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Capítulo 17: Magia.

—Elliot —llamé su atención en voz baja.

Estábamos en mi habitación, él jugaba con su magia distraídamente, sentado en el sofá, mientras yo estudiaba para mi examen de historia. Estaba enfadado conmigo, por lo que ahora no me quitaba la vista de encima. Decía que a la primera que me descuidaba, me metía en problemas. No pude negárselo, por lo que acepté que se adueñara de mi habitación. Así que se cernía como un halcón sobre mí, ni siquiera podía buscar en mi cuaderno de notas sin que se exaltara.

Los domingos eran mis días libres, por lo que aprovechaba para adelantar todos mis deberes de la semana. Nathan estaba ocupado, el alfa se lo llevaba para sus entrenamientos como futuro líder de la manada, por lo que mi hermano y yo estábamos solos.

Y un poco aburridos, a decir verdad.

Elliot apenas y me hablaba, por lo que me sentía un poco sola. Se enfadó por mi encuentro con Donovan, pero yo no había pedido encontrarme con un vampiro en el bosque.

Me encontraba fascinada por mi magia. Era la primera vez que podía sentir como si la magia me perteneciera, que era parte de mí. Y quería aprender más sobre ella, mucho más.

—¿Sí?

—¿Puedo hablar con tu lobo? —pedí, avergonzada.

Mi hermano me miró por unos instantes, antes de que sus ojos se pusieran amarillos. Había accedido de inmediato, lo que fue un poco extraño. Esperaba un poco más de resistencia, un poco más de su enfado, pero al menos había cedido. Era algo que apreciaba.

Sabía que, a pesar de todo, mi hermano me adoraba y apreciaba. Además, no le pediría algo como eso si no tuviera algo en mente. Necesitaba conversar con alguien que tuviera toda la información que a mi me faltaba.

¿Cómo funcionaba la magia? ¿Cómo es que éramos tan especiales? Donovan mencionó que los hibridos eran seres poderosos, pero más allá de Elliot y su magia, no veía en qué.

—Hola, Eleanna —saludó con la voz un poco más ronca.

—Hola —devolví de manera tímida—. ¿Cómo te llamas?

—Mi nombre es tan antiguo como el mismísimo tiempo. Me llamo Toderick, estoy seguro de que tu loba ya lo sabe —suspiró con nostalgia—. Sin embargo, puedes llamarme Elliot, si así lo prefieres. Ni él ni yo tenemos ningún problema.

—Oh —titubeé por un segundo—. Así que eres un lobo antiguo.

—Lo soy —sonrió, como si ya supiera hacia donde me dirigía—. Puedes preguntarme lo que quieras, Eleanna. Solo dispara.

—Tú dices que tu nombre es antiguo... ¿Por qué mi loba no tiene nombre o conocimiento acerca de su anterior vida? —pregunté aquello que por tanto tiempo me había atormentado.

Sabía los lobos eran entes, seres que ya no estaban entre nosotros, pero que no desaparecían por completo. A veces, algunos lobos ya tenían varias vidas anteriores, como parecía ser el caso de Toderick. Pero Elliot y yo éramos mellizos, no tenía sentido que uno tuviera un lobo con experiencia, mientras que mi loba era un bebé recién nacido en comparación.

—Para responder aquello, primero debo contarte una historia. ¿Sabes cómo se crearon los hombres lobos? —preguntó en cambio.

Dudé por unos instantes, esperando que al menos mi loba conociera la respuesta. Nada... No teníamos idea. Existían varias leyendas. Había escuchado de un par de ellas, pero todas eran tan diferentes, que no tenía idea de cuál podría ser la real.

Negué con la cabeza, sonrojándome un poco.

Sabía que los lobos venían de vidas pasada, pero no entendía cómo llegó a la vida el primer lobo. ¿Cómo sucedió, en primer lugar? ¿Solo ocurrió y ya? Los lobos eran los guías en las transiciones de humano a lobo, quienes explicaban cómo funcionaba todo. No podía imaginarme cómo se sentiría la primera persona en convertirse, sin tener la menor idea de lo que estaba ocurriendo, sin nadie cerca que te aconsejara o entendiera.

—Está bien, de igual manera pocos conocen la verdad —se sentó junto a mí, con calma. Parecía tener todo el tiempo del mundo—. Te contaré todo.

«Hace mucho, mucho tiempo, una bruja muy poderosa fue echada de la comunidad. Era apenas una niña, pero sus poderes eran tan fuertes, que todos le temían. Aún hoy en día se le conoce como la bruja más fuerte de todos los tiempos. La comunidad no era lo que es hoy día, eran apenas algunos humanos con ciertas capacidades mágicas. ¿Sabes a lo que me refiero? Algunos podían mover algunas cosas con la mente, otros provocar un pequeño fuego. No conocían la verdadera magia, así que la pequeña niña los aterró. Oh, esos pobres humanos actuaron solo en base al miedo, expulsándola tan lejos como sus capacidades mágicas les permitieron.

Vagó por el bosque por muchos días, sintiéndose sola y confundida. Los brujos no están acostumbrados a la soledad, mucho menos a tan corta edad. Así que la poderosa brujita comenzó a buscar compañía.

Los conejos no se le acercaban, pues la fuerza de su poder los ahuyentaba. Los coyotes y los ciervos jamás intentaron pasar junto a ella. Los insectos y las serpientes preferían la muerte antes que estar a su lado. Todos y cada uno de los animales que se encontró en el camino, le huyeron como si la mismísima muerte se les acercara.

Derrotada, comenzó a llorarle a la luna, la fuente de su magia. Lloró por su soledad, porque no soportaba la falta de compañía. Fue entonces cuando a lo lejos escuchó un aullido de un lobo solitario. Siguiendo el sonido de aquel compañero que también le lloraba a la luna, se encontró con una imagen que le partió el corazón. El lobo estaba malherido, por lo que no viviría por mucho tiempo.

¿Qué lo había atacado? La brujita no tuvo la menor idea, pero sintió su sufrimiento como propio. Si era tan poderosa, pues de algo tendría que servir. Solo buscaba sanar sus heridas, calmar su dolor.

Así que la brujita se acercó, pero apenas la notó, el lobo le gruñó. No por ser quien era, ni porque le temiera, sino por el dolor que lo atormentaba. Pero ella no se rindió, no se detuvo.

Se acercó al terco lobo y comenzó a curarlo con su magia. Los demás integrantes del bosque se sorprendieron al ver que la brujita no tenía malas intenciones, en lo absoluto. Ellos no sabían que ella no estaba buscando su cena, sólo quería algo de compañía.

El lobo se curó y contrario a lo que todos los habitantes del bosque esperaron, se quedó junto a ella. Día y noche, vagaron juntos por todo el bosque, alimentándose con todo lo que consiguieran.

Cuando la noche llegaba, ambos se dirigían a un hermoso prado, donde la luna era la protagonista. La brujita se acurrucaba junto a su calor, adorando su compañía. Y el lobo la protegía de cualquier depredador que se acercara, se quedaba junto a ella sin temor alguno.

—Oh, tierno lobo —exclamó la brujita conmovida ante tal gesto—. Agradezco mucho la intención, pero no debes quedarte conmigo sólo porque te he curado. Sé libre, ya no tienes que aullarle a la luna.

Sin embargo, el lobo no se fue. Se mantuvo a su lado día y noche, sin excepción. Si la brujita tenía hambre, aquel lobo cazaba su cena. Si el lobo se lastimaba, la brujita curaba sus heridas. Se complementaron, así como el sol y la luna.

Fue inevitable que la brujita se enamorara de la ternura que aquella bestia le mostraba. Tan inevitable como la realidad de que todos creceremos. Aquella brujita dejó de ser una niña y se convirtió en la más hermosa de todas las mujeres.

Su cabello negro era tan largo como la noche y brillaba más que cualquier estrella. Su luz iluminaba todo el bosque, del que se hizo amiga conforme el tiempo pasó. Se mantuvo oculta del resto de los humanos, temerosa de que volvieran a rechazarla.

Pero se lamentaba cada noche con la luna por no poder amar a su lobo sin restricciones, por no poder siquiera conversar con él. Se entendían de alguna manera poco usual, pero el lobo, en su estado animal, jamás podría hablar.

Y la luna, conmovida ante los sentimientos de ambos seres, le dio la magia para convertirlo en un hombre. Le prestó su magia, sin cobro alguno, pues, aunque la magia siempre venía con un precio, los sacrificios hechos de amor lograban conmoverla.

Cuando el lobo dejó de ser lobo, cuando la magia al fin les permitió estar juntos, el hombre tomó a la bruja entre sus brazos, dándole el primer beso de la vida de ambos.

Y el lobo y la brujita fueron felices por muchos años, vivieron juntos por tanto tiempo, crecieron y se complementaron en cada uno de los sentidos, sin embargo, conforme pasaba el tiempo, la bruja comenzó a notar que su amado perdía felicidad. El lobo añoraba corretear por los bosques, extrañaba aquella libertad con la que solía moverse por doquier.

Así que la brujita volvió a pedirle a la luna que la escuchara una vez más.

—Me enamoré de él siendo un lobo y lo amo ahora que es humano, sólo quiero que él sea feliz, madre Luna. Y aunque sé que él me ama de vuelta, tampoco puedo esperar que él cambie por completo de la noche a la mañana.

—Hija mía, tu poder no es infinito —respondió la luna, tan hermosa y brillante—. Tendrás que entregar toda tu magia, para que él sea capaz de ser quien desee sin restricciones.

—Por él, lo que sea, querida madre —la bruja no titubeó, entregando todo su poder sin duda alguna—. Su felicidad es mi felicidad. Sacrificar algo de magia no es nada, si puedo permanecer junto a él por el resto de mi vida.

El lobo, sorprendido tras el acto de su amada, también le pidió a la madre Luna un último favor.

—En ese caso, madre luna, te ruego nos permitas encontrarnos una vez más, en otra vida, en otra oportunidad —suplicó—. Por favor permite que nuestro amor permanezca intacto con el pasar del tiempo.

Y así, el lobo y la bruja vivieron felices por muchos años. Cuando las crías llegaron, la madre luna les prometió que tendrían la misma capacidad de su padre, aunque no la habilidad de su madre pues esta perdió todo rastro de magia.

Generación tras generación, el lobo y la brujita se encontraron una y otra vez, dándole vida a cada uno de los lobos. Tras miles y miles de años».

—Vaya —exclamé, secándome una pequeña lágrima que se me había escapado—. Es una historia hermosa.

—Nuestros padres, el de Elliot y tú, eran una de las tantas reencarnaciones de la bruja y el lobo. Por esa razón, tu loba es una recién nacida, en comparación con nosotros. Aunque no entiendo cómo es que yo reencarné en uno de sus hijos, eso es algo que nunca había pasado.

—¿Qué? —Mis ojos se abrieron de par en par—. ¿Cómo es que sabes todo esto?

—Fácil, yo soy el hijo de la primera generación. Aquel lobo y aquella hermosa bruja fueron mis padres —comentó, como si estuviera hablando del clima.

—No lo entiendo muy bien —arrugué el entrecejo—. ¿Todos somos una especie de reencarnación?

—Por supuesto que no —negó, sonriendo—. Es más sencillo de explicar de lo que crees. Los lobos, como yo y tu loba, somos la esencia del alma. Tú, como Eleanna y Elliot, son personalidades totalmente diferentes. Puedes vernos como un guía espiritual, si lo prefieres. Nosotros solo somos una guía, un apoyo para cuando se sientan perdidos. Cuando crees que tu loba toma el control, es en realidad tu instinto el que lo hace. Un día, tu también reencarnarás. Tu loba y el lobo de tu mate, volverán a estar juntos. Así es como funciona.

—¿Estás diciendo que nuestros padres eran las reencarnaciones de los primeros lobos?

—Así es —asintió, solemne—. Suelen tener más crías por vida, pero supongo que esta vida fue muy corta. Volverán a encontrarse, posiblemente ahorita solo sean unos críos.

—¿Y cómo es que tú eres un lobo tan antiguo en el cuerpo de mi hermano? —pregunté.

—Usualmente no sucede —respondió, entrecerrando los ojos—. Soy solo un guía espiritual, pero nunca me ha tocado guiar a un lobo tan desastroso.

Le di una mala mirada, a lo que el río con fuerza. No consideraba a Elliot un lobo desastroso, solo era mucho mejor en otras cosas. Todos teníamos debilidades y fortalezas.

—No me malinterpretes —negó rápidamente—. Como un brujo es el más poderoso de su generación, pero como lobo deja mucho que desear.

—Tengo una duda más —ignoré su malintencionado comentario—. ¿Sabes sobre la magia, cierto?

—Por supuesto, más que ningún otro lobo.

—¿Qué significa la magia oscura? Elliot mencionó que Nick era sospechoso de utilizarla.

—Verás, mi querida Eleanna, existen dos tipos de magia. La luz y la oscuridad. La magia blanca es aquella que percibes en el aire. Tú tienes la habilidad de tomarla y hacer con ella muchas cosas, pero solo si la magia acepta o no tu petición. La magia negra es todo lo contrario. Es el tipo de magia que está dentro de cada persona. Para tomarla, es necesario hacer sacrificios humanos. Y a diferencia de la magia blanca, esta te controla a ti. La magia oscura es muy peligrosa, Eleanna. Muy pocos se han atrevido a intentar utilizarla. Debes tener mucho cuidado si quieres enfrentarte a ella.

Me preocupé ante sus palabras. Debía ser alguien poderosa si quería hacerle frente a Nicolas. No podía negar que me causaba mucho miedo, después de todo, yo seguía siendo una humana en esencia.

—Y yo ni siquiera puedo convertirme —suspiré, sintiéndome triste.

De seguro era una decepción para mis antepasados. Una mujer lobo que no podría convertirse, que además era una hibrida que no podía usar la magia. ¿Acaso había hecho algo malo en otra vida?

No, ya escuchaste lo que él dijo. Esta es tu primera vida. Eso solo significa que eres tan desastrosa, que hasta el destino se impresiona.

¡Hey!

No pude evitar sentirme un poco ofendida por sus palabras, al menos así era hasta que escuché nuevamente la voz de Toderick.

—Puedes hacerlo —refutó—. Sólo que aún no lo sabes.

—¿Qué significa eso?

Ahora me encontraba más confundida que antes. ¿Acaso podía transformarme en una loba? ¿Cómo? No, Toderick debía estar equivocado.

Yo era una simple humana con algunas habilidades extras.

—Eres una descendiente directa de los primeros lobos. Estás destinada a ser una loba grandiosa, a su tiempo —revolvió mi cabello—. Ha sido un placer hablar contigo, pequeña Eleanna. Si algún día me necesitas, solo dile a tu loba que me contacte.

—Gracias, Todrick —me despedí, sonriendo agradecida.

—No hay de qué, hermanita.

Elliot volvió a la normalidad en un parpadeo. Hablar con su lobo había sido y una excelente experiencia. Ahora podía ver las cosas de un modo distinto.

¿Y si nunca antes un lobo y una bruja se hubiesen cruzado luego del primer lobo? Eso significaría que tanto Elliot como yo, seríamos los hijos que los de la leyenda debían tener. Brujos y lobos.

La brujita terminó siendo una humana en esencia, sus hijos solo podían convertirse en lobos. Pero mi madre, quien era su reencarnación, terminó siendo una bruja, no una loba. ¿Era la primera vez que eso sucedía? Seguramente sí.

Era impresionante todo lo que Toderick sabía, pero aún me faltaba mucho más por aprender.

—Mi lobo se avergüenza de mí —murmuró, cabizbajo.

—No lo hace —refuté con suavidad—. Él te ama, pero sabes que todo lo que debiste tener de lobo, me lo llevé yo.

—Y se suponía que yo me había llevado la magia, pero aun así lograste quitar con facilidad mi barrera.

Reí un poco ante su expresión berrinchuda. Cualquiera creería que el brujo más poderoso de su generación sería alguien un poco más serio y maduro.

—Estaba molesta —señalé—. Atacaste a mi amigo sin razón.

—¿Y qué? Es un vampiro.

—Uno que no ha hecho nada malo.

—Intentó chupar tu sangre.

—Estoy casi segura de que sólo quería molestarme.

—¡Su especie te ha estado buscando durante años para asesinarte! —Gritó, perdiendo el control.

—¡Pero no lo hizo! ¡Tuvo la oportunidad de matarme y no lo hizo! —Grité de vuelta.

—¿Quién tuvo la oportunidad de matarte? —intervino Nate.

Sentí como si la sangre se me congelara en las venas al verlo allí, en la puerta de mi habitación. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, su expresión era terrorífica. Aquellos ojos que tanto amaba ahora solo lucían fríos, pero un frío letal.

Jamás tuve tanto miedo como en ese momento. No de él, sino de lo que era capaz de hacer. Nate era perfectamente capaz de iniciar una guerra entre todas las especies, solo porque alguna me dio una mala mirada.

Así de posesivos eran los lobos.

Así de cuidadosos eran con los suyos.

—¿Y bien, Eleanna? —insistió.

Elliot me miró solo un instante, con duda. Ah, ahora sí dudaba, luego de que todo se había ido al traste por su culpa.

—Estaba con un vampiro en el bosque —soltó de todos modos.

—¡Elliot! —reclamé. No podía creer que en verdad fuera capaz de soltar la sopa así de fácil.

¿Mi hermano era capaz de traicionarme así de rápido? ¡Ni siquiera lo pensó dos veces!

No seas tan exagerada.

¡Exagerada tu abuela!

Tenemos la misma abuela, tarada.

—¿Con un vampiro? —se acercó a mí, lentamente. Su seriedad era aterradora.

Prefería lidiar con un Nathan enfadado y molesto, podía enfrentarme a sus rabietas y berrinches con facilidad. Pero no con su fría calma. No sabía cómo lidiar con Nate en modo alfa de la manada, líder y dueño de todo el lugar.

—Donovan no hizo nada malo —le expliqué, con suavidad. Si me ponía a la defensiva, terminaríamos discutiendo—. Solo estuvo hablando conmigo.

Nate alzó una ceja ante mis palabras, como si no fuera suficiente para él.

Ni siquiera había hecho algo malo. ¿Debí huir cuando lo vi? Quizás. Pero Donovan siempre mantuvo su distancia, ni siquiera hizo el más mínimo intento de atacarme. Y hablar con él había sido interesante, divertido.

—Es mi amigo —seguí hablando—. Sé que no debería involucrarme con vampiros, pero él me demostró que estaba equivocada.

—Donovan intentó chupar tu sangre, Eleanna. Justo delante de mí —tragué con fuerza al escucharlo. Elliot se mantuvo callado, sin atreverse a intervenir.

Elliot era un hijo de un alfa, igual que yo, pero nadie querría enfrentarse a Nathan. Incluso mi loba, tan rebelde y altiva, me permitía a mí lidiar con la situación.

—Y la daga de mi madre me protegió. Si hubiese estado en peligro, tú lo sabrías —señalé—. ¿O se te olvida la vez que me perdí en el bosque? ¿Cómo supiste que algo estaba mal? Nuestra conexión te permite sentirlo. ¿Lo sentiste, Nate? ¿Crees que realmente estuve en peligro?

Él suspiró, negando con la cabeza. Pude permitirme relajarme al ver que su postura se soltaba un poco. Ya no me enfrentaba a un alfa enfurecido, sólo era Nathan. Y Nathan era lo suficientemente manipulable para poder lidiar con él.

—Y para que lo sepas, Elliot —me dirigí hacia mi hermano, mi enfado latente—. Soy capaz de cuidarme por mi cuenta. No vuelvas a hacer una escenita como la del bosque, porque soy capaz de patearte el trasero.

—Lo es —aseguró Nathan, aún con la seriedad marcada en su rostro.

—No prometo nada —levantó las manos—. No esperes que me quede de brazos cruzados mientras tú te relacionas con los asesinos de nuestra familia.

—Donovan tiene nuestra edad, él no hizo nada —refuté.

—¡Pero toda su especie sí! —Uno de los libros de mi escritorio salió volando por la habitación. Elliot estaba perdiendo el control de sus poderes.

Nathan intentó cubrirme con su cuerpo cuando el aire se arremolinó a nuestro alrededor, creando una especie de tornado en mi habitación, quería protegerme, pero yo no era una princesa en peligro. Era una muy cabreada princesa que estaba intentando salvar sus pertenencias.

Di un paso adelante, sintiendo la fuerza de la brisa. ¿Cómo rayos habían metido tanto aire a mi habitación? ¡Si uno solo de mis cuadernos se dañaba, le daría un buen puñetazo! No podía permitir que mis apuntes pasaran al olvido, solo porque él no podía lidiar con sus emociones.

—¡Eleanna! —gritó Nathan, intentando oírse a través del ruido del viento.

El cuerpo de mi hermano ya no se veía. El tornado comenzó a crecer, más y más en mi habitación. Iba a destruir todo a su paso si no lo detenía.

Cerré los ojos con fuerza. Mi cabello revoloteaba por la habitación, Nathan estaba a pocos pasos de mí, intentando detenerme. Sin embargo, yo no titubeé. Seguí avanzando, luchando contra el viento.

Entonces noté que en el tornado unos pequeños rayos empezaron a crearse y cruzarse contra ellos. Si alguno de ellos me tocaba, terminaría muy herida.

No.

Ya había sido demasiado.

—¡Basta! —grité, sintiendo como algo se liberaba dentro de mí. El ruido desapareció al instante, por lo que abrí los ojos.

Observé, sorprendida, a mi hermano en medio de la habitación, con las manos tapando su rostro. Nate estaba a un par de pasos de mí, mirándome con asombro. Todo lo que había en mi habitación estaba en diferentes áreas, desordenado.

Y no había ni rastro de aquel viento. 


¡Buenas, buenas! ¿Cómo están? ¿Qué les ha parecido el capítulo?

¿Qué opinan de la leyenda? ¿Y del lobo de Elliot? 

¿Donovan es tan inocente como Eleanna afirma? ¿Nathan es un lobo tonto? 

Averíguelo en el próximo capítulo de los sacrificios de la luna. 

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