16
El resto del día transcurrió con naturalidad o al menos lo que había en ese espacio, empezó a encontrarse peor, le dolía la cabeza y de vez en cuando sufría mareos, pero no era nada que no pudiese soportar, ya le había ocurrido más veces, no era algo nuevo por lo que no tenía que preocuparse, ignorando su mal estado continuo con su lectura, un libro que la había volcado por completo abstrayéndola, sumergiéndola en el mundo de la literatura.
El tiempo pasaba y ella no hacía más que empeorar, le trajeron la comida a medio día, pero ella no tenía hambre, de hecho, estaba segura de que como probase bocado vomitaría así que bebió agua manteniéndose hidratada y se acostó una vez más en el lecho sin nada que pudiese hacer, en esos momentos no se encontraba con ánimos ni de leer.
La noche llegó y la mejoría que ella pensaba presenciar no llegaba.
Justo como el azabache había previsto esa noche la chica empeoró en salud notablemente, la fiebre volvió a aparecer al igual que la jaqueca, haciendo que apenas se pudiera levantar de la cama.
Por inercia acabo durmiéndose dejando así la tarea de cuidarla más fácil para el chico.
El sudo dicho paso la noche entera a su lado, arropándola con todas las mantas posibles cuando su temperatura disminuía más de lo normal, limpiando su frente del sudor con trapos húmedos cuando su temperatura aumentaba, tratando de mantenerla estable en la medida de lo posible.
En los diferentes libros de medicina leídos que tenía como colección en su biblioteca, la mayoría decían que el té de lechuga es de gran ayuda ya que este aporta vitaminas y minerales para no tener una descompensación durante el tiempo que dura la fiebre además de mantenerse hidratado.
Una vez hecho esto último, se sentó en la cama junto a ella, y al ser la cama de gran extensión cabían los dos sin problema.
Se tumbo de costado admirado la cabellera castaña que se deslizaba por la almohada a modo de catarata, la chica acostada de lado mantenía una respiración acompasada, su rostro relajado la hacía ver como un pequeño ángel revoltoso, el cual parecía nunca haber roto un plato, una sonrisa escapo de sus labios, después de ese percance el peligro ya había pasado, ahora se encontraba en mejor estado, la arropó con delicadeza una vez más y enternecido besó su cabeza y frente, así que antes de endulzarse más de lo que estaba con la tranquila imagen ante sus ojos ,abandonó la habitación, dejándola descansar, cosa que necesitaba.
La joven enferma descansaba recostada en la cama, con un sueño profundo e imperturbable. Aun no lo quisiese admitir se encontraba débil y sin apenas fuerzas como para siquiera moverse, los últimos días en los que se había dedicado a tratar de salir de esa habitación la fiebre le había subido y se encontraba más cansada de lo que le gustaría. Pero no podía quejarse, aunque aún desconfiase de las verdaderas intenciones del señor, este la había tratado bien, y aunque no lo reconociera gracias a él seguía viva y en mejor estado cada día.
El sonido de la puerta abrirse la despertó, ciertamente se había desvelado un par de horas por la noche para dedicarlas a pensar, a pesar de que no sirviese de nada, por lo que aún no estaba del todo dormida.
Pasos se escucharon hasta llegar a su cama, ella se quedó quieta, a la defensiva, esperando cualquier amenaza. Trato de no tensarse y controlar su respiración.
El desconocido acaricio con delicadeza su cabello y ella se permitió relajarse un poco, cuando sin previo aviso tiro de este con tal brusquedad que pensó que se lo iba a arrancar.
Comenzó a arrastrarla cogida del pelo, y sintió un peso en la cama, dando la clara señal de que se había subido a esta.
La chica pataleaba con el doloroso agarre consiguiendo que inmovilizaran sus muñecas.
Seguía retorciéndose bajo el cuerpo que la apresaba y recibiendo a cambio un golpe en su cara que la aturdió los segundos suficientes como para que la persona la despedazara la ropa, rajándola y desprendiéndola de su cuerpo.
A este punto la muchacha había comenzado a gritar, tratando de evitar lo que pasaría a continuación.
Al desconocido no parecía importarle que gritase o no, y nadie venia en su ayuda.
La tumbó boca abajo presionándola contra el colchón y aplastando su cara contra la almohada, en una posición incómoda que no la dejaba ver lo que ocurría.
Lágrimas de impotencia se deslizaban por sus mejillas sin su permiso, y cuando la mano del hombre comenzó a tocar su cuerpo sus gritos aumentaron de intensidad. Sabía lo que pasaría a continuación, y ella de ningún modo dejaría que esto ocurriese.
Su cabeza era sujetada, al igual que sus muñecas, y la persona se había subido encima suya dejándola sin opciones a moverse con su peso.
Alguien la hablaba, la voz sonaba lejana y preocupada, pero no lograba reconocer de quien era.
Entonces logro abrir los ojos, despertando de aquella horrible pesadilla en la que estaba sumida.
Lo más triste de esto es que esto no había sido una pesadilla, sino un recuerdo que salía a flote entre sus sueños.
Un recuerdo de su estancia en aquel lugar donde había sido vendida. En el sitio ella dormía en una celda con un trozo de trapo como colchón, y un pedazo de madera colgado alrededor de su cuello con un número, siendo enumerada para su compra como si tratase de un animal de granja. De vez en cuando los hombres que se encargaban del lugar paseaban entre las celdas poniendo como única excusa que tenían que probar el producto antes de ser vendido.
La primera vez que trataron de abusar de ella antes de desvirgarla se dieron cuenta de que aún no había tenido esa clase de relaciones con un hombre por lo que la dejaron virgen y subieron el precio del cartelito que tenía colgada alrededor de su cuello.
Pero aun así eso no quitaba el hecho de que la tocasen sin ningún cuidado, dejando marcas de sus manos en todo su cuerpo, tampoco la salvaba eso de los golpes diarios ni de que la hicieran hacer cosas que habían dejado mella en ella. Cosas que nunca habría hecho por voluntad propia.
Sin darse cuenta había saltado de la cama gritando, recordando cosas desagradables que prefería enterrar en su memoria.
Sintió unos brazos rodearla y su primera reacción fue apartarse como pudo, pero el agarre no cedió, siguió insistente.
Solo paro cuando reconoció quien era, se trataba del señor del castillo, el cual susurraba palabras cerca de su oído tratando de calmarla, y aun la sujetaba, pero con delicadeza, sin llegar a dañarla.
Ella aun exaltada intento por decima vez salir del agarre sin conseguirlo y se acabó rindiendo apoyando así u cabeza en su pecho, al menos sabía que él no le haría nada, eso no quitaba el hecho de que en el fondo aun le temiera, pero de cierta manera confiaba en él, al menos más que en un desconocido.
Se relajo en sus brazos, sintió sus músculos destensarse y acto seguido recibió un suave beso en la coronilla, lo cual la desconcertó, quedando perpleja se giró en su dirección. Entonces se dio cuenta de lo que había pasado y su cara se tiño de rojo, había despertado gritando como si de una loca tratase y el hombre sin nombre lo había visto todo.
El nombrado no parecía burlarse de ella, y mucho menos tomárselo a broma, ella estaba a punto de bajar la cabeza para esconder su sonrojo cuando se dio cuenta de algo. No tenía por qué avergonzarse, puede que su forma de despertar no fuese la adecuada, pero a ella no le interesaba, recuperando su actitud que en algunos casos era un poco infantil y solía portar.
Se levantó de la cama bajo la atenta mirada del muchacho y se froto el sudor de su frente tratando de despejarse de los últimos acontecimientos. Y comenzó a dar vueltas intentando olvidar lo ocurrido.
Él se mantuvo en silencio, prefirió no preguntar y cuando vio que la intención de la pecosa no era dormirse de nuevo hablo.
-Duerme de nuevo, me quedare en la habitación, cuidare que nada le pase, nadie entrará a la habitación, lo prometo. - esas últimas palabras fue todo lo que necesito ella para quedar desorientada y confusa a un nivel que nunca pudo considerar.
Se tumbo en la cama de nuevo y vio atentamente como el chico se sentaba en el sillón junto a la estantería, encendía una vela y cogía un libro, parecía que en verdad cumpliría su palabra.
Estaba muy cansada y aturdida para replantearlo, mañana se quejaría o lo echaría si se le ocurría despertarla, una de las cosas que encabezaba en la lista de odio era que la despertasen de madrugada, y aún peor si no se encontraba bien, sin darse cuenta acabo sumiéndose en la oscuridad antes de lo esperado, en un profundo y tranquilo sueño.
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