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Poco a poco recuperó como pudo la vista, parpadeando varias veces para acostumbrarse a la luz que dañaba y deslumbraba sus ojos. Se sentía cansada, decaída, como si no hubiese dormido en semanas, que en cierto modo era lo que había pasado.

Despertó en una extravagante habitación, llena de lujos, y digna de un gran palacio. Esta contaba con un enorme balcón y un extenso ventanal dejando ver las increíbles vistas de un bosque, los árboles se perdían entre la espesura de este, las copas de estos se movían al compás del viento que soplaba y susurraba secretos que solo sabrá el bosque, y los frondosos abetos con pequeños restos de nieve dando a saber que se acercaba el invierno. El cielo pintado por colores anaranjados y la brisa fresca de la mañana.

Cerró el ventanal y se dispuso a escrutar con más detenimiento el espacio. Había una gran chimenea con la labor de resguardar del frio en épocas de invierno, decorada con un adosado de piedra similar al de las paredes. La habitación era amueblada con muebles dispersos a lo largo de la estancia, de pie o tumbados, amontonados y apilados desordenadamente. Una cama de gran tamaño resaltaba, extensa y con cuatro postes sujetando un techo de seda sobre la cama. Compuesta por sábanas hechas de pieles de animales, tapizadas y calientes con la capacidad de mantener el calor corporal a la perfección. Una estantería se alzaba contando con una gran colección de libros y pergaminos.

Siguió mirando la sala hasta que el ruido chirriante de la puerta abrirse la sacó de su ensoñación, dejando entrever por esta la silueta del hombre que la había comprado. "Asco", "repugnancia", eso es lo que sintió cuando vio a ese sujeto aparecer por esa puerta. Odiaba a ese hombre hasta la médula sin siquiera conocerle y tenía por seguro que no lo haría.

No le dirigió la palabra y paso de largo cogiendo algunos ropajes de un espléndido y variado armario.

Ella observo todos sus movimientos desde su posición tratando de mantenerse indiferente.

-Te vas a quedar ahí parada o va a vestirme criada. - hablo el con veneno en su voz y una chispa de burla. En ese momento se sintió tonta por quedarse como estatua sin saber reaccionar, pero lo remedió con rapidez.

-Le creí capaz de vestirse por su propia cuenta, no sabía que los hombres eran tan dependientes de sus sirvientas. - sabía que recibiría castigo por dichas palabras, pero no le importaba lo que él pudiera hacerle, ella era capaz de soportar cualquier maltrato, solo tenía que aguantar un poco más, tenía que ser fuerte. Quería estudiar su carácter, cuanto más supiera más fácil seria planear su huida y saber hasta que limite llegar.

Él se giró lentamente asesinándola con la mirada, tratando de intimidarla. Ella ni siquiera se inmuto, se mantuvo ahí parada, de pie, acartonada, altiva.

Ella ciertamente esperaba que estallara en colera, que la abofeteara o que la gritara. Pero nada de eso paso. En cambio, se mantuvo en su posición y la cogió del antebrazo.

Su siguiente movimiento fue limitarse a observarla para después escoltarla hacia otra sala del lugar. La guio a través de todo el lugar, este era grande, más de lo que podría imaginar, recorrieron extensos pasillos, grandes escaleras de mármol, dejaron atrás varias puertas que daban a habitaciones, y pasaron también por lo que imagino que era la cocina la cual contaba con los fogones encendidos, cacerolas, vegetales, comida y sartenes entre otros trastos abigarrados.

Memorizó todo el recorrido pensando en que la podría servir en un futuro próximo y se dejó arrastrar por el hombre.

El nombrado la llevó a trompicones y una vez llegado al lugar la soltó sin ningún cuidado haciendo que ella tratara de estabilizarse y no caer.

-Tendrá más trabajo que cualquiera de los empleados de este castillo limpiara hasta el último recoveco de este lugar y pasará un día entero sin comer, si la veo tan siquiera tomar una sola miga de pan su castigo incrementará, podría pasarse días sin comer, yo que usted lo pensaría dos veces. - dijo simple y desinteresadamente, sin importarle demasiado lo que le ocurría a la chica.

Sin más cerró la puerta tras de sí dejándola en una sala oscura, húmeda, y polvorienta.

No sabía cuántas horas llevaba fregando el suelo, restregando un trapo viejo que en este momento valdría más que su ropa, cambiando el aceite de las velas, o candelabros, desempolvando los muebles, cocinando sin siquiera saber cómo, barriendo el suelo...

Cada minuto se le hacía eterno, el tiempo parecía detenerse y ralentizarse, con cada hora que pasaba sentía como en cualquier momento su cuerpo pudiera colapsar. Y el no comer comenzaba a hacer efecto, las últimas semanas se las había pasado sin comer apenas nada y estaba hambrienta. Se froto la frente quitándose el sudor y siguió con su trabajo.

Al menos el castigo no había sido tan malo como ella pensaba, podría haberle hecho cualquier cosa y entre todas las opciones había elegido la más simple, con eso trato de darse ánimos para seguir y no rendirse.

Ella solo tenía diecisiete años, aún era una niña a la que le habían pedido más de lo que ella podía dar toda su vida. No se veía con las fuerzas de seguir y aunque puede que se lo hubiese buscado sentía sus músculos nuevamente agarrotados y los parpados tentados a cerrarse sin su autorización pidiendo un descanso. Había que ser optimista y aguantar, con eso se dio fuerzas para continuar su trabajo.

A lo largo del día tuvo tiempo de detenerse a inspeccionar a fondo el castillo. Uso su trabajo a su favor, e investigó todas las habitaciones, o al menos las que no eran prohibidas, en busca de cualquier salida.

Tenía que barajar sus opciones, ser lista, más que él. Lograría escapar, de eso estaba segura, entre sus planes no estaba seguir encerrada el resto de su vida y para colmo en el mismo castillo con ese señor.

Observo con precaución cada recoveco, cada resquicio por muy pequeño que sea. Tenía que idear un buen plan, en ese castillo habría al menos cien hombres, y si la pillaban o bajo órdenes de lo que parecía ser el dueño le daban caza estaría muerta o como mínimo la ejecutarían brutalmente.

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