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Capítulo 15

Logan.

Allí estaban Daiki y Liv, saliendo juntos del salón de actos, Freya algo alejada con su novio de pega, Jack. Liv fue hacia donde estaba y me dio un abrazo, a todos les llamó la atención, pero a los tres no nos lo dio. Nació así de pronto, darle un beso en la coronilla, de forma fraternal. Me miró con sus ojos de color aguamarina, que se achinaban por la sonrisa que me dirigió. Seguía llevando el pelo suelto y tenía un aire de ninfa que llamaba la atención. Miré a otro lado, algo azorado, pero sin que se me notara.

—¿Encontraste respuestas? —preguntó dándome la mano, apretándola.

—Algo así —respondí.

El viaje al Olimpo fue productivo, más de lo que esperaba, pero mi viaje al Inframundo fue... ¿Cómo decirlo? No tengo palabras para describirlo, cuando vi a mi padre... Aunque en la tierra había pasado un mes, en el Olimpo habían pasado diez días. Al principio no fui bien recibido, luego... luego me gané un puesto allí. Uno de ellos, me llamaron, pero sí que hubo una persona que me apoyó durante todo ese tiempo fue la madre de mi amiga, Atenea.

Mi llegada al Olimpo y el conocimiento de quien era hijo sentó como un jarro de agua fría, la primera reacción que tuvo Zeus fue asesinarme, pero Atenea le detuvo. Desde ese momento ella fue mi aliada, no la había visto desde el momento en el que le borré la memoria a Liv. Invocarla a ella hacía que Liv fuese transportada a otro plano astral. Fue una de las muchas leyes que se impusieron el día en las que fueron separadas. Atenea nunca podría estar en el mismo plano que Liv, concretamente en la tierra.

—¿Qué tal está Liv? —preguntó y me di cuenta la preocupación que tenía como madre. Sentía adoración por ella a pesar de no conocerla. —¿Cómo es?

—Bien. Liv es... —comencé y ella me miró. —Cabezona como ella sola. Es una guerrera de los pies a la cabeza, aunque también es bastante sensible. Hace poco que sabe quien es...

—¿Cómo puede ser posible? —preguntó ella.

—Las circunstancias... comenzaron a atacarla, lo que provocó que se lo tuviese que contar. Además, los nórdicos están en la tierra. —comencé a decir, aunque esperaba que me mirase con odio, sostuvo la mirada al horizonte, con un aire de tristeza y melancolía.

—¿Frigg está allí? —preguntó.

—Sí.

—Tiene suerte de conocerla... Me gustaría hablar con ella y preguntarle tantas cosas sobre mi hija. —dijo.

—Puedes preguntármelas a mí —contesté y me sonrió.

—Eres un buen chico Logan.

Atenea a pesar de vivir en el Olimpo tenía su propio espacio, un templo en el que no faltaba nada, pero tampoco sobraba. Vivía bien y a pesar de creer que me trataría como un don nadie, lo hizo como a un amigo. Le conté todo lo que sabía de Liv, su destreza en la lucha, su determinación, la mirada desafiante, su fortaleza y su vulnerabilidad. Esto hizo la hizo sonreír, había atributos de ella que le recordaban a Balder. Su pelo rubio, sus ojos claros, casi cristalinos, la delicadeza con la que trataba a la naturaleza... Aunque según ella también tenía rasgos de Zeus y Odín.

Durante ese tiempo, conocí más la historia que se cernía sobre Liv, así como mi propia historia, la cual me fue explicada por Atenea. Al día siguiente de estar allí quise ir al inframundo, con el propósito de conocer a mi padre, Hades. A pesar de haber hablado a lo largo de mis años con dioses, nunca había visitado el Inframundo y no lo había conocido, a él. Allí estaba mi padre con Perséfone, felices, y eso hizo que me diera un vuelco al corazón. ¿Yo había sido un error? Cerbero ni se inmutó, no hizo ningún ademán de que yo fuera un intruso, se acercó amigable y se puso a mi lado. Sonreí y le acaricié la cabeza.

—¿Quién eres? —preguntó Hades cuando se dio cuenta de mi presencia.

—Logan —respondí yo. —Necesito hablar contigo.

—Eres valiente no tuteándome. ¿Qué favor necesitas? ¿Eres otro héroe?

—Necesito hablar a solas —comencé a decir mientras veía a Perséfone, que nos miraba a ambos.

Nos parecíamos en bastantes cosas, aunque no en los ojos. ¿Serían de mi madre? No lo sabía, tampoco la había visto en mi vida. Hades miró a Perséfone y negó con la cabeza, se iba a quedar allí, a pesar de que yo necesitara hablar con él... con mi padre.

—No se va a ninguna parte. Dime lo que necesitas —soltó cansado. Cogí aire y lo solté para decir.

—Soy tu hijo —concluí. Hades, que hasta ese entonces había estado de espaldas se giró sorprendido. Perséfone lo miró asombrada. ¿Le había sido infiel?

—Mi madre es Némesis. No te voy a pedir que seas mi padre ni nada, solo quería conocerte.

—Conocí a tu madre antes de conocer a Perséfone —contestó él mirándola a ella.

—¿Quieres sentarte y hablamos? —preguntó Perséfone tranquila.

—Debería irse—respondió él, pero yo quería mis respuestas. —No sé donde está tu madre, si es lo que preguntas, nadie lo sabe.

—Pero quiero saber... —comencé.

—Nada, no deberías saber nada.

—Creía que eras neutral —respondí. Él me miró desafiante.

—Y lo soy, por eso no debería saber si quiera de tu existencia. Una voz me dirá en algún momento cuando debes desaparecer, y otra que no lo haga, que haga la vista gorda y no puedo hacer eso.

Me tragué el orgullo y asentí, por algún motivo Perséfone le puso la mano a Hades en el brazo y él se giró. Yo hice lo mismo, él llamó a Cerbero, pero no lo siguió, lo que hizo el perro fue seguirme a mí. Yo estaba confuso, ¿por qué me seguía a mí?

—Espera. —Oí que decía Hades. Me giré. —Hasta ahora crees saber lo que es el amor, pero habrá un momento en el que no puedas hacer nada por la persona a la que amas, y vendrás a mí. Yo no podré hacer nada por ella, ni por ti. El dolor de esa persona será tan grande que sentirá que se parte en dos, y no podrás hacer nada, ni yo podré hacer nada. Tomarás una decisión que marcará el resto de tu existencia.

—¿Ahora eres adivino? —pregunté con cara de pocos amigos.

—No. Ese día Cerbero se irá contigo, ese día sabrás que la amas de verdad.

—Yo no soy adivino, pero vengo aquí y al Olimpo a por ayuda. Quiero que el equilibrio vuelva al universo y necesito de tu ayuda y del resto de los dioses —concluí. Él sonrió.

—No la obtendrás hasta ese día. Parte de ella, el resto... tendrá que pasar un largo tiempo.

—Pero la necesitamos ya —solté. —¿No te encargas del equilibrio? Eres un dios hipócrita. No haces bien tu trabajo.

—El equilibrio no se restaura cuando tú quieras Logan, si no cuando el tiempo lo decida. Es necesario todo lo que te he dicho para restaurar el equilibrio.

Me fui de allí sin entender, ¿amor, un dolor tan intenso como para sentir que se parte en dos? No entendía nada. Parecía que en el Inframundo había pasado horas, pero en el Olimpo habían pasado ocho días, la subida y la bajada ocupaban días. Allí estaba Atenea, con aire pensativo.

—¿Has encontrado lo que buscabas? —preguntó.

—No. Parece ser que Hades sabe esquivar bien las preguntas—respondí sentándome.

—¿Esperas buscar a tu madre? —Volvió a preguntar.

—No. Tampoco serviría mucho, ella está desaparecida —dije y ella asintió. —Lo que necesitamos es ayuda. Liv me dijo que la buscase aquí. Los nórdicos están ayudándola.

—No podemos Logan —soltó Atenea. —Pero sí te puedo decir quien está detrás de los ataques.

—Gabriel, ¿no? —pregunté.

Ella indicó que me levantase y la siguiese, tragué saliva. ¿Qué me iba a enseñar? Caminamos de noche hasta un estanque, ella sonrió y miró el agua con melancolía y tristeza. Tocó el tronco de ese sauce magnífico, precioso, del que comenzó a aparecer unas luciérnagas que comenzaron a aparecer y sonreí. Las luciérnagas parecían entretenernos en su baile de luces, una corriente de aire surgió. Solo se podían ver las luces que desprendían los incendios y las estrellas de la noche. Por esa corriente comenzaron a volar hojas que habrían caído y daban un toque mágico a la escena que estaba viviendo. Oí una voz, ¿de donde provenía?

—¿Querida? —Oí. Parecía que la voz provenía del sauce, aunque también del viento, de las luciérnagas y de las estrellas.

—Ya es hora —contestó Atenea, con los ojos cerrados, con una sonrisa.

Volvió a soplar el aire y vi la forma de una persona, se intuía un cabello largo, y complexión fuerte. Pandora por fin abrió los ojos y pude ver como aparecía a través de las luces, viento y elementos de ese bosque la figura de un hombre de cabellos claros y ojos azules. ¿Quién era? Había dicho querida, ¿Balder?

—¿Es él? —preguntó él.

—Sí —contestó ella. —Logan, este es Balder.

—Vengo de un sitio de donde nunca se debe regresar —respondió él, yo miré a Balder, ¿No estaba muerto? Me quedé mudo, no sabía qué decir. —Este fue el último deseo que pedimos los dos, y nos ha sido concedido. Sé que nuestra hija está bien, sé que le gusta usar margaritas en el pelo, sé muchas cosas de ella. Pero... tú desconoces muchas cosas. ¿Qué quieres saber?

—Necesita saber la historia, Balder —respondió Atenea.

—No le podemos rebelar todos los secretos... —siguió Balder.

—Atenea dice que cree saber quien está atacando a Liv —concluí.

—Los siete males. Es uno de los muchos secretos que esconden esta historia joven Logan. Como sabrás Olivia significa paz, la entregamos para instaurar la paz, pero Liv también es la esperanza. La esperanza para los humanos y con ello para los dioses. A pesar del deber de entregarla, esa entrega se iba a hacer cuando ella contase con 5 años humanos, yo moriría cuando ella cumpliese los seis años. Pero el plan no funcionó. Yo sabía como sería mi muerte, pero nunca vi que se la llevaran. Entre mis dones se encuentra el de la clarividencia, don que Liv ha heredado. Me mata no haber visto cómo nos fue arrebatada. Supongo que sabes quién es Pandora. ¿verdad? —preguntó.

—Sí. Todo el mundo lo sabe —contesté.

—Pandora fue creada cuando Liv aún no había nacido. Entre los motivos de su creación fue el cuidar a Olivia si alguno debía ausentarse. Atenea solía entrar en batallas a menudo, y yo visitar a los míos. No me había olvidado de ellos. Atenea llegó a Asgrard con Pandora, también estuvo en mi palacio, la tratamos como igual. A los meses de vida de Asgrard, fuimos al Olimpo, Zeus quería conocer a la pequeña, era la nieta de su hija favorita. Al llegar, comprobé la existencia de una caja, una que no debía abrirse. Me advirtieron de ella y pasé por alto la mirada que dirigió Pandora a la caja. La primera noche que pasamos por allí, la caja había sido abierta, y el bebé no estaba.

—Pandora nos robó a Liv —concluyó Atenea. —La ira de mi padre no se hizo de esperar, y la de Odín y Frigg también. En el nacimiento de Liv hicimos un juramento para el resto de nuestras existencias en el que no bajaríamos a la tierra. Por lo que tampoco podíamos ir a verla, ni llevárnosla. El símbolo de ese juramento fue un puñal llamado Kaos, que significa equilibrio. No hay día que no me arrepienta de contribuir a la creación de Pandora.

—¿Y quién está atacando a Liv? ¿Gabriel? —pregunté.

—Los siete —contestó Balder.

—¿Los siete? —pregunté.

—Los siete males de la caja. Gabriel tendrá algo que ver... —comenzó Balder.

—Gabriel es un ángel —comencé.

—Ya has visto tu historia. —Siguió Balder. —Creíste que eras un demonio, fuiste criado entre ellos, y siempre has sido un dios, pesase a quién le pesase.

—¿No es un ángel? —pregunté.

—No te puedo contestar a eso —respondió él. —Logan, ¿te puedo pedir una cosa?

—Sí —contesté.

—Cuida de Liv, no dejes que le pase nada —dijo mientras se desvanecía. Miró a Atenea. —Este donde este, siempre te amaré.

Balder se marchó de allí, parecía que el sauce, el viento y las luciérnagas volvían a la normalidad. Atenea lloraba, comenzaba a amanecer, me miró, 



Holis!!! Por aquí andamos de nuevo!!!! La verdad es que la inspiración no ha estado de mi parte últimamente, he sufrido un bloqueo. Así que  no he subido por eso, espero poder subir cada dos semanas. Os iré avisando y espero que os esté gustando.

¿Qué os está pareciendo? 

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