Capítulo 27: Títere.
Capitulo 27
Ver a Eleanna retorcerse por el dolor y no poder hacer nada era desesperante. Podía sentir mis manos temblar, mi lobo luchando por tener control, intentar por su cuenta sanarla. Sabía que no era posible, que no había nada que pudiera hacer, pero eso solo lo hacía peor. La impotencia me estaba carcomiendo, amenazando con derrumbarme.
Pero no podía permitirlo. Alguien debía cuidar de Eleanna y ese alguien sería yo, por más que ver su rostro sonrojado ante el dolor, sus manos crispadas y las lágrimas que derramaba era algo que me quemaba por dentro, me mantuve a su lado, acurrucándola contra mi pecho.
Ver a la persona que amas sufrir y no poder remediarlo podía considerarse una de las torturas más graves.
¿Qué le estaba pasando?
No supe como sentirme cuando cerró los ojos, cayendo en la inconsciencia. Estaba entre aliviado y angustiado. Al menos, en el país de los sueños, no sentía dolor. Aún no había terminado, pero por el momento, ver su rostro pacífico me permitió respirar por un segundo.
Sin embargo, cuando las horas comenzaron a pasar, la desesperación me invadió. ¿Por qué no abría sus ojos? ¿Qué estaba tan mal como para que ella no pudiera despertar? Respiraba tranquilamente, incluso mi lobo la percibía tranquila y relajada, pero seguía sin entender qué demonios estaba pasando.
Elliot se mantuvo alejado de ella, lo que cual me extrañó. Sabía que era uno de los más preocupados por ella, pero se mantuvo a cierta distancia, como si no quisiera estar cerca cuando Eleanna despertara. Tyler se había llevado a Carol, quien, en su angustia, solo lograba ponernos de los nervios. No quería saber las posibilidades. No quería tener cerca a alguien que me dijera que tan en peligro se encontraba el amor de mi vida. Stuart prometió que cuidaría bien de Carol y yo se lo agradecí en un mudo gesto. Incluso mi padre se mantuvo a su lado un largo rato, acariciando su cabello con una ternura que yo jamás le había visto antes.
Las personas a mi alrededor iban y venían, cada uno con sus motivos para estar preocupados, pero nadie más que yo. Yo lo sentía, sentía su dolor y su desesperación. Sentía cómo ella poco a poco se hundía en algo tan peligroso que temí no poderla alcanzar.
Eleanna estaba en peligro de muerte, eso era lo único que sabíamos gracias a la casi vidente. Si ella estaba en riesgo, entonces lo peor aún debía estar por llegar.
No me aparté de su lado ni un segundo. No podía hacerlo.
Me sentía culpable por haber estado lejos cuando ese dolor comenzó. Sabía que debía venir, incluso antes de Tyler se comunicara conmigo a través del enlace de la manada. Lo sentía en mis huesos, en la presión en mi pecho que aumentaba a cada segundo. Sabía que Eleanna tenía mucho dolor, incluso antes de ser consciente de lo que sucedía.
Dejé a mi padre en la ciudad sin pensarlo dos veces. Sabía que me daría una reprimenda, pero no podría importarme menos. Mi prioridad siempre fue y siempre sería Eleanna.
Mi mate estaba en peligro y yo podía sentirlo en mis venas, en la sangre que las recorría.
—¿Por qué no despiertas? —susurré hacia ella.
No hubo respuesta alguna.
El día pasó a gran velocidad. Las horas se sintieron efímeras, tan concentrado como estaba observando el rostro dormido de mi amada. Acaricié su mejilla con suavidad, sintiéndome inútil al estar aquí, solo esperando a que despertara, sin tener el menor conocimiento de lo que sucedía.
Cuando comenzó a moverse, Elliot, Tyler, Stuart y Carol estaban de nuevo en la habitación. Todos aguantamos la respiración apenas abrió sus hermosos ojos, pero puedo asegurar que nada fue tan sorprendente como notar que estaban en blanco.
No se vería ni rastro de su iris ni su pupila.
Aterrador.
Su cuerpo se sentó en la cama, viendo en dirección a nosotros, a pesar de lo aterrador de sus ojos. Incluso hizo una mueca, como si su cuerpo no estuviera reaccionando como ella esperaba.
Carol lanzó un pequeño grito. Stuart la alcanzó antes de que su cuerpo cayera al suelo por la impresión. Elliot ni siquiera la veía, como si se sintiera ajeno a la situación.
Casi como si no le importara.
Pero, aunque sus ojos estaban en blanco, parecía mirar directamente hacia Elliot. No reparó en nadie más, como si su objetivo solo se tratara del brujo.
—¿Eleanna...?
—Elliot, sobrino mío —habló con una voz que no le pertenecía. Era mucho más ronca, más varonil.
Volteé a ver hacia Elliot, sintiendo mi corazón detenerse por un segundo. Se encontraba pálido y con los ojos muy abiertos. Retrocedió apenas escuchó aquella voz, como si deseara desaparecer del lugar.
—Nicholas —murmuró Carol.
Así que de eso se trataba. El brujo había estado atacándola durante todo este tiempo. La furia de un alfa era incontrolable. Mi temperamento salió a flote y mi lobo luchó contra mí para tomar el control.
Tuve que convencerme y repetirme mil veces que no podía hacer nada. Atacarlo, sería atacar a Eleanna.
Miré de nuevo a Elliot, quien estaba pálido cual papel. Su mirada era aterrada, llena de pánico. Sentí lástima por él, aunque solo fue un segundo.
—Te he estado buscando —siguió hablando—. ¿Qué haces en una manada de lobos? Niño malo.
—Estás atacando a Eleanna —le informó Elliot, intentando lucir enfadado.
—¿Quién es Eleanna? —ladeó la cabeza—. Este cuerpo es de Liliana, la zorra que me atacó, Elliot —se justificó.
Definitivamente tenía problemas mentales. Se notaba la locura que teñía su voz, sus movimientos. Era el cuerpo y rostro de mi mate, pero no era ella quien lo controlaba. No era ella quien estaba presente en la habitación.
—¿Liliana? ¿Qué te hace pensar que ella es Liliana? —pregunté.
Tenía que distraerlo. Si algo sabía de la magia, es que no se podía usar continuamente. Si lográbamos mantenerlo distraído, entonces no tendría tiempo para atacar a nadie. Y quizás Eleanna encontraría la manera de defenderse, de luchar por recuperar el control de su cuerpo.
—Es Liliana —ladeó la cabeza, confundido—. Eleanna está muerta, así que ella debe ser Liliana.
—Eleanna sobrevivió —exclamó Elliot—. ¡Y tú la estás atacando!
—No es cierto, yo la maté —sonrió perversamente—. Era tan pequeña cuando la conseguí. No estaba tan lejos de la manada como tú creías, Elliot. Solo tuvo la mala suerte de toparse conmigo.
—¿Qué le hiciste? —le seguí la corriente.
—¡Eliminé todos sus recuerdos! —río, como si hubiera contado el mejor chiste del mundo—. Ella estaba llorando por sus padres, así que le hice un favor. Su esencia era de una humana y los humanos no sobreviven, así que está muerta.
¿Esa era la razón por la que Eleanna no recordaba nada de su pasado? ¿Este bastardo le había robado sus recuerdos para sabotear su supervivencia?
¿Hasta dónde llegaba su locura? ¡Estábamos hablando de su sobrina, su familia! Una niña pequeña que sufría. Una niña que solo estaba buscando volver a casa.
¿Y él la consiguió solo para robar sus recuerdos?
No podía creerlo.
La rabia me invadió. Estuve a segundos de dejar que me cegara, pero Tyler, tan perceptivo como era, me detuvo. No podía hacer nada, si lastimaba ese cuerpo, solo lastimaría a mi conejita.
Y eso jamás me lo perdonaría.
—¿Por qué? —susurró Elliot.
La traición le dolía, podía notarse en cada una de las facciones de su rostro. Estaba herido y seguramente también confundido. De seguro se había pasado mucho tiempo buscándola, para luego enterarse que aquel tío al que tanto amaba, era el responsable de que estuvieran lejos tanto tiempo.
—Los híbridos nunca debieron existir —su expresión fue aterradora.
No era sencillo ver a mi amada de esa manera, siendo un títere para un maldito lunático. El odio que cubría sus facciones no era suyo, pero su cuerpo era apenas un títere más, uno que participaba en el macabro juego de Luxu.
—Cuando eras pequeño, hice muchas cosas para que dejaras de ser un lobo. Quizás por eso ahora eres ochenta por ciento brujo —ladeó la cabeza, pensativo—. Eras tan inocente que nunca lo notaste.
Vi sus manos volverse puños, por más que su expresión siguiera inmutable. Supe que Eleanna estaba resistiéndose, enfadada por lo que la obligaban a decir. Supe que estaba ahí, incluso cuando no era ella quien controlaba su cuerpo, estaba ahí.
—Esta zorra es una hibrida poderosa. ¿Puedes creer que me atacó? —río, burlón—. Aunque por supuesto, hace falta más que eso para matarme.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunté, harto de su palabrería.
—Elliot —se levantó de la cama y se dirigió hasta él. No se movió, ni siquiera fue capaz de parpadear—. Te considero como mi hijo, pequeño. Únete a mí y no saldrás herido.
—Pero atacarás a mi hermana —se rehusó, intentando evitar el contacto del cuerpo de Eleanna.
—Es mi destino. Debo destruirlos a todos —sonrió macabramente—. Todos esos lobos, todos esos vampiros. Todos esos brujos. Todos deben arder, pero tú no. No quiero lastimarte a ti. Ven conmigo. Tú también lo deseas, deseas hacer pagar a los vampiros por la muerte de tus padres. Yo te daré el poder de vengarte.
—Elliot...
—Aquí no te lo permiten. No te dejan buscar a los responsables de todo el daño que te han hecho —acarició su rostro—. Yo te ayudaré. No descansaremos hasta que el último de los vampiros haya caído.
—Pero, Eleanna —balbuceó.
—Esa zorra no es tu hermana —negó con la cabeza—. Tú lo deseas, puedo sentirlo, Elliot. Ven conmigo.
—Elliot, ni siquiera lo pienses —hablé con firmeza—. Eleanna no te perdonará si vas con él.
—¿Qué importa más? ¿Una zorra que acabas de conocer o tu tío que te crio como si fueras su propio hijo durante tantos años?
Pude vislumbrar la duda en su rostro y mi corazón se saltó un latido. Elliot no debería estar dudando, debería estar furioso al saber que Luxu le había hecho daño a Eleanna. Debería estar intentando sacarlo a patadas de la mente de su hermana.
Pero dudaba.
Quería ir junto a él.
—Piensa bien lo que vas a hacer —suspiré, sabiendo que no podía hacerlo cambiar de opinión—. Si vas con él, jamás tendrás lugar en mi manada de nuevo. Jamás te lo perdonaré, incluso si Eleanna llega a hacerlo.
—¿Qué es una manada cuando yo puedo ofrecerte el mundo entero? ¡El mundo entero sería tuyo! —Sonrió, victorioso.
Y ahí, supe que lo habíamos perdido.
Su rostro se llenó de convicción, segundos antes de darme una mirada llena de disculpas.
Algo me decía que esto sería demasiado doloroso para mi chica. Demasiado difícil de lidiar con eso. La traición de su hermano no iba a olvidarlo tan sencillamente.
—Elliot —intentó acercarse Carol, pero Stuart no se lo permitió.
Ahora él era alguien peligroso, alguien de quien debíamos cuidarnos. Sentí el peso de la traición sobre mis hombros. Tyler solo abrió la puerta, sin decir palabra alguna.
Mi orden fue no atacar a Elliot. Incluso aunque ahora hervía en mi sangre la rabia, no retiré la orden.
—Espero que no te arrepientas de lo que haces.
—Este cuerpo es inútil —se quejó—. Te estaré esperando, pequeño.
Apenas logré atrapar el cuerpo de Eleanna, que cayó lánguido en mis brazos. Su expresión serena me comunicó que ya estaba fuera de las garras de ese maldito brujo.
No volteé a ver a Elliot. No podía siquiera verlo, porque entonces mi lobo lo atacaría. Sería feliz desgarrando su cuerpo parte por parte, solo por el hecho de ser capaz de traicionar a la persona que había jurado proteger.
¿Así de rápido se olvidaba de su hermana?
Por alguna razón, sentía como si me hubiesen traicionado a mí. Le abrí las puertas de mi manada, le dejé sentarse junto a mi padre, le di la libertad de moverse libremente y lo peor del caso, es que le di mi confianza.
Cuando se fue, el ambiente tenso estuvo a punto de sofocarme.
Le di gracias a la madre luna por no haberse acercado a Eleanna. No sería capaz de verlo junto a ella, ni siquiera para despedirse.
—Nate... —intentó acercarse Tyler.
—Estamos en guerra.
Fue lo último que fui capaz de decir. Teníamos que prepararnos para el ataque.
Para la inminente guerra que se acercaba.
La guerra se acerca.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué opinan de la traición de Elliot?
¿Cómo se lo tomará Eleanna?
Averigua todo eso y más en el próximo capítulo.
Por cierto, mi mouse acaba de morir, así que puede que tarde un poco en actualizar.
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