El sábado temprano, Olivia lo pasa en casa de sus tías y de compras con ellas y Matilde, su hermanita más chica en una mañana de chicas, para luego tener una tarde de juegos con su otro hermano en carreras se autos chocones, y Kartings.
El sábado en la noche, Olivia se prepara para el domingo ver a Artemisa, y llevar un vestido largo de flores para ir a verla, pero le llega un mensaje y su sonrisa y buen humor se borran de un plumazo.
—Buenas tardes, Olivia, me siento descompuesta, así que lo de mañana no va a poder ser, te lo compenso en la semana o el sábado y domingo, disculpa.
—No hay problema, Artemisa ¿Necesitas algo?
—No, gracias.
Y eso fue toda la conversación, Olivia sentía que algo no estaba bien, Artemisa no es la más comunicativa del mundo, pero estos días ha estado un poco más ¿Expresiva? Por eso su mensaje seco, la descoloca un poco.
El lunes llega, y todo lo de la semana pasada parece haber sido una ilusión, de pronto la castaña volvió a ser la misma de antes y parece haber dado 50 pasos al casillero de inicio, o quizás se pregunta, si tal vez salió en realidad del casillero y no fue producto de su imaginación.
—Hola, buen día ¿Cómo te sientes?
—Bien —se dispone a abrir la puerta principal y poco la mira—. Necesito hacer unas diligencias ¿Puedes empezar? Yo voy y vuelvo.
—Claro.
Entonces se la vuelta y se marcha ¿Pasó algo con Louisa tal vez? Pero Louisa llega y ambas se miran, también tiene mala cara.
—¿Sabes algo? —hablan ambas en código Artemisa—, el viernes se volvió a la panadería, se demoró un momento y cuándo volvió no traía buena cara.
—Te iba a preguntar lo mismo. Hoy la vi llegar y está así de seria.
Ambas suspiran y se marchan cada una a su puesto, siguen siendo rivales en el amor, Olivia le manda un mensaje a su mejor amiga, ya preocupada.
—¿Sabes que tiene tu hermana? Está más seria y seca que de costumbre.
—No lo sé, el sábado almorcé con papá, ella como siempre no quiso ir y se le notaba más pensativa de lo usual, pero no quiso decirme.
Guarda el teléfono, y se pone a prender los hornos y elaborar las mezclas para las galletas, luego va colocando la mezcla en las bandejas para el horno y al voltear ve a Artemisa que entró sigilosamente sin hacer ruido.
—¿Tengo que firmarte alguna planilla de horarios? —le pregunta seca mientras amasa los bollos que serán pan.
—¿Podemos hablar de eso luego? Tengo algo que decirte.
Artemisa levanta la mirada sorprendida, relaja su postura y respira.
—Claro.
Lou se marcha temprano, Olivia toma el lugar de Lou adelante mientras Artemisa sigue atrás en el horno metiendo y sacando placas de galletas, cupcakes y bizcochuelos de chocolate y vainilla, también de naranja y otro de limón que ellas han hecho en moldes con formas. Artemisa da vuelta el cartel de open a closed y mira a Olivia, en silencio ambas van hasta la pequeña oficina, primero entra la de ojos verdes y luego la otra castaña.
—Tú dirás.
—Quiero pedirte disculpas por adelantado, porque te he mentido —le dice mirándola a los ojos y tragando grueso—. No tengo que hacer una pasantía, de hecho no la necesito, es más —la mira a los ojos—, me gané una beca en alta cocina, o más bien pastelería en Francia por un año y me voy el año que viene.
—¿Por qué me has mentido?
—Porque... —mira sus manos y no puede decirle que está enamorada de ella, luego pasa la vista por el escritorio y termina viendo esos ojos marrones—, en parte porque no me hubieras dejado trabajar aquí sin que pagarás, en parte porque te veo cansada —Artemisa relaja sus hombros y expresión—, en parte porque sé que la panadería no va bien, uno de tus proveedores abrió la boca con mamá cuándo yo estaba presente, y en parte porque eres la hermana de mi mejor amiga, las conozco desde hace once años y quería ayudar.
—No puedo consentir que sigas trabajando por amor al arte —Olivia abre los ojos grandes—, desde que has llegado las ventas han crecido y estoy pudiendo pagar algunas cosas atrasadas. Sacaré las cuentas de lo que te debo de estos días —la de ojos verdes intenta interrumpir—, no puedes negarte a que te pague o le daré ese dinero a tus madres y no podrás seguir viniendo —ella se queda callada—. Gracias por decirme la verdad —le toma la mano—, y por ayudarme y preocuparte por nosotras —Olivia le sonríe—, pero no te sientas con la responsabilidad de ayudarme en esto —le suelta la mano y se acomoda de nuevo en su silla rascándose una ceja—, la verdad es que aún te necesito por aquí, no sé que hago, pero las mezclas que yo hago aunque siga las medidas al pie de la letra y las instrucciones no tienen el mismo sabor que cuándo las haces tú ¿No te molesta seguir viniendo?
—No, claro que no, es más no quiero dejar de venir.
—Bien, pero te seguiré pagando, sino nada —Olivia se da por vencida—. Por cierto el sábado nos tomaremos el día, sino tienes nada que hacer podríamos tocar el piano el sábado y el domingo ya que te lo debo y te podrías quedar a dormir en el departamento.
—Claro —le dice con una gran sonrisa.
Está a punto de preguntarle que fue lo que le pasó el viernes y por su humor, pero ambas escuchan que golpean la puerta adelante, y Artemisa sale a ver quién es, Olivia se queda en la oficina un momento y ve una factura en el escritorio con un sello en rojo, el banco la íntima a pagar en un mes un gran suma de dinero, tiene la fecha del viernes y ahora entiende su humor de estos días y su malestar de aquel día, por el cuál canceló la cita de tocar el piano el domingo.
—Es una señora que me pregunta si hacemos galletas y cupcakes por encargo —dice con una gran sonrisa.
—Ahí voy y hablo con ella, así le tomamos el pedido.
Olivia se pone a hablar con la señora que una amiga le dijo que aquí vendían los mejores Cupcakes y galletas con chips de chocolate y frambuesa. Le toman el pedido de cincuenta galletas y cien cupcake para una tarde de té, en la reunión mensual de "abuelas de la comunidad" para el sábado al mediodía.
—Supongo que después de todo tendremos que venir igual el sábado ¿Te puedo dar el viernes libre y vienes el sábado? Solo seremos nosotras haciendo este pedido, no abriré al público —Olivia dibuja una gran sonrisa, la respuesta es clara.
El sábado llega y ambas se encuentran como cada día en la puerta de la panadería, Olivia trae una camiseta verde como su nombre, sin mangas, y un jean claro ajustado, el pelo recogido en un moño algo suelto y casual, la ve llegar y dibuja una gran sonrisa extendiéndole un vaso de café descartable caliente.
—Buenos días, Artemis.
—Buen día ¿Descansaste?
—Bastante, quería dormir hasta tarde, pero me tuve que levantar temprano a ayudar a mi jefa con un pedido, y yo que pensé que iba a descansar hoy.
—Definitivamente esa mujer —toma su taza de café—, te tiene que dar un aumento, que clase de alma despiadada te hace levantar temprano un sábado, cuándo se supone que no trabajas.
—La peor —ambas se ríen y Olivia no puede creer que Artemisa esté bromeando con ella—. Quizás me lo cobre más adelante.
Le da un trago a su taza de café, mientras se afirma de costado en la puerta que la castaña le está sacando la llave, y le toca los aritos de perlas que tiene puestos.
—Me gustan como te quedan —la castaña la mira le sonríe y entra a la panadería.
Prenden los hornos y se ponen a hacer las mezclas para ir horneando, trabajan muy bien ambas en equipo. En menos de lo que esperaban ya tienen el pedido hecho y lo empacan en las cajas que compró la castaña para entregarlos.
—¿Qué me vas a preparar en el almuerzo? —se sube Olivia a su lado en la camioneta llevando algunas cajas en sus piernas—, me lo debes por levantarme temprano.
—Yo también me levanté temprano.
—Sí, pero yo no pienso cocinarte —le responde sonriendo Olivia—, aparte también tenemos la clase de piano.
—Tienes razón —muerde la punta de su pulgar— ¿Qué quieres comer? —le pregunta sosteniendo con una mano el volante y gracias a Dios el pedido lleno de caja está en medio de ellas o estaría ahora encima de la castaña.
—Sorpréndeme.
—¿Tu comida favorita?
—¿Sabes cuál es mi comida favorita?
—Claro, cualquier niño de tu edad sigue teniendo como comida favorita macarrones con queso —Olivia se muerde el labio inferior y sonríe negando—, sé que es tarta de brócoli con ricotta, cebolla caramelizada, queso cremoso y huevo.
—Tendríamos que llevarle a Persi unas hamburguesas o patitas de pollo, nuestra bebé no va a comer brócoli —Olivia se da cuenta de lo que dijo y cierra los ojos apartando la vista.
—Tienes razón, deberíamos llevarle algo a esa mocosa, sino tendrá un berrinche —escucha su risa y se relaja.
Dejan el pedido a la mujer y se marchan al departamento de Artemisa, Olivia pone una canción en su teléfono, ya que la camioneta solo tiene radio y la canta despacio, mira a su costado y la castaña la tararea mientras conduce concentrada, ella sonríe y suspira. La Artemisa del pasado está ahí en algún lugar y ella está llegando.
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