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Capítulo 18

Tras esa noche noté que no me sentía cómoda respecto a lo que había pasado con Freya. Supongo que en parte se debían a las miradas de desaprobación de Ragnar, miradas que yo también le lanzaba. Realmente ninguno era ejemplo de nada para dar lecciones, a pesar de que yo se las hubiera dado el día anterior. Sí, era para haberme dicho a mí misma: «Nunca digas de esta agua beberé». Lo que le había recriminado lo había hecho, no al día siguiente, si no a las horas. La verdad es que tras esa noche Freya estuvo esforzándose para demostrar que efectivamente, era de confianza.
En ese tiempo había cambiado algo, la relación entre Daiki y Logan. Se habían vuelto mucho más cercanos desde que este último había vuelto del Olimpo, hasta tal punto que quedaban sin mí. Eso me encantaba, al final eran dos personas importantes para mí que se entendían bien. Se acercaba las fechas navideñas y todavía no había elegido ningún regalo para nadie. Entre los entrenamientos y el instituto apenas tenía tiempo, así que le pedí a Ragnar un día libre.
― ¿Para qué? ―preguntó.
―Para comprar regalos para Navidad ―respondí.
― ¿Necesitas mucho tiempo? ―preguntó confuso.
―Mm... supongo que un día ―contesté. Él asintió, yo intenté aprovechar. ―Podrían ser un par.
―No, un día o nada ―respondió.
―Vale, pues un día. ―Terminé cediendo.
Ya por fin en mi cama me estiré sonriente. Por fin un día para mí, nada de clases, de entrenamientos, de triángulos amorosos, misterios, solo yo. Puse la música y comencé a bailar por la habitación. Lo mejor de todo es que estaba sola, no había nadie, me duché al ritmo de Maroon 5, elegí helado y me pedí pizza para cenar. ¿Noche de chicas? Noche de Liv. Escogí ver una de las primeras temporadas de Pretty Little Liars y me tiré en el sofá. Que bien se sentía, me quedé dormida esperando a la pizza. Sonó el timbre y fui a abrir, pillé el dinero y nada más abrir la puerta me vi al chico de la pizzería con otro, ¿Marc?
― ¿Pizza para Olivia? ―preguntó el repartidor.
―Sí, soy yo ―contesté.
El chico me entregó la pizza y Marc siguió allí. ¿No estaba estudiando fuera?
―Hola hermanita―saludó. Yo sonreí y le dejé entrar.
― ¿No estabas en...?
― ¿En Corea esta vez? ―terminó por mí.
―Sí, eso ―contesté. ― ¿Qué haces aquí?
Cerré la puerta y me dirigí al salón, nadie iba a molestar mi momento para mí.
―Me han expulsado del instituto ―informó. Yo puse los ojos en blanco. Marc siempre se metía en líos.
―Papá te va a matar... ―comencé.
Marc era un año menor que yo, a diferencia de mí, a partir de los diez u once años mi madre decidió que tenía que estudiar fuera. Marc era listo, pero le aburría estudiar, y también estaba el hecho de que siempre se metía en líos. ¿Si se metían conmigo en el colegio? Marc les pegaba, parecía el clásico hermano rebelde. Cuando le conté que había empezado a entrenar para que no se metieran conmigo, él me miró con emoción en los ojos. Mi hermano siempre se había mostrado protector conmigo, a pesar de que yo fuese mayor que él. Por otro lado, siempre noté un favoritismo de mi madre hacia él, un amor y un cariño que no tenía conmigo. Ahora podría entenderlo, al final yo no era su hija y él sí.
―Y cuéntame, ¿alguna novia? ―pregunté.
―No ―contestó con una sonrisa un poco indescriptible. ― ¿De qué es la pizza?
―Cuatro quesos, ¿quieres? ―pregunté.
―Vale ―respondió y se colocó a mi lado. ― ¿Qué ves?
―Pretty Little Liars ―contesté. ―Es la primera temporada, es repetida. Si quieres puedes verla conmigo.
―Me encantaría ―respondió mirándome. Su mirada me inquietó y la aparté. Él sonrió y miró al televisor. ―Puedes darle al play.
―Sí, sí ―contesté algo aturdida, él soltó una especie de risa. Comenzamos a ver la serie, ninguno dijo nada.
Me quedé dormida en el sillón, el no haber parado en esos meses había hecho que entrase en un sueño profundo donde tuve un sueño premonitorio, y esa vez fue raro. No fueron únicamente sensaciones, también fueron imágenes. En ellas me encontraba besando a un chico, y sabía que ese no era Daiki. Parecía sentir algo que no había sentido con mi novio, cálido, diferente, reconfortante. Tenía una sensación de arrullo, como si el estar con esa persona me aportara tranquilidad, felicidad, aventura. Me desperté por la claridad de las ventanas y me sentí como nueva. ¿Qué había sido eso? ¿Quién era él? No le había visto la cara, tampoco donde estaba. Como acto reflejo me toqué los labios. ¿Qué sensación había sido esa?
Me tapaba una manta, que con toda probabilidad me la había puesto mi hermano. Quise remolonear más, pero me di cuenta de que tenía que aprovechar para comprar los regalos. Me incorporé y vi a mi hermano en el otro sillón, dormido. Me levanté del sofá, fui a hacerme un café y el desayuno, ese día comería pancakes. Me gustaba mirar como se hacía el café y notar su olor, era algo así como... relajante. Noté una presencia detrás que hizo que me pusiera en guardia.
― ¿Estás haciendo el desayuno? ―preguntó Max.
―Sí ―respondí. ―Café y pancakes. ¿Quieres que te haga alguno?
―Pues sí, un par de ellos ―contestó.
― ¿Solo un par? ―pregunté riendo. ―No te reconozco, tú eras el que siempre me pedías seis o siete.
―Bueno, tienes razón ―respondió con una sonrisa pilla. ―Quería quedar bien. Déjame, que a mí me salen mejores.
Me hice a un lado y dejé que los cocinara él mientras, seguí recreándome en el olor a café, inspiré el aroma y probé la bebida, perfecta. Él sonrió y se sirvió también una taza de café.
―Te ha quedado espectacular ―dijo y yo sonreí.
―Pues sí. Me queda genial ―contesté yo. ― ¿Qué vas a hacer hoy?
―Iré a ver a amigos. ¿Y tú?
―Compraré los regalos de Navidad ―respondí. Él alzo una ceja. ―No te voy a decir lo que voy a comprar, ya lo verás el veinticuatro.
―Vale, no insistiré, pero... ¿Me comprarás uno a mí?
―Claro ―respondí. ―Así que no lo busques.
Él sonrió, se bebió un sorbo de café y se quedó mirándome. ¿Qué le pasaba? Estaba raro desde que había llegado. Desayunamos, yo llevaba una revista que ojeé para enterarme de los cotilleos y le iba contando tal o cual cotilleo a mi hermano. Él se reía y hacía algún comentario de alguno de ellos. Marc terminó su desayuno antes que yo, a pesar de que su ración fuera más grande que la mía.
―Bueno ―dijo levantándose del asiento. ―Yo me voy. ―Siguió mientras se dirigía hacia mí. ―Luego nos vemos, hermanita. ―Terminó diciendo mientras me daba un beso en la mejilla y se marchaba.
Por algún motivo que desconocía me quedé helada, sin saber que hacer o qué decir. El día anterior también había tenido una sensación similar, pero no sabía a qué se debía. Tenía la impresión de ser un cervatillo en alerta, esperando que llegase el golpe por algún lado. Tras la marcha de Marc me vestí y salí al centro para comprar los regalos, quería regalarle un collar a Frigg, algo a Daiki, a Ragnar, a mi padre, a mi hermano y también a Logan. ¿Regalarle algo a Freya? Volví a recordar el sueño de ese día, evocándolo, sintiendo de nuevo cada roce. Me quedé pensativa, ¿qué estaba haciendo? Estaba confusa, no sabía que hacer; de pronto no tenía claro si empezar algo con Freya, cada vez esa idea se iba alejando más y más. Entonces... ¿comprarle algo? Se lo iba a comprar como lo haría con Ragnar o Logan. Estuve todo el día buscando los regalos perfectos, tenía la sensación de nunca acabar. Casi ya al final de la tarde me sonó el móvil. El nombre de Daiki se reflejó en la pantalla del móvil, sonreí y contesté su llamada.
―Liv, ¿estás en el centro? ―preguntó.
―Sí, ¿por? ―contesté.
―Logan y yo también estamos por aquí, mándanos tu ubicación y nos vemos.
Me acerqué a un restaurante, me pedí algo para beber y ojeé la carta para elegir algo para cenar. Me moría de hambre, no sabía si elegir hamburguesa, pizza o pasta. No había comido así que el esperar a Daiki y Logan se hizo eterno. Alguien tocó el cristal del restaurante donde me encontraba yo, di un respingo. Daiki y Logan se rieron y entraron, negué con la cabeza. Pedí a un camarero si podía cambiarme de mesa, no quería asustarme de nuevo. Él aceptó y nos dirigimos a un rincón donde en la pared se veía los ladrillos; un toque de decoración no elegido por el dueño del local que le iba muy bien. Daiki y Logan se sentaron, el primero con unos vaqueros rotos, una camisa oversize y una parca verde abierta; Logan en cambio iba con unos vaqueros negros algo desgastados, una camiseta blanca y un abrigo negro con capucha. Me saludaron y miraron la carta, terminamos pidiendo unas papas fritas mientras preparaban las tres pizzas.
―Entonces, ¿conseguiste los regalos? ―preguntó Logan agarrando una papa para acto seguido comérsela.
―Sí. Menos mal, creía que no lo conseguiría ―respondí recostándome en el sillón americano.
―Nosotros también hemos ido a por regalos de Navidad ―dijo Daiki.
― ¡Tío! No estropees la sorpresa ―respondió Logan. Yo sonreí divertida.
― ¿Y a quién le habéis comprado algo? ―pregunté.
― Eso se sabrá el día de Navidad. ―Atajó Logan. ―Ni se te ocurra decir a quien. ―Continuó dirigiéndose a Daiki. Todos nos reímos sonrientes.
―Hola Liv, ¿Qué haces por aquí?
―Max ―contesté. ―Cenar, estoy con Logan y Daiki, ¿te acuerdas de él? ―pregunté.
―Cómo olvidarme ―respondió entrecerrando los ojos.
―Estamos juntos. ―Proseguí. Él me miró con los ojos como platos.
―Entiendo ―contestó. ―Pues yo me reúno con unos amigos aquí. Pasadlo bien, Logan, Daiki.
Se marchó, me resultó chocante la forma en la que se dirigió a ellos. Fría, sin sentimientos, sin... sin nada. Como si fueran dos actores secundarios, decoración, al fin y al cabo.
―Tu hermano es raro ―dijo Logan. Yo lo miré alzando una ceja. ―O uno, es protector, o dos, está como una cabra.
―No está como una cabra ―respondí poniendo los ojos en blanco. ―Lo único es que... yo que sé. Si se ha pasado años fuera de casa sin venir ni si quiera por Navidad.
Logan asintió, Daiki me miró y sonrió, yo le devolví la sonrisa. Volvimos a las mismas conversaciones y risas. Parecía estar con mis dos personas favoritas sin darme cuenta de ello.

24 de diciembre 2015.

Veinticuatro de diciembre, Navidad, ese día no iría a entrenar, estaría en casa, los veinticuatro de diciembre estaban hechos para pasarlos en familia. Bajé a desayunar y me encontré a mi hermano y a mi padre en la cocina, el primero mirando algo en el móvil, el segundo hablando por él con una sonrisa. Supuse que los negocios le irían bien, así que de una forma algo paradójica me alegré por él, a pesar de que sabía que lo que hacía no era bueno. Esa mañana había quedado con Daiki y Logan, tenía pensado en pedirle a este último que le diese un regalo a mi verdadera madre. No podíamos estar juntas, pero era Navidad y por primera vez conocía su existencia. Le di un beso a mi padre y a Max y salí de casa, con la pequeña bolsa en la que contenía una cadena de plata y una carta. Para una diosa como ella sería una tontería, pero para mí era importante. Logré ver a Daiki entre la multitud y sin importar nadie me dirigí hacia él. Alguien chocó conmigo, se trataba de un chico de cabello rubio ceniza, gafas y con cara angelical, se disculpó.
―No pasa nada ―respondí. ―Seguro que iba distraída y por eso nos chocamos.
Su respuesta fue precedida por una sonrisa... ¿cómo definirla? Extraña. Esta fue dicha al pasar a mi lado.
―No andes tan distraída, la próxima vez puede pasar algo que no deseas.
Me giré, ¿quién era? No había nadie, había desaparecido. ¿Quién podría ser ese chico de pelo rubio ceniza? Solo de pensarlo me dio un escalofrío, no sabía si quería saberlo. Fui hacia donde estaba Daiki con la misma pregunta. ¿Quién era el chico de antes? Pronto se unió Logan con su típica cara de fastidio y su actitud falsamente relajada. Los tres parecíamos más unidos que nunca, nuestra relación era mucho más estrecha, y se notaba el cariño que se tenían ambos. Hasta la fecha Logan no me había querido dar información sobre los siete a pesar de haberle insistido por activa y por pasiva, al igual que tampoco Ragnar y Frigg. A veces lo encontraba meditabundo, como intentando aclarar sus pensamientos, entonces le preguntaba: «¿Qué te pasa?» A lo que él siempre respondía, «No te lo puedo contar». Me divertía verlos discutir de cosas tan normales como deportes, la mejor película o serie.
Esa misma noche Frigg celebraba por primera vez la Navidad, todo un hito si tenemos en cuenta que no tenía nada que la Navidad celebraba el nacimiento de dios en la tierra, y ellos eran dioses que nada tenían que ver con él. Yo pasé ese día en casa, a la noche iría a la casa de Frigg. Mi padre no puso ningún impedimento, pero mi hermano no quería que me fuese, de Pandora, antes conocida como mi madre, no había rastro. Parecía haber desaparecido desde que descubrí quien era. Me habían llegado aceptadas unas cuantas becas para estudiar fuera, pero no había decidido ni el qué ni dónde estudiar.
― ¿Has decidido qué quieres estudiar? ―preguntó mi padre cuando volví de pasear con los chicos, ya eran las ocho de la tarde y pronto cenaríamos.
―Tengo una idea, pero no quiero revelarlo. No quiero gafarlo ―contesté con una sonrisa. ―Pero... os tengo que dar los regalos. ―Continué con una sonrisa.
Mi padre y mi hermano sonrieron cómplices, fui a por sus regalos a mi cuarto y cuando bajé los vi con los suyos. Les abracé y nos dimos los regalos, mi hermano me regaló una pulsera de plata de una marca que sabía que a mí me encantaba y unas cuantas cosas para los próximos viajes, entre los que se encontraban una cámara desechable, porque sabía que me encantaba, y una funda preciosa para colocar mi pasaporte y los billetes; por otro lado, mi padre me regaló dos cosas, una foto nuestra cuando todavía iba en pañales enseñándome a caminar y una libreta para que fuera poniendo los recuerdos del viaje y que pudiera usarlo de diario.
― ¡Me encantan! ―dije y les di un abrazo entre lágrimas en los ojos.
―Venga, venga ―respondió mi hermano con una sonrisa contenida.
―Ay mi niña. ―Siguió mi padre.
Le volví a abrazar, no quería soltarme, lo quería mucho a pesar de que él no supiera que no era mi verdadero padre. Max recibió por parte de mi padre un billete de avión y unos papeles que explicaban un viaje de chicos que harían juntos; por mi parte recibió una cámara de fotos analógicas, sabía que era lo que más ilusión le haría, ya que era un apasionado de la fotografía. Mi padre recibió por parte de mi hermano una estancia de un par de semanas en un hotel especializado en relajación, con termas naturales y escapadas en la nieve; por mi parte yo le regalé un cuadro que me habían hecho el favor de pintar, en el que salíamos mi hermano y yo con él cuando éramos pequeños, mi madre no le gustaban las fotos y no tenía ninguna con ella.
Estuvimos cenando entre risas, sonrisas, anécdotas, alguna pulla amistosa y comida. Daiki me vino a buscar tras la cena. Mi hermano puso morros, y delante de mi padre le di su regalo un reloj con un grabado detrás. Él me dio el suyo, unos billetes a Japón, el sitio al que siempre quisimos ir. Me emocionó cuando mi padre se dirigió a él y le dijo: «Nunca había visto a mi hija tan feliz, muchas gracias». Daiki le dio las gracias y aceptó el reloj sin saber muy bien qué decir.
Tras llegar a la fiesta de Frigg, le di su regalo, parecía que no se lo esperaba y sonrió. Le había regalado una cadena de plata con una lagrima azul, como sus ojos, como los de mi padre. Detrás de ella tenía mi inicial y la de ella, quería a Frigg, aunque chocáramos continuamente. Vi a Ragnar un poco después, se dio cuenta de mi presencia porque le hice un placaje intentando abrazarlo. «Esto es para ti», le solté, él vio la caja que yo sostenía y la abrió. Dentro de ella había medallón con símbolos nórdicos, sabía cuánto estaba unido a su cultura. Contra todo pronóstico me dio un abrazo y me revolvió el pelo, haciendo que tuviéramos una pelea de cosquillas que quedó en tablas. Vi a Freya después y le di su regalo, una pequeña cadena plateada que recibió tímida. No habíamos vuelto a hablar del tema, a pesar de que ella lo hubiese intentado. Yo había entendido que las sensaciones que había experimentado en ese sueño premonitorio nunca me las había despertado ella. Logan tardó en llegar, pero lo hizo, saludó a Daiki y hablaron un rato, llegaron juntos y fue cuando dijo.
―He estado con tu madre y le he dado el regalo. ―Contuve el aire, nerviosa y expectante por lo que ella podría haber dicho o sentido. ―Le ha encantado, también la carta, le alegra saber cómo te va todo, también me ha dado la respuesta para ti. Me ha prohibido que la lea, así que... no quiero desobedecerla, da miedo cuando se enfada.
―Gracias ―respondí agradecida.
―Y hay más. ―Siguió y sacó algo del bolsillo interno de la chaqueta. Supe que era su regalo, el que fue a buscar con Daiki ―Esto es para ti.
Se trataba de una pulsera de cuero, adornada con pequeñas bolitas de oro blanco, hojas casi minúsculas y pequeñas margaritas talladas. Le di un abrazo, él se sorprendió y terminó dándome golpecitos en la cabeza, como si fuera todavía una niña.
―Esto es para ti ―le dije.
Se sorprendió, no lo esperaba, miró a Daiki que le sonrió. Abrió la cajita y descubrió que había una pulsera de cuero, simple, sin florituras, únicamente adornada con un detalle de plata, sé que le gustó porque sonrió. Me volvió a dar las gracias y me dio un abrazo. El resto de la noche estuvimos hablando, bailando con unos y otros, Ragnar hasta bailó, no me lo esperaba, yo saqué a bailar a Frigg y luego a Ragnar canciones actuales desconocidas para ellos. Baile con Daiki, y una vez que bailé con él no quise separarme. Fueron unas navidades mágicas de las que nos abstrajimos de todo, y esa felicidad duró un tiempo, pero no existen para siempres en esta historia.

*             *        *

Hola chiquetes y chiquetas.

Nuevo capítulo ambientado en Navidad!! Los protas se merecen un descanso.

¿Qué os ha parecido Max?

Os leo!

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