Epílogo
EPÍLOGO
4 años después.
Cuatro años habían pasado desde que le habíamos puesto punto y final a todo. Cuatro años en los que por fin Maikel y yo éramos libres. La muerte de Natasha nos había liberado de muchísimas cosas, pero sobre todo, nos había hecho felices.
- ¿Cómo amanece la persona más bonita de este mundo?
La verdad es que tener a Maikel como pareja y padre de nuestro hijo era una de las mejores cosas que nos había pasado desde que todo había acabado. Nuestra relación iba viento en popa y nuestro hijo era el ser más increíble de este planeta con una bondad que superaba los límites.
- Me duele la tripa –Susurró el pequeño Chris agarrándose la barriga.
- ¿En serio? –Pregunté sentándome con él en la cama- Bien tengo un remedio para esto, ¿quieres que te lo aplique?
- Sí –Susurró.
Coloqué mis manos sobre su barriga y comencé a tararear la única canción que recordaba que mis padres me hubiesen cantado alguna vez:
- Sana, sana culito de rana, si no sana hoy, sanará mañana –Canturreé repetidas veces provocando que Chris riese al comenzar a hacerle cosquillas.
- ¿Dónde está mi familia preferida? –Gritó Maikel entrando a la habitación.
Todavía me sorprendía ver como de su cuerpo estaban desapareciendo todos los tatuajes poco a poco. Ahora que Natasha estaba muerta y estaba liberando su culpa gracias a la ayuda de su madre y de su hermana pequeña, había comenzado a borrarlos. Yo nunca había sido capaz de volver a acercarme a mi familia, no me sentía preparada. Al menos, no todavía. Tenía intención de volver a hacerlo, tal vez en un futuro, pero todavía no.
Sabía que estaban bien, que a pesar de seguir llevándome siempre con ellos y de no haberse olvidado de lo que me pasó, eran felices. Mi hermano también había tenido una hija y lo más gracioso es que se llamaba como yo, Nicole. Toda esta información la había conseguido gracias al agente Philipp, tenía muy controladas a todas nuestras familias incluso a las de los que ya no estaban. Estábamos pensando en enviarles una carta a todos explicándoles lo que pasó para que pudiesen descansar un poco. Los padres nunca olvidaban a un hijo secuestrado y pensábamos que una explicación era bueno para ellos para que se liberasen.
- ¿En qué piensas? –Preguntó Maikel.
- Nada, voy a preparar el desayuno que este señorito tiene que ir a la escuela –Dije antes de salir de la habitación.
Habíamos decidido irnos de Moscú. En concreto, habíamos decidido irnos de Rusia. Queríamos poner tierra de por medio con todo lo que nos había pasado y por eso nos habíamos venido a vivir a Francia. Maikel quería estar cerca de su familia, sobre todo de su hermana. Se sentía muy culpable por lo que le había pasado a su padre y a su hermana mayor que ahora casi no dejaba ni a sol ni a sombra a Melanie. Pero esto era algo que a ella le encantaba. Había recuperado a su hermano y encima ahora, tenía un sobrino.
- ¡Yo quiero tortitas! –Gritó Chris desde la habitación.
- Maikel, no obligues a tu hijo a decir lo que quieres comer tú –Grité de vuelta.
Chris odiaba las tortitas, pero siempre decía que quería desayunar eso porque Maikel le decía que lo dijese y como mi hijo idolatraba a su padre, le hacía caso. No sabía quién de los dos era más tonto, la verdad.
Maikel entró corriendo a la cocina y me levantó en el aire dándome vueltas.
- ¡Bájame! –Chillé sin poder contener la risa.
- No sabes cuánto te amo, de verdad que no lo sabes –Susurró cuando me puso de vuelta en el suelo- ¿sabes una cosa?
- Sorpréndeme –Susurré mientras me levantaba y me sentaba encima de la encimera.
- Sé que crees que estoy liberando mi culpa gracias a la ayuda de mi madre y de mi hermana. ¿Pero sabes qué? Eso no es así. No es así ni por asomo.
La verdad es que eso me había sorprendido.
- Tú y el pequeño Chris son los causantes de que esté dejando mi culpa atrás. Tú y él son los causantes de que haya decidido empezar a borrar mis tatuajes. Es un proceso doloroso y muy largo, y sobre todo muy caro –Rio- pero la verdad es que... es gracias a ustedes que consigo dormir mejor por las noches. Todo es gracias al amor que me dan.
- No sabes todo lo que te quiero, mi príncipe trastornado –Reí mientras le acariciaba el pelo. Había comenzado a llamarlo así a las pocas semanas de que naciese nuestro hijo. Se pasaba el día estresado y mirando por las ventanas con miedo a que alguien apareciese y lo secuestrase. Le había costado mucho comenzar a relajarse.
Se alejó de mi y sin esperar un momento, se arrodilló y sacó una cajita de su pantalón del pijama.
- ¿Hola? –Susurré estupefacta mientras me bajaba de la encimera.
- Eres la persona más increíble que conozco, la más loca y la más divertida. Puedes matar a cualquiera solo con tus manos y a la misma vez puedes dar vida. Me has dado el mejor regalo que me han podido dar. Y no solo eso, me has devuelto las ganas de vivir y la ilusión. Te debo muchísimo, por no decir que te lo debo todo. Has sabido aceptar todos mis defectos y me has entendido en todo momento, incluso en mis crisis de ansiedad. Por eso y por todo más, te amo. Eres la mejor persona de este mundo y la única que ha conseguido hacerme feliz junto a nuestra pequeña creación. Nicole, ¿quieres casarte conmigo?
Por supuestísimo que iba a decir que sí, cuando de repente un grupo de hombres irrumpieron en nuestra casa seguidos de una mujer.
- Perdón, no queríamos interrumpir.
Tanto Maikel como yo nos quedamos en shock y nos costó bastante reaccionar, pero al momento yo tenía un cuchillo en la mano y Maikel había sacado una pistola de detrás de la olla. Al fin y al cabo eso de que estuviese un poco trastornado, era bueno.
- ¿Quiénes son ustedes? –Preguntó Maikel y tras un movimiento de mano de la mujer, Maikel cayó fulminado por una bala en su cabeza.
- Vayan a por el niño –Dijo la chica ignorando mis gritos de desesperación.
- ¡No! No te atrevas a tocar a mi hijo –Corrí hacia ella, pero un hombre corpulento se interpuso en mi camino y me tiró al suelo- ¿Quién eres?
- ¿Recuerdas a Natasha Romanov?
El miedo se apoderó de mí. Era imposible que estuviese viva, yo la había visto morir. Yo misma le había tomado el pulso, yo misma me había asegurado de que la herida de bala fuese real.
- No, no te asustes. Natasha está muerta. Es por eso que yo estoy aquí –Dijo paseándose por la cocina. Yo seguía sin poder moverme, el hombre tenía un pie sobre mi barriga y me apuntaba la cabeza con un arma.
Justo en ese momento un hombre salió con Chris cogido entre sus brazos y yo me puse como una loca, por lo cual el hombre se vio obligado a golpearme con la culata del arma. No me desmayé, pero si me quedé lo suficientemente atontada.
- Bueno –Dijo acercándose a mí- soy la hija mayor de Natasha. Nunca nos hemos conocido, Nicole. Pero siempre he estado al tanto de todo lo que pasaba con ustedes, a mi madre le encantaba tenerme informada de todo. Al contrario de lo que le pasó a mi hermano Mijaíl, a mi me entrenó de forma para ser su sucesora, con mi hermano pretendió crear un mercenario. No estoy de acuerdo con lo que hizo pero... aquí estoy hoy yo. Siguiendo sus pasos, la verdad es que estaría bastante orgullosa.
- Hija de puta, acabaré contigo –Susurré.
- No lo creo, tu hijo ahora nos pertenece ¿y sabes por qué? Porque tú le pertenecías a mi madre y como yo heredé todo lo de ella, tú me perteneces a mí y como comprenderás, eso significa que tu hijo me pertenece también.
- Te voy a matar –Dije intentando ponerme en pie.
- Lo dudo, para mí tu ya estás muerta o lo estarás para cuando esté saliendo de esta casa. No te preocupes, yo no soy como mi madre, yo si haré que el proyecto Romanov salga bien. Gracias por darnos un ejemplar tan bueno, seguro que el hijo de dos asesinos tiene mucho potencial –Rio antes de darse la vuelta- Parece ser que con tu muerte y la de Maikel, este proyecto de los Romanov llega a su fin y comienza otro. Gracias por tus servicios, Nicole.
Al final siempre habíamos tenido razón, si nos volvíamos contra Natasha, acabaríamos todos en una bolsa de cadáveres. Y no nos habíamos equivocado. Natasha tenía razón cuando hace cuatro años nos había dicho que siempre tenía un as bajo la manga. Ese as era su hija. La muy hija de puta nos la había jugado bien y gracias a eso, mi hijo tendría la misma vida que tuvimos nosotros. No había nada que me doliese más que eso. Nada había servido para acabar con la mierda que nos había tocado vivir.
No pude intentar ponerme en pie porque en cuestión de segundos, el hombre que había tenido encima anteriormente, se posicionó delante de mí y me colocó la pistola dentro de la boca. No pude hacer nada antes de que disparase y todo se volviese negro.
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