahora se derretía ante el nombre del chico.
—Si Osrok tiene información, a la única persona que puede contárselo es a ti.
—¿Por qué iba a contarme algo sobre Arterys? Eso podría hacerle perder valor ante Hedas, en que su mentor no confiara en él.
—¿No te lo ha dicho Dullahan? Osrok y Arterys fueron los primeros en internarse al castillo, después de Zelik...—La voz de la fae se rompió durante unos instantes, pero se aclaró la garganta lo más rápido que pudo para no echarse a llorar de nuevo por el vacío que él había dejado en ella—. Lucharon juntos para encontrarte. De alguna manera se aliaron, hicieron una tregua por ti. Te admira.
¿Osrok Cabello de Bronce la admiraba? Eso sí que era sorprendente. Hasta hacía meses habían intercambiado las mínimas palabras. Una competencia que había ido creciendo con el tiempo y que al final había generado entre ellos un buen rollo que sin duda ella se alegraba de tener. Era el único que parecía tomársela un poco en serio.
—La admiración no me sirve de nada si no me da respuestas. —Novara se colocó mejor el cinturón y echó un vistazo a la casa del chico que estaba al final de la calle. — Y más le vale decirme donde está Arterys, porque no voy a permitir que los perdamos a los dos.
—Novara...
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La pequeña casa de Osrok estaba mejor de lo que Novara o Hara hubieran imaginado. El suelo estaba más limpio de lo esperado y los premios que el chico había conseguido brillaban en las paredes o en los muebles que él mismo había restaurado. Las velas se repartían por las paredes iluminando los rincones donde el sol no alcanzaba.
El chico reposaba sobre un viejo sillón y se había quitado la camisa para dejar a Hara trabajar en la herida de su abdomen. Aunque sus ojos no estuvieran puestos en la curandera, que estaba tratando de limpiar la herida con gasas, se seguía manteniendo alerta por si había algún movimiento sospechoso.
—¿Has venido de espectadora? Si querías verme los músculos no hacía falta que esperaras a que me hirieran. — Ronroneó el chico con su evidente voz de ligoteo y Novara hizo su mayor esfuerzo por no tener una arcada.
—Si quisiera ver abdominales me hubiera ido a ver a Arterys. — Se burló ella y la tensión en el rostro del chico se hizo más palpable, tal vez ante el nombre del chico del que tenía información o por su comparación. —Sabes algo de él, ¿verdad?
—¿Nunca te han dicho que está feo eso de comparar? Los hombres somos muy celosos en ese aspecto.
—Osrok...—Esta vez fue la voz de Hara, que sacó uno de los viales de su bolso para empapar la gasa. Una advertencia, clara y simple. Debía tener cuidado si no quería acabar con algo atravesado.
—¿Sabes que es lo que está feo? —Ronroneó Novara deslizando los dedos por la repisa de una vieja chimenea, recogiendo el polvo entre sus dedos y deslizándolos por una de las velas encendidas. No sentía el calor, no sentía la cera ardiendo en sus dedos—. Que me tengas delante y prefieras evadir mis preguntas a responderlas.
—Ambos sabemos que, si respondiera a esas preguntas, mi cabeza acabaría en una pica.
—¿Y eso sería tan malo? —Los ojos de la Invocadora brillaron con fuerza cuando atraparon entre sus dedos la llama de la vela, sofocándola —. Osrok, agradezco la ayuda en la batalla, no me malinterpretes... Pero ya he perdido a un amigo, no puedo perder a otro.
Sabía que aquella iba a ser una conversación incómoda, sobre todo para Hara, que al recibir las palabras de Novara se tensó de golpe como si fuera un resorte. Pero ambas sabían que no podían permitirse perder a alguien más que les importase en tan poco tiempo. Las manos de Hara continuaron moviéndose mientras sus ojos bailaban por la zona herida e infectada.
—Me estáis poniendo en una situación muy comprometida con Hedas. Sabes perfectamente como trata él la confidencialidad.
—No te pediría que te jugaras el cuello si no fuera importante. —Los dedos de Novara acariciaron la cera ardiente viendo como esta se pegaba a sus dedos y se deshacía de ella deslizándola por la madera de la chimenea, dibujando una Triveta. —Nadie lo ha visto en semanas, necesitamos saber que sigue vivo. Necesito saber dónde está.
El suspiro de Osrok fue tan profundo que Hara se separó de él para observarlo con atención mientras sacaba unas vendas limpias que ponerle. No lo haría, no lo terminaría de sanar hasta que Novara le diera la orden, hasta que hubiera acabado de sacarle la información que habían venido a buscar.
—Más vale que no acabe muerto por esto, Ganodac.
—Los hombres sois tan exagerados como egocéntricos. —La chica rodó los ojos mientras se apoyaba en la repisa ahora manchada y salpicada con la cera de las velas.
Silencio.
Osrok sopesó durante unos instantes qué respuestas dar y al tiempo que alzó los brazos para que Hara comenzara a enrollar los vendajes a su alrededor él comenzó a hablar. Novara tan solo le dedicó un asentimiento a su amiga para que esta empezase a sanarlo y así recibir la información.
—Hedas desapareció los primeros días y cuando volvió todo había cambiado. Todo el que participó en la batalla tuvo su castigo, reprimenda, llámalo como quieras. Todo tipo de trabajos en el campamento, algunos peores, otros soportables. —Habló el chico—. Pero cuando Arterys y yo llegamos, lo agarró del cuello y lo lanzó al barro. Me ordenó que no me moviera mientras lo interrogaba sobre lo sucedido y lo apaleaba, pero cuando se enteró de que él había sido quien había tenido la idea de entrar sin refuerzos o estrategia, lo arrastró con él.
—Pero... Si fui yo la que entró en ese castillo sin refuerzos. —Gruñó Novara arañando la repisa con la mandíbula apretada.
—¿Y qué más daba? Hedas ya tenía a su culpable, uno de los suyos. No viste la decepción en los ojos de Hedas cuando supo que su mejor estratega había actuado a lo loco.
—¿Dónde está? ¿Dónde se lo llevó Osrok?
—No lo sé.
—No me mientas. — Sentenció ella con una calma aterradora con sus ojos puestos en su mano vendada, allí donde el veneno la había herido y dejado indefensa. Una señal de su debilidad.
—En serio Novara, no tengo ni idea. Podría decirte un sitio aproximado por la dirección en la que cabalgaron, pero no te serviría de nada.
—¡Maldita sea Osrok, dímelo! Necesito algo. Lo que sea. —La chica golpeó con fuerza la repisa con el puño ante los ojos de Hara y el chico abrió la mano dejando que allí brillara el fuego que antes había sido de la vela. —Podría provocar un incendio en tu casa, podría quemarla hasta los cimientos. Podría hacerte arder hasta que me dijeras donde está, qué está haciéndole Hedas. Pero no quiero tener que recurrir a eso.
—No tendrás que hacerlo. Te diré lo que sé, pero no olvides quienes son tus enemigos.
—Yo jamás lo hago. El norte no perdona, pero tampoco olvida.
Osrok dejó que Hara terminara de curarle y cuando la chica se incorporó, colocándose al lado de su amiga, él sacó un mapa de una vieja bolsa que descansaba en el suelo y señaló el campamento.
—Nosotros estamos aquí, pero Hedas tomó el rumbo hacia el Este. Por el barro de sus botas, reciente y aguado, o su cabello mojado, deja muy claro que debe de haber ido a una zona donde haya un río, una cascada o un lago. El musgo que está pegado a sus botas solo crece en esos lugares.
—¿Hay algún río en esa dirección? —Preguntó Hara examinando el mapa.
—Sí, uno que se interna en el bosque. Pero nadie ha decidido explorar esa parte porque los Espectrals son más activos por allí.
—¿Dirección? —Fue la única pregunta que Novara formuló ante los ojos de Osrok que seguía con la vista fija en ella.
—Noroeste, menos de una hora de viaje hasta que encuentres el rastro que habrán dejado. Pero...
—Suficiente. Gracias Osrok. — La chica cerró el puño para sofocar el fuego y antes de que nadie pudiera decirle nada salió de la casa.
Los gritos de Hara y Osrok la siguieron fuera, atravesando las calles, Novara les llevaba varios pasos de distancia y antes de que alguien pudiera siquiera percatarse de lo que estaba sucediendo, la chica saltó por unos tocones de madera hasta lanzarse al caballo de Arterys, que parecía haber estado esperándola.
Las riendas acabaron en sus manos gracias a una sacudida del corcel y antes de que aquellos que debían asegurarse de que el animal de pelaje negro no se escapara, este cabalgó entre los mercenarios y ladrones como una sombra llevada por el mismísimo Umbrak.
Osrok y Hara la observaron con impotencia, sin aliento por la carrera fallida y maldijeron en voz baja el no haber previsto lo sucedido.
—Voy a por ti Hedas y juro que te haré arder como le hayas hecho daño.
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