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Capítulo 38 ❆

¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Desde cuándo Arterys había tenido el valor de tocarla? Ni siquiera la miraba en la mayoría de ocasiones, como para haber reunido tanto coraje en tan solo una tarde y arrinconarla contra aquel árbol.

Quería golpearlo. ¿Qué pensaba? ¿Qué era una dama en apuros? No necesitaba de su ayuda y menos con algo tan absurdo como lo era aquello. Era una luz, el estallido de los fuegos artificiales lanzados a sus espaldas que no eran más que parte de una prueba en el castillo al que debían espiar.

La mano del chico seguía sobre su boca, ambos mirándose fijamente. Los ojos plateados de Novara seguían fijos sobre los verdes del chico, que al contrario que hacía unas horas, ahora brillaban con tanta intensidad que la joven sentía que no podía respirar.

Agradeció en silencio y muy para sus adentros, que él no apartase la mano de sus labios, que girase su rostro levemente sonrojado para mirar sobre su hombro al castillo del gobernante. ¿Por qué? Porque no podría formular más de dos frases seguidas sin tartamudear o parecer una idiota.

No entendía porque él era quien se sonrojaba cuando era ella la que estaba contra un árbol, con una mano sobre sus labios y el cuerpo rígido del chico contra el suyo. Era ella la peor parada de toda la situación como para ser él quien se sintiera avergonzado.

—Parece ser que están preparándolo todo para esta noche. —Murmuró Art al tiempo que sus ojos seguían clavados en la distancia.

En aquel instante, Novara sintió que, si antes ya le estaba costando respirar, ahora directamente era incapaz de hacerlo. La luz del atardecer iluminaba a la perfección el contorno de la mandíbula de Art, haciéndole ver joven y adulto al mismo tiempo, en como la luz perfilaba su rostro haciéndole ver aún más hermoso. Su cabello negro más largo que de costumbre, una media melena, que, a decir verdad, le sentaba muy bien y en las puntas blancas que lucían más brillantes con la luz del sol reflejado en ellas.

Espera, ¿había pensado que Arterys era hermoso? Debía de haberse dado un golpe contra el árbol sin saberlo. Oh, y tanto. Debía de haberse dado bastante fuerte como para pensar de esa manera en él.

Tragó saliva sintiendo como su garganta se había resecado. Se fijó en sus manos temblorosas que eran alzadas hasta situarse frente al torso del muchacho que seguía encandilado por los extraños fuegos artificiales que estaban probando en el castillo.

Por los Ementals, se habían criado juntos. Ni si quiera eran amigos, o al menos no del todo. Novara siempre que había intentado acercarse a él, este había salido corriendo. Le había girado la cara o se había limitado a soltarle alguna grosería.

¿Por qué iba a gustarle alguien como él? Arrastrarse por un chico que apenas le miraba, ni la valoraba, era una pérdida de tiempo. Más cuando tenía a Osrok constantemente a su espalda, mirándola y dispuesto a algo más con ella, aunque solo fuera físico.

Acabar en un catre con Osrok no era en absoluto lo que había planeado para su primera vez. No era lo que ella pensaba, ni quería, no cuando todo su cuerpo estaba reaccionando por primera vez ante alguien completamente opuesto a él.

Alguien a quien tenía delante.

—Arterys. —Murmuró la chica como pudo para al fin lograr que él apartase la mano de sus labios —. Me gustaría volver a respirar, si me dejas.

Una frase que parecía tan simple y a la vez tan compleja. Unas palabras con un significado tan sencillo y al mismo tiempo tan complicado. Un gesto que no decía nada y a la vez tantas cosas. Novara se obligó a respirar por la boca, a coger todo el aire posible una vez la mano del chico cayó a su costado.

—Disculpa, pensaba que nos habían descubierto y era una especie de alarma.

—Una alarma un tanto vistosa, ¿no te parece? —Las manos de la chica acariciaron su propio cabello apartando los mechones burdeos que cruzaban su rostro.

—Ya sabemos cómo son los ricos. Ellos no escatiman en gastos ni en disimulos.

—Cierto, cierto...—Novara no sabía qué había dicho Art, no cuando sus ojos estaban puestos en sus manos temblorosas.

¿Qué narices le pasaba a su cuerpo? Nada de lo que hacía era por una causa conocida. Sus manos temblorosas, su pecho palpitante, su respiración agitada y su cuerpo sudoroso. Era como si hubiera corrido kilómetro tras kilómetro cuando ni tan solo había dado un paso.

El chico se alejó de ella acariciándose el cabello revuelto, lo que, sin saberlo, hizo que su estado mejorase. Con una de las manos apoyadas en el tronco, Novara flexionó levemente las rodillas para clavar la mirada en el suelo.

Necesitaba analizar la situación. Comprender que era lo que estaba sucediéndole como para no poder centrarse en nada. En el motivo por el que su cuerpo no hacía lo que ella le ordenaba, ni porque él parecía ser la causa de aquello.

—¿Novara? ¿Qué pasa?

—Estoy bien, déjame.

No, no lo estaba. No podía controlar su respiración agitada, ni el motivo por el que se quedaba sin aire con cada paso que él daba hacia ella. Necesitaba alejarse, mantener la distancia, recuperar el control.

—Llámalo intuición, pero creo que no es verdad.

—No necesito ningún niñero Art.—Le soltó ella con su característico tono helado.

Solo necesitaba que él se apartase de ella el tiempo suficiente como para averiguar qué era lo que le estaba haciendo. La causa de todas aquellas sensaciones y sentimientos que se le venían encima como una cascada.

—Odio que me llames así. —Gruñó el muchacho volviendo a acercarse al mismo tiempo que silbaba suavemente a los caballos para que estos se tumbasen y no fueran tan reconocibles en la distancia.

—Te comportas como uno. —Le recriminó ella.

—Me comporto así porque eres tan impredecible como un crío de dos años, Ganodac.

—Mira, no necesito que me des lecciones, ni sermones de cómo me comporto o dejo de hacerlo. Soy mayorcita para decidir como quiero actuar.

—Curioso. ¿No lo eres también para explicarme por qué narices estas temblando? —Se quejó el muchacho frente a ella girándola bruscamente por los hombros.

Quería golpearlo. Iba a hacerlo, iba a agarrar la rama torcida del árbol y estampársela contra aquella bonita y odiosa cara. Hacerle ver de una vez por todas que era muy capaz de gestionar lo que fuera que le pasase.

Que, de hecho, era él quien la necesitaba para controlar su magia y no estallar en una bola de luz que los delatase en medio de su misión.

—Maldita sea Novara, mírame a la cara y dime qué te está pasando. —Exigió él agarrando la mandíbula de la chica para obligarle a mirarlo.

Sus ojos brillaban con una intensidad que calmó aquel fuego que comenzaba a arder en su interior, aquella ira que poco a poco empezaba a encenderse con sus pensamientos. En como él era una jarra de agua helada que lo sofocaba, o más bien, y de una forma más acertada, una bola de luz que la distraía lo suficiente como para no pensar en su propio fuego.

No sabía cuándo había bajado la mirada, cuando al fin había quitado la vista de aquellos ojos verdes y la había clavado en la armadura de cuero reforzado que él llevaba. Pero ahí estaba, tratando de recordar cómo era respirar y hablar al mismo tiempo.

Entonces, Arterys rompió la barrera que siempre los había separado. Aquel muro invisible que se encontraba entre ellos cada vez que se acercaban demasiado. Con el que ya se habían chocado un par de veces, y debido a él también distanciado.

—Vanora, por favor...confía en mi. —Le rogó Arterys con apenas voz. El tono exigente, desesperado había desaparecido para convertirse en apenas una súplica—. Soy yo, soy tu compañero. Soy Art.

Silencio. Durante unos instantes, Novara inspiró lo más hondo que pudo sintiendo como sus pulmones ardían aun en su interior, como sus costillas rugían contra el esfuerzo que su cuerpo hacía al recomponerse de nuevo de toda la magia que danzaba en su interior. Su mano se aferró a la Triveta que le ayudaba a canalizar su poder.

—Eras el único que no quería que se preocupase por mí, y mírate. —Murmuró Novara acompañado de un suspiro tembloroso—. Míranos.

Entonces la mano libre de Arterys voló suavemente hasta donde ella seguía presionando el colgante contra su pecho, entrelazo sus dedos con los de ella sin apartar la mirada de sus ojos, y dejó que él fuera una vía de escape para su poder.

—Yo siempre me preocuparé por ti, Vanora...Como siempre lo he hecho. —Los dedos del chico se enredaron al completo con los de ella, dejando que su magia cruzase de ella a él, que él fuera algo más que su compañero—. Voy a estar aquí, para ti, aunque no sea lo que desees. Estaré tras de ti siempre que me necesites.

—No quiero que estés detrás de mí, Darak—Su voz fue como una caricia que descolocó por completo al chico, quien la miró con los ojos abiertos y esta vez pareció ser él quien había dejado de respirar.

Tal vez porque le había llamado por su auténtico nombre, o quizás por lo que había dicho. Pero sus cuerpos se acercaron aún más, y el calor que bailaba entre ambos ya no era debido al fuego que brotaba de Novara, sino por otro muy distinto.

Los dedos de Arterys acariciaron la mejilla de la joven, viendo como el corte que los unía en poder, hecho por Dullahan y Hedas, volvía a abrirse en las mejillas de ambos tras el esfuerzo de canalizar sus magias. Limpió su sangre como ya había hecho alguna otra vez.

—Quiero que estés a mi lado. Que no tenga que girar la cabeza para saber que estás ahí, porque ya te veré. Porque lo sabré.

—Y aunque no lo hagas, Vanora. Aunque no me veas, siempre estaré ahí. —Los ojos del chico brillaron con más fuerza—. A tu lado.

━━━━⊱⋆⊰━━━━

La noche ya había caído y las estrellas coronaban el cielo nocturno con la misma belleza de siempre. Aquella época del año provocaba que tras un invierno agotador las estrellas brillasen con más fuerza ahora que no había nubes ocultándolas.

La brisa primaveral los refrescaba tras un día ligeramente caluroso, un poco de aire frio era de agradecer para despejar la mente de un momento como el que había pasado hacía unas horas, en el que, por primera vez en años, Arterys había roto la barrera que los había estado distanciado durante tanto tiempo.

Y ambos sabían que una puerta había sido abierta entre ellos. Una que no sabía a donde podía llevarlos, ni que sucedería si la cruzaban.

—Creo que ya sé para qué quieren Hedas y Dullahan esos pergaminos.

—Para recuperar los Artefactos del Ayer. —Corroboró Novara mientras terminaba de montar la estructura de piedras para evitar que el fuego se viera en la noche.

—Así es. Eso es lo que nos han contado, quieren recuperarlos porque están creados a partir de ellos mismos, de su magia. De su ser. —Comenzó Art mientras abría una libreta de cuero donde al parecer había estado apuntando todo lo referente al tema—. ¿Pero por qué tanta prisa? ¿Por qué utilizar a niños?

Novara, aun de cuclillas, mantenía la vista fija en el fuego que cocinaba a los conejos que ella misma había cazado aquella tarde tras su momento con Art. Y por los Ementals, nunca le había costado tanto cazar a dos simples conejos. Pero por más que lo intentase no dejaba de sentir el aliento del muchacho contra su rostro, en su mano sobre la suya propia, en su cercanía y su calor.

—Porque después son leales. ¿Cuándo has visto alguno desertar siendo adulto? No tenemos otra cosa que no sean ellos y su misión. Vivimos por y para ellos. Para servir a una reina a la que no conocemos.

—Sí, cierto. Pero la cuestión es saber... ¿Por qué a la reina de los Dominios le interesa tanto recuperar los Artefactos del Ayer cuando el resto de reyes ya se han rendido para encontrarlos? ¿Por qué ella sigue insistiendo?

—Por la Corona de Eweryn, uno de los tres objetos. Pertenecía al antepasado de la reina. Quizás sea por eso y...

—Yo creo que hay algo más. Algo que la reina debe saber y por lo que ahora ha empezado a buscarlos con tanta insistencia.

—¿Y qué crees que es?

—Si te lo dijera no me creerías. —El chico sonrió en medio de la oscuridad, mientras caminaba hacia ella con cautela.

—Si crees que me asusta lo que puedas decirme, es que no me conoces tan bien como creías Arty. ¿Por qué iba a preocuparme lo que me tienes que decir?

—Porque la única cosa que puede destruirnos es la verdad. —Murmuró el chico mirando las estrellas en silencio. Con los ojos levemente brillosos esta vez por lagrimas contenidas.

Así que después de todo, Novara comprendió que había algo que él aun no le había contado sobre sí mismo. Algo que lo atormentaba a día de hoy y de lo cual no sabía cómo deshacerse de ello. Unas palabras que lo ahogaban cada vez que trataba de arrancarlas de su garganta.

—¿Qué es, Arty? —Era mejor dejar el tema, no era el momento de indagar en aquella "verdad". Pues él se la contaría cuando fuera el momento—. ¿Qué motivo tendría la reina para sacudir Alstaen en busca de esos objetos?

Tan solo el silencio y el brillo en el cielo de los fuegos artificiales del castillo fueron lo único que los acompañó en aquellos instantes. En Novara mirando fijamente al chico que era iluminado por mil y un colores en la distancia, del culpable de los cientos de batallas que había provocado entre su cordura y su propio corazón.

Y ahora que había perdido, ahora que se había rendido ante él, podía decirle a su corazón lo que él siempre había sabido. Lo que su alma supo desde el momento que lo conoció. Que, a pesar de los años, los acercamientos o la distancia, su corazón siempre le había pertenecido a él, y solo esperaba, una parte de ella solo deseaba, que alguna vez el corazón de Art también le hubiera pertenecido a ella.

Al menos una vez.

—Creo que la reina de los Dominios sabe todos los secretos del rey.

—¿Qué rey? —Novara sacudió su cabeza y limpió sus ojos para despejar sus pensamientos de su mente y centrarse en la conversación. Debía apartar los sentimientos, centrarse en la misión. Sobre todo, cuando estos no iban a ser correspondidos—. ¿Qué secretos Art?

—Que el rey Aran, el rey que acabó con la quinta corte, sigue vivo y también los está buscando. A ellos, y a su hijo.

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