Capítulo 10 ✺
Argel jamás había estado en presencia de un Invocador, ni de ningún tipo de magia. Siempre había pensado en cómo sería ver a uno de aquellos seres que eran capaces de usar los elementos, de manejarlos, de crear o destruir cosas con ellos. Lo poco que conocía de las costumbres e historia de Alstaen, se basaba en que todos sus habitantes, fuera cual fuera su corte, eran todos ellos mestizos.
Conocía los cuentos clásicos de su hogar. Aquellos en los que se mencionaba cómo los humanos habitaban gran parte del continente y que en el reino de Alstan habitaban los feéricos. Un reino que era regido y formado por seres élficos y mágicos provenientes de Lyvanar. Con el pasar de los siglos y tras batallas internas por la liberación, los humanos y los feéricos acabaron uniéndose creando así a los mestizos, entre los que surgieron los famosos Invocadores, seres que reunían las habilidades humanas y élficas. A día de hoy, todos los habitantes del continente eran mestizos, apenas quedaban humanos y feéricos puros en Alstaen.
—No debéis acercaros a las norteñas Argel.
El pequeño miró a su hermano y en cómo se sentaba a su lado, observando como la princesa descendía por las escaleras en compañía de su hermano, no pudo evitar preguntarse por qué había aquella reticencia a aliarse con los norteños.
Zalnar se acomodó la capa para poder disfrutar del espectáculo.
—¿No os caen bien?
—Son las mujeres más peligrosas de Alstaen.
—Pero...todas las mujeres lo son, alteza.
Ante aquella respuesta, Zalnar no dudó en reírse, al ver como su hermano pequeño sonreía con las mejillas totalmente sonrojadas. Lo cual llamó la atención del mayor, que acarició la nuca de Argel con cariño. Una pequeña amistad comenzaba a florecer entre ambos hermanos.
—¿A qué se debe ese comentario? —preguntó con una sonrisa cargada de dulzura el heredero del sur.
—Las mujeres de Inrish son piratas, muchas vienen de las islas de Amarok. Son como serpientes, bellas y mortíferas... Nunca sabes cuando pueden morderte.
La risa de Zalnar apenas fue audible entre las exclamaciones de sorpresa del pueblo, que parecía anonadado al ver como el Invocador de la Magia de Meraen, aquella que era la especialidad de la Corte Sur por su elemento como lo era el agua, creaba formas de gran tamaño para mostrar sus habilidades.
—Nunca he viajado fuera de la Corte, pero doy fe en que esas mujeres son peligrosas. —Los ojos azules de Zalnar brillaron con ternura al comprobar cómo su hermano pequeño sonreía aliviado de que alguien, al fin, valorase lo que decía—. Pero recuerda que, si las sureñas son serpientes, y sí, son peligrosas...Las norteñas son dragones y esas damas son letales. Prométeme que tendrás cuidado con esa chica.
—Lo prometo, hermano.
Zalnar sonrió revolviéndole así el cabello al pequeño Argel que sonreía aliviado, y se aferraba a su hermano con la esperanza, de que con aquel acercamiento le permitieran despedirse de su querido padre. Aunque sin saberlo ya había encontrado una familia.
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—Recordad que después de esta noche, todo cambiará. Las princesas y nobles de todas las cortes se encuentran aquí, en Shunra.
La reina Saelen se encontraba en la sala del trono, sobre aquel que era el lugar de más poder. Seguía ataviada con aquel vestido azul con detalles dorados que la hacían lucir hermosa, ante la luz veraniega que se colaba cálida por los enormes ventanales que decoraban la gran sala. Sus cortinas blancas con dibujos dorados ondeaban suavemente al viento y las velas que adornaban los candelabros tintineaban perezosos.
—¿El bastardo participará?
—Ronet. —En aquel instante Vallan lanzó una mirada furibunda a su hermano mayor, pero este solo le mostró la lengua y sonrió a su madre.
—¿Qué? ¿Acaso no es un bastardo?
—Es nuestro hermano, y se llama...
—Argel. —La voz de la reina resonó por encima de las de sus pequeños, quien sobre la alfombra azul cobalto giraron sobre sus talones enfundados en botas de cuero negro, para observar al pirata junto al heredero, quienes entraban a la sala—. Zalnar.
—Hola madre. —Zalnar le dedicó un suave asentimiento de cabeza a modo de saludo, viendo como ella le dedicaba una sonrisa más relajada.
—Ho...Hola.
Argel no sabía con exactitud como actuar delante de aquella mujer de cabellos dorados platinos. Sus piernas cruzadas y sus largos brazos decorados con distintos brazaletes dorados, mostraban una mujer poderosa y relajada sobre aquel trono dorado.
—No hemos tenido tiempo de estar todos unidos debido a la festividad. Lo cual lamento de corazón, Argel. Pero como comprenderás, llevar un reino no es una tarea sencilla.
—Lo comprendo mi reina.
La risa de Ronet no fue disimulada, pues sus carcajadas resonaron por la sala del trono al mismo tiempo que Zalnar golpeaba su hombro con la intención de sofocar sus burlas. Vallan sonreía entre dientes disfrutando de aquella escena y es que al pequeño tullido le encantaban las reuniones familiares.
—¿Qué...qué sucede? —Murmuró Argel entre pestañeos claramente confusos.
Las largas piernas de la reina se movieron con velocidad, y ya en pie, se acercó hasta el pequeño pirata al cual acarició sus cabellos dorados con suavidad. Parecía examinarlo con detenimiento, como si estuviera recordando algo, o quizás a alguien al ver sus facciones.
—Soy tu madre Argel, no tu reina.
—¿No sois ambas?
—Ante todo y cualquier suceso, siempre seré vuestra madre primero.
Los ojos del pequeño se enrojecieron levemente el comprobar el amor que brillaba en la mirada de la reina, y en cómo sus largos dedos acariciaban sus mejillas. El pequeño se lanzó a sus brazos rodeando la cintura de la reina para así esconder el rostro en el vientre de su madre. Con tanta fuerza y necesidad que Saelen pareció sorprenderse ante tal muestra de afecto.
—Bienvenido a palacio mi pequeño pirata.
—Pero madre, si es un bastar...
Esta vez la mano de Zalnar se movió con más velocidad golpeando la parte trasera de la cabeza de Ronet, quien se giró sobre sus botas para lanzarse contra su hermano mayor entre muecas y maldiciones. Aun cuando Argel se encontraba separándose de su madre, visualizó los ojos de Vallan dedicándole una silenciosa bienvenida y en Zalnar sujetando la cabeza de Ronet que trataba de golpearlo con sus puños y su enfado acababa disipándose para convertirse en una risa conjunta por parte de ambos hermanos.
—Sigues siendo demasiado pequeño para ganarme Ronet.
—¡Eso ya lo veremos!
Entre risas, el ambiente en la sala del trono se tornó en algo que Argel no esperaba. Siempre pensó que la familia real sería algo estirada, extravagante y probablemente unos orgullosos engreídos. Tal vez Ronet fuera el que se asemejase más a aquella imagen que siempre había creído correcta. Pero el resto, cuando estaban unidos, formaban la familia que él siempre había deseado.
Mientras Argel se alejaba de su madre, la reina recibió a Farion que entraba con la armadura sucia y algo descascarillada. El pirata era capaz de reconocer las marcas de sangre seca en los ropajes, y es que la tela que se ocultaba tras la armadura o la misma capa del general, se encontraban manchadas de lo que en un principio podía parecer barro.
—Mi Alta Lady, mi reina...Debemos hablar.
—¿Qué sucede Farion?
—Mis soldados han sido atacados por unas criaturas extrañas...En el cuello, donde se encuentran nuestras fronteras. Pero no eran soldados, no eran bestias que conociéramos...Se movían como sombras.
—¿Sombras?
—¿Y si es cierto lo que mencionaban en la Corte Este?
—Los Espectrals son leyendas, querido amigo. La Brumak, es lo único que debería preocuparnos, es una enfermedad que avanza rápido allí por donde va.
—Mi señora...Han pasado nuestras fronteras, han matado a una quincena de mis mejores soldados.
Argel abrió los ojos de par en par aun dando la espalda a la reina, y al general mientras avanzaba lentamente hacía Vallan, quien mostraba su confusión esperando una respuesta por parte de su hermano.
—¿Has avisado a los Invocadores? ¿Crees que Aran, el rey loco sigue con vida?
—Después de causar la destrucción de su reino...Sí, creo que puede haber sobrevivido gracias a la Magia de Sangre.
—Entonces debemos cerrar las fronteras y avisar a los Invocadores para que vengan hasta aquí para protegernos.
—Otra cosa más, mi lady. —Farion hizo una pausa tratando de respirar antes de sacar de sus pantalones un pergamino arrugado, sucio y algo quemado—. Es probable que el rey loco esté buscando a su hijo.
—Pero el príncipe murió junto al resto de su familia. Aran los mató a todos al invocar la Magia Superior.
—¿Y si el pequeño sobrevivió?
—Entonces debemos encontrarlo y acabar con él antes de que el rey loco lo averigüe y su legado continúe.
—Pero mi reina, ¿Y qué haremos con Aran, si es que sigue con vida?
—Acabar con él de una vez por todas. Reuniré a los lores y ladys de las cuatro cortes esta misma noche. —Sealen atrapó el antebrazo de su soldado que estaba dispuesto a marcharse de la sala, logrando que este le lanzase una mirada curiosa. —Recordad, Farion... Las pruebas de la Unión deben continuar a toda costa.
—Si, mi Alta Lady. Juro por el mar y el cielo azul que nos gobiernan y brillan con tanta fuerza que las pruebas continuarán.
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