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Conocía los alrededores como la palma de su mano y sabía perfectamente como llegar antes atajando.
La montó a su caballo y la sujeto pegándola a su cuerpo tratando de transmitirle su calor corporal.
Quedaba poco para llegar, en unas horas estarían de vuelta, ella al no conocer los bosques de ese territorio le había sido más complicado avanzar contando también con la nieve, el hambre, y el frio.
En unas horas ya estaría de vuelta, corría mucha prisa, su vida estaba en juego, le había costado casi tres días encontrarla, pensó que la encontraría muerta.
Tres días en los que no había podido probar apenas comida, y aparte sin pensar en lo mal que se había alimentado en su estancia en el castillo.
El resto de sirvientes del castillo nunca le había contra dicho en nada, se limitaban a callar y acatar ordenes, sin ninguna objeción, por lo que no había tenido que infringir un castigo, no a muchos al menos. Aunque a él no le gustase esas cosas y no tuviera los mismos conceptos, la misma manera de pensar debía ser así. Él no se sentía nada cómodo dando órdenes tan estrictamente y por eso mientras siguieran unas pautas él nunca los castigaba, al menos no azotándolos como hacían todos los dueños de esclavos.
Esa chica de ojos verdes la cautivo en un primer momento, solo ella había sido capaz de retarle. Sonaba muy estúpido, una persona normal en vez de sentirse atraído por alguien que daba problemas lo habría matado con tanta simpleza, o si no torturado o castigado severamente. Pero el sin darse cuenta desde el principio le atrajo ese gran carácter y peculiar comportamiento. Eso eran cosas buenas que el veía en la chica, pero esta no veía nada bueno en él.
El cuerpo debajo suyo temblaba a causa del frio que hacía, había sido una niña muy ingenua al salir con tan pocos recursos o siquiera ropa en la que cobijarse, aunque bajo presión imagino que no habría tenido otra opción, pues era todo culpa suya, si no la hubiese atacado a causa del mal entendido y su estado de delirio, si no la hubiera comprado como si fuera un objeto al que se le da un precio, pero esto último era necesario, había tenido que ser a la fuerza, no tenía elección.
Le había costado mucho encontrarla ya que ella había sido lista, sabia como ocultarse y prevenir de cosas que llamasen la atención. La hubiera encontrado antes y así traído antes al castillo, pero ella había logrado burlarle.
Entre sus últimos pensamientos destaco una palabra en particular "niña", era joven, eso era claro, tendría unos dieciocho años, pero con el semblante relajado y sereno se veía como una hermosa mujer.
La resguardó del frio tanto como pudo tratando de llegar lo más pronto posible.
Tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir ya que además de las condiciones, caer a un lago congelado era muy arriesgado.
Pasadas unas horas llego al lugar, la castaña había tardado tanto tiempo en alejarse al no conocer las tierras y eso fue una ventaja para él.
Los ojos verdes de la joven pestañearon varias veces hasta abrirse, aunque sea un poco para ver lo que ocurría a su alrededor, con lo primero que se encontró fue con los ojos grises azulados y el pelo azabache del señor, entonces los recuerdos de lo último que había pasado llegaron de golpe, se removió entre sus brazos, era una posición incómoda para ella, quería mantener distancias y en esa situación no lo hacía. El hombre al percatarse de su despertar la sujeto con firmeza sin llegar a dañarla para que no cayese del caballo, y sabiendo que su estado de consciencia no duraría mucho espero a que volviera a dormirse, era normal esto último, se mantenía entre despierta e inconsciente, aunque esto le preocupo dando señales de que la fiebre había comenzado a hacer acto de presencia.
Al llegar bajo del caballo, y sin esperar a que nadie recogiese al caballo cogió a la chica en brazos y subió a la sala más caliente de todo el castillo, sus aposentos.
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