Capítulo 29: La comunidad.
La mujer de la entrada, identificada como Sift, dudó unos instantes antes de mostrarme el camino. Fuego azul se encendió en varias antorchas que habían permanecido ocultas de la vista. Era un largo, largo camino, subiendo una tenebrosa montaña. Me tomaría horas subir hasta allí, pero no podía echarme para atrás a estas alturas.
Al parecer, no era lo más usual del mundo exigir una reunión, pero Sift dijo que solo por ser la hija de Eleonor tenía ese privilegio. También me advirtió que era posible que algunos brujos no estuvieran felices con mi entrada a la comunidad. Fue amable, aunque un poco cautelosa al hablarme. Se encargó de iluminar el camino durante toda la noche, caminando junto a mí en silencio.
A un corto tramo de alcanzar la cima, se despidió con una pequeña reverencia.
—Te deseo la mejor de las suertes, hija de Eleonor.
—Gracias, Sift.
Escalar fue más sencillo de lo que esperaba, aunque tomó más tiempo del que creía. Cuando logré llegar a la cima, el sol estaba apareciendo, dándome la bienvenida a un lugar similar a una villa. Lo primero que noté fue un gran arco que daba la entrada al lugar, que estaba rodeado de murallas. Sentí la magia al primer instante, supuse que se encargaba de repeler a cualquier humano que intentara llegar, o incluso a las otras especies. Las casas eran elegantes, aunque pequeñas. Algo me decía que eran más grande por dentro que por fuera, pero no quise investigarlo.
Las personas caminaban a gran velocidad, cada uno en su propio mundo. Algunos conversando entre sí. No había mucha diferencia al ambiente en la manada, solo que aquí había muchísimas personas. Las personas caminaban por las calles con la cabeza en las nubes. Otros, hablaban ruidosamente, ignorando todo a su alrededor. Me quedé un segundo en la entrada, absorbiendo toda la información que era capaz.
Contrario a lo que esperaba, todos ignoraron mi presencia. De hecho, jamás en mi vida había sido tan ignorada.
Así que en este lugar crecieron mi madre y Elliot... Era lindo. Una combinación entre lo moderno y lo antiguo. Los brujos en este lugar se veían un poco más animados de lo que esperaba.
—¿Quieres quitarte? —sentí un ligero empujón en el hombro. Miré ceñuda hacia el chico que me había empujado, encontrándome con una mirada amargada que de seguro haría temblar a más de uno.
Pero no a mí.
—No, no quiero —sonreí, retándolo.
—¡Kyo! Deja de meterte en problemas —lo reprendió el chico a su lado.
Ambos eran... diferentes.
Kyo, el amargado que me había empujado, tenía el cabello negro cual carbón, al igual que sus ojos. Mientras que su amigo era de un rubio casi albino, con ojos azules. Tan diferentes y a la vez tan iguales. Quizás fuera algo en su aura, transmitían lo mismo. De hecho, sino fuera por las diferencias físicas más notorias, diría que eran la misma persona.
—Ya lo escuchaste... Kyo —alcé una ceja, cruzándome de brazos.
—Mira, pequeñaja —Intentó acercarse, sin embargo, no pudo dar más de dos pasos.
La magia a mi alrededor estaba alterada. Como si una nube blanca estuviera envolviéndome. Extraño. Podía verla dando vueltas sobre mí, a mi alrededor. Como si estuviera preparada para ser usada.
Atenta.
Incluso mi loba estaba en guardia.
—Deberías controlar tu magia, aquí está prohibida —me instruyó el amigo del amargado—. Soy Kaos y él es Kyo, somos hermanos.
—Oh —me sorprendí. Jamás se me pasó por la mente que fueran hermanos—. Es un gusto conocerte, Kaos. Yo soy Eleanna.
—El gusto es mío —sonrió. Parecía feliz de haber hecho una amiga—. Hablaba en serio, la magia está prohibida dentro de la comunidad.
—No soy yo —intenté explicarle.
Ladeó la cabeza, confundido. ¿Cómo le explicaba que no podía utilizar la magia a mi conveniencia? Era más complicado de lo que parecía.
—De todas formas —intenté restarle importancia—. Lo que quiero es reunirme con el consejo.
—Nadie se reúne con el consejo —gruñó Kyo—. Solo las personas importantes y por lo que veo, tú no eres una de ellas.
—¡Kyo!
—No, tienes razón —asentí, interrumpiendo a Kaos—. No soy importante, pero traigo información importante conmigo. ¿Pueden indicarme dónde se encuentra el consejo?
—¿Es la primera vez que vienes aquí? —frunció el ceño. Por primera vez desde que la conversación inició, su rostro se volvió serio, oscuro.
—Sí.
—Intrusa.
Las personas a nuestro alrededor se detuvieron al instante. La palabra quedó resonando en el aire, las miradas no se hicieron esperar.
¿Este era el momento en el que temía?
El primer ataque me tomó por sorpresa, sin embargo, la magia que se había arremolinado a mi alrededor se solidificó como un escudo protector. A ese ataque le siguieron muchos otros. Demasiados.
Rayos.
¿Por qué los brujos estaban tan locos?
No puedo negar que al principio estuve atemorizada. Estaba en un sitio desconocido, rodeada de personas que me atacaban con cualquier cosa que encontraban a su alrededor. El lugar fue llenándose poco a poco, todos curiosos y hostiles.
Conforme pasaron los minutos y mi escudo no titubeó ni un segundo, decidí que podría relajarme un poco. De nada me serviría estar tan tensa.
Me senté en el suelo, confiando en que la magia se mantendría protegiéndome. En algún momento se cansarían de lanzar ataques al azar, confiaba en ellos.
Sus poderes no podían hacerme nada. Era la hija de Eleonor, quien a su vez era la hija de Eriksenn, el actual gobernante de los brujos. Estaba a punto de verme cara a cara con mi abuelo, pero para eso, la gente debía dejar de intentar de atacarme inútilmente.
Kaos y Kyo se mantuvieron a mi lado, contrario a lo que esperaba. Creía que me atacarían también, sin embargo, parecían anonadados ante la magia que me protegía. Sobre todo, porque yo no había hecho ningún gesto para activarla.
—¿Así reciben a todos los visitantes? —pregunté con una sonrisa irónica.
No puedo decir que no se esforzaron por atacarme.
¡Diez puntos por el esfuerzo!
Deberías estar más preocupada.
¿Por qué? Es divertido. ¿Por qué no intentas devolver algún ataque?
Sí, mi loba quería ver correr sangre, pero yo no. Además, estaba aprovechándome de sus ataques. En tan solo unos minutos, había aprendido a controlar más cosas de las que nunca creí capaz.
Incluso intentaron elevarme del suelo.
Luego de un buen rato, cuando la mayoría notó que me mantenía impasible en el suelo, con una mueca aburrida, los murmullos comenzaron.
¿Quién es ella? ¿Qué hace aquí? ¿Acaso va a atacarnos? ¿Qué clase de ser? ¿Por qué vino? ¿Qué busca?
—Solo quiero una reunión con el consejo —murmuré con un mohín.
Definitivamente no era la clase de recibimiento que esperaba.
Aunque debí imaginármelo. Las especies solían ser muy protectoras con los suyos. Y aunque me doliera aceptarlo, sabía que yo no era parte de la comunidad.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —se impuso la fuerte voz de un hombre.
Como si todos estuvieran sincronizados, le abrieron paso al nuevo integrante del desastre. Estaba un poco de mal humor, uno no podía ir por la vida atacando a diestra y siniestra. Pudieron al menos preguntar antes de atacarme.
Sí, estaba enfurruñada.
Cuando el propietario de la voz se mostró ante mí, su rostro me catapultó a tiempos de antaño. Sabía quién era, lo conocía a la perfección. Recordé hacerle miles de travesuras, siendo recibida con una enorme sonrisa. Recordé también aquella ocasión en la que salvó mi vida cuando estuve por caer de un acantilado.
Estaba diferente, pero era él. Con más canas, una barba creciente y ojos tan azules como el cielo. ¿Por qué no heredé sus ojos?
—Abuelo...
—¿Y bien? ¿Qué ocurre? —su rostro era serio, aterrador.
Estaba temblando, aunque no sabía con exactitud la razón. ¿Tenía miedo? ¿O quizás se debía a los recuerdos? ¿Una mezcla?
—¡Una intrusa! —gritó alguien al fondo, siendo seguido por los demás.
Me levanté del suelo dignamente, limpiando el ligero polvo que se impregnó en mi pantalón. Las calles no eran sucias, pero tampoco era tan pulcro como para vivir sin una mota de polvillo.
—No soy una intrusa —rodé los ojos—. Soy...
Me quedé muda.
Mi abuelo cerró su puño, callando por completo mis palabras. Oh, eso sí que me hizo enojar. Fruncí de inmediato el ceño, enfrentándolo con la mirada.
—Las preguntas las hago yo —exclamó para todo el mundo—. Y tú, por lo que me concierne, eres una intrusa.
Fue sencillo deshacer su magia. Después de todo, ya lo había hecho con Elliot. Y había practicado muchas veces conmigo misma apenas descubrí que era capaz de utilizar la magia.
—¿Así es cómo tratas a tu familia? —crucé los brazos, en una actitud retadora.
Un jadeo colectivo se hizo presente en el lugar. Todos los ojos se posaron en mí, algunos tenían miradas de miedo, de enfado... Otros, parecían encantados.
—¿Familia? —tartamudeó Kaos detrás de mí.
—Si me hubieran preguntado amablemente, nos ahorraríamos todo este lío —elevé las manos al cielo—. ¿Todos los brujos son así? Deberían pensar antes de actuar.
—¿Quién mierda eres? —intentó tocarme Kyo, sin embargo, la magia lo empujó lejos.
—Soy Eleanna...
Callé de inmediato cuando noté que mi abuelo estaba poniéndose cada vez más pálido. Incluso parpadeó varias veces, como si no pudiera creerse lo que estaba viendo.
Bajé la guardia. Todas las comunidades tenían sus reglas, incluso en la manada no eran bien recibidos los extraños. Era normal, una forma de proteger a los suyos.
Me acerqué hasta a mi abuelo, ofreciéndole la mano y sonriendo cálidamente. Era mi familia, después de todo.
Sin embargo, no aceptó mi mano.
De repente me vi envuelta en un apretado abrazo. Era tan alto, que todo su cuerpo me arropó, protectoramente. Su calor me envolvió, la magia a su alrededor era cálida y amable. Me sentí como la pequeña niña que se perdió en los bosques hace tanto tiempo atrás.
—Estoy en casa, abuelo —sentí lágrimas quemar en mis ojos.
—Eleanna —murmuró con dolor, llorando amargamente.
—Ya llegué...
—Mi pequeña niña... ¿Dónde estuviste todo este tiempo?
—No hay tiempo para esto —me alejé un poco, sintiéndome incomoda ante la mirada de todos—. Necesito que convoques una reunión urgente.
—¿Tan grave es? —preguntó, luciendo afectado.
Asentí con seriedad.
Una mirada de parte de mi abuelo y todos los integrantes de la comunidad continuaron con sus vidas. Algunos veían de reojo, pero ya no me atacaban. La magia a mi alrededor incluso se relajó. Sin duda no fue normal que pudiera ser capaz de defenderme, pero no iba a quejarme al respecto.
—Kyo, Kaos —llamó, empezando a caminar conmigo—. Vayan a la sala de reuniones y llamen al resto.
—De acuerdo —aceptó Kaos, tomando a su hermano y arrastrándolo lejos del lugar.
Kyo no parecía muy contento. De hecho, incluso mientras se alejaba, podía verlo dándome miradas furtivas.
Eran chicos extraños, pero me agradaron. Incluso el idiota de Kyo.
—¿Eleanna? ¿Vienes?
Apresuré el paso, siguiéndolo. Su rostro había vuelto a ser una máscara fría y calma, pero sus ojos no mentían. Estaba agitado, preocupado.
Y aún no tenía idea de todo a lo que nos enfrentaríamos.
¿Cómo le diría que su hijo estaba provocando una guerra con todas las especies del submundo? ¿Cómo?
—Tomará unos minutos que se reúnan —explicó, abriendo la puerta de uno de los edificios más grande. Aunque la diferencia era de apenas un piso.
Cuando entré, todas mis dudas se confirmaron. Estábamos en un lugar inmenso. No era para nada como el exterior.
Los techos eran altos, con espejos. No sabía para qué estaban ahí, pero era bastante llamativo. ¡Incluso había una recepcionista sonriente! Plantas, armarios, sofás y un televisor. Y se suponía que está era la entrada.
Era un lugar único, sin dudar.
—¿Te gustaría comer algo mientras esperamos? —Ofreció con amabilidad.
—¡Sí! —Respondió impulsivamente mi loba.
Mi abuelo sólo sonrió. Llamamos al elevador, mis nervios estaban a flor de piel. Estaba por enfrentarme a una comunidad de brujos y ya había sido testigo de lo fácil que era hacerlos molestar.
Se ofenden por todo. Deberías darles una paliza.
No lo haré.
—Perdón por el recibimiento. No estamos acostumbrados a que vengan extraños aquí.
—Ya me di cuenta —sonreí irónica.
Tuvo al menos la amabilidad de lucir avergonzado. No era una excusa, los brujos no deberían atacar sin hacer las preguntas correspondientes.
Llegamos a lo que parecía ser su oficina. Estaba repleta de libros, algo que llamó de inmediato mi atención. Las paredes estaban llenas de repisas, las cuales tenían libros de todo tipo, en idiomas diferentes. Economía, historia, leyendas...
Todo un paraíso.
—Serif, trae algo de comida para mi nieta —ordenó tras pulsar un botón en su escritorio.
Fue una cuestión de segundos.
Me pidió que abriera la puerta, sonriendo con arrogancia. Apenas la abrí, el olor de la comida llenó mis fosas nasales. Una chica, vestida por completo de blanco y cabello negro entró, cargando un carrito. Era un mini banquete y era sólo para mí.
—Gracias, Serif —le sonrió. La chica ni siquiera había vociferado palabra alguna.
La chica, que tenía más la apariencia de una pequeña hadita que de una bruja, se marchó sin miramientos.
—¿Cómo? —Babeé, viendo la comida.
—Magia.
—Oh.
¿Así de sencillo? ¿Una orden, diez segundos y todo un banquete en un carrito? ¡Tenían que enseñarme este truco! ¡Serif, vuelve aquí y muéstrame cómo lo hiciste!
—Adelante, come. Ya tendremos tiempo de hablar más tarde.
No tuvo que pedirlo dos veces. Me abalancé sobre el carrito, eligiendo que pondría en mi plato. Había tantas opciones...
Me decanté por un par de mini sándwiches, una ensalada de frutas y algunos dulces par el postre. Mi abuelo esperó pacientemente a que terminara de comer, viéndome con una expresión que transmitía paz y puede que un poco de diversión.
—¿Te costó mucho llegar aquí? —preguntó con amabilidad cuando terminé.
—No fue tan difícil, un poco tedioso —sonreí, incómoda—. No tienen un lugar de lo más accesible.
—Nadie se mete con nosotros, pero igual debemos tener cuidado. Aquí viven los brujos jóvenes y los viejos. Los jóvenes son irracionales, así que no pueden dejar este lugar hasta los veintiún años. Los ancianos son muy sabios, pero no muy confiables —confesó en un susurro bajo—. Se criaron en épocas de guerra y les cuesta notar que esa no es nuestra realidad.
—Los brujos dan miedo —admití—. La magia no es tan sencilla como parece.
—Tu magia espejo siempre ha sido inquietante, pero no entiendo cómo es que lograste armar un escudo de magia, eso es algo que no se había visto antes.
Lo pensé durante unos segundos, justo antes de sacar la daga que llevaba en mi bota. Era tan hermosa, tan reluciente. Ahora que conocía la magia, podía verla irradiando ardientemente.
—Tu madre...
—No sabía que también era un escudo para la magia —confesé—. Es como si tuviera vida propia. Si me atacan, sale a defenderme. Nunca creí que crearía un escudo.
—Pero no lucías asustada.
—No me he presentado formalmente —me levanté, sonriendo con ligereza—. Soy Eleanna Wood, alfa de la manada Wood, luna de la manada Wyrfell, la híbrida que logrará la unión de tres especies del submundo.
Buenas, buenas. ¿Qué tal? Hoy vengo con una pregunta importante.
¿Cuál es su personaje favorito de esta historia?
El mío sería quizás Nathan. Puede ser un idiota, pero lo adoro.
Oh, y por cierto...
Esto está por ponerse bueno.
Muy bueno.
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