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#04 - Pintura sorpresa de padre.


Desde que había perdido la pintura (hace tres días), Mina se mantenía ahora en su otra habitación, aunque la destruida ya esté renovada. Ahora miraba otra cosa diferente a la pintura, algo que había olvidado su existencia y no sabe por qué.

El libro 'La leyenda de los nombres y la revelación' seguía siendo su favorito y no lo ha leído en veintiún años. Lo recordó después de entrar en un armario y que ahí estuviera una pintura de sí misma, donde en manos tenía el libro y su rostro tenía esa sonrisa. Recuerda que sus padres quisieron tirarla porque debía salir serena en el cuadro, pero Mina no los dejó y ahora ese cuadro estaba olvidado en un armario.

Cuando Mina vio aquel libro pintado en el cuadro, buscó en los cajones de su cama, encontrándose con el libro empolvado pero estaba en buen estado, quitando el hecho de que una esquina del libro fue comida por algún ratón.

Ahora estaba sentada en el suelo leyendo por novena vez el libro, ahora reflexionando más de él, que cuando era una niña. De pequeña veía a dos alfas teniendo aventuras sin miedo, y ahora entiende que sí hubo miedo pero que eran valientes al afrontarlo sin vergüenza.

La sirvienta Son tenía permitido estar en la cama de la emperador mientras ella estaba en el suelo leyendo cada vez el libro. Aunque la beta se negó la principio, terminó sentándose en el cómodo colchón, después de dieciséis horas estando parada el primer día.

Mina había mandado a investigar por todos lados a quién sea que estuviera detrás de la destrucción de su más preciado tesoro. Hirai Momo se encargaba de eso ya que además de ser emisario, también se dedicaba a ser detective y era muy buena en su trabajo, así que Mina le tiene todo el poder necesario para que estorcione, manipule, destruya, amenace y más, hacia cualquier sospechoso.

Los dos niños de Park Minhan y Min Seulmin eran cuidados por una dama beta de la servidumbre que se ofreció a ello después de tener las manos muy lastimadas como para seguir trabajando de lavandera. La pequeña se llamaba Ryujin y el mayor Woojin, según el informe que Hirai llevó para que vieran el historial médico de cada uno. En el informe venía que Woojin era alérgico a la ciruela y Ryujin tenía problemas estomacales si no se le daba leche de un seno, aunque de esto encontraron solución con que un sirviente tuvo un bebé hace poco, que aunque lo perdió en los últimos meses de embarazo, se ofreció a alimentar a la pequeña para que ésta no sufra de dolores.

Realmente Mina podía llevarlos a un orfanato, pero temía de alguna forma que el hombre que mandó a Park Minhan, vaya a matar a los dos menores porque Park no se quedó callado al sacarle información. Prefería a la servidumbre para que los cuide y consuele ahora que están huérfanos.

Así que ahora sin problemas de los cuales enfrentarse, Mina disfrutaba de la paz que le había llegado un poco. Ya había ido a la reunión de Sunghoon, ya se había duchado, ya había comido, ya había descansado mucho. Ahora solo quedaba estar en paz mientras lee un libro, con todas las comodidades que quería.

Pero algo siempre debía arruinarlo.

Un toque en la puerta la hizo cerrar los ojos y alzar su cabeza para preguntarse cuál fue el mal que hizo, como para que ahora no la dejen en paz. El toque sonó otra vez y Mina se enojó.

— ¿Qué? — alzó la voz para que se escuchara clara.

— Su alteza emperador, hay un hombre mayor que ha querido verle con suma importancia. Dice que no se irá sino le informemos a usted que él está aquí — la voz de una guardia sonó a través de la puerta. Mina cerró los ojos y casi jura matar a quien sea que viene con el atrevimiento de decir aquellas estupideces.

— Son, abre la puerta — la sirvienta se levantó de inmediato para acudir a la orden — Nombre de esa persona — exige al ver a la guardia en la puerta.

— Dice que usted lo conoce como 'Señor Hwang' — a eso, Mina se levanta de un salto, exaltando a los dos presentes.

— ¿Señor Hwang? ¿Rubio, delgado y con una cicatriz en la frente? — sale corriendo de la habitación cuando la guardia le asiente a todo lo dicho.

El señor Hwang.

Ese hombre que no ha visto en veintiún años porque aceptó una oferta de trabajo que era al otro lado del mundo. Recuerda muy bien que día se fue, ya que el dia que se marchó fue el día anterior de la tragedia del castillo que acabó con la sirvienta Im Nami.

Ahora debe estar viejo, Mina pensó inevitablemente.

Y cuando se vieron a los ojos, el señor Hwang sonrió feliz y nostálgico. Ambos viendo los cambios del otro, porque veintiún años pesan mucho en la vejez.

— Dejenlo pasar — ordenó cuando un grupo de alfas le impidieron a el señor Hwang pasar más allá de la entrada del palacio.

— ¡Mina! — el viejo pintor no esperó mucho para apresurarse a ella y a abrazarla como un padre lo haría con su hija. Porque Hwang era eso para Mina, un gran padre no sanguíneo — ¡Por la Diosa, tienes treinta y tres años, que vieja estás! — se separó para ahuecar las mejillas de Mina en sus manos.

— ¿Eh? Tienes casi el doble que yo. El viejo aquí es otro — Mina dijo indignada por el descaro del viejo frente suyo. El viejo Hwang le ganaba diecisiete años, teniendo cincuenta años actualmente.

Mina con gusto lo recibió en su habitación para hablar en privado como Hwang pidió. Mina ya sospechaba de qué hablarían pero aún así lo guió y mandó a Son por dos tazas de té, sin azúcar para el viejo porque le enferma.

Minutos más sentados en el suelo mientras hablaban un poco. Hwang se había casado con un omega, tenían dos hijos menores y una hija mayor. Se conocieron porque Hwang era pintor y el un bonito noble de aquel pueblo, se enamoraron y se casaron en poco tiempo. Al casarse, solo tomó un mes para que el omega quedara en embarazo por lo que la mayor tenía diecinueve años, y los menores quince y doce.

Después de un rato hablando sobre sus vidas (Hwang hablando más de la suya), el beta por fin va al tema por el que fue allí especialmente.

— Me acabo de enterar de la tragedia del palacio — Mina quedó en silencio por eso — Ayer un viejo amigo me la contó y realmente pensé que vendría y vería otro tipo de cosas — agregó sonriendo con una nostalgia y tristeza en los ojos.

— ¿Cómo imaginaste que estaría todo? — Mina preguntó tragando el té que tenía en la boca.

— Pensé que estarían casadas, con algún hijo y orgullosas de derrotar a tu padre tradicional — Hwang se permitió soñar un poco, junto a Mina. Esa vida era todo lo que Mina había querido con Nami, que ahora estuvieran casadas, con un hijo o hija la cual criar, con el orgullo de poder hacerlo.

Pero todo se había desmoronado una noche en el palacio.

— Escuché rumores ayer, sobre que mataste a una familia porque destruyeron una pintura especial para ti — eso dicho y Mina lo miró inmediatamente. ¿Tan rápido corren los chismes en todo el pueblo?

— Sí. Solo fueron los padres. Los dos hijos están al cuidado de alguien que sí les dará una vida sana — comentó en un tono neutral, no queriendo recordar mucho que su cuadro ahora ya no existía.

— Estoy suponiendo algo, Mina — la emperador volteó a ver al beta para seguir escuchándolo — Estoy suponiendo que la pintura que destruyeron era la misma pintura donde Nami y tú estaban juntas — cuando Mina baja la mirada triste, Hwang confirma su suposición.

Tenía algo que la alegraría.

— Te tengo un regalo que me encontré ayer, cuando escuché ese rumor — Hwang dijo terminando la taza de té — Antes de irme, Nami vino a mí, porque quería darte un regalo — Mina inmediatamente exigió con los ojos por lo que sea que fuera.

¿Un regalo? Si fue un regalo hecho antes de que Hwang se fuera, era que Nami no tuvo tiempo para dárselo ya que el día después murió. Necesitaba ese regalo en su posesión o se volvería loca.

— Aquél día lo dejé en mi bodega, porque ella dijo que lo recogería ya que estuviera listo, entonces pensé que todo había salido bien y tú tendrías el regalo — el señor Hwang siguió hablando con total tranquilidad aunque con una melancolía notable imposible de ignorar — Pero ayer me fijé en la bodega y ahí estaba el regalo, lo traje conmigo hoy. Quedate aquí y espera — Mina iba a replicar pero Hwang interrumpió — A Nami le gustaría que te diera la sorpresa — la alfa asintió ansiosa y se quedó sentada para esperar.

Es eso, Hwang se fue apresurado y pensando en aquel día.

^#♡>☆

Una beta sonriente caminaba por las calles del pueblo noble, buscando la casa del señor Hwang.

El día anterior el beta Hwang les había informado de la oferta de trabajo que aceptó, ella y Mina estuvieron un poco tristes pero aún así felicitaron al beta por su trabajo bien reconocido.

Nami buscaba con emoción la casa hasta que la encontró y corrió hacia ella.

El señor Hwang ya había alistado todo para irse y solo quedaba esperar a que alguien viniera por él en algunas horas, pero unos toques en la puerta lo hicieron voltear exaltado ya que fueron unos toques repetitivos y fuertes.

Cuando se levantó y abrió la puerta, fue que entendió el por qué de toques tan emocionados, pues una pequeña beta estaba allí tan sonriente como siempre, con una bolsa en la mano y estaba vestida de manera elegante.

— ¡Nami! ¿Qué te trae por aquí? Pensé que ayer fue nuestra despedida, es un gusto verte — abrió la puerta para que la pequeña pueda entrar a su casa. Esta no era tan grande pero sí muy cómoda, aunque le traía nostalgia dejarla por un tiempo indefinido.

— Señor Hwang, también es un gusto estar aquí. Sé que puede estar ocupado, pero vengo para hacer un pedido rápido de una pintura — dijo rápido y emocionada, dando brincos y sonriendo extensamente.

El señor Hwang no podía negarse a esa sonrisa.

— Ya no estoy ocupado, y en horas me iré así que tengo tiempo. ¿Qué deseabas que hiciera? — preguntó caminando hacia el armario donde dejó guardadas algunas cosas que no se podría llevar a su viaje.

— ¡A mí! — la exclamación hizo a Hwang confundir al no entender a que se refería. Nami empezó a explicar con una voz tímida pero emocionada — Mina me dijo ayer, que algún día quisiera tener una pintura donde solo yo esté sola, y quisiera que estuviera para dársela como un regalo mañana — confesó haciendo sonreír en grande al beta mayor — ¿Sí puede hacerla? — preguntó un poco insegura.

— ¡Por supuesto! ¡Vamos, posas y un buen regalo tendrá Mina después! — aseguró yendo apresurado hacia su estudio que estaba casi vacío, pero de su maleta sacó las cosas necesarias y tomó un cuadro para dejarlo acomodado.

Ya luego fue acomodar un banco y a una Nami revoltosa detrás del cuadro para poder empezar a pintarla.

Un largo tiempo fue el que tardó pero valía la pena si era un buen regalo para la niña alfa a la cual tomó cariño. Era como una bebé hija que nunca tuvo, y hacía su mejor esfuerzo por que quedara todo tan perfecto para que el regalo sea fascinante.

Al final, quedó satisfecho del resultado y Nami quedó casi roncando por el sueño que le dio, aunque no durmió, sino que dormitó un poco.

Hwang había hecho primero su rostro, perfeccionando con lápiz algunas partes para remarcarlas. La sonrisa en grande que Nami siempre mostraba era increíblemente exacta. En sus manos no había nada por lo que estaban vagamente por su vestido elegante de color púrpura suave.

— Aquí está la paga, señor Hwang — el beta desvió la vista de la pintura y miró desconcertado la bolsa que fue dejada en su mano — Si no lo acepta, seré irrespetuosa y se lo tiraré al rostro — amenazó Nami con un dedito y su rostro tiernamente enojado.

Hwang solo pudo reír y aceptar la paga.

— Tendría que llevarmelo hoy, ¿no? — Nami cuestionó viendo el cuadro donde ella misma estaba representada.

— Es mejor que lo dejes aquí, no está seco y necesitaba un poco para que la pintura seque muy bien. Puedo dejarlo en la bodega vacía, ahí puedes recogerlo sin esfuerzo ya que está abierta siempre — después de eso, el beta dejó la pintura cuidadosamente recargada en la pared de la bodega.

Nami se fue feliz sin saber que esa era la última vez que estaría en el pueblo.

El señor Hwang se fue minutos después con la mayoría de sus cosas, sin saber que no regresaría hasta en veintiún años porque del otro lado del mundo había un omega que lo enamoraría y lo convencería de hacer su familia allí.

Ese cuadro se quedó allí, abandonado en la vacía bodega, porque Nami olvidó ir por él ese mismo día, y el dia siguiente fue brutalmente asesinada en el palacio.

^#♡>☆

Hwang pasó su mano por su cabello, suspirando con tristeza, y llegó hasta el carruaje donde había viajado hasta el palacio.

Bajó cuidadosamente el cuadro. Sin ayuda, solo tomó el cuadro y lentamente se lo llevó hasta la habitación donde una alfa saltó ansiosa por ver lo que traía.

— Ella se esforzó mucho y hasta se quejó de lo adolorida que quedó. Supongo que se le olvidó dártelo y al día siguiente pasó la tragedia — dijo con una sonrisa y por fin quitó la manta que cubría al cuadro, dejando ver la hermosa pintura que lucía como nueva.

Hwang la había limpiado del excesivo polvo que le había caído, la había retocado solo un poco con tal cuidado de que no se estropee, había puesto el nombre 'Im Nami' detrás del cuadro, y una bonita frase: 'A los mejores ángeles, las personas ya no pueden ver'.

Hwang quiso llorar cuando vio a Mina a punto de sollozar viendo el cuadro delante de ella. La alfa de doce años que dejó era muy diferente a la de ahora, porque la de ahora había sufrido mucho y no tenía ese brillo de felicidad en los ojos que antes poseía.

Mina ahora tenía otro cuadro el cual admirar, y uno que siempre quiso.

— Ella dijo que un día antes le habías dicho que querías un cuadro donde solo ella esté, y entonces quiso regalartelo. Ahora es tuyo, porque ella no pudo entregarlo.

Ahí, Mina se permitió sollozar descontroladamente, siendo abrazada por el único hombre que podía llamar 'padre'.

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