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Capítulo 34 ❆

Novara se acomodó la túnica mientras caminaba junto a Hara en medio del bosque helado. Debido al aire frío que las golpeaba, sus mejillas se habían teñido de un rosado intenso y apenas se sentían la piel de la cara. Hara iba cubierta con dos capas y usaba la capucha desesperadamente por no congelarse en el sitio.

Más atrás se encontraban Zelik y Arterys, los dos niños también iban ataviados con ropa de abrigo. Caminaban más atrás de las niñas para poder hablar tranquilamente sin que ellas pudieran escucharles, y era precisamente aquello lo que tenía en cierta manera mosqueada a Novara.

¿Cómo podía ser tan desagradecido? No le había dicho ni una palabra desde hacía tres días sobre lo que pasó en la cabaña de Hedas. Ni si quiera le había permitido acercarse a él para al menos agradecerle por su ayuda. Al parecer eso era lo que ella le importaba, nada.

Con los puños apretados, siguió avanzando por la nieve dejando que la capucha ondease al viento que las golpeaba y que sacudía su cabello color burdeos el cual brillaba con fuerza entre tanta blancura invernal.

No podía dejar de pensar en la estúpida misión que Hedas y Dullahan habían preparado para ellos, ni porque habían insistido en mandarlos a los cuatro juntos. ¿De qué iba a servirles Arteys? Si apenas se comunicaba con ella y Hara. No podrían decirle nada sin que el chico girase la cara o se marchase de su lado como si fueran un incordio.

¿Pero qué pretendían conseguir? ¿Qué era el estúpido objeto que querían recuperar? No le habían dicho nada, solo Hara sabía la verdadera razón de la misión y era ella quien los guiaba entre el inmenso manto blanco.

Novara volvió a mirar por encima de su hombro para ver a Zelik y Arterys hablar animadamente, en como ante todo pronóstico los ojos de Art estaban puestos en ella, y que volaron a otra dirección en cuanto la niña se dio cuenta.

—¿Sabes? Hay algo que no entiendo. —Hara miró entonces a su amiga que apretaba los puños mientras caminaba a su lado. Esperó pacientemente a una respuesta que sabía que llegaría. —¿Dónde ha quedado el chico desafiante y con carácter que llegó el primer día? Ha cambiado muchísimo estos últimos meses.

—¿Te refieres a Arterys?

Novara asintió ante la pregunta de su amiga, quien la agarró de la capa para indicarle que debían girar a la derecha. Tras tropezarse y dar un par de pasos para volver a estabilizarse se agarró durante unos instantes al brazo de su amiga.

—Es que no entiendo porque ha cambiado tanto.

—Pero Novara...Todos hemos cambiado desde nuestro primer día.

¿Qué? Eso no era cierto, ella seguía siendo la misma. Seguía luchando por todo, seguía siendo la misma niña descontrolada que era incapaz de controlar su magia, igual de temperamental, igual de inmadura, exactamente igual que...

—Tú también has cambiado, ¿sabes? —Los ojos miel de Hara se posaron sobre ella, cargados de dulzura, logró sacar a su amiga de aquellos pensamientos oscuros que la asolaban. —Creo que todos hemos cambiado, madurado de formas distintas...Quizás a Arterys se le note más por el cambio radical de su carácter, pero no sabemos qué le ha hecho Hedas para provocar eso.

—¿Me estás diciendo que debe darnos pena?

—No, en absoluto. Él no siente pena por mí, ni tampoco por ti. Todos tratamos de sobrevivir a nuestra manera y ganarnos el respeto de nuestros maestros. Pero debes aceptar que la gente cambia, y nosotras no podemos hacer que hagan lo que queremos. Así no funciona la gente, la amistad...

La amistad. Así que no podía controlarlos, no podía esperar que Arterys se acercase a ella para escuchar un agradecimiento porque tampoco estaba interesado en recibirlo. Él no necesitaba un reconocimiento porque Hedas le habría hecho creer que eso era lo que debía hacer. No podría cambiar a sus amigos, ni obligarlos a comportarse como ella quería, si no que debía aceptarlos tal y como eran si quería mantenerlos a su lado.

Junto a un suspiro, la pequeña asintió y siguió avanzando hasta un pequeño túmulo de piedras. En medio de toda la nieve, y los árboles desnudos se encontraba un grupo de piedras juntas, y una pequeña tarima adosada.

—Sigo sin entender porque nos dejan sin vigilancia, podríamos escaparnos fácilmente ahora que somos libres...—Hablo Zelik mientras llegaban junto a ellas.

—En ningún momento hemos sido libres Zel, si no has notado los ojos de quienes nos espían es que no has aprendido nada de Hedas. —Murmuró Art con las manos en los bolsillos de sus pantalones y la mirada fija en las piedras—¿Es aquí?

—¿Nos están siguiendo?

—¿No creerías que Hedas y Dullahan nos dejarían sueltos con libertad absoluta no? Eso es absurdo hasta para ti Zel. —La risa de Novara fue más alta que de costumbre mientras contestaba al chico que fruncia los labios y se cruzaba de brazos claramente enfadado.

—Ya me podríais dejar soñar de vez en cuando. Uno ya no puede fantasear con nada en este infierno.

—Es que el infierno no es lugar para soñar. —Expresó Arterys con frialdad mientras avanzaba junto a Hara hasta las piedras.

Novara apretó los labios al escuchar aquella frase, dejando que Zelik murmurase de forma burlando la frase una y otra vez. Al parecer él tampoco estaba demasiado contento con el comportamiento de su amigo cuando ellas estaban cerca.

—Arterys y yo vamos a mirar el túmulo y sus alrededores un segundo, vosotros vigilad.

—¿Vigilar? —Novara sacudió la nieve de su capa y clavó los ojos en Hara sin comprender porque se separaba de ella, y se marchaba a solas con Arterys.

—¿Vigilar qué? ¿Qué no nos ataque una bola de nieve gigante?

—Zelik. —Arterys clavó sus ojos verdes y magenta en su amigo. Su semblante serio cambió lentamente, provocando que sus labios se curvasen ligeramente hacia arriba en una sonrisa pícara que Novara no había visto hasta entonces. —Es para que la vigiles a ella.

—¿Perdona?

—Art, vamos—Hara lo empujó hacia las piedras dejando a Novara gruñendo y poniéndose colorada de la ira.

—¡Yo no necesito ningún niñero!

—Quien lo diría...

—Mira quien fue a hablar, el mudo del grupo que ahora resulta que sabe enlazar más de dos palabras seguidas.

—Novara, quieta. —Las manos de Zelik la detuvieron por el brazo antes de que esta se lanzase hacia el chico que ya había desaparecido de su vista. —No le sigas el juego, a veces le gusta provocar.

—Pues por su bien es mejor que no lo haga, porque a la próxima dejaré que se queme con mi fuego.

Una sonrisa adornó el rostro de Zelik que ya había soltado a la princesa y se frotaba las manos en busca de calor. Novara sin embargo pateaba las piedras que se encontraban a su lado, viendo como esas volaban por el cielo hasta caer y hundirse en la nieve cercana.

—Y yo estaré deseando ver como lo achicharras.

Tras las palabras de Zelik, ambos estallaron a reír entre dientes, disfrutando de la compañía del otro y permitiendo que el chico dejara un brazo sobre los hombros de Novara que seguía riendo ante la compañía de su amigo.

━━━━⊱⋆⊰━━━━

En medio del manto invernal fue más sencillo verlos llegar. Dos Espectrals habían aparecido de la nada, tal vez llevaban merodeando por allí horas, o quizás se habían sentido atraídos por ellos. Pero ahora lo único que importaba era tratar de defenderse.

Zelik, que llevaba los puños vendados por sus recientes combates contra otros niños en el campamento, alzó los brazos en posición de defensa. Separando las piernas y apretando la mandíbula para visualizar exactamente los movimientos de aquellos seres espectrales.

Novara, sin embargo, silbó con fuerza en un intento desesperado de llamar la atención de Arterys y Hara que habían desaparecido hacía ya bastante rato. Pero no aparecían, tal vez se hubieran puesto a salvo o los hubieran atrapado ya, pero de cualquier forma ahora ellos eran los únicos que quedaban en pie.

—Dime que sabes cómo matarlos. —Murmuró Zelik mostrando los dientes a los Espectrals.

—Ojalá supiera como hacerlo, créeme. —La rabia era palpable en la voz de la niña, que apretaba su hacha corta que apenas podía levantar debido a las agujetas de sus brazos. Novara no dejaba de pensar en Zalnar, en el príncipe que había dado su vida por salvarla a ella y a sus hermanos.

Sus dedos apretaron con más fuerza el hacha y entonces un ruido sonó más allá del túmulo de piedras, unos pasos rápidos y luego como el cuerpo de alguien volaba por encima de las rocas llevándoselas consigo. Un chico cayó rodando hasta los pies de Zelik quien lo agarró por los hombros para ver su cara demacrada y cubierta de tierra y heridas.

Arterys.

—¡¿Dónde has dejado a Hara?!—Le gritó Novara dispuesta a echar a correr hacia la dirección de donde había salido disparado. ¿Él? Le daba lo mismo, era un idiota. Pero Hara era su amiga, no, era más que eso, era su hermana. Su familia.

—Estoy bien, gracias por preguntar...—Gruñó el niño poniéndose en pie frotándose la espalda baja—. Unos Espectros nos han atacado y...

—¿Y la has dejado sola? ¡¿Has dejado sola a Hara con esos monstruos?! ¡Idiota!

—¡Quieta! —Zelik la detuvo antes de que saliera corriendo, y señaló con la cabeza como aquellos dos Espectrals que los habían estado rodeando ahora estaban más cerca. Claro, ellos también tenían a dos de esos monstruos allí. —Iré yo a por ella, soy un cambiante puedo correr más rápido que vosotros dos juntos.

—Tráela viva, Zelik. —Le rogó Novara con la mandíbula apretada y los ojos rojos. —Tráela de vuelta.

—Lo haré. —Y tras ello, Zelik salió corriendo con una velocidad casi vampírica, perdiéndose así entre las rocas.

━━━━⊱⋆⊰━━━━

La espalda de Arterys golpeaba la suya obligándola a recalibrar su postura una y otra vez por los golpes que el niño le daba, con cada paso que daba hacia atrás. Como si se olvidara de que ella también estaba allí, justo tras él. Además de ser un inútil para proteger a Hara también lo era para mantener una posición defensiva.

¿Cómo no sabía mantenerse quieto sin estorbar a su compañera? ¡Dullahan les había enseñado eso el primer mes! Había obligado a todos los niños a atarse los tobillos con los del compañero que tenían a sus espaldas para que se movieran al mismo tiempo y tuvieran un margen de maniobra reducido. Para compenetrarse mejor con el otro.

Novara no pudo evitar gruñir ante la torpeza de Arterys que seguía empujándola lentamente obligándola a avanzar hacia uno de los Espectrals que aún se acercaba a ellos. ¿Acaso quería lanzarla a los leones? Claro que sería una forma ingeniosa de deshacerse de ella.

—Como vuelvas a empujarme te clavaré el hacha en los sesos. —Amenazó la pequeña con el hacha temblorosa aun en la mano. Art en cambio, que seguía sacándole un palmo de altura la miró por encima de su hombro con el rostro serio.

—Te temeré cuando aprendas a levantarla.

—Mira quien lo dice, quien va con un cuchillo de untar. Así cualquiera levanta un arma. —Se burló Novara ante aquellos ojos verdes con un toque magenta. —Si es que se le puede llamar así.

Al parecer, Arterys no estaba de humor, así que simplemente levantó el puñal que tenía por arma en aquel instante y volvió a pegar su espalda a la de Novara quien tenía que sujetar el hacha con ambas manos para poder mantenerla a una buena altura. Los Espectrals se aproximaban cada vez más, dejando ver sus sombras, el aire más frio y más húmedo.

Y el terror comenzaba a bullir en las venas de los niños, que trataban desesperadamente de controlar sus respiraciones y no mirarlos a su fea y oscura cara. Lo mejor era mantener la vista fija en otra parte, en todos los lugares y en ninguno en concreto. No centrarse demasiado en ellos.

—No los mires.

—Eso ya lo sé. —Arterys volvió a empujarla de nuevo y aquello no hizo más que enfadarla. ¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba intentando provocarla de nuevo? —. Podríais decirme algo que no supiera, princesa.

—¿Cómo me has llamado? —Su voz fría resultó ser algo más aterrador que los propios Espectrals. Novara giró su rostro para ver al chico que aún le daba la espalda.

Princesa. —Dijo Art sin más. Como si fuera una palabra vacía, sin sentido alguno. —¿No es lo que sois?

El rostro de Novara era una mezcla pálida ante la deducción de Arterys, y de ira por su maldito título y apodo. Solo podía significar dos cosas, o había sido lo suficientemente listo para averiguarlo, o Hedas le había mencionado que aquello la enfurecía de sobre manera.

—No necesito que me pongas un mote, no vas a conseguir nada con eso.

—¿Un mote? ¿Crees que es un apodo? No os tengo tanto cariño.

—¡Pues deja de hablarme así! No estamos para tonterías ahora, no para que...

—¿No es como debería referirme a vos, princesa Cadogan? —Arterys la miró una vez más y esta vez sus ojos se encontraron de lleno. Después de meses esquivándole la mirada ahora por fin estaban compartiendo aquel momento.

¿Pero cómo lo sabía? ¿Cómo sabía quién era? La ira siguió bullendo en su interior, cada vez con más intensidad. Y estaba segura de que ahora sí que quería hacerle arder. Quería quemarle vivo si con ello bastaba para que dejasen de llamarla así.

—Cállate. —Le ordenó la princesa.

—No es un apodo lo que Hedas os dice, ¿verdad? Es vuestro título.

Novara respiró hondo y dejó que todo el aire saliera por la nariz mientras sentía como el chico se giraba sobre sus talones y le levantaba los brazos con el hacha aun entre sus manos. Y es que los ojos grises de la chica ya comenzaban a fundirse, a volverse plateados. Los dedos largos y firmes de Art se pusieron sobre los suyos.

—Suéltame. —Le ordenó la princesa. Pero el chico no obedeció aquella orden, solo un gesto sutil con la cabeza para que se centrase en el arma que tenía entre las manos, en la hoja de d su arma y en como esta se volvía levemente roja, como si estuviera forjándose al fuego. —¿Qué? ¿Como...?

—¿Cómo lo sé? —La niña asintió aun con la mandíbula apretada, con su cuerpo entero temblando debido a la adrenalina que corría por sus huesos. Y sin embargo él parecía tan tranquilo...— Es fácil ver las diferencias entre como os comportáis vos y otras niñas. La educación de una princesa luce en cosas simples, como en las comidas o en los movimientos...Ninguna aldeana cogería los cubiertos de esa forma.

—¿Así que me has estado observando todo este tiempo?

—Eso, y que os vi en el desfile de presentación de la Corte Sur. Solo fue necesario encajar las piezas para saber quién erais.

Aquello provocó que algo en su mente hiciera un clic, sus ojos volaron rápidamente al chico que le sonreía por primera vez en mucho, mucho tiempo, y aunque no quisiera admitirlo aquello le hizo sentir mejor. Al menos, ahora no tendría que esconderse de alguien en el campamento. No tendría que seguir mintiendo. Pero, aunque fuera un alivio también era una amenaza potencial.

—¿Estabais allí? Pero, ¿Cómo? ¿Dónde?

—No me visteis porque no era un cortesano. Era un pirata que de casualidad acabó en la corte, y que os vio correr por las calles de la ciudad.

En aquel instante, los Espectrals se acercaron bruscamente y Arterys se giró sobre sus talones con un movimiento rápido y alzó de nuevo el cuchillo en busca de un rayo de luz que los cegase durante un instante. El sol que brillaba con debilidad debido al invierno escuchó la suplica silenciosa del niño y le concedió uno de sus rayos de luz, el cual rebotó contra la hoja del arma y provocó que uno de los Espectrals gruñera para alejarse un poco de ellos.

—¿Quién eres en realidad? ¿Cuál es tu nombre?

—Creo princesa Cadogan, que ahora no es el mejor momento para presentaciones formales. Además, no deberíamos decirnos nuestros nombres reales, ya conocéis las normas.

Novara asustada por el Espectral que se le lanzaba encima, sacudió el arma dando un hachazo al aire, tratando así de ahuyentar aquel monstruo que se llevó sin saberlo un golpe. La hoja que había permanecido ardiente, con su filo de un rojo intenso como si ardiera en llamas, salió disparado un halo con el movimiento de la princesa y dio de lleno en el Espectral que con un aullido retrocedió asustado.

—¿Qué narices...? —Los ojos de la princesa miraron el arma, y luego a su compañero que sonreía con su característico gesto torcido y travieso. Así que después de todo, provocarla tanto había sido con un propósito, quería que centrase todo su fuego en su hacha para volverla un arma letal o con la que tuvieran una oportunidad.

Arterys....No, quien fuera aquel chico, era un estratega de manual. Había hecho todo aquello para mantenerlos con vida, utilizándola para que su poder fuera útil por primera vez desde que sabía que lo tenía. Por ello no le hacía falta un arma más grande que aquel puñal, porque ella era la mejor arma que tenía a su alcance, y él lo sabía.

—¿Quien...? ¿Cómo...?

—Bueno, si tanto insistís princesa...—Arterys sonrió de nuevo y alzó el cuchillo calentando por el sol y a su alrededor la luz que rebotaba del cuchillo parecía estar absorbiéndola, como si fuera un contenedor de luz solar. —Soy Darak. Un pirata y mercenario a vuestros servicios mi lady.


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