Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 15 ❆

Escapar de los guardias era sencillo. Enfrentarse a ellos, esquivarlos, era una tarea fácil. Su niñez se había basado en dar esquinazo a todos los soldados que su padre tenía. Pero aquel monstruo, no era un soldado que cumpliera órdenes, al que pudiera esquivar o ponerle carita de cordero para así dejarla marchar cuando la atrapaban.

Esa bestia era aterradora. Una criatura dispuesta a arrancarle los miembros de un solo bocado, a desmembrarlos, sin apartar sus intensos ojos amarillos de sus víctimas mientras estas agonizaban.

Vanora conocía algunas leyendas de la Corte Oeste, de sus extrañas y tenebrosas criaturas, de los lugares encantados en las ciénagas, del sin fin de bestias que habían escogido el oeste como su refugio tras la pérdida de sus territorios en el reino de Alstan, ahora convertidas en ruinas. Esa era una de ellas, y la más aterradora.

Había algunas adorables, como en todas las cortes, siempre había de todo. Gente buena y mala, por lo que ese tipo de criaturas también podían dividirse en esas categorías. Sin embargo, los Kárima eran realmente peligrosos, al igual que los Kelpies en los mares del sur. Criaturas despiadadas, incentivadas a matar y ansiosas por despedazar a cualquier criatura con los dientes. Se decía que el sonido de los huesos rotos era su favorito.

— ¡¿Qué estás haciendo princesita?!—Los gritos de uno de los chicos le sacó de su ensoñación.

—¡No tengo la llave...!¡No puedo...!

El rugido de la bestia hizo temblar todo el Calión. Las gradas parecían sacudirse debido al inmenso rugido que se escapaba entre las fauces de aquella especie de caimán gigante. El público se mantuvo en silencio durante unos instantes, para segundos después vitorear de nuevo, esta vez cargados de adrenalina pura. El ambiente festivo era contagioso para todos aquellos que, al comienzo, se mostraban más escépticos del enfrentamiento entre el grupo de niños y la bestia.

Las muñecas comenzaron a arderle, la piel parecía quejarse y rasgarse bajo el frio hierro que las cubría. A pesar de conocer bien las maneras de deshacerse de las esposas, aquellas parecían forjadas a conciencia.

Al otro lado de la arena, el Kárima salió de su jaula mostrando sus colmillos a un público frenético. Los rostros de la gente variaban desde la emoción al miedo puro, incluidos algunos temerosos, pero no por el monstruo, sino por los pequeños. Vanora aun así quería pensar que su padre solo quería ponérselo más difícil, dado que la seguridad en las pruebas siempre había sido excepcional. Por lo que, si algo se torcía o se complicaba, los guardias entrarían corriendo para derribar aquella bestia y proteger a los pequeños.

Argel y Ronet ya se encontraban liberados, y junto al resto de participantes corrieron hasta las diferentes armas que se hallaban en el arenal. ¿Pero que arma sería más útil contra eso? A primera vista, ninguna parecía ser una buena opción.

Entonces comprendió que las pruebas no eran únicamente para ver las capacidades individuales de los sujetos que participaban, sino también como podían desenvolverse con otros. No solo buscaban luchadores, buscaban líderes.

Vanora aún de rodillas, mantenía la mandíbula apretada, tratando de contener el dolor que le recorría los brazos. De sus muñecas salían ligeros ríos de sangre que se deslizaban hasta sus dedos cubriendo así sus manos, haciéndole ver como si llevase unos guantes carmesíes.

Sentía su cuerpo totalmente bloqueado. No sabía cómo proceder, pues nunca se había enfrentado a una amenaza igual, ni siquiera de peligro real. Ahora se encontraba sola en una arena de combate, junto a un grupo de diez a quince niños repartidos por el lugar.

—¡Eh! ¡Escucha!

Vanora parpadeó repetidamente en un intento de deshacerse de la neblina que cubría su mente, que evitaba que pudiera pensar con claridad. Visualizó a Argel y a Ronet discutiendo y empujándose por agarrar una de las espadas que estaban clavadas en la arena. Al principio no comprendió por qué, pero al ver como otros participantes habían cogido otras armas, oxidadas o mermadas entendió porque parecían pelearse por aquella. Era de las pocas armas que se mantenían en perfecto estado.

Sin embargo, el grito no provenía de ellos. Al mirar a su alrededor, encontró como la chica de cabello turquesa oscuro iba en carrera hasta ella, llevaba un arco y un carcaj colgando del hombro que no parecía dispuesta a usar. ¿Quién era ella? No la reconocía de la nobleza de ninguna de las cuatro cortes. ¿Sería una invitada? Pues no la había visto hasta ahora.

—¡Agáchate!

—¿Qué...? — Vanora parpadeó con más rapidez y sacudiendo la cabeza miró en la dirección donde la chica señalaba.

El Kárima, ya libre de sus cadenas al contrario que ella, debió de darse cuenta de que la princesa norteña era la única que seguía presa del hierro. Se lanzó hacia ella con tal velocidad, que la joven junto al resto del público, contuvieron el aliento al mismo tiempo.

—¡Guardias! —Los gritos de la joven hicieron efecto.

Los soldados que se encontraban patrullando por el primer pasillo, separando así a los espectadores de la arena se alarmaron al comprobar como la princesa norteña no había logrado escapar de sus cadenas. Vanora comprobó como Farion Arandor, el general de la Corte Sur se tensó al comprobar como alguien había saboteado las pruebas que él debía asegurar.

Sus ojos viajaron hasta la alta lady Saelen-Lir Gallander, que ordenó a sus guaridas tomar medidas e interrumpir la prueba. Pero sus soldados se vieron bloqueados por otros con armaduras plateadas y rojas, pertenecientes a la Corte Norte.

Saelen-Lir y Barius Cadogan cruzaron miradas, desafiantes. La reina parecía evidentemente molesta de que estuviera perjudicando no solo las pruebas, sino también a su propia hija. En mitad de aquel duelo de miradas silenciosas, la alta lady pareció ordenarle que se detuviera, pero el rey Cadogan simplemente rio con frialdad.

—¡Cadogan!

La chica del cabello turquesa oscuro logró avisar a Vanora, quien pudo ver como el Kárima venia en carrera hasta ella. Sin saber si cerrar los ojos y esperar a la muerte, decidió mirar a aquella chica que a pesar de correr con todas sus fuerzas sabía que no llegaría a tiempo.

La joven misteriosa no parecía saber qué estaba haciendo, sino que solo se estaba dejando llevar por la adrenalina. Entonces juntó sus manos, pegando así las palmas e hizo una especie de triangulo con los dedos índices y los pulgares. En el centro pareció formarse un remolino de aire. ¿Aquella chica era una Invocadora? No, su rostro mostraba la confusión y el miedo. Estaba improvisando, y sin saber qué estaba haciendo, estaba tratando de ayudarla.

Entonces cerró el puño derecho como si hubiera acumulado allí toda la energía y estiró el brazo señalando así a Vanora quien cerró los ojos con la esperanza de que no doliera demasiado. La arena se levantó alrededor de la chica y un estallido ensordeció a todos, pues el aire había golpeado a la criatura que se sacudía aturdida en mitad de la arena. El resto de participantes corrían asustados cogiendo escudos y algún tipo de arma parapetados contra una de las paredes, exigiendo que les sacaran de allí.

Vanora también se encontraba en el suelo debido al impacto del aire. Esa chica era una Invocadora, poseía la habilidad necesaria como para manejar una de las Magias Menores. Aquella que controlaba el elemento del aire.

Aún tirada en el suelo y aturdida, Vanora observó en los palcos como la reina había dejado el suyo para ir a encararse al del rey Cadogan que no dejaba entrar a la alta lady con la que parecía discutir.

Mientras tanto, la chica misteriosa corrió hasta ella, con la esperanza de encontrarla bien. Pero antes de llegar, Ronet Gallander la empujó lanzándola contra unos escudos que reposaban en el suelo. Los gruñidos de la chica resonaron por el lugar, mientras el príncipe sureño se acercaba con la espada por la que había estado peleando con su hermano.

—¿Qué estáis haciendo...? —Murmuró la joven con las manos cubiertas de cortes. Pues la magia siempre tenía un coste.

—¿Qué se supone que estáis haciendo vos? —El rostro del chico era completamente frio mientras lanzaba su mirada de superioridad tanto a la joven como a Vanora, que descansaba a pocos metros.

—Ayudarla. ¿No veis que no ha podido liberarse de las cadenas? Debemos...

Ronet se acercó a paso lento, como si no tuviera miedo a que la criatura se recuperase del pequeño huracán que le había golpeado. Aquel príncipe era demasiado temerario, egocéntrico y con demasiadas ansias de poder y reconocimiento...Lo cual Vanora sabía que por su culpa todos acabarían muertos aquella misma tarde.

—No vas a quitarme el reconocimiento que tanto merezco, y menos una sirvienta como vos. ¿Creéis que no se quien sois? Tener el favor de vuestra reina no os convierte en noble.

—¡Ronet!

Los gritos de Argel resonaron en la lejanía, con una ceja partida y aferrado a lo que parecía un tridente que había recogido entre la tierra, se alzó del suelo con la cara polvorienta y ensangrentada.

El joven príncipe sonrió para mirar a las chicas y luego a su hermano mientras alzaba la espada contra el Kárima. Argel corría en su dirección, la misteriosa joven se aferraba a sus manos heridas y Vanora seguía tirando de sus cadenas en un último intento desesperado por arrancarlas del suelo. En ese momento, los gritos de Ronet pudieron haber ensordecido a cualquiera.

—Yo soy el héroe. —La sonrisa de Ronet Gallander brilló con más seguridad que el filo de su espada.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro