Capítulo 25 ❆
En mitad de la oscuridad Vanora supo por primera vez en qué dirección disparar. El silbido de las flechas comenzaba a ser un sonido reconocido para sus oídos, que a pesar del viento lograba distinguir. Jamás había tensado un arco hasta aquellos días y ahora, comenzaba a sentir la dureza en sus manos, la fortaleza en sus propios brazos, y el agotamiento cada noche golpearla como un puño que la derribaba de una sentada.
Se relamió los labios con paciencia en busca de alcanzar aquel conejo que correteaba por los arbustos, y que había permanecido jugando con ella desde hacía ya unos cuantos días. Y sí, días había estado persiguiendo aquel animal, en su busca, tratando de cazarlo como Bugul le había recomendado para su propia supervivencia.
Estaba claro que el propio Bugul Noz, no se alimentaba de carne, que él se bastaba con el agua y la luz natural que se colaba entre las ramas. Por lo poco que había visto, no estaba orgulloso de enseñarle aquello a la pequeña princesa. No estaba dispuesto a matar, ni ser partícipe de las cacerías. No cuando él no lo necesitaba.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Apenas recordaba la última vez que había hablado con alguien, un mestizo. Sus conversaciones eran consigo misma, o con el pequeño monstruo. Días, no. Semanas, quizás. El tiempo había pasado más rápido de lo que esperaba, y en parte la alegraba ya que las pesadillas sobre lo sucedido iban disipándose en su mente, ahora convertidas en apenas una imagen borrosa.
Tal vez más de un mes entre carreras contra reloj para fortalecerse de nuevo, en aprendizajes de brebajes extraños, y clases de lo más extravagantes. Bugul Noz parecía ser más que un amigo, en ocasiones, un hermano. Vanora recordaba el entrenamiento que seguía cada día, y cada mañana con aquella criatura a sus espaldas, apoyándola y animándola.
Sus labios permanecían cortados, golpeados, debido al mal uso del arco en su comienzo. No podía presumir de su habilidad con otra arma que no fuera su hacha. Pero su cuerpo parecía haberse acostumbrado al leve entrenamiento al que su amigo le sometía y a las prácticas que hacía. Para entonces sus heridas ya estaban prácticamente cicatrizadas, y su habilidad a la hora de vendarse ya era impecable.
Al fin y al cabo, comenzaba a tener las recompensas que tanto ansiaba. Y cuando se recuperase del todo, tal vez volvería a la Corte Sur, o viajaría hasta el Norte para demostrarle a su padre que había sobrevivido en el lugar más peligroso de todo Alstaen. A orillas del Bosque Muerto.
Después de todo, los dedos de Vanora soltaron la flecha y ésta cortó el viento y las hojas para dar al final, en su ansiado objetivo.
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—¿Por qué nunca hablamos de ti?
El pequeño monstruo continuó ignorándola mientras rebuscaba en pleno bosque algunas de las setas que podían comer. Siempre que mantenían una conversación era porque Vanora la iniciaba, y aunque empezase preguntándole algo personal, o contándole algo de sí misma la pequeña criatura siempre terminaba centrándose en lecciones de supervivencia.
Aguardó en silencio, con la esperanza de que Bugul respondiera al fin a la pregunta que tras semanas había hecho al pequeño monstruo. Pero una vez más, su silencio fue la respuesta que recibió.
—Pensaba que éramos amigos. —Se quejó con cierto tono de enfado la princesa. A sabiendas de que tal vez, aquella era la última baza para conocerlo. Debía empezar a pensar un poco más cómo sacar la información que deseaba, a exprimirse el cerebro en saber qué palabras usar si quería saber las respuestas—. No me has contado nada de ti, no sé nada, ni de dónde vienes...ni como llegaste a la frontera del sur.
—Eso no importar. Bugul ser feliz ahora.
—¡Claro que importa! —Volvió a alzar la voz la pequeña, lo que hizo saltar algunas liebres que descansaban sobre el prado—. De dónde venimos, lo que hemos pasado, todas las acciones que hemos tomado en el pasado nos definen, nos hacen ser quienes somos ahora y...
—Bugul prefiere no hablar del pasado.
—Pues "Bugul" debería empezar hablar conmigo si me considera amiga suya.
En silencio y tras escuchar como la princesa se entretenía rompiendo ramitas, el pequeño monstruo se giró con una pequeña bolsa de tela ahora bien llena de setas y otro tipo de hojas que parecían ser importantes.
—Bugul cuidar de ti, darte comida y refugio. —Sé señaló el pequeño con la mano dándose golpecitos en el pecho. Sus manos temblaban ligeramente, como si temiera perderla en aquella discusión—. Bugul ser tu amigo.
—Los amigos se cuentan las cosas, incluidas aquellas que duelen. — Sentenció Vanora acercándose a él. No solo se estaba convirtiendo en un amigo, en su mejor amigo, sino también en un hermano. Quería que él pudiera confiar en ella, quería que sintiera la misma sensación que la tranquilizaba. Que iba a estar ahí en lo bueno y en lo malo.
Y aunque no se habían hecho una promesa como tal, ambos sabían lo que se habían jurado el día que se conocieron. No iban a estar solos nunca más. Porque ahora, había quien cuidase del otro, aunque no pudiera verlo, o no lo creyera del todo.
Aquella frase hizo cambiar de parecer a Bugul que aun caminando por delante suya relajo completamente su figura. Entendió entonces que al fin había usado las palabras correctas, que había llegado al corazón del pequeño monstruo, aunque tan solo lo hubiera rozado con las yemas de los dedos por un momento.
—La familia de Bugul murió. —Comenzó la pequeña criatura mientras seguían un riachuelo de camino a la cueva, su hogar. Vanora siguió su ritmo, rápido, en completo silencio—. Tras la guerra, y Aran el loco...
—¿Tu especie cayó por los Espectrals?
—Bugul no saber en verdad...
—Aran el loco fue a la torre Astral y robó los manuscritos para liberar a Umbrak, el quinto Emental, ¿sí o no? —Preguntó la pequeña, esperando que así fuera más sencillo recordar para su pequeño amigo. Este asintió lentamente rascándose el musgo que tenía por cabello—. Las sombras que salieron entonces, debido al poder de la Magia Mayor y a los Espectrals... ¿Ellos acabaron con la quinta corte?
—Bugul recordar la Brumak, la niebla corroerlo todo a su paso. Bugul saber que aquello ser un castigo divino por Umbrak por las acciones del rey. Por la rebelión que quería destruir.
—Siento mucho que perdieras a los tuyos en aquella guerra, por culpa del rey loco.
Bugul permaneció en silencio mientras avanzaba, escuchando con atención como el río portaba el agua sin cesar. En el relajante sonido que lo mecía aun cuando su mente daba vueltas por aquel infierno que ahora eran sus recuerdos. Había perdido todo, a su familia, a su pueblo, había quedado solo y atrapado para siempre en la frontera del sur.
—Bugul ya no estar solo. No estar triste. —La dulce voz de Bugul llegó como una caricia a la princesa.
Vanora miro el río con una sonrisa, sabiendo que se refería a ella. La sensación que ambos tenían cuando se encontraban juntos. Hogar. Protección. Nunca pensó que aquello pudiera sentirse junto a alguien, y es que tal vez solo hacía falta encontrar a la persona, o criatura adecuada. Estar dispuesta a recibir ese cariño que, en ocasiones creemos que no merecemos. Caminando tras él, la princesa que lucía una gran sonrisa estiró el brazo hacía su amigo, dejando que las luciérnagas revoloteasen alrededor de su mano y brazo.
—No estaremos solos nunca más. Somos un equipo. Ahora somos familia.
Su mano alcanzó el escuálido hombro de Bugul, el cual sonrió por primera vez desde que lo conoció, y aquella sonrisa hizo sentir a la princesa feliz después de tanto tiempo. Al fin estaba dejando de esconderse tras su "armadura", formada por su carácter agresivo y ego. Quizás después de tanto tiempo, podría ser ella misma y conocerse al fin. ¿Y por qué no? Permitir que otros la conocieran.
—Familia...—Susurró el pequeño, con asombro. Con sus ojos cristalizados, conteniendo las lágrimas que deseaban salir.
—Exacto. Y nuestra familia será la mejor, nos cuidaremos, nos diremos la verdad, nos protegeremos siempre. — Vanora sonriente mantuvo su brazo en el aire, esperando a que su mano fuera estrechada por su amigo.
Bugul asintió con efusividad al ver a la pequeña hacerle aquel juramento, dejando que las pequeñas luciérnagas revolotearan algo asustadas por los movimientos tan bruscos que hacía la pequeña criatura.
Entonces, cuando Vanora se dispuso a darle un abrazo a su compañero, una flecha desconocida cortó el viento. Y como un fantasma que arrastraba consigo las sombras, todo se volvió más frío y helado de un momento a otro.
Segundos después, un grito ensordeció al bosque entero.
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