Capítulo 16: La luna.
—Buenos días, conejita —ronroneó, muy cerca de mi oído.
Me sonrojé un poco al verlo tan cerca de mí, pero luego recordé todo lo que había sucedido la noche anterior y me sonrojé aún más. Habíamos pasado la noche juntos, como era común en nosotros. Saber que él sentía lo mismo que yo, fue la mejor sensación. Quería quedarme junto a él así, cerca, tan cerca que podía escuchar los latidos de su corazón.
—Buenos días, lobito —respondí, en medio de un bostezo.
—¿Dormiste bien? —Preguntó, demasiado sonriente por la mañana.
Había dormido pocas horas, luego de quedarnos conversando casi toda la madrugada. Hablamos de todo y de nada. Él se disculpó mil veces por todos sus errores del pasado y yo me disculpé por no decirle la verdad antes.
Nate comprendió a la primera que yo no podía simplemente soltarle la verdad, pues no tenía bases o solidez en mi teoría. Una humana no tenía oportunidad de ser mate de un hombre lobo. Y yo comprendí que él no lo aceptara al principio. Toda su vida estuvo creyendo que tenía los sentimientos incorrectos, hasta que mi loba apareció y todo se aclaró para él.
—Mejor que nunca —respondí de todos modos, pues era la verdad.
—Vaya, así que las noches calientes te hacen dormir mejor que nunca —movió varias veces las cejas en un gesto sugerente.
Golpeé su brazo, riendo con ligereza. La verdad es que sólo estar con él era capaz de sentirme indetenible. Sabía que mis horas de sueño debían ser respetadas, pero por alguna razón me sentía bien a pesar de haber dormido pocas horas. ¿Se referirían a esto cuando decían que estar con tu mate te hacía más fuerte? No lo sabía, pero necesitaba investigarlo.
Me levanté directo a cepillar mis dientes y lavar mi cara. Mi aspecto por las mañanas no era el mejor, pero al menos no era tan desastroso como podría serlo. Mi cabello siempre se enredaba, mis ojos se hinchaban un poco, pero de resto, podía decir que casi me veía con normalidad.
Nate entró al baño luego de preguntar si podía. Dejó un beso en mi cabello, buscando su cepillo de dientes.
El futuro alfa tenía su propio baño, pero como era usual que se quedara durmiendo conmigo, algunas de sus pertenencias se quedaban en mi baño.
Una de las ventajas de haber pasado gran parte de nuestras vidas juntos era que no debía preocuparme por mi aspecto, ni por lucir perfecta. Él ya me conocía en todas mis facetas y yo también lo conocía a él.
—Hermosa —murmuró, dándome una pequeña nalgada al salir.
Me sonrojé inevitablemente. Era una chica dura en general, pero con Nathan era imposible mantenerse inmune.
Cuando bajé al comedor, todos los integrantes de la manada bajaron casi imperceptiblemente la cabeza. Todos y cada uno de ellos, incluyendo a personas que nunca me quisieron tener cerca y lo dejaron claro en cada momento.
Ok, eso era raro.
No, no lo es.
¿A qué te refieres?
Mientras tú te acurrucabas junto a tu amado, el alfa los reprendió por atacar a su luna.
¿Qué?
Miré con pánico hacia todos en el comedor. Parecía ser cierto, todos evitaban mi mirada, con temor, con respeto. No me sentía cómoda con ese tipo de tratos. ¿Por qué el alfa había informado que yo era la futura luna de la manada? Esto no era lo que quería.
Además, no esperaba que él lo supiera con tanta certeza como para obligarlos a tratarme como una luna.
¿Cómo habían reaccionado? Daría cualquiera cosa por ser testigo de sus expresiones al momento de saber que a la persona que tanto despreciaron, ahora era la tercera persona más respetada de la manada.
—Luna —saludó con respeto la cocinera—. ¿Qué desea comer hoy?
Era la primera vez en todos mis años viviendo en la mansión que me preguntaban eso. Sin duda no me agradaba. Siempre había sido algo parecido a una sirvienta en este lugar, no el centro de su atención. Me gustaba tratar a todos por igual y recibir el mismo trato. Con las excepciones de las personas que me despreciaban, siempre tuve un tacto cordial con los trabajadores de la mansión. Y algunos muchas veces me trataron como una de ellos.
Seguía siendo la misma Eleanna, no quería que esa incomodidad existiera entre nosotros.
—No tienes que tratarme así, Louisa —negué, sonriendo con aprecio. Ella era una de las personas que me tenía aprecio—. Aún no soy su luna.
—De hecho, sí lo eres —el alfa apareció en el comedor. Imponente, aterrador. Todos se pusieron visiblemente nerviosos cuando notaron su presencia—. Debido a que cierta persona abandonó el cargo, tú eres la luna de la manada, aun cuando Nathan no haya ascendido.
—Eso es demasiado señor —me rehusé, dando un paso atrás.
Nate estaba a mis espaldas, por lo que me atrapó sin problemas. ¿En qué momento había llegado? Quería huir, de todos, de sus miradas. Ya no podían ni verme con recelo, el simple hecho de darme una mala mirada era motivo de castigo.
Las lunas se consideraban incluso más respetables que los alfas. Por ser las encargadas de aprobar cada unión de la manada, además de que existía el rumor de que ayudaban con la fertilidad. Las lunas se ocupaban de las manadas en caso de que el alfa no pudiera hacerlo, coordinando a todos los integrantes y velando por su seguridad.
Un alfa y una luna se complementaban a la perfección. Se habían responsables de la seguridad de toda la manada, además de asegurarse de su bienestar, en todos los sentidos.
Pero yo apenas tenía diecisiete años, no estaba preparada para asumir el cargo. Era mucho peso en mis hombros, Nathan aún le faltaba cerca de un mes para cumplir años. No, no podía hacerlo.
—Haremos la ceremonia en una semana, Elle —me informó. Sus ojos demostraban felicidad, aunque su expresión fuera seria—. Lo que ocurrió la otra noche, no volverá a pasar de ninguna manera. Todos en esta manada te respetarán como su luna.
—Sabes que ellos no me aceptan aquí —murmuré hacia él.
—Y es precisamente por eso que no pienso permitir otra falla como la de aquella noche, conejita. Eres mi luna, quién se atreva ponerte un dedo encima pagará las consecuencias —advirtió hacia toda la manada.
No, esto no me gustaba. No era lo que quería. Hipocresías y buenos tratos sólo por ser la mate del futuro alfa. No me parecía correcto.
—Perdón —escapé de allí apenas pude, corriendo hacia la salida.
—¿Ellie? —escuché a Elliot llamarme, pero no me detuve.
Necesitaba un poco de aire para poder calmar mis pensamientos. Estaba por sufrir otro ataque de ansiedad, por lo que necesitaba relajarme.
Fui hasta el bosque. Ya no le temía, ahora que era una loba, podía encontrar fácilmente el camino de vuelta. Solo era cuestión de orientarme. Además, lo más probable es que mandaran a alguien detrás de mí. Ahora era una luna, no Elle, no una conejita.
Una luna...
Así que caminé y paseé por el lugar. Era bonito, casi mágico. Los árboles eran tan altos que la luz del sol apenas lograba colarse. Vi a varios animales pasear tranquilos por el lugar. No temían por sus vidas, ni por tener más responsabilidades de las que habían pedido.
Deja la tontería, Eleanna. Siempre has sido una luna, solo tienes que tomar el título.
Era muy sencillo decirlo. Sí, me hacía cargo de la mansión desde mucho tiempo atrás, pero no era lo mismo que el trabajo de una luna. La mansión sería la menor de mis preocupaciones si aceptaba el título.
No era como si pudiera rechazarlo, de todas formas. Solo necesitaba un poco de tiempo, ordenar mis sentimientos y enfrentarme a esta nueva situación, pero por el momento quería estar sola.
En la tarde trabajaría en la cafetería de Maggie, pero aún tenía tiempo para procesar todo lo que había sucedido.
No era sencillo lidiar con un mellizo brujo ni mucho menos con Nate y toda la manada consciente de que era su mate. Me dejé caer bajo la sombra de un árbol, sintiéndome cansada. Todo en el bosque era pacifico, lo único bullicioso cerca era mi cerebro que dejaba de pensar en cómo mi vida había cambiado por completo de la noche a la mañana.
Un día me creía una simple humana, sin poderes ni responsabilidades. ¡Y ahora tenía la responsabilidad de toda la manada sobre mis hombros! Nunca me preparé para ello, puesto que no me permitía pensar en la posibilidad de ser la mate de Nathan, no con seriedad.
Las horas pasaron. Me sorprendió que nadie viniera tras de mí, pero de seguro Nate ordenó que no me siguieran, para respetar mi intimidad. De vez en cuando era bueno tener un tiempo a solas. Ya no sentía que mi cabeza iba a explotar, ni que la situación fuera tan excesivamente mala.
Después de todo, Nathan siempre estaría a mi lado.
—Vaya, vaya —escuché. Inmediatamente comencé a buscar a mi alrededor, sin encontrar el dueño de la voz—. Miren nada más y nada menos a quien tenemos aquí.
Aquel vampiro que había liderado el ataque a la manada hacia poco tiempo apareció frente a mí de repente. Mi respiración se me atoró, mientras el pánico se apoderaba de mí.
—¡Oh! —se escapó un grito del susto, al tenerlo tan cerca—. ¿Donovan?
—Veo que recuerdas mi nombre, criaturita —sonrió, pasando su lengua por sus colmillos sobresalientes—. ¿Qué hace un ser como tú por aquí?
—Dando un paseo —No era una mentira, después de todo.
—Ten cuidado, criatura —me miró con intensidad, sus ojos rojos se iluminaron por un segundo—. No sabes qué se esconde en el bosque.
—¿Hablas de ti? —sonreí, altanera—. No te tengo miedo.
—Deberías —terció—. No deberías confiarte, Eleanna Wood, hija de Eleonor y Wilder Wood, híbrida mitad lobo, mitad bruja.
—¿Cómo...?
—Ah, te dije que no te confiaras —río al ver mi rostro pasmado—. Tranquila, si quisiera hacerte algo, ya lo habría hecho.
Él tenía razón en algo, lo mejor era tenerle miedo. No sólo era un vampiro intimidante, sino que además este parecía saber más cosas de mí que yo misma. Recordaba que había dicho jefe de los vampiros... ¿Estaba poniéndome en peligro? Quizás lo mejor sería huir, huir muy lejos.
—Creo que debería irme —murmuré, intentando ocultar mi pánico.
—Quédate —pidió, serio de repente—. Hablo en serio, no te haré nada, criaturita. Solo... quédate.
Ahora se veía torturado, como si tuviera una gran carga en sus hombros. No pude evitar sentir empatía hacia él, a pesar de que era aterrador, parecía un ser muy solitario.
Me senté tranquilamente sobre una roca, haciéndole un gesto para que se sentase a mi lado.
—¿Quién eres, Donovan Black? —Pregunté, haciendo referencia a algo más profundo.
—Soy un vampiro real —suspiró, sentándose a mi lado luego de pensarlo un segundo—. Algún día, reinaré sobre todos los vampiros. A diferencia de los lobos, nosotros tenemos un solo monarca.
—¡Vaya! Así que debería estarme inclinando hacia ti. ¿No es cierto? —Le sonreí, a lo que él me miró como si eso fuera nuevo para él.
—Odio las formalidades, así que por favor no lo hagas —replicó.
—¿Cómo sabes todo eso de mí? —Cambié de tema.
—Puedo ver el pasado de cualquier persona que se postre frente a mí —explicó—. Acepté el acuerdo porque supe que tus palabras, aunque tú no lo supieras, eran ciertas. Los brujos ya están lo suficientemente molestos con nosotros por haber matado a una de los suyos. Si tocamos uno de tus cabellos, van a matarnos a todos.
—No lo sé, no conozco demasiados brujos —confesé.
—Yo sí. Es mejor no meterse con ellos. ¿Qué hace un ser tan poderoso como tú paseando tan despreocupadamente? —preguntó, arrugando el entrecejo.
—No soy poderosa —reí—. Soy una humana en esencia. Y no creí encontrarme con un vampiro de la realeza.
—Una híbrida jamás debería subestimarse. ¿Sabes por qué está prohibido relacionarse con otras especies? —negué con la cabeza, nunca me lo había preguntado—. Es porque los híbridos son una raza muy poderosa, criaturita. Supongo que tendrás que descubrirlo por tu cuenta.
—Curioso —pensé en voz alta, a lo que él me miró con una ceja alzada—. Estás aquí, sentado en una piedra bajo de un árbol con una híbrida y no pareces incómodo en absoluto. Tienes ese aire de maldad que honestamente me aterró como nunca, pero eres alguien bastante simple. Supongo que vas a tu manera, a tu ritmo. Eso es bueno.
—Eres observadora —fue lo único que contestó.
El silencio no era incómodo. De hecho, se sentía bastante natural estar conversando con un vampiro real en medio del bosque.
—¿Por qué me han buscado todos estos años? —pregunté.
Donovan suspiró, colocándose los brazos por detrás de la cabeza en una postura relajada. Era aterrador, pero ahora que lo conocía podía decir que no era un mal chico.
—No lo comprenderías.
—Ponme a prueba —reté, provocando que sonriera.
—Hace algunos años, mi padre ordenó atacar a una manada. Fue personalmente, algo que por lo general no se hace, esperábamos que fuera un ataque sencillo, sin embargo...
—¿Sin embargo?
—Él no volvió.
Oh.
Claro, podía recordarlo. Elliot había mencionado que mamá se encargó del jefe de los vampiros antes de fallecer. ¿Mi madre mató a su padre?
No sabía cómo sentirme al respecto. Por una parte, me alegraba que el asesino de mis padres ya no estuviera con vida, pero por la otra... habían dejado a alguien más huérfano. No existían buenos o malos. Las dos partes hicieron algo que no debían.
—Donovan, yo...
—Está bien, criaturita. Él no debió atacar a una manada, buscó su muerte por su cuenta. Sin embargo, te buscamos por años porque tú parecías ser la única que podía saber lo que en realidad sucedió. Verás, asesinar a un vampiro no es tarea fácil.
—Tú solo querías saber qué pasó —la realidad me golpeó con fuerza. Sí, los vampiros habían hecho mal, mucho mal. Pero no me sentía bien al ver la expresión de Donovan.
—¿Y?
—¿Disculpa? —alzó una ceja en mi dirección.
—¿Y qué descubriste cuándo me encontraste?
—Descubrí que eres una mocosa que no tenía idea de nada —declaró, haciéndome reír ligeramente—. Pero también vi mucho más que eso.
—¿Cómo qué?
—Eres una híbrida, una hija directa de la luna —confesó, dejándome pasmada—. Estás destinada a hacer grandes cosas que podrían afectar a mi especie.
—No tengo intenciones de hacer nada en contra de los vampiros. Son los responsables de la muerte de mi familia, pero no tengo el poder de hacer algo para vengarlos. Además, no soy fan de las venganzas —admití—. Incluso si pudiera matar a todos los responsables por la muerte de mi familia. ¿Dónde me dejaría eso? Sería una asesina al igual que ellos. Así que fácilmente alguien también querrá vengarse de mí. Y será un ciclo sin fin de venganzas y muertes. Lo que hice del acuerdo, aún si no eran mis palabras, sé que es lo correcto.
Donovan me miró con intensidad por unos segundos. Sus ojos, tan rojos como la sangre, lograron que me pusiera nerviosa. Era un chico guapo, con cara de bad boy, sacado de alguna historia, pero las apariencias podían engañar.
Él no era quien yo había pensado.
—Eres astuta, Eleanna. Estoy seguro de que harás grandes cosas, aunque no sean todas las destinadas para ti —sonrió, sin agregar nada más.
—¡Ellie! —escuché el grito de Elliot, segundos antes de sentir como una barrera me separaba de Donovan.
El vampiro solo miró a mi hermano como si fuera una mosca molesta, aunque no se veía enfadado. Diría que se veía curioso.
—¡Aléjate de mi hermana, chupasangre! —gritó, enfadado.
Jamás había visto a Elliot tan molesto, ni siquiera cuando dañé su juguete favorito cuando éramos niños.
—Elliot —llamé, intentando que dejara de acercarse a Donovan, amenazante.
Sus ojos brillaron con fuerza de un color casi dorados. Incluso podía ver como su lobo perdía el control tras el enfado que le provocaba ver al vampiro cerca de mí. La magia a mi alrededor se alteró, como si estuviera lista para que yo la utilizara.
Pero ni siquiera sabía cómo hacerlo.
La barrera se cerró sobre mí. No podía moverme más de dos pasos sin chocar contra ella. Más que una protección, era una celda para no involucrarme.
—¡Detente! —grité en voz alfa, pero mi hermano pasó totalmente de mí. Claro, él también era hijo de un alfa, el primogénito.
—Eleanna, dile al brujito que no dé un paso más o esto se volverá sangriento —enseñó los colmillos, amenazante.
—¡No le hables! —con un movimiento de su mano, Elliot dejó sin voz a Donovan.
Esto estaba mal. Donovan no me había atacado. Incluso podría decir que me ayudó el día del acuerdo. Mi instinto me decía que podía confiar en él.
Y precisamente siguiendo mi instinto, comencé a tocar la barrera de Elliot. Cerré los ojos, sintiendo algo de brisa mover mi cabello. No supe cómo lo logré exactamente, pero la barrera que me mantenía prisionera desapareció entre mis dedos.
Moviéndome a una velocidad poco usual en mí, me coloqué justo delante de Elliot, quien había comenzado a prepararse para usar su magia de nuevo.
—¿Ellie? —me miró con confusión, pero yo estaba enfadada, muy enfadada.
—¡No puedes venir y atacar a cualquiera, así como así! —exploté, golpeando con mi dedo en su pecho—. Donovan es mi amigo, devuélvele su voz en este instante, Elliot.
—Pero Ellie... —intentó hablar, pero terminé cerrando su boca, así como él había hecho con el vampiro.
Ok, eso era nuevo. Mi enfado había logrado que hiciera cosas que jamás había imaginado hacer.
—¡Ellie nada! —grité—. Hazlo o te juro que experimentaré contigo que tanta magia puedo usar.
Elliot me miró con enfado, segundos antes de eliminar tanto su hechizo como el mío. Claro, su magia era mayor que la mía. Sí, había logrado utilizarla, pero Elliot tenía años y años entrenando su magia. Sabía bien que él era el mejor brujo de su generación.
—¿Eres amiga de un vampiro? ¿El mismo vampiro que intentó tomar tu sangre?
—Su sangre es atrayente —comentó Donovan, como si estuviera hablando del clima—. Es tentadora.
Elliot frunció el ceño, pero no dijo nada al respecto.
—Es mi amigo —insistí—. Uno que no sabe cuándo debe callarse, pero lo es.
—¿Nathan sabe la clase de amigos que tienes? —escupió.
—Me da igual si Nathan lo sabe —y era cierto, que él supiera o no, no haría diferencia. Yo haría lo que quisiera
—Escucha, brujito. Entiendo que estés enfadado, pero llevo más de una hora con la criaturita aquí. Si quisiera hacerle algo, lo habría hecho y jamás lo sabrías. No iría tan lejos como llamarnos amigos, pero supongo que podríamos llegar a serlo —levantó las manos en un gesto inocente—. Deja los prejuicios, les conviene tener todo tipo de aliados.
—Vamos a la manada —fue lo único que dijo.
Me despedí de Donovan con la mano, a lo que él respondió con una pequeña sonrisa. Seguía a Elliot a través del bosque, llevándome una sensación extrañamente agradable conmigo.
Sí, había disfrutado hablando con él.
¡Hola! ¿Qué les ha parecido el capítulo?
Eleanna usando sus poderes de bruja me llena de vida jaja.
Nathan declarandola su luna delante de toda la manada.
Elliot... bueno, siendo Elliot.
Y mi amado Donovan. Sí, lo amo. Y lo amo mucho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro