Capítulo 35: Entrenamiento.
Luego del enfrentamiento con Luxu, comencé a caminar hacia el territorio que Donovan de forma muy amable nos cedió. Lily no dejó de hablar sobre lo genial que fue verme lucir como una madre osa, mientras que Liam comentaba que incluso a él le sorprendió lo bien que me manejé.
Aproveché para pedirle explicaciones a Liam sobre su poder. Me comentó que no era muy bueno como brujo, a diferencia de Lily que desbordaba magia, pero que tenía la grandiosa habilidad de teletransportarse. Dijo que no lo podía hacer más de una vez en un día, porque lo dejaba agotado.
Así que caminamos, a veces en silencio, a veces conversando. Eran unos chicos increíblemente dulces, inocentes.
Justo cuando comencé a cansarme, noté que Nathan estaba cerca. Los viajeros, como me pidieron que los llamara, desaparecieron de inmediato al notarlo. No supe por qué, pero no le di muchas vueltas al asunto cuando Nate me abrazó con una fuerza arrebatadora. Me llenó de besos por todo el rostro, haciéndome reír.
—¡Estaba tan preocupado! No vuelvas a hacer eso, Elle. Enfréntate a todo lo que quieras, pero hazlo a mi lado. No me dejes atrás, solo esperando por ti —me miró con intensidad—. Somos un equipo. Estaremos juntos en todas. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —sonreí.
Pocas veces Nathan era así de efusivo, por lo que me dejé mimar. Riendo y bromeando como siempre, emprendimos nuestra marcha hacia un nuevo futuro, hacia lo incierto. Todo estaría bien, mientras estuviéramos juntos. Tenía esa fe y esa certeza.
Y el tiempo pasó. Las horas se convirtieron en días y los días en semanas.
Vivíamos en una parte del territorio de los vampiros. Donovan había sido muy generoso al dejarnos pasar aquí los próximos dos meses. Los integrantes de la manada vivían en los apartamentos más cercanos, mientras que Nate, su padre y yo nos mudamos a una modesta casa de dos pisos. No era muy espaciosa, pero teníamos un lugar cómodo y agradable en el cual trabajar, comer y dormir.
Era mucho más de lo que podríamos pedir.
No era sencillo convivir con vampiros, no cuando nos repelíamos por naturaleza, sin embargo, algunas alianzas comenzaban a crearse.
Hablaba de los niños, el futuro de nuestro mundo. Los pequeños no veían distinción de raza, no sabían de odio. Jugaban entre sí como si toda la vida hubiera sido de esta forma. Claro que al principio no se juntaban, pero fue una reacción en cadena. Cuando los niños comenzaron a acercarse, los vampiros y lobos adultos lo hicieron también.
Logramos una convivencia que aún se sentía un poco tensa, pero de alguna forma lo hacíamos funcionar.
Habían pasado dos semanas enteras desde aquel supuesto ataque y nos adaptábamos lo mejor que podíamos. Los sobrevivientes de mi manada se habían unido mientras yo estaba en la comunidad, hablando con los brujos. Llegaron en un momento tenso para la manada, pero parecían felices de pertenecer a una manada más grande.
Mi conexión con la comunidad era un poco corta, mi abuelo no podía permitirse hablar demasiado conmigo, puesto que estaba prohibido para ellos hablar con las personas del exterior. Sin embargo, supe que estaban haciendo grandes cambios internos en la comunidad.
Al parecer, el abuelo no quería que casos como este siguieran ocurriendo y ellos sin enterarse de nada. Decidió que los brujos no podían vivir en una burbuja para siempre y poco a poco se adaptaban a esos cambios.
Los brujos debían buscar una solución para las reencarnaciones de Luxu. No debíamos sólo matarlo y ya. Eso no serviría de nada.
Los vampiros ayudaban buscando información del pasado, recolectando cada dato posible. Los lobos se preparaban para el ataque, con fuertes y exhaustivos entrenamientos. Entre todos, debíamos encontrar la solución.
De seguro que existía.
—Deja de darle tantas vueltas —Nate dejó un beso en mi mejilla al verme concentrada en el escritorio.
Me había instalado en una pequeña oficina. Ahí estaba toda la información que habíamos recolectado hasta el momento, incluso las tácticas de ataque que Nate había organizado. Tenía el lugar protegido con magia, nunca se era demasiado atento.
Llevaba dos semanas practicando con mi magia. No era la mejor bruja, pero podía defenderme. Tenía mis trucos bajo la manga. Por ejemplo, cualquier brujo poderoso podría entrar a mi oficina, sin embargo, me enteraría al instante.
Además, cada documento tenía magia almacenada, magia complicada y difícil de desaparecer. Tenía que ser precavida, puesto que estaba investigando todo sobre las vidas pasadas de Luxu, buscando su punto débil.
—No puedo —confesé—. Si no nos cuidamos, perderemos y no puedo permitirnos perder.
—Ya has hecho todo lo que estaba en tus manos. Tres especies del submundo trabajan juntas gracias a ti.
—No es suficiente...
—Eleanna.
—Lo sé, es malo para mi salud. Sé que Lily te dijo que estuvieras atento a mis horas de sueño, pero te juro que hago lo que puedo.
Lily había aparecido una noche, completamente de la nada. Nate estaba dormido, mientras yo trabajaba. La pequeña bruja derramó un vaso de agua sobre él para despertarlo y decirle que tenía que detenerme.
Desde aquel día, tenía pesadillas. Pesadillas crudas. La mayoría se trataban de perder a Nate, de formas diferentes. En algunas cuando yo aparecía ya era demasiado tarde, pero en otras... En otras era yo quien terminaba matándolo.
El miedo no me dejaba dormir, por lo que me concentraba en buscar soluciones.
Tenía miedo de perder a Nathan y nadie podía comprenderlo. Su cumpleaños sería en tres días y por más que quisiera estar con él siendo un par de adolescentes, no podía permitírmelo. No con una guerra en camino.
Me pasaba las noches en vela, pensando, analizando, intentando conseguir una solución.
—Lily intenta cuidarte.
—Desaparecieron sin despedirse —me quejé por enésima vez.
—Conejita, sabes bien que no es su culpa. Aún no controla sus poderes del todo.
—Liam se fue con ella.
—No podía simplemente dejarlo aquí —refutó Nate.
Sí, ya lo sabía, pero igual estaba enfurruñada.
Estúpido Nathan, no me dejaba quejarme tranquila.
Habían ayudado mucho con la mudanza de la manada, pero de un segundo a otro solo se esfumaron. Ni siquiera pude agradecerles por todo lo que habían hecho por nosotros.
—Ven, vamos a dormir.
—No tengo sueño.
—Llevas veinte minutos bostezando —achicó los ojos en mi dirección.
Desde que Lily le dijo que estuviera atento a mis horas de sueño, Nate se había vuelto una fastidiosa garrapata sobre mí. No me dejaba tranquila hasta asegurarse que dormía al menos un par de horas.
Se preocupa por ti, malagradecida.
—Iré en un momento —prometí.
—Conejita...
—Esta vez sí lo cumpliré.
Seguí dándole un vistazo a la información recolectada por los vampiros. Necesitábamos saber todo lo posible sobre Luxu y cada una de sus vidas.
Al menos tenía al monarca de los vampiros de mi lado. Habían resultado ser una gran ayuda para nuestro avance.
Cerré los ojos un momento, dejando entrever el cansancio que se había apoderado de mi cuerpo. No era sencillo, sentía que tenía el peso de la guerra en mis hombros.
Me gustaba fingir que era fuerte y poderosa, que nada me afectaba. Pero la realidad es que estaba muy preocupada y cada segundo que pasaba me sentía peor. No quería perder nadie.
El problema radicaba en que las guerras no tenían compasión por nadie. Era mi deber vigilar y salvaguardar todas las vidas posibles. Cada pérdida, sería mi responsabilidad.
Y yo sólo tenía diecisiete años. No estaba preparada para esto.
Aún faltaban meses para ser mayor de edad.
¿Qué se supone que haría? Ni yo misma lo sabía.
Ve a dormir, Elle. No te haces bien quedándote hasta tarde.
Incluso mi loba me regañaba.
Con un suspiro, me levanté de mi asiento en dirección a mi baño. Una ducha antes de dormir me vendría perfecto.
Mañana sería un nuevo día.
—¡Mueve esas nalgas, conejita! —Gritó Nate desde su lugar.
—Cállate.
Entrenarse físicamente por las mañanas no era mi actividad favorita. Cada día, Nate me levantaba y me enviaba al campo de entrenamiento de los vampiros. No era la única entrenando, pero sí era la única entrenada por Nathan.
Tyler se encargaba de los demás, mientras Stuart y Carol se quedaban paseando por los alrededores. Tuve que pedirle a Donovan que me ayudara con respecto a los padres de Carol. Los señores Rivers eran comprensivos y liberales, pero no les agradaba que su hija ya no viviera con ellos desde hacía un par de semanas. Por eso Donovan los encantó, según sus propias palabras, para que no tuvieran problema alguno. Llamaban cada día por teléfono a su hija, atentos a ella, pero sin sofocarla.
No podía dejarla ir, así como así. No pasábamos mucho tiempo juntas, más por mi culpa que por la suya. Desde que supe de sus habilidades, no pude verla con los mismos ojos.
—¡Más rápido, más rápido!
—Así me decías anoche —bromeé, intentando aliviar mi mal humor.
Algunos lobos rieron, mientras que otros, más discretos, intentaron disimularlo con una tos.
Nate sólo me dedicó una mirada furibunda, fingiendo estar enfadado.
Había resultado ser todo un tirano a la hora de entrenar, por lo que intentaba divertirme fastidiándolo en el proceso.
Terminé de darle la vuelta al campo de entrenamiento, cayendo sobre el césped. Estaba agotada. Nunca fui una amante del deporte, por lo que estaba un poco fuera de forma.
—Eso está mejor. Redujiste tu meta unos tres minutos y medio. Si seguimos entrenando, serás la más fuerte de todas —halagó Nate.
—No me hables —refunfuñé.
—Vamos, Elle. Aún tienes que hacer un par de calentamientos y serás libre —me obligó a levantarme.
—¿Cuándo empezaremos a luchar? —pregunté.
—Ya te dije que no voy a pelear contigo.
—Entonces envíame a Tyler.
—No.
—Yo te entrenaré —se ofreció Donovan, apareciendo repentinamente.
Tenía la mala costumbre de aparecer frente a nosotros. Sus poderes de vampiro le permitían moverse a gran velocidad, por lo que podía estar en cualquier lugar en cuestión de segundos. Era aterrador, pero al menos era el único vampiro con esa habilidad.
Al ser el monarca, tenía que ser el más fuerte de todos.
—No —se negó de nuevo Nate.
—¿De verdad? —sonreí con ilusión—. ¿Lo harás?
—Ya que tu perro no quiere ayudarte, yo lo haré.
Nathan tenía ganas de replicar, sin embargo, lo pensó mejor y se mantuvo callado. No sin antes darle una mirada de advertencia al vampiro.
—Eres una híbrida, así que no tienes que preocuparte tanto por el combate cuerpo a cuerpo —comenzó a explicar, evaluándome con la mirada—. No eres excepcionalmente fuerte, pero tienes buenos reflejos.
—No soy buena golpeando, pero Nate dice que mi patada es fuerte —expliqué, avergonzada.
—Eso veo —comentó—. Entrenarte no será difícil, pero no seré suave contigo.
—Si llegas a hacerle daño...
—Tranquilo, perro. No tengo intenciones de lastimar a la criaturita.
Sabía que Nathan no estaba de acuerdo, pero por alguna razón no se negaba. ¿Por qué?
Porque sabe que es necesario que te entrenes... Y no quiere ser él quién lo haga.
—Muy bien, descansa unos minutos y búscame en el ring —indicó Donovan, revolviendo mi cabello con su mano.
—¡Lo haré!
—No vas a enfrentarte a alguien normal, Elle. Es el monarca de los vampiros de quién estamos hablando.
—Lo sé.
—Cuídate. Un solo rasguño que te hagas y detendré todo.
Estaba preocupado mientras terminaba de ayudarme a poner la indumentaria para protegerme. Los vampiros tenían de todo en su campo de entrenamiento.
Podían llegar a ser aterradores entrenando.
No me sentía muy cómoda con tantas cosas encima, pero era necesario que me las pusiera, para la tranquilidad de Nathan. Mucho estaba haciendo al permitirme entrenar con Donovan.
Sabía que no sería tan sencillo, pero quería tener la fuerza suficiente como para enfrentarme a Luxu. Solo yo era capaz de hacerle frente. Bueno, solo Elliot y yo.
Elliot...
—Conejita...
—Lobo tonto.
—Te amo —dejó un beso en mis labios, sonriendo con preocupación.
—Y yo te amo a ti.
—Ve —me dio un ligero empujón.
Lobos y vampiros esperaban ansiosamente el encuentro. Por alguna razón, la voz se había corrido y todos deseaban ver el encuentro entre la luna y el monarca.
Todos querían verme caer, pensé con diversión.
—No temas, criaturita. Este primer encuentro no será tan rudo. Dame lo mejor que tienes —sonrió con reto.
Suspiré, calmando mis sentimientos. Sólo necesitaba un segundo. La magia no estaba permitida, pues era un encuentro físico.
Por supuesto que no sería una pelea justa. Donovan tenía años entrenando y era mucho más grande y fuerte que yo. Necesitaba entonces ser más rápida para poder ganarle.
El reto era enviar al contrincante al suelo.
Sólo eso bastaba.
Los vitoreos no tardaron en escucharse apenas ingresamos al Ring. Nate estaba ahí, cerca, dispuesto a detener todo si me veía en peligro.
—Dame todo lo que tienes.
Mi primer movimiento fue fácilmente bloqueado. En definitiva, los reflejos de Donovan eran increíbles. No me atacaba, sólo se defendía de mis inútiles ataques.
Intenté ser más rápida, pero su mirada me advirtió que estaba a punto de enviarme al suelo. Tuve que saltar para esquivar su ataque, pero aproveché la altura para encestarle una patada que logró enviarlo dos pasos atrás.
Nathan tenía razón, mis puñetazos eran inservibles, pero podía defenderme con las patadas.
Esquivé otro ataque, aunque trastrabillé por un segundo. Donovan era un contrincante aterrador. Se suponía que sólo me estaba midiendo, ver hasta dónde podía llegar por mi cuenta, para luego entrenarme, pero sus ataques eran certeros y directos.
Fue sólo un segundo.
De un momento a otro me encontraba en el suelo, la caída logrando lastimarme el trasero. Donovan me derrotó con una sonrisa burlona, aunque su mirada era seria y apreciativa.
—Asombroso, duraste al menos diez minutos en una lucha cuerpo a cuerpo —me ayudó a levantarme—. Eres buena dando patadas, estuviste cerca de vencerme.
Supe que mentía, pero acepté su comentario para ayudarme con el ego. Si por lo menos era capaz de soportar algunos ataques, cuando me entrenara podría darle un poco de lucha.
—No soy tan fuerte como tú.
—Y nunca lo serás.
Reí, mientras los vitoreos por la victoria del vampiro continuaban. Nate se veía orgulloso a un lado, incluso cuando perdí miserablemente.
—No perderemos el tiempo con tus golpes. Incluso si llegas a golpear a alguien, no harás mucho. Me encargaré de volver tu peligrosa patada en todo un arte, así que prepárate. Además, te falta aprender a esquivar mejor —instruyó—. Has sido bendecida, no todo el mundo puede decir que yo lo entrenaré.
—Gracias, Donovan.
—Sí, sí. Ven aquí, vamos de nuevo.
Entrenar junto a Donovan me dejó agotada. Mis músculos dolían y dar un paso se convertía en un horrible tormento. Nathan estuvo todo el tiempo a mi lado, interviniendo cada vez que estaba por derrumbarme.
Donovan era un excelente profesor. Habíamos avanzado mucho en tan sólo una sesión. Quedamos en que me entrenaría con él tres veces a la semana, mientras el resto del tiempo quedaría en manos de mi mate.
—Coneja tonta —se burló apenas me vio caer en la cama.
Oh mira, los papeles se invirtieron.
Hasta mi loba se burlaba de mí.
—Dame un masaje —pedí.
—¿Crees que soy tu esclavo?
—Sí.
Lo escuché reír, pero estaba demasiado ocupada entre las almohadas. Lo sentí sentarse a mi lado. Me acababa de duchar, aún tenía el cabello ligeramente mojado. Nate lo echó a un lado y comenzó a repartir caricias por mi espalda, a través de la ropa.
—Si estuvieras desnuda, esto sería mucho más interesante —comentó despreocupado.
—Si estuviera desnuda, no estaríamos hablando —le di la razón.
—Aún hay tiempo para resolverlo.
Sabía que bromeaba, por lo que no me molesté en responderle. Recibí sus caricias, sintiendo mi cuerpo relajarse poco a poco.
—En dos días es tu cumpleaños...
—Así es.
—¿Hay algo que quieras? —pregunté con timidez.
—Estar contigo.
Así de simple, así de sencillo. Así era Nathan. No le agradaban mucho los regalos, por lo que no permitía que nadie le diera nada en su cumpleaños.
—Te daré algo este año —prometí de igual forma.
—No es necesario.
—Quiero hacerlo. Quiero celebrar que ambos estamos vivos, que serás el alfa. Tu padre no te guiará más, seremos los líderes oficiales de la manada.
—Y estaremos juntos. Eso es todo lo que me importa. Guiar a la manada junto a ti.
—¿Crees que logremos hacer un buen trabajo?
—Ya eres una luna, Elle. Y eres excepcional. Nos salvaste a todos.
—Fue gracias a Lily y Liam —negué.
Volteé a verlo de reojo. Tenía el ceño fruncido, mientras continuaba dándome tiernas y relajantes caricias.
—Fue gracias a ti. Has hecho un maravilloso trabajo. Déjame encargarme del resto —pidió—. Déjame cuidar de ti y de todos.
—¿Has pensado en una estrategia? —pregunté, levantándome de golpe.
—Por supuesto —sonrió con orgullo—. Tú eres la unificadora, pero yo, soy Nathan el conquistador.
¡Buenas, buenas! Este capítulo me gusta mucho, siento que a pesar de que es suave, es muy importante.
¿Qué les ha parecido? ¿Tienen teorías de lo que sucederá? ¿Cómo Eleanna logrará vencer a Luxu?
¡Los amo! En serio, muchas gracias por todo el apoyo. Si les gusta esta historia, no duden en votar y comentar, me hacen muy feliz.
#DonovanQuieroSerTuJuliette
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro