FASE II
Título: Ni un beso más.
Personajes: Jirou Kyoka/Headphone Jack y Hizashi Yamada/Present Mic.
Shipp: PresentJack.
Advertencias:
•Muy poca pedofilia, escrita lo más implícita posible, me disculpo si por ello, la lectura es un poco confusa en cierto punto.
•Un leve toque de angst.
Cantidad de palabras: 1,903 (sin la nota).
Foto elegida: Número 02.
__________________________________
Algunos sabios dicen, que las historias de amor más hermosas, empezaron por un beso bajo el muérdago. Pero ese fue precisamente el motivo, por el que Jirou por poco perdía a una de las personas más importantes en su vida.
El punto de partida es repiqueteante, como el sonido de unas cuantas mentas golpeando su pupitre antes de que la clase iniciara. Su pie se movía en un vaivén acorde a la canción que sus audífonos le brindaban, y sus brillantes ojos miraban embelesados su cuaderno, donde se divertía garabateando el nombre de aquella persona especial.
El ruido del timbre logró hacer que devolviera sus pensamientos al mundo real, y sintió que el aliento le fue arrebatado cuando miró aquella melena dorada entrar al salón de clases.
Desde que había iniciado su vida académica en la prestigiosa escuela para héroes, Yuuei, se había vuelto realmente buena en la materia de inglés, específicamente por el extravagante profesor, que envolvía todas sus clases con su carisma tan propia de él.
Ella siempre participaba, hacía sus tareas, respondía a la perfección todas sus preguntas y muchas veces mantuvo conversaciones en total inglés con él. Rápidamente se convirtió en su alumna favorita, ese hecho era demasiado trivial, que nadie se molestaba en cuestionarlo. Daban por sentado que si algún día, Jirou despertaba con un humor no muy bueno, este desaparecería íntegramente en la clase de inglés. Y si nadie era capaz de resolver los enunciados que les imponía Present Mic, ya sabían quién les daría las respuestas.
—Otra vez has hecho un trabajo impecable, congratulations —la felicitó el maestro mientras le devolvía su cuaderno—, pero claro, no podía esperar menos de la mejor estudiante de la escuela.
—Thanks —murmuró, aún con pudor mientras ocultaba la mitad de su rostro tras su cuaderno. Escuchó una pequeña risa por parte del mayor, antes de ir a sentarse a su pupitre y sentir que la sangre se le subía hasta las mejillas.
Detestaba ser tan obvia. Pero la realidad era que no podía evitarlo, ese hombre realmente la volvía loca, y lo peor era que no se percató del momento en que cayó perdidamente enamorada de él, como la protagonista de un bobo romance prohibido y cliché. Una historia que jamás compraría.
Soltó un suspiro y volteó a ver a la ventana, donde alcanzó a visualizar a unos chicos de grado mayor colocando adornos navideños por el jardín de la escuela. El año estaba a punto de terminar, y ella seguía con la maldición de interesarse por la persona equivocada.
[...]
Había salido tarde de la escuela. El cascarrabias profesor Aizawa, la había castigado con limpiar el gimnasio por ser de las últimas en terminar los ejercicios físicos que les había impuesto. Era un profesor absurdamente estricto cuando se lo proponía. Dejó salir todo el aire que retenía, en un suspiro cansino, y se llevó la mochila al hombro. Arrastraba los pies por los pasillos de la escuela, y entonces, al atravesar el gran comedor, pudo ver a su maestro de inglés dormir plácidamente en una de las mesas. Tenía una gran pila de exámenes junto a él, e intuía que esos no eran todos.
La joven se preguntó el motivo, por el que estaba calificando exámenes en ese sitio, y no en la sala de maestros, «quizás quería cambiar de entorno», pensó, y comenzó a acercarse silenciosamente, pasó saliva al ver la forma en que su boca dejaba salir unos suspiros, y sus mejillas se acaloraron con sólo imaginar cómo se sentiría tener su aliento sobre sus labios.
Se sacudió de la cabeza aquellos pensamientos tan infantiles, y le picó suavemente el hombro. Al ver que no despertaba, comenzó a zarandearlo un poco, hasta que finalmente abrió aquellos extravagantes ojos verdes.
—Ah, Kyoka —murmuró sonriendo, mientras se acomodaba sus llamativas gafas anaranjadas—, gracias por despertarme.
—N-no es nada, profesor.
—¿Qué haces aquí aún?, ¿no deberías haberte ido a tu casa ya?
—Acabo de salir, el profesor Aizawa me dejó unos pendientes —respondió sentándose a su lado, mirando con curiosidad la gran cantidad de papeles que había en la mesa.
—Luce divertido, ¿no? —bromeó Present Mic al ver la mirada de ella—. Ser maestro es divertido hasta que llegan las evaluaciones; ustedes sufren haciéndolas, nosotros sufrimos revisándolas.
—¿Realmente disfruta de ser maestro?
—Of course! —respondió al instante, con una energía impropia de alguien que recientemente había tomado una siesta—. Me encanta preparar a los futuros héroes del mundo. Sé que no me encargo del departamento de héroes este año, pero al menos les ayudo a prepararse para ir a trabajar al extranjero.
—Pero es aburrido —le dijo ella en su característico tono sereno—. Un espíritu tan vivo como usted, debe de sufrir mucho de tener que hacer cosas como estas.
Hizashi rió. Y negando con la cabeza se dispuso a responder.
—¡Para nada! Es verdad que hay cosas más divertidas que prefería hacer, pero al final vale la pena si puedo tener estudiantes tan ejemplares como tú.
En ese momento, el corazón de Jirou comenzó a latir tan velozmente, que sentía como poco a poco cada uno de sus sentimientos se desbordaban y la bañaban en ellos por completo. Era el primer hombre que le halagaba de tal manera, pero seguramente no sería el último. Se repitió en su cabeza esa frase como un mantra, una y otra vez, pero su estulto corazón no podía dejar de sentir.
Fue entonces, cuando se percató de que el profesor había volteado a ver al techo, haciendo que ella imitara sus acciones por inconciencia, y entonces su mente tuvo el atrevimiento de pensar en una idea, al ver lo que colgaba él: muérdago. Seguramente lo habrían pegado los alumnos de grado mayor mientras decoraban la escuela. Algo inmaduro para ella y su cabeza, pero oportuno para su adolescente corazón.
El profesor recuperó su cordura, justo cuando no podía evitar que la distancia se acortara. Sus ojos se abrieron como un par de platos, sus labios se crisparon al instante, negándose de esa forma a que ese acto perdurara más de medio segundo y se apartó, de un brinco que lo puso de pie inmediatamente. Sus oídos habían empezado a zumbar, sus mejillas le quemaban, su corazón se había vuelto loco, pues tenía miedo. Justo se había dado cuenta del gran problema que tenía, y se sintió culpable por no haberse percatado antes.
—O-oh, look the hour —comentó, apresurándose a tomar sus papeles—. Debería irme ya —no le dio lugar a ninguna respuesta, puesto que salió velozmente de aquella habitación, como si sus piernas le imploraran salir corriendo, y su mente le denegara esa súplica.
Jirou permaneció estática, mirando boquiabierta esa reacción. Se llevó una mano a los labios, con vergüenza, y la otra la llevó a su pecho, con dolor. Su corazón latía tan rápido, que le empezaba a lastimar la frecuencia con la que lo hacía. Sintió entonces ganas de llorar por lo que había hecho, o lo que había intentado hacer. Todas las emociones que la habían bañado hasta entonces, estaban en completo desorden dentro de su confusa cabeza. No sabía si debía consolarse, reprenderse o lamentarse a sí misma. Las lágrimas no se atrevían a salir, y tampoco lo hacían los gritos de terror.
«Mañana todo será igual —se dijo a sí misma, tratando de recoger la poca dignidad que le quedaba—, mañana él fingirá que nada ha sucedido, nada va a cambiar» se lo dijo una, y otra, y otra vez. Se esforzaba tanto en creer esa mentira, que no logró hacerlo. Jamás podría engañarse a sí misma.
Tal y como su propio subconsciente le había dicho, nada volvió a ser igual. Las veces en las que Present Mic siquiera se giraba a mirarle, eran pocas. Sus conversaciones eran efímeras. Los cumplidos eran nulos. Las sonrisas sólo eran un recuerdo. La relación que había entre ellos había sido destruida. La confianza había desaparecido. Todo se había ido a la basura por el estúpido muérdago, por un simple error que la quemaba.
Incluso cuando hacía sus tareas le dejaba disculpas escritas en la orilla del papel, en inglés y en japonés, pero parecían ser ignoradas por aquel a quien estaban dirigidas. Por las noches, podía sentir que las estrellas le clavaban sus puntas en el pecho con violencia, cuando decidía torturarse escuchando la estridente voz de Present Mic en la radio.
Tan sólo una semana más y saldría de vacaciones invernales, y no podía imaginar la agonía que la torturaría en ese periodo de tiempo. Si sólo catorce días la habían hecho sufrir como nunca había sufrido en su vida, no quería imaginarse medio mes más.
Así fue que, decidida a acabar de una vez con ese martirio, esperó al profesor fuera de su última clase el tiempo que fue necesario. La luz anaranjada del atardecer que iluminaba el pasillo, la mareaba, anudaba aún más su estómago, y una gota de sudor descendió por toda su sien derecha. Entonces levantó la vista cuando escuchó la puerta corrediza abrirse. El maestro se sorprendió de verla, pero casi inmediatamente continuó caminando.
—Profesor… —murmuró antes de ser interrumpida.
—Estoy ocupado, Kyoka —le dijo y de inmediato rehuyó su mirada hasta clavarla en el suelo, continuando con su camino—. Maybe late —entonces, miró cómo las zapatillas de deporte de la chica se posaban frente a él, justo cuando llegó al final del pasillo.
Levantó la mirada, algo confundido, mirando cómo la chica elevaba los brazos a la altura de sus hombros, con los labios crispados y la cara coloreada de rojo, bloqueando su camino.
—¡Lo lamento, ¿bien?! —exclamó en el momento en que su voz se quebró—. No quise hacer que esto ocurriera, no quise que usted y yo nos distanciáramos, no quise que todo cambiara.
—Te equivocas, nunca debió de haber ningún tipo de conexión…
—¡No es verdad! —exclamó pegando sus brazos a su cuerpo, empuñando las manos y bajando la cabeza—. La culpa es mía, no debí tratar de romper nuestra amistad, porque eso debimos seguir siendo, alumna y maestro. Ahora entiendo que estuvo mal y no debí hacerlo. Pero es que estos últimos días han sido insufribles, no puedo soportarlo más —volteó a verlo, directo a los ojos, dejando al descubierto que los de ella estaban humedecidos—. Por favor, por favor perdone mi atrevimiento, no lo volveré a hacer jamás.
El hombre escuchó atentamente el discurso de la joven, y algo comenzó a hacerle cosquillas en la boca del estómago conforme continuaba. Era la dulce satisfacción de sentirse orgulloso de ver que esa chica, su alumna, era tan madura para plantarle cara y disculparse. Se permitió sonreír un poco, sintiendo ternura de verla de esa forma, y levantó la cabeza hacia el techo para tomar aire, haciendo que ella también lo hiciera, y ambos visualizaron un poco de muérdago que colgaba del techo.
—Está bien —dijo el maestro, doblando su postura a la altura de la joven—, te perdonaré con una condición.
Entonces, con la palma de su mano despejó gentilmente su flequillo, y posó con cariño sus labios en su frente, en un beso inocente, puro, un beso que un padre le daría a su hija, con el corazón en la mano. Se apartó apenas unos segundos después, limpió con dulzura los acuosos ojos de Jirou, y le dedicó otra sonrisa, ella no entendía cómo podía seguir haciéndolo.
—Prométeme, que luego de este, no habrá ni un beso más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro