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Capítulo 26: Liliana.

Luego de que Nathan se marchara, continué con mi ducha. Aproveché mi intimidad para terminar de curar con magia todo lo que me dolía, aunque la magia tenía un límite para lo que podía hacer.

No era inmune a resultar lastimada solo por ser una hibrida.

No lograba sacarme la imagen de Nicholas, Luxu o como se llamara de la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, veía el fuego consumiéndolo, sus gritos llenos de lamentos. Me había mostrado valiente y firme, pero por dentro seguía temblando.

Respiré profundo, sintiendo el agua recorrerme entera. Quería que se llevara todos mis males con ella, que se llevara consigo todos los malos recuerdos.

Carol estaba relacionada con ese brujo. Si él moría, entonces ella... Negué con la cabeza, intentando no seguir ese rumbo de mis pensamientos. Fui ilusa al pensar que había acabado con él, pero eso era antes de caer en cuenta que no solo el futuro del submundo podría estar en juego, sino también la vida de mi mejor amiga.

Me envolví en una toalla, justo antes de salir del baño. En mi cama se encontraba Nathan, completamente dormido, abrazado a una de mis almohadas. El día no solo resultó agobiante para mí. Mi pobre Nate, debía estar agotado luego de buscarme por doquier. Me puse una de mis pijamas antes de acostarme a su lado, buscando su calor y refugio.

Quizás a su lado, no tendría que temer a las pesadillas.

—Buenos días, Eleanna —saludó con solemnidad Tyler apenas abrí la puerta de mi habitación.

Ya me había duchado y estaba lista para enfrentar mi día. No podía ir al instituto, pues Nicholas se había paseado por el lugar luciendo como un profesor. No era un sitio seguro para mí en este momento, pero no planeaba permitir que mi día estuviera arruinado solo por eso.

Había decidido comenzar a entrenar como lobo y quizás practicar un poco más la magia. Aún era extraño sentirla a mi alrededor, pero estaba segura de que algún día lograría adaptarme y aceptarlo como parte de mí.

Lo que no esperé, ni en un millón de pesadillas, era encontrarme con el rostro de Tyler al abrir mi puerta, esperándome.

—¿Buenos días?

—El alfa la espera en su despacho —informó.

¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué parecía hacer un reporte? ¿Por qué lucía como uno de los guardias de la manada?

—¿Está todo bien? —pregunté, confusa.

Tyler sonrió con burla. Parecía un poco molesto, sin embargo, pude notar que mi desconcierto le divertía.

—Le presento al nuevo guardia de su majestad —se señaló primero a él, para luego señalarme a mí—. Ser niñero no lo más divertido del mundo, pero me asignaron esta noble labor.

No podía estar hablando en serio. Esto parecía ser algún chiste de mal gusto, seguro que de eso se trataba, una broma.

—No, su majestad —alzó una ceja, al pareces, mi rostro demostraba a la perfección mis sentimientos—. No estoy bromeando.

Iba a matarlo.

—¡Nathan! —grité hacia mi habitación, donde el futuro alfa se vestía.

—¿Sí? —No se atrevió a salir, de hecho, ni siquiera se acercó en absoluto.

—Ven aquí en este instante.

—No quiero.

Sí, iba a matarlo.

Mínimo una patada por el trasero. Sugirió mi loba.

Resoplé, a lo que Tyler solo río. Intentó disimularlo, sin embargo, ya lo había visto. ¡Si iba a ponerme un guardia, como mínimo debió elegir alguien que me soportara! Stuart, por ejemplo.

Stuart está cuidando de Carol, Eleanna.

Bueno, eso explicaba muchas cosas. No podíamos dejar a una humana rondando por el lugar, sería peligroso dejarla sola. Incluso en la manada, existían personas que no eran las más agradables del mundo. Si alguno de ellos intentaba hacerle algo a Carol...

¿Había dicho que el alfa me esperaba? ¿Para qué sería eso? ¿Me darían acaso las respuestas a todo lo que estaba ocurriendo? La idea me emocionó lo suficiente como para olvidar el asunto del guardia, por el momento.

Caminé hacia el despacho, siendo seguida por un silencioso Tyler. Al menos se tomaba su papel con un poco de seriedad. No estaba de acuerdo con tener un guardaespaldas, mucho menos uno tan idiota como él.

—¿Mandó a llamarme? —pregunté apenas me indicó que pasara.

—Así es —su habitual seriedad estaba en su rostro, sin embargo, había algo oscuro en su mirada. Esperó a que me sentara frente a él antes de comenzar a hablar—. ¿Sabes lo importante que son las lunas para una manada?

No supe a que venía su repentina pregunta. No con tanta seriedad. ¿Las lunas eran importantes para una manada? Sí. ¿Por qué? Eso no lo tenía claro.

—Puedo ver que no estás segura —se puso de pie y caminó hasta a mí, viéndome con seriedad—. Cuando hablamos de lunas, no nos referimos solo a la acompañante del alfa. Eres la segunda al mando, incluso sin llegar a tener el ascenso. No como mi hijo, que aún debe esperar a tener la edad adecuada. Esto sucede porque usualmente las lunas son un poco menores que los alfas. ¿Me entiendes? Una manada no puede sobrevivir sin una luna, no podemos darnos el lujo de no tener una.

—No lo entiendo señor —fruncí el ceño—. ¿Cómo hemos estado todo este tiempo sin una luna?

El alfa suspiró, como si se tratara de un tema del cual no quisiera hablar. Posiblemente no quisiera.

Sin embargo, me miró a los ojos con determinación.

—La madre de Nate está cerca de los límites de la manada —confesó—. Nate lo sabe, aunque nunca ha querido acercarse a ella. Sin embargo, eso no fue suficiente. Justo antes de que llegaras, Lidia decidió marcharse. Ser una luna no era lo que quería, jamás lo deseó. Ella quería ser una loba libre, poder enamorarse sin sentir que la luna la obligaba. Así que se marchó. No puede ir muy lejos sin morir, sin que yo muera con ella. Apenas se fue, la manada comenzó a debilitarse. ¿Sabes cuál es una de las funciones de las lunas?

Negué con la cabeza, sin atreverme a decir palabra alguna.

No sabía que la madre de Nathan estaba cerca, tampoco las razones por las cuales se fue.

Sabía que no estaba y nunca me atreví a preguntar por qué. No era mi asunto.

—Crías —soltó—. Tener una luna en la manada concede gran fertilidad para todas las mujeres de la manada con mate. Gran fertilidad y gran fuerza para los niños de la manada.

—Pero Bradley, el beta de la manada, es tío desde hace poco —murmuré, recordando la ocasión en la que tuve que cuidar de la guardería.

—Así es —sonrió—. Que Betty pudiera tener una hija fue gracias a ti.

—¿A mí?

—Sí. Eres la razón por la cuál a pesar de no tener una luna oficial, hemos sobrevivido todo este tiempo. No hablo solo de crías, una luna también concede mejor salud, vitalidad y fuerza para todos los integrantes. Tu manada no logró crecer en todos estos años por no tener un alfa y una luna.

—Pero yo soy la alfa de esa manada —refuté—. ¿De dónde sacaré una luna?

El alfa soltó una carcajada, algo que pocas veces en mi vida había logrado. Bueno, al menos se reía, aunque fuera a mi costa.

Enrojecí por la vergüenza. Sí, posiblemente hubiera preguntado algo estúpido, pero de verdad tenía curiosidad.

—Perdón —secó una lagrimita que se escapaba de su ojo—. Es solo que me imaginé a mi hijo siendo una luna y no pude parar de reír. Para eso son las alianzas, querida Eleanna. Tú serás la luna de tu manada y originalmente su alfa. Sin embargo, Nate será el alfa. ¿Lo entiendes? Digamos que tendrán el mismo cargo. Un complemento.

—¿La razón por la que mi manada no logró avanzar es porque yo estaba aquí? —pregunté, sintiendo que los había defraudado.

—Sí —asintió con lástima en sus ojos—. Por un tiempo estuvieron condenados, pero estarán bien. Llegarán en un par de días. Se han demorado por algunas peleas internas, según escuché, pero todo está resuelto.

—¿Y qué se supone que deba hacer?

—Ser la mejor luna que ha existido —puso su mano en mi mejilla—. Quería hacer de tu ascenso la mejor de las celebraciones. Pero Luxu ahora conoce nuestras intenciones.

Ni siquiera había pensado en ello. Nathan había mandado a invitar a mi tío, sin tener conocimiento de que era una persona peligrosa. Ahora mi tío conocía la dirección exacta de nuestra ubicación y podría atacarnos cuando quisiera.

Y yo no podía permitir eso.

—No podemos huir de aquí —pensé en voz alta—. No podemos cambiar la localización de la manada. No podemos quedarnos de brazos cruzados. ¿Entones qué podemos hacer?

Una barrera.

La voz de mi loba me sorprendió. ¡Por supuesto! Esa era la mejor solución posible.

Lo sé, es porque la dije yo.

No seas tan creída.

—Elliot y yo cuidaremos de la manada —sonreí.

El alfa me miró con sorpresa. Como si no pudiera creer que había encontrado una solución tan rápido.

No fuiste tú, fui yo. No me quites el crédito.

—Señor, yo me encargo.

—Cuento contigo. Contamos contigo.

Salí del despacho con una gran sonrisa y las energías renovadas. Al menos así fue hasta que me choqué con Tyler, tan distraída como me encontraba. Estuve a nada de caer, de no ser por sus rápidos reflejos. Me atajó en el aire con gran facilidad.

—Tenga más cuidado, Luna —se burló.

—Oh, por favor —exclamé.

No quería un guardaespaldas.

Al menos está guapo.

¡No me jodas, loba! Se supone que solo tienes ojos para tu mate.

Nah, eso es una tontería. Mirar no hace mal.

Gruñí, de mal humor. Definitivamente no era el día que había planeado.

—Eleanna —habló una profunda voz detrás de mí.

Cuando volteé, ya no había nadie. Miré ceñuda a Tyler, quién solo me miró con sorpresa.

—¿Qué? No he hecho nada —levantó las manos en inocencia.

Cierto, él estaba justo frente a mí. ¿Entonces quién había hablado?

Quizás terminaste por volverte loca.

—¿No escuchaste eso? —pregunté en un susurro cuando volví a escuchar mi nombre.

Era la voz de un hombre, estaba segura.

—¿Escuchar qué? —se puso serio, mirándome con atención.

—Mi nombre, alguien dijo mi nombre.

—Eleanna, nadie ha dicho tu nombre. Tengo el mejor oído de la manada, incluso mejor que el futuro alfa —aseguró.

No dudaba de él. Sabía a ciencia cierta qué Tyler se convertiría en el Beta de la manada. El tercero al mando, justo después de mi persona. Si el decía que no, era porque nadie había dicho nada en un rango cercano.

Pero yo había escuchado mi nombre con claridad.

—Supongo que solo fueron imaginaciones mías...

Sin embargo, Tyler me miró con atención. No parecía olvidar el tema, incluso cuando la tarde llegó. Nathan estaba en la ciudad con el alfa, en su entrenamiento táctico. Su cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina, por lo que su entrenamiento para convertirse en el alfa estaba llegando a su fin.

Incluso yo había recibido una especie de entrenamiento en la mañana.

Tyler accedió a entrenarme en la tarde. Era un buen instructor, contrario a lo que había esperado. Me sentí orgullosa de ver que le podía seguir el ritmo en una carrera.

—Eleanna...

Fruncí el ceño.

Sí, de nuevo aquella voz.

—¿Tyler? —tomé su brazo, deteniendo su trote.

Eleanna, Eleanna, Eleanna.

—¿Qué sucede?

—Alguien dice mi nombre —susurré, asustada.

Eleanna, Eleanna, Eleanna.

—Yo no escucho nada —pareció dudar un segundo—. Creo que lo mejor será llamar a Nathan...

Eleanna, Eleanna, Eleanna.

¡Eleanna!

Fue interrumpido por mis gritos. Mi cabeza comenzó a palpitar salvajemente. Aquel susurro se convirtió en un grito que heló la sangre en mis venas. Dolía, dolía mucho.

—¡Nathan! —gritó con desesperación Tyler—. Tranquila, Eleanna. Estás bien, estarás bien.

Me tomó en sus brazos, empezando a correr. Mi vista se puso nublosa, sin permitirme ver nada. Y esa voz no se callaba, no se callaba. Mi loba se escondió, pude sentir el momento exacto en el que quedé sola, mientras todo se ponía borroso a mi alrededor a causa de mis lágrimas.

¡Eleanna, Eleanna, Eleanna!

—Haz que se calle —supliqué, llorando.

—Lo haré, haré que se calle. Solo resiste, Elle.

¡Eleanna, Eleanna, Eleanna!

—¡Duele! —gimoteé.

—¡Nathan! —gritó de nuevo—. Tu hermano. ¿Cómo se llama tu hermano?

—Duele, duele.

¡Eleanna, Eleanna, Eleanna!

—Eleanna, concéntrate. Tu hermano.

—Elliot...

Apenas las palabras se escaparon de mis labios, el rostro preocupado de mi hermano asomó. Sabía que habíamos entrado a la mansión y que Tyler no había detenido sus pasos.

—¿Qué ocurre?

—¡No lo sé!

—¿Eleanna? —escuché la voz de Carol por sobre mis gritos.

—¿Dónde está Nathan? —preguntó Elliot.

—Fuera de la ciudad —asintió Tyler.

Mis gritos no se detenían. Sentí mis oídos sangrar, al igual que mi nariz. La presión en mi cabeza se volvió insoportable. Intenté luchar contra la oscuridad, me negaba a desmayarme.

—¡Llámalo!

—¡Eso hice!

Podía escuchar a duras penas la conversación que ocurría a centímetros de mí. No iba a soportarlo, no me sentía capaz de vencer aquel dolor.

¡Liliana!

—¿Qué le está ocurriendo? —preguntó Carol.

Noté que tenía lágrimas en los ojos. Elliot estaba desesperado, moviéndose de un lado a otro, mientras que Tyler no me soltó ni un solo segundo. No sabía en dónde nos encontrábamos y tampoco me importaba.

—El doctor de la manada está en camino —intentó disimular su desesperación—. Nathan también debe estar por llegar.

—Duele...

—Lo sé, perdón.

Liliana.

—Nate...

—En camino.

Mis manos se crisparon sobre la camisa de Tyler. Incluso mis garras crecieron, logrando que lo arañara sin querer. No se quejó, me permitió desahogar un poco el dolor que sentía.

Los segundos se sintieron horas.

Para sorpresa de todos, Nathan llegó mucho antes que el doctor. Estaba desnudo, muestra de que se había transformado para llegar aquí lo más pronto posible. Solo lo cubría una toalla que seguramente alguna de las chicas de la mansión le habían lanzado.

—¿Elle? ¿Qué sucede? ¿Qué está mal? —Preguntó apenas me vio.

Me tomó entre sus brazos, como si no pesara absolutamente nada. Estaba preocupado, aterrado. Podía sentirlo temblar, sentir su desesperación.

Intenté decirle lo que ocurría, pero el dolor incrementó en ese preciso instante, haciéndome gritar con fuerza.

¡Liliana!

—¡Basta, basta! —imploré.

—¿Tyler? —preguntó sin verlo.

—Dice que alguien la llama. Desde temprano escucha a alguien murmurar su nombre, yo no logré escuchar nada. Luego comenzó a quejarse y lo próximo que supe es que se encontraba en este estado.

—¿Elliot?

—Posiblemente alguien esté intentando ingresar a su cabeza —respondió entre dientes—. Alguien intenta controlarla.

—¿Cómo lo evitamos?

—Ellie lo está evitando. Por eso le duele.

—¿Carol?

—Tiene posibilidades de quedar grave si esto sigue así —Dijo con lágrimas en sus ojos.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Tyler.

El doctor de la manada apareció en ese momento, corriendo. Al parecer, Nathan estaba ladrándole ordenes mentalmente. Se apresuró hasta dónde nos encontrábamos. Sentí sus manos sobre mi cabeza, luego de que Nate le señalara dónde se encontraba el problema.

—Lo lamento, luna. No sé qué hacer —parecía molesto consigo mismo—. No se trata de una enfermedad, esto es un ataque. No conozco lo suficiente la causa del dolor, pero esto es magia. Se trata del ataque de un brujo.

—Esto es inútil —murmuró—. ¿Cómo es que no se puede hacer nada?

—Está empeorando —señaló Carol.

¡Liliana! ¡Liliana! ¡Liliana!

Nate me abrazó con fuerza cuando la oleada de dolor empezó de nuevo. Todo me dio vueltas, estaba segura de que iba a terminar desmayándome.

—Deja de luchar —dijo Elliot—. Deja de luchar. Nosotros nos encargaremos de esto, Eleanna. Si sigues luchando, pondrás en riesgo tu vida.

—Ya escuchaste —susurró aquella voz—. Deja de luchar, Liliana.

Y obedecí. 


Buenas, buenas. ¿Les gustó el capítulo? Cuentenme si les está gustando, amo leer sus comentarios. 

Ya vamos por más de la mitad de esta historia, así que prepárense, porque lo viene... 



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