Capítulo 22: Fuego.
Había escuchado alguna vez, hace mucho tiempo, que ciertos brujos podían teletransportarse. Nunca creí que fuera cierto, pues decían que necesitaba ser muy fuerte para poder hacerlo. Decían que era casi imposible, que, desde la existencia, solo tres brujos habían logrado hacerlo. Uno de ellos incluso era parte de una leyenda.
Recordaba a mi abuelo, explicándonos con mucho amor y paciencia, todos los beneficios de la magia. También recordaba no estar demasiado interesada, pero Elliot se veía fascinado, por lo que soporté la lección de mala gana.
Sin embargo, Nicholas nos teletransportó sin dudarlo. Ni siquiera jadeó. No se veía sudado, ni pálido. De hecho, parecía muy indiferente. Como si fuera el acto más natural del mundo.
En un segundo estaba en el instituto. Luego solo podía notar la oscuridad a mi alrededor, la magia se sentía extraña, revoltosa. El estómago se me revolvió, con una sensación similar a la que causaban las montañas rusas.
Mis manos seguían aferrando su camisa con furia. Mi loba estaba al borde de la transformación, podía sentirlo. Mi furia era desmedida e incontrolable. Estaba justo en mi límite. Quizás no pudiera llegar más allá, pero en mi mente solo se encontraba la idea de destrozarlo.
Sabía que Elliot y Nathan estarían enloqueciendo en este momento. Deseé que Elliot se hiciera cargo de las memorias de todos los humanos que estaban por ahí, puesto que no quería más problemas de los que ya teníamos.
Me lamenté por ser tan impulsiva, pero no tenía tiempo para perder.
—¿Dónde está Carol? —gruñí hacia él.
—Deberías fijarte más en tu alrededor, Liliana —soltó burlón.
Di una pequeña mirada detrás de él, fue apenas un segundo, pero bastó para que el brujo utilizara su magia y me inmovilizara con cadenas en mis manos, manteniéndolas juntas, aprisionadas. El frío que me envolvió fue sorpresivo, intimidante. No logré evitar que me tomara, lastimándome en el proceso. La cadena era fuerte, irrompible. El agarre me elevó unos centímetros del suelo, provocando un fuerte dolor en mis hombros y brazos. Grité por lo brusco del movimiento sin poder contenerme.
El dolor nubló mi visión por un segundo. Lo escuché moverse, mi cuerpo alerta y atento ante cualquier ataque.
Cuando levanté la mirada, lo primero que vi fue la mirada aterrada de Carol sobre mí. Sus ojos casi se salían de sus cuencas y parecía estar gritando. No podía escucharla, supuse que la había embrujado para que no hablara. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Todo en ella se veía mal, desde un golpe cerca de su ojo hasta sus brazos llenos de moretones. Se encontraba igual de amarrada que yo, solo que ella debía tener mucho más tiempo en la posición. Sangre seca se veía por todo su cuerpo y no pude evitar pensar en la tortura que debía ser para ella.
Si mi cuerpo apenas aguantaba y tenía más resistencia que un humano, no sabía cómo Carol soportaba el dolor. Deseé, por primera vez, saber utilizar la magia a mi alrededor para aliviarla, para hacerle saber que estaba aquí, con ella.
Mi sangre hirvió en mis venas. Definitivamente estaba enfadada. Y esto no iba a quedarse así, bajo ninguna circunstancia.
—¡Carol! —grité desesperadamente.
—Calla, Liliana —ordenó, colocándose delante de mí.
Su cabello blanco hacía contraste con la oscuridad sobre nosotros. El lugar era aterrador, podía escuchar las ratas moverse por doquier, en busca de comida. No podía ver la luz del sol desde donde me encontraba, por lo que deduje que sería una especie de sótano. Un bombillo a lo lejos apenas iluminaba las siluetas de lo que lo nos rodeaba, pero deduje que se trataban de cajas.
Oh, este brujo es hombre muerto.
Lo mataría, sin duda lo mataría.
No le temía. No sabía por qué razón, pero no le temía. Nunca llegué a temerle, por más extraño que pudiera parecer. Elliot había dicho que nuestro apellido era mayor, pero ahora tenía serias dudas al respecto. Había subestimado a Nicholas Jefferson y ese error me saldría caro.
No era normal que un brujo pudiera teletransportarse y salir inmune.
—¿Qué le has hecho?
—¿A Carol? Nada —sonrió con burla—. Ella no era mi objetivo, sólo un cebo.
—¡Es tu mate!
—¿Mate? —alzó una ceja—. Nosotros no tenemos mate, no seas ridícula.
No le creas. Escuché el susurro furioso de mi loba. Él miente, Eleanna. Carol tiene una conexión con este brujo.
Estaba sudando, furiosa. Mis brazos dolían, pues la cadena era pesada y me mantenía a unos centímetros del suelo. La mirada de Carol no salía de mi mente. Eso era pánico, un terror profundo y absoluto.
¿Qué cosas había visto? ¿De qué había sido testigo? ¿Qué tanto la lastimó? Todas esas preguntas se arremolinaban en mi mente.
Necesitaba encontrar la manera de salir de aquí. Y llevarla conmigo.
—Cuando fui al instituto, fui porque me dijeron que alguien tenía sangre especial —contó, acercándose un poco—. Se supone que había embrujado a la chica, pero supongo que me equivoqué.
—Venías por mí —caí en cuenta.
Posiblemente el embrujo había rebotado en Carol. Elliot me había dicho que era posible si no se tenía al objetivo claro. La magia era caprichosa, por eso no se debía realizar frente a muchas personas. Quizás esa fuera la razón por la que Carol fue forzada a hablar de más durante su presentación.
Era mi culpa que estuviera involucrada en esta situación.
Sin embargo, el brujo frente a mí parecía negar que existía una conexión entre ellos. ¿Se debía a la magia oscura? ¿Qué demonios significaba tener magia oscura, para empezar?
—Por supuesto. Tu sangre me daría tantos poderes, más que el sacrificio de veinte humanos —lamió mi mejilla, intentando provocarme.
Pues lo consiguió. Sonreí un poco ante su atónita y palida mirada, justo antes de impulsarme hacia adelante, aprovechando su cercanía para rodearlo con mis piernas en un feroz ataque. Las envolví en su cuello, haciendo un salto que provocó que mis brazos sangraran debido a la cadena.
Apreté y moví el cuerpo con fuerza. Si lo hacía bien, podía matarlo. Podría romperle el cuello, podría asfixiarlo. Ignoré el dolor que me produjeron sus manos al intentar soltarse, al igual que las heridas sangrantes de mis muñecas.
Su magia me expulsó. Grité cuando mi cuerpo se movió con fuerza hacia atrás. La sangre se deslizó por mis brazos. Dolía, ardía. Su magia me golpeó con fuerza y supe a lo que todos se referían con magia oscura. La piel me picó allí donde sus manos tuvieron contacto, como un dolor lacerante que nadie podría curar.
Escuché el grito de Carol. Al parecer, el brujo no podía hacer dos cosas al mismo tiempo. Eso me serviría más adelante. Si su magia era limitada, entonces tendría una oportunidad.
—¡Eleanna! —gritó con dolor—. Perdón, perdón. Debí hacerte caso. ¡Debí hacerte caso!
—Carol —jadeé—. Voy a sacarte de aquí. ¿Ok? Voy a sacarte.
Escuché la risa burlona de aquel brujo. Tenía sangre en la nariz y parecía afectado. No importaba, sólo necesitaba pensar con la cabeza fría. Él debía creer que yo era humana. Y pensar que yo era humana, lo llevaba a subestimarme.
—¿Vas a sacarla? —repitió con sorna—. Oh, pequeña. Deberías preocuparte más por ti misma.
—Me quieres a mí —señalé—. Suéltala.
—¿Soltarla? ¿Qué te hace pensar que voy a obedecerte? Ambas serán parte de mi ritual.
Lo primero que debía hacer, era romper mis cadenas. No aguantaría mucho tiempo en esa posición, además, podía ver que Carol también sufría.
Sus cadenas estaban al mismo nivel que las mías, pero yo era un poco más alta, por lo que la punta de mis pies podían rozar levemente el suelo. Ella no. En sus brazos había señal de sangre seca. Parecía tener muchas horas en la misma posición.
Hay que hacer algo.
Calma, loba. Aún no es el momento. Te prometo que te dejaré jugar con él todo lo que quieras.
—Hay personas que creen que los rituales se deben hacer de medianoche, pero yo no soy así de crédulo. Para empezar, ese lobo tuyo debe estar buscándome —comenzó a mover algunas cosas.
La distancia entre Carol y yo era de unos diez metros, no tan lejos, pero tampoco tan cerca. El brujo estaba haciendo algo justo en el medio de nosotras. Podía distinguir la tiza. No entendía los dibujos que realizaba, pero sabía que el tiempo se me acababa. Intenté memorizar las formas, cada trazo que veía. Absorbí toda la información que pude, en medio de la oscuridad, lo que más se veía era su piel pálida, junto con su cabello blanco.
¿Cómo alguien que podía llevar el blanco en cada parte de su cuerpo podía ser dueño de tanta oscuridad? No lo entendía.
—Dos humanas me ayudarán a tener más poderes. ¿Sabías? Los humanos tienen magia, sólo que es tan poquita, que no pueden hacer nada con ella. Sobre todo, las mujeres. Al principio creí que Carol era una inútil —río con fuerza—. La tenía aquí como un cebo, pero pensaba matarla y ya. ¿Sabías que tiene un don? De seguro también a ti te lo ocultaba.
Le di una mirada a Carol, confundida. Tenía la cabeza gacha como si no pudiera soportar verme a la cara. Incluso parecía estar llorando y no solo por el dolor que debía sentir.
¿Qué me ocultaba? ¿Por qué se veía como si fuera a lastimarme? ¿Qué demonios ocurría?
—Es un don poco desarrollado —siguió—. ¿Acaso sabías, Liliana, que tu gran amiga puede ver el futuro?
Jadeé sin notarlo. ¿Carol veía el futuro? ¡Pero si era una humana! Eso no tenía sentido.
—Por tu reacción, veo que no —se acercó a ella, mirándola con burla—. Los humanos son extraños. Algunos tienen poderes inexplicables. Claro, ella no puede ver el futuro, sólo sabe algunas cosas.
—¿Carol? —tanteé.
—No es cierto —negó con la voz rota—. Lo que él te diga no es cierto.
—Ah, no iba a decirle nada —la obligó a verlo a la cara, tomándola con fuerza en el rostro.
Moví mis cadenas una vez más. El tiempo se me estaba agotando. El brujo hablaba con nosotras, pero la tiza seguía moviéndose en el piso. Círculos, líneas, curvas. No entendía que dibujaba, pero la magia comenzó a revolverse a nuestro alrededor. Un frío nos envolvió, una corriente de aire apareció de la nada y revolvió mi cabello como un amenazante susurro de los peligros de la magia.
—La pequeña Liliana nunca sabrá que sólo estas con ella por interés.
Carol se removió, soltando un grito. Parecía tener el hombro dislocado. Las palabras del brujo no me importaban, sólo podía pensar en escapar.
Necesitaba escapar.
—No es bueno ignorar a tu secuestrador, querida —en un parpadeo apareció frente a mí—. Deberías estar rogándome piedad.
—¿Rogarte? —reí en voz alta. Carol me miró con sorpresa—. Tú vas a rogarme piedad. No eres más que un brujo de pacotilla que necesita usar magia negra para poder tener una voz. ¿Eres tan insignificante que necesitas sacrificar humanos?
El golpe en mi mejilla me hizo escupir sangre. Me había golpeado con fuerza, pero no me importaba. Había logrado mi cometido, enfurecerlo.
—¡Eleanna! —gritó espantada.
—¡Te metiste con la chica equivocada, maldita escoria! —exclamé, rompiendo mis cadenas.
Caí al piso sin poder evitarlo. Mi loba se había enfurecido demasiado, al punto de romper la cadena con un solo movimiento de mis manos. La furia de una alfa también era algo aterrador.
Nicholas me miró con sorpresa, aterrado. Aún a sus ojos, me veía como una humana. El manto de la madre luna no le permitía ver más allá. La magia se arremolinó en mi interior, luchando por salir. Estaba más furiosa que nunca en mi vida, era comprensible que tanto mi lado loba, como mi lado bruja, se alteraran.
La magia era simple. Se movía a través de sentimientos. Por eso la madre luna había llegado hasta la brujita y el lobo, incluso hasta a mí misma. Cuando los sentimientos desbordaban, ahí la magia se encontraba.
—¡Te presento a la maldita Eleanna Wood, luna de la manada Wood y alfa de la manada Wyllen! —le asesté un puñetazo, mi fuerza siendo superior a lo que había sido nunca—. ¡La híbrida que va a vengarse por todas las vidas que has tomado!
Me movía con gran velocidad, golpeándolo por doquier. Ni siquiera pensaba en mis movimientos. Un golpe en la mejilla, una patada en el abdomen. Debía luchar por mi vida, esquivando los desesperados ataques que lanzaba hacía mí con su magia. Cuando notó que la magia no era eficaz, se defendió como pudo con sus puños.
Carol soltó un quejido al ver que Nicholas me golpeaba muy cerca de mi ojo. Yo no sentía el dolor, solo la adrenalina y la ansiedad recorrerme.
Nicholas se recuperó de la sorpresa, comenzando a mover cosas con la magia, tomando distancia e intentando golpearme con ellas. La cadena que mi loba rompió voló hacia mí, golpeándome en la pierna.
Grité ante el impacto, pero no me detuve. Debía acercarme de nuevo a él, atacarlo físicamente. No confiaba lo suficiente en la magia como para atacarlo con ella.
—¡Atrás de ti! —gritó Carol. Me agaché por instinto, esquivando la cadena que ya me había golpeado.
Quizás no pudiera sola. Si llegaba hasta Carol y lograba teletransportarnos, podía pedirle ayuda a mi hermano y a mi mate. Mi magia podía imitar... ¿Cierto? ¿Mi plan funcionaría o solo quedaría en ridículo? Mi primera batalla era contra alguien con más fuerza de la que había creído.
La magia oscura se había apoderado de su cuerpo. Sus ojos se volvieron negros, al igual que la punta de sus dedos. Me miraba con furia, pues él sabía que sus planes acababan de arruinarse. Movía las cosas sólo con pensarlo, desde cajas, piedras, cadenas y una silla. No podía detenerme, si titubeaba, si dejaba de esquivar, estaría perdida.
—¡Esto es divertido, Liliana! —gritó. La cadena que tantas vueltas en el aire daba, comenzó a incendiarse por su magia.
Si esa cadena llegaba de nuevo a mí, sería mi fin. El fuego negro parecía mucho más aterrador que el fuego normal. Si algo de eso me tocaba, estaría en problemas. ¿Qué podía hacer? Estaba tan asustada, mientras esquivaba todo a mi alrededor.
—¡Cuidado! —escuché el grito de Carol, pero fue demasiado tarde.
El fuego alcanzó mi brazo.
Contrario a lo que esperaba, sólo sentía su tenue calor. Estaba ahí, ardiendo, pero no me lastimaba. Parecía que mi cuerpo aceptaba ese fuego como un reto.
Sonreí al entender lo que sucedía.
Mi madre era de una familia importante de brujos. La magia, aunque fuera oscura, no lastimaba a personas de mayor rango. Además, el manto de la madre luna me protegía, haciendo la combinación perfecta.
Tomé al fuego como si fuera un viejo amigo. Mis brazos quedaron envueltos en las llamas, al tiempo en que mis garras crecían hasta su límite. Estaba al borde de una transformación, aunque sabía que no lo lograría.
—¿Eleanna?
—Te dije que te sacaría de aquí, Carol —le recordé—. Y yo siempre cumplo con mis promesas.
Siempre.
¡Y aquí está el capítulo del día!
He estado muy delicada de salud, por esa razón puede que se me complique un poco actualizar a diario esta historia. Si alguna vez dejo de actualizar, será porque en serio no puedo. Soy humana y una bastante débil de salud, además de que aunque a veces no lo parece, tengo una vida fuera de la pantalla. Amigos, familiares, problemas personales, falta de inspiración. Soy responsable con ustedes, al menos eso es lo que intento. Y aprecio mucho sus mensajitos, algunas lectoras han sido muy lindas y comprensivas, créanme que lo agradezco muchísimo.
Traten de tenerme un poquito de paciencia ¿Sí?
Siempre intentaré recompensarlos.
¡Los amo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro