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Un movimiento abrupto la sacó de sus pensamientos, sin darse cuenta se había sumergido en sus pensamientos sin ser consciente de lo que pasaba a su alrededor. Lo que sucedió después fue muy rápido como para que pudiera reaccionar a tiempo. En cuestión de segundos ella se encontraba en el suelo siendo aprisionada por unos brazos y el señor estaba encima de su cuerpo inmovilizándola, el hombre se encontraba delirando a causa de la fiebre, tenía las pupilas desorbitadas y gotas de sudor en la frente.

-Trataste de matarme maldita embustera. - su mano hacia presión en su cuello impidiendo que su reparación llegase a sus pulmones, la estaba ahogando, se estaba quedando sin aire, el señor delirante al haberla visto sujetar el puñal y después haber sido quemado pensaba que ella trataba de asesinarlo, y con la alta temperatura que en estos momentos su cuerpo había adquirido, no pensaba con claridad, de hecho no era consciente apenas de lo que hacía.

-Yo no – no logro decir dos palabras antes de quedarse sin aire volviendo a asfixiarse, se removía desesperada tratando de quitárselo de encima, moviendo las piernas intentando darle una patada, aunque sea y fallando. Se estaba ahogando, la estaba matando, los segundos pasaban agónicos para ella, la visión empezó a fallarle y cada vez tenía menos fuerzas para resistirse. Tenía que hacer algo, y rápido, elevo la rodilla propinándole un golpe en la herida aun sin sanar y eso logro que se encorvara y agarrara el estómago soltando un alarido de dolor, así consiguiendo apartarlo, la castaña aprovecho eso para levantarse a trompicones y recobrar la respiración tosiendo con consternación.

Entonces todas sus esperanzas saltaron por la borda, no se quedaría en ese castillo para verse morir poco a poco a ella misma, no consentiría eso, dejaría de ser la alfombra en la que restregarse y pisotearla, con el remordimiento presente abandono al señor a su suerte.

Sin meditarlo demasiado salió disparada de allí, huyendo de aquel grotesco hombre, y todo lo que conllevaba vivir en aquel lugar.

Estaba harta, no seguiría viviendo bajo normas, no acataría más normas nunca más.

Sin pensarlo dos veces corrió a toda prisa a la puerta principal castillo y la abrió sin esfuerzo aprovechando que ese día no había nadie custodiándola escapo, cosa que debería haber hecho hace mucho.

Pensaba pararse a coger provisiones o algo que pudiera serle útil y ayudarla en el camino, pero los pasos del señor aun moribundo la frenaron de tal hazaña guiándola directamente a la salida.

A hurtadillas bajo los peldaños congelados por el hielo, fue directa al establo en la parte trasera de la vivienda. Ensillo y monto al caballo emprendió el galope lo más lejos posible saliendo del lugar.

Los árboles iban quedando atrás a medida que pasaba, la mayoría del bosque contribuido por plantas leñosas, blanco prado decorado por la escarcha, pinares con las copas pintadas de blanco sosteniendo la nieve apilada en estas, plataformas compuestas por agua solidificada a causa del frio obteniendo así lagos o ríos enteros formados por hielo.

Eso era todo lo que lograba ver en su camino, el caballo negro cabalgaba veloz entre la espesura del monte, saltando ramas sobresalientes, esquivando arboles con agilidad y levantando nieve y tierra allá donde pisara, el color tan oscuro de su pelaje contrastando con la blanca nieve del suelo que ocupaba mínimo un centímetro de tierra, la cabellera castaña de la chica moviéndose al compás de la carrera el cual parecía haber cobrado vida propia. Las ramas bajas de los árboles se enredaban con su pelo y rasguñaban su cara y vestido, o al menos lo que quedaba de él.

El sol seguía escondido bajo esa capa de espesas nubes, y lo poco que se veía lo tapaban ese tumulto de árboles.

Por suerte todavía no había llovido o nevado, pero eso no quitaba el hecho de que la temperatura fuese muy baja, y a medida que llegaba la noche esta disminuía si eso era posible.

Tras horas en las que únicamente avanzó dificultosamente a causa de la nieve, la cual se formaba y alfombraba el suelo. Se permitió a si misma descansar, sería un largo viaje, quería alejarse todo cuanto pudiera, tenía que ganarles terreno y tiempo porque, aunque dudaba que el señor se tomase tantas molestias como para mandar a sus hombres en búsqueda de su cabeza prefería prevenir y mantenerse lo más alejada posible, ni siquiera podía darse el lujo de descansar en un poblado, ya que allí podrían encontrarla fácilmente. Añadiendo esto al hecho de que en las horas a caballo no había visto en ningún momento señales de vida en los alrededores, ni encontrado con algún poblado o una persona siquiera.

"Yo puedo con esto" se repetía ella continuamente por cada hora que pasaba en tan malas condiciones. "Dios manda a la guerra a sus soldados más fuertes", recordó las palabras de su madre cuando ella era pequeña, justo unas semanas antes de fallecer.

La noche llego y con esta el peligro, no conocía los alrededores y no sabía con qué podía encontrarse. Sabía que seguramente ya hubiera enfermado por el frio del invierno, y podría encender una hoguera para calentarse si no fuera porque temía que el señor del castillo pudiera verla y así llamar la atención. Encender la hoguera seria como darle el punto exacto de su localización.

Todo estaba en completo silencio. De fondo se escuchaban los sonidos del bosque nocturno como un búho ulular, el aleteo de las aves, el viento chocar contra los árboles, la espesa nieve cayendo de estos.

Cuando algo irrumpió la tranquilidad.

El aullido de un lobo entre la penumbra. 

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