#01 - La pintura de Mina y Nami.
"Se rumorea que los cuadros de pinturas son el tesoro de la emperador, nadie los toca, y ella dedica su tiempo a admirar esas pinturas."
Sus lunares se esparcen por su rostro como si quisieran hacer aún más llamativa la belleza que poseía. Aquellos puntos en su nariz, y alrededor de los labios eran un encanto que heredó de su padre, pero que a ella no le importa para nada.
No le importa su físico, no le importa su belleza, no le importa esos puntitos negros que la hacen ver delicada y elegante a la vez.
A Mina le importa... solamente estar cruzada de piernas, mientras que mira muy fijamente a aquel gran cuadro donde su amada estaba hecha de pinturas coloridas, donde se expresaba tan feliz, que Mina podía olvidar que no estaba realmente con ella.
Recuerda muy bien el día. Cierra los ojos y puede vivirlo en su mente.
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La beta reía a carcajadas de una pequeña Mina sonrojada que la miraba avergonzada. Los sirvientes las miraban por un momento y luego las ignoraban porque ya conocían que Im Nami era tan ruidosa y burlona que debe ser algo que no les incumbe.
Y era cierto.
La alfa solamente se había roto la suela de su zapato, pero eso no fue lo vergonzoso. Lo que le trajo vergüenza a Mina, fue el que Nami le había dado un beso en la mejilla y otro en la punta de la nariz para que se alegrara.
Tenían solo diez años, casi los once, pero seguían siendo unas niñas inocentes avergonzadas. La diferencia de ambas, era que Nami era una chiquilla intrépida y de riesgo que aventuraba a Mina a divertirse por muchos momentos, ganándose el odio de el emperador y el emperatriz.
Los gobernantes simplemente no gustaban de que su hija, la futura emperador, esté escapando a cada rato por culpa de una sirvienta independiente que quiera quitar deberes en Mina.
Pero es que Nami sólo quería que Mina viviera su niñez como ella la está viviendo, que se divirtieron como su padre le decía que lo hicieran. Quería hacerla divertirse porque no quería que de emperador no pueda divertirse como lo hacían.
A Nami no le importaba ganarse el odio de todo el palacio, mientras que siga por ahí molestando, todo estaba bien.
— ¿Hoy tengo que hacer algo? — la voz tímida y avergonzada de Mina sonó, haciendo que Nami la volteara a ver y sonriera alegre.
— Tus deberes de hoy son sólo posar para una pintura con tus padres — a eso Mina hizo una pequeña mueca pero asintió. Nami, con el propósito de hacerla sentir mejor, le tomó la mano para querer apoyarla.
Ambas fueron a un salón donde Nami fue informada que estarían el emperador junto a su esposa. Nami solo da un reconfortante apretón en la mano de Mina para entrar por la puerta abierta por un guardia, ya después pueden ver cómo sus padres estaban a punto de acabar de posar para una pintura de ellos dos solos.
El emperador tenía la mano de su esposa entre las de él, entrelazadas, y la otra mano en la cintura de la mujer, quien sonreía y aceptaba con gusto la muestra mientras estaban quietos para que la posision pueda ser captada en la pintura.
Ya a unos pocos metros estaba un hombre detrás de un cuadro que alzaba su cabeza cada tanto y luego volvía a el cuadro donde estaba pintando.
Mina con solo ver la escena, se aburrió.
Tal vez era porque Nami ya le había pegado lo de ser movida, necesitaba moverse y jugar para no sentirse de ese modo apagado. Nami era tan energética que se podía hacer notar entre tantas personas.
— ¡Listo, emperador, emperatriz! — la voz de triunfo del hombre hizo a Mina prestar atención, después de algunos segundos de ver con suma atencion el perfil de su amiga.
— Queremos verlo. De seguro quedó maravilloso, Hwang — la emperatriz halagó, ya que no era la primera vez que el señor Hwang hacía un cuadro de pintura para ellos, aunque sería la primera vez de que Mina esté en una pintura totalmente sola.
— Con gusto — el hombre volteó cuidadosamente el cuadro para que los mayores pudieran apreciarlo.
A Nami no le importó, solamente se abrazó a Mina para alegrarla. La pequeña alfa parecía querer llorar al sólo ver que tenía que hacerlo ella sola, pero sonrió de inmediato al tener un cuerpo pegado a ella como un apoyo.
Nami tuvo que salir por un llamado de los sirvientes y, por lo tanto, tuvo que dejar a Mina sola en una silla mientras estaba recta, en sus manos había un libro infantil que era su favorito y su rostro estaba tranquilo con el mentón en alto para que se aprecie toda belleza de ella, como su padre dijo.
El señor Hwang se puso a trabajar mientras sus padres la animaban a que se quedara quieta y mientras ella estaba casi muda queriendo que todo terminara pronto.
El único aliento que sirvió, fue el del señor Hwang cuando, después de mucho tiempo, informó que casi terminaba.
Mina suspiró sintiendo su trasero adolorido por estar tanto tiempo sentada. Ahora entendía las quejas de Nami cuando esta pasaba el día sentada y le dolía la cadera, ahora lo estaba viviendo y no era para nada lindo.
— Tienes que acostumbrarte, Mina — al parecer, su padre notó su rostro lleno de irritación — Alguna vez harás esto junto a tu omega en un futuro — a su dicha, Mina hizo una mueca.
Ella ya tenía a una beta, una muy pegajosa beta que la encantaba.
— Ya tengo a Nami — y lo dijo teniendo una sonrisa feliz al solo nombrar a su mejor amiga, pero la sonrisa no contagió a sus padres. Ella estaba sonriendo como casi nunca sus padres la veían, y eso no era bueno.
— Ella es tu sirvienta — la emperatriz le dijo mientras esperaba que eso sea suficiente argumento, pero Mina solo asintió con esa sonrisa alegre y sus mejillas haciéndose de ese tono rojo avergonzado.
— Quiero que Nami sea mi esposa — ella no era lenta, ya tenía todo pensado. Incluso se lo dijo a Nami una noche que durmieron juntas, y la beta le prometió que se casarían, simplemente ya tenía todo arreglado.
Y estaba extremadamente feliz.
— Nami no puede ser tu esposa, nunca — el rostro de Mina no cambió, pero sí su tono de voz, al escuchar a su padre decir eso.
— Nami será mi esposa. Es la única cosa que yo decido, ustedes no van a decidir por mí sobre quién será mi pareja — sus diez añitos no eran impedimento para que no entendiera lo que pasaba su alrededor.
— Puedes decidir, pero que sea omega, un o una omega — su madre esta vez dijo, intentando convencer a su hija.
— Yo quiero a Nami, y es beta — Mina estaba enfocada en la idea, y nada le quitaba la hermosa sonrisa boba de su cara.
— Por eso, necesitas escoger omega — el emperador parecía estar perdiendo la paciencia pero suspiraba y veía a su hija con calma. Mina negó suavemente.
— Pues yo escogí una beta — Mina firmemente dijo queriendo no perder el equilibrio de donde estaba sentada. Era un banco muy pequeño donde apenas cabía su trasero, pero se acomodó y posicionó de la misma manera que antes.
— Pero no se puede — su padre renegó sin prestar atención a que Mina estaba más enfocada en el señor Hwang que en ellos.
— ¿Entonces por qué ya lo hice? — sonrió inocente mientras su voz salía de lo más dulce.
Lo que ninguno de los padres sabía, es el que el señor Hwang le hacía señas a Mina de triunfo y festejó mientras terminaba la pintura igual. Mina veía feliz al señor Hwang mientras se aventuraba a ir en contra, por primera vez, de sus padres.
— No hiciste nada, Mina — el emperador negó, soltando un pequeño gruñido — Cuando estés grande entenderás mejor, tendrás a alguien a tu lado que sea omega — determinó pensando en si tal vez podría emparejarla con alguien omega noble.
— No creo — Mina negó una vez. Sonrió al tener una idea en mente, después de ver las señas de festejo que el señor Hwang hacía — Quiero una pintura junto a Nami — pidió alegre mientras veía la portada del libro que traía en manos.
No le diría a sus padres pero en aquel libro infantil, que consiguió por regalo de Nami, había una pareja de alfas amorosamente. Mina pensaba que si esos dos alfas podían tener una relación siendo del mismo segundo género, pues ella siendo alfa podría estar con Nami, su bonita amiga beta.
Con el nombre de la autora un poco a la esquina: 'Creación de Kim Jennie', estaba el título en grande. En la portada, debajo del título, había dos chicos sonriendo, y detrás de ellos estaban muchas personas con rostros enfurecidos.
'La leyenda de los nombres y la revelación'.
Trataba de Haruka, su nombre significaba 'Tranquilo' pero era todo lo opuesto a eso. En el libro se ve de una forma corta y bonita, un amorío después de ver cómo se revela en contra de sus padres, porque estos dicen que debe ser a cómo su nombre lo dice. Después de escapar de casa, se encuentra con Akiro, 'Chico brillante' fue el significado de su nombre, pero tan solo tenía un aura oscura alrededor. Ambos eran dos alfas que se enamoraron y el final se ve de una forma simple el cómo son las revelaciones y el por qué, habiendo escenas donde Haruka y Akiro se revelan como relación abiertamente compuesta por dos alfas, se revelan en contra de el trabajo de niños en las minas, y al final revelan su amor al otro, casándose.
Mina tiene ese libro como su favorito más porque se lo regaló Nami, pero le encanta la historia y la lee cada que puede.
Es un poco larga, pero le gusta.
— No — su padre le negó de inmediato la petición y Mina frunció el ceño un poco al no entender de qué estaban hablando, pero luego recordó.
— Pero nunca te pido nada. Quiero una pintura junto a Nami — renegó con un mohin en los labios, pero sonrió cuando el señor Hwang hizo una mueca de burla hacia el emperador.
Lo bueno es que no lo vieron sus padres.
— Si te acepto esto, ¿dejarás toda esa tontería de casarte con una beta? — su padre cuestionó y Mina no se la pensó.
— No, pero tal vez ya no lo mencione — Mina propuso. El señor Hwang aguantó la risa mientras daba retoques en el cuadro.
— ¿Puedes hacer un cuadro más, Hwang? — Hwang se puso serio al ver que tenía la atención del emperador y la emperatriz.
— ¡Por supuesto! — sonrió emocionado. Mina sonrió como nunca al pensar en un cuadro donde Nami esté con ella — Este ya está terminado — ese fue un alivio para Mina, quien se fue sobando un poco su trasero para ir por Nami.
Valdría la pena el dolor, solo si Nami estaba con ella.
— Lo hablado aquí, se queda aquí — el emperador dijo seriamente, para que el beta delante de él no piense decir palabra alguna a alguien.
— Lo sé, emperador — aceptó gentilmente — Vea la pintura — movió un poco el cuadro para enseñárselo al alfa que frunció el ceño al ver la pintura de su hija.
— ¿Por qué... ? — murmuró confundido al ver la gran sonrisa de su hija en aquella pintura.
— La expresión del rostro fue lo último que pinté, y en toda su plática de Nami estuvo sonriendo así, por si no lo notaron — el señor Hwang les dijo sonriendo suavemente, viendo también la pintura. Las mejillas y encías se veían bien en un tono rosado y sus dientes se mostraban resplandecientes, sus mejillas subidas tapando un poco sus ojos, su nariz arrugada y en la esquina de sus ojos había líneas de expresión. Mina sostenía el libro con una mano, de una forma aferrada, que incluso Hwang marcó unas venas que se veían al hacer fuerza en la mano, eran pequeñas porque al ser una alfa muy menor no se notaban casi nada. Su vestimenta elegante y digna de una alfa, tenía cada retoque de sombra por lo que su postura firme seguía aún con la gran sonrisa feliz.
Perfecta.
— Se supone que debe estar serena o seria — la omega emperatriz comentó mientras sonreía por su hija pintada tan feliz.
Eran pocas veces las que Mina sonreía así. Ellos, por estar discutiendo en aquel momento, no pudieron apreciarla como se debe.
— Puedo hacer otra — el señor Hwang les ofreció tocando el marco del cuadro — Sé que no es mi asunto, pero emperador, emperatriz — miró a ambos — Mina sólo sonreirá así cuando esté con la pequeña Nami, o cuando hable de ella — su voz sonó como un susurro al sentir de inmediato la pesada mirada del emperador — Es una sonrisa que sin duda nadie podría causar en ella más que la beta — agregó murmurando sin querer despertar uan reacción mala en el alfa musculoso que estaba viéndolo.
— No, no se puede — el emperador negó firme — Es tradición alfa con omega — les dijo a ambos en la habitación y cambió su semblante a uno más relajado — Pintarás otro cuadro donde Mina esté serena, y el de ella con Nami, sólo eso — sentenció y salió de allí, con su esposa siguiéndolo y dándole una inclinación de cabeza al pintor.
— Está bien, emperador — Hwang dijo, a pesar de que el musculoso alfa no esté presente.
Mina llegó feliz siendo arrastrada por una emocionada Nami que ya había escuchado a Mina. La pequeña alfa le había informado sobre el cuadro donde estarían ambas.
El señor Hwang les propuso que se pusieran como más les gustaba, en un pequeño sofá que movió un poco para ambas. Ya había esperado que ambas se abrazaran.
Mina se sentó bien en el sofá, pero Nami se puso detrás para abrazarla, dejando sus manos en el pecho de Mina, donde la alfa tomó sus manos y las apretó.
El siguiente tiempo solo fue Nami bromeando con Mina para pasar el rato quietas, abrazadas y sonriendo por cada palabra de la otra.
— ¿No te estás cansando? — la pequeña alfa le preguntó a su amiga, quien bostezó falsamente solo para luego sonreír y negar.
— No me cansaría de abrazarte.
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— ¿Y entonces por qué dejaste de hacerlo? — una gran alfa se preguntó en voz baja hacia el cuadro delante de ella. Sus ojos se abrieron al salir del recuerdo, y los ojos de Nami la saludaron por aquella pintura.
Aquella pintura que expresaba alegría, en realidad ahora expresaba una melancolía y tristeza en la alfa.
Su más fiel sirvienta estaba a una esquina, viendo hacia el frente y atenta a cualquier orden de cualquier momento. A Mina no le importaba si Son se cansaba de estar sentada todos los días. Después de todo, se educó para hacer cualquier cosa que la emperador dijese.
Son es la única sirvienta que la emperador aceptó, porque era la unica que sería apta para ella. Son Chaeyoung fue educada por una dama beta de la servidumbre, y ahí estaba cumpliendo fielmente su deber.
Mina no miraba hacia atrás. En igual de eso, había un pequeño espejo que le reflejaba a la sirvienta por él, y cada que la miraba siempre estaba mirando al frente, inmutable.
— Son — llamó y el rostro de la sirvienta se giró hacia ella con una velocidad increíble. Mina la miró indiferente — Trae la cena y mucha agua — ordenó ahora sin mirarla.
No podía estar un minuto más sin mirar a Nami, aunque sea por pintura.
Podría Mina ser una mujer de treinta y tres años, y era raro que estuviera viendo la pintura de una niña de diez años, pero simplemente la extraña tanto que no podía parar de mirarla.
— Como desee, emperador — Mina la ignoró para seguir hundiéndose en sí misma.
En toda la cena, igual casi no despegó la mirada de el cuadro.
Le ordenó a Son que se fuera a dormir y Mina se acostó en la cama que tenía en otra esquina de la habitación. De esa cama podía ver la pintura, pero esta vez no la vio como todas las noches lo hace, sino que durmió enseguida.
No supo por qué, si casi nunca tiene tanto sueño.
Lo que no sabía, era que sus padres, a escondidas de la sirvienta Son, le pusieron algo en la comida para que durmiera un poco más.
Así cayó dormida, queriendo nunca más despertar.
"Se rumorea que los cuadros de pinturas son el tesoro de la emperador, nadie los toca, y ella dedica su tiempo a admirar esas pinturas."
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