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15


Estaba aburrida, no sabía qué hacer, salir de esa habitación ya no era una opción, al menos no de momento, no pensaba rendirse, aunque no sabía que quería conseguir.

Leyó algunos libros de la estantería o pequeña librería que estaba colocada en una de las esquinas de la habitación, junto al sofá, la chimenea de piedra y la mullida alfombra de pieles.

Rebuscó entre los objetos de la habitación un entretenimiento, leyó la mayoría de libros de los estantes, aunque gran parte de estos trataba de monarquía, estado económico, mapas, pergaminos a los que no lograba encontrarles sentido.

Hasta que algo llamó su atención, algo en especial que resaltaba a la vista, una libreta, con hojas que habían parecido ser sacadas de las ascuas de un incendio, o haber sido tratadas mal en un pasado y revenido con el tiempo.

El libro era enfundado en cuero, áspero y con formas de logos o signos que no identificaba.

Había diferentes gamas de marrón en la portada, dándole la bienvenida, invitándola a conocer su interior, tonos cafés, marrones claros, oscuros, pasteles, quemados, otoñales, de todo tipo se podía diferenciar.

Pero lo que en realidad captó su atención fue, que al abrirlo pensando que era algún tipo de diario de algún monarca importante en la historia, lo primero que sucedió fue que un papel desprendió, un trozo de papel suelto, arrugado y ligeramente chamuscado, el cual tenía una ilustración vieja y a carboncillo.

La técnica de dibujo era magnifica, y lo que más la atraía a admirar la imagen era que en ella aparecía una niña, de cinco años, no mucho más, la niña escalaba un árbol y al pie de este, un chico unos años mayor que ella la ayudaba a subir, apoyando su rodilla en su hombro para coger impulso.

Sin darse cuenta una pequeña sonrisa de añoranza escapo de sus labios, recordando su infancia, o al menos parte de esta, ya que algunas recuerdos de cuando era muy pequeña fueron borrados de su mente, como un disco viejo a la espera de que un toca discos le diera rienda suelta a su música comenzando a escucharse, su comisura en este momento curvilínea llego a su fin al escuchar pasos en el pasillo, dando la señal de que alguien se acercaba, rápidamente escondió el libro y el dibujo como pudo y se sentó de nuevo en el poyete de la ventana, donde últimamente frecuentaba a estar.

La puerta fue abierta, y tras de sí apareció una chica rubia, hermosa y de grandes ojos zafiro, toda ella era hermosa, no la observo demasiado desde su perspectiva y prefirió ser indiferente, como si pudiera conseguir algo con eso, la siguió con la mirada, cada movimiento que hacía, como su pelo se movía con gracia cuando ella se inclinaba para dejar la bandeja en una mesilla, y el aura que tenía, era como unas vibras que podía recibir de ella, vibras buenas, sin saber porque y sin siquiera conocerla la transmitió confianza.

La nombrada se limitó a hacer su trabajo e irse cuando ella la detuvo.

-Espera- los ojos saltones de la rubia la miraron, se detuvo esperando que hablase, ella se quedó admirando sus ojos que en estos momentos aun con la poca luz, se veían de un color tan llamativo que deslumbraba, diferentes tonos de un azul pálido, azul cielo, movió la cabeza en busca de serenidad y antes de seguir contemplándola habló.

- ¿Cómo te llamas? - dijo la morena queriendo mantener al menos una conversación civilizada con alguien, ya empezaba a estresarse desde la última vez que habló con alguien, y esta persona era el señor del castillo, lo que generalmente sus charlas acababan en pelea y bufidos.

-Hilary- respondió dudosa la chica sin confiarse del todo, y era normal, no tenía por qué haberla hablado, la rubia tenía cosas mejores que hacer en vez de estar perdiendo el tiempo manteniendo esa conversación con ella, tendría muchas tareas aun incompletas, se sintió un estorbo así que como pudo se apartó rápidamente del medio, acabando su charla lo más rápido que pudo.

-Hilary- repitió probando su nombre dicho de sus labios. - sabes si el señor del castillo regresará proto

-No lo sé mi señora, pero ha partido esta mañana a caballo, no se sabe a dónde. - la forma en la que se refirió a ella la hizo sentir extraña, "mi señora", en su cabeza sonaba como una palabra intrusa, algo desconocido para ella, no era frecuentada a llamar así y se le hacía raro.

-Gracias- respondió agradecida por su contestación, y asimilando ese detalle, para tal vez usarlo en un futuro.

-Cómo se llama usted- primero dudo en si darle dicha información o no, si se lo decía tal vez podía llegar a oídos de alguien más o aún peor, el señor del castillo, y eso no lo permitirá, no podía arriesgarse, así que dio un nombre falso.

-Soy Aria

-Un gusto Aria- y sin más que decir ambas se despidieron con un saludo, el ambiente se tornó incómodo y cuando salió dejando la puerta cerrada con llave, ella se dejó caer en la cama.

No sabía porque la había hablado, no tenía el derecho no debería de haberla molestado, pero quería saber cuánto tardaría en llegar para idear un plan mejor, y como última opción y en un momento crítico, hacer un acuerdo.

Estuvo esperando el resto de la noche el regreso del pelinegro, en verdad no lo esperaba específicamente a él, simplemente no lograba conciliar el sueño, ya sobrevendría, miraba el techo, perdida en tantas preguntas que se formaban en su cabeza y que parecían no parar.

Se cuestionaba todo a sí misma, sus actos, su manera de pensar, también los diferentes enigmas, los cuadros del desván, el dibujo de carboncillo aun bien escondido, o incluso por qué habría salido a altas horas de la madrugada a caballo el solo, sabía que esto último era ser una entrometida, pero no podía evitar sentir curiosidad.

Le daba tantas vueltas a lo que podría hacer ahora que no se dio cuenta cuando los primeros rayos de la mañana atravesaron el ventanal, dando directamente en su rostro, y deslumbrándola, al principio cegada parpadeó varias veces y cuando se acostumbró a la luz vio al hombre parado en la puerta, dio un brinco en la cama del susto. No lo había oído llegar. Y en ningún momento había sentido su presencia

-Siento haberla asustado, ¿la he despertado? - esto último lo pregunto con cierto tono de burla, pero cuando giro en su dirección todo rastro de diversión se borró de su expresión, "¿tan fea estoy?" se preguntó ella, aunque sin importarle demasiado la opinión de ese hombre, se levantó de la cama, con sus ojos entre cerrados y achinados, haciendo un esfuerzo por mantenerse abiertos, sus ojeras bajo sus ojos como dos bolsas oscuras, dictando lo poco que había dormido, su nariz roja y su pelo revuelto, que parecía haberse electrocutado.

-No deberías levantarte, aun no estás del todo bien, y creo que has empeorado.

Prefirió ignorarlo y sentarse como todos los días en el alfeizar mullido.

-Así que ahora no me hablas.

-No tengo por qué.

-Bien- escucho los pasos aproximarse detrás suya y después sintió una respiración cerca de su cuello, más cerca de lo que le gustaría, iba apartarse, pero el otro contrincante en este momento ganando la batalla se acercó a su oído, acarició un mechón de pelo rebelde que sobresalía y lo coloco detrás de su oreja, y por último la susurro en el oído- tienes que descansar, y no admito un no por respuesta.

Un escalofrió la recorrió entera al sentirlo tan cerca suya, su aliento chocando contra su cuello y hablando en su oído, y su nariz enterrada entre su cabello cuando recitaba esa frase, que ya se había acostumbrado a repetir a la chica, salió rápidamente de esos pensamientos obscenos, no podía siquiera pensar en tales barbaridades, prefería evitarlo, se alejó cuanto pudo del sujeto al lado suya y se puso de pie dando vueltas por la habitación como tantas otras veces había echo

-No tienes buen aspecto, deberías dormir algo

-Gracias por el cumplido, y me replantearé seriamente tu consejo- rio sin humor.

-Podrías dejar el sarcasmo de lado y centrarte.

-Eso es algo que no va a pasar – contestó con burla, gruñón, añadió pensando en la palabra que lo definía para sus adentros, pero no lo dijo en voz alta.

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