Capítulo 31
REGINA (P.D.V)
Estaba completa e irrevocablemente en contra de lo que Natasha había hecho. Este estúpido jueguito que se traía entre manos únicamente serviría para alejarla de mi juego.
Miré a Héctor sentado en frente de mí, y el odio recorría cada milímetro de mi interior.
No era el Héctor que yo había conocido. El Héctor que estaba sentado delante de mí, no era el Héctor del cual yo me había enamorado. Era un Héctor completamente diferente, era el Héctor al que había temido y al que odiaba.
-¿Puedo preguntar por qué me miras tan fijamente?
El sonido de su voz me recorrió interiormente y el deseo de abalanzarme sobre él para acabar con su vida era cada vez mayor. No entendía como conseguía refrenarme a mí misma.
-Simplemente te observo –Contesté sin apartar la mirada de él.
Horas antes Natasha me había llamado para concertar una cita. Y aquí estaba, en su despacho, en su oficina de Moscú con nada más y nada menos, que con Héctor. El asesino de mi padre y de mi hermano, el chico que me había arruinado la vida.
-Entonces deja de hacerlo.
-¿Te estoy incomodando? –Pregunté mientras alzaba una ceja.
No podía importarme más la reacción que causaba en él. Bueno sí, únicamente quería causarle dolor.
-Estás tentando tu suerte –Contestó sin apartar la vista de mí.
Me había reunido con Natasha unos minutos antes de que Héctor hiciese su aparición y me lo había contado absolutamente todo. Pero seguía preguntándome lo mismo ¿Qué tenía que ver todo este jueguito con mi plan? ¿Dónde quedaba el trato que habíamos acordado? ¿Dónde quedaba yo dentro de toda esta ecuación?
-Créeme, mi suerte es mayor de la que piensas –Susurré sin mirarle.
No entendía por qué Natasha se había largado se su despacho y nos había dejado a los dos solos. ¿Tal vez pretendía ver alguna reacción por parte de Héctor? O por el contrario, ¿pretendía ver mi reacción? Sí, estaba completamente segura de que nos había "encerrado" juntos, para estudiarnos. Si no, nada de esto tenía lógica.
-Hablando de todo un poco, ¿estás contratando los servicios de Natasha? –Preguntó tras varios segundos en silencio.
Lo miré de reojo y fruncí el ceño. ¿Por qué se empeñaba en mantener una conversación? ¿No se daba cuenta de que me estaba controlando ya mucho al estar con él en la misma habitación sin verlo sufrir? ¿Por qué no me dejaba en paz?
-Ya los he contratado.
-¿Y entonces por qué estás aquí? Natasha no suele hacer estas cosas. A ella la contratan y no vuelve a saber más nada de la persona que la contrató hasta que ella le comunica que ha llevado acabo el trabajo.
Solté un pequeño suspiro y me levanté de la silla en la que estaba sentada. Acto seguido, me acerqué a los amplios ventanales que daban al despacho la sensación de estar en la cima de una montaña.
-Hay cosas que pulir sobre el trabajo. Además, me gusta ver cómo va trabajando. No me gustan las sorpresas, ni dejar cosas al azar.
-Eres una obsesa del control –Rio.
Me tensé y cerré los ojos fuertemente para relajarme. Intentando así, evitar el remolino de recuerdos que intentaban devorarme.
-¿Cuántos años tienes? ¿Dieciocho? Tu actitud refleja que tienes más edad, pero físicamente... ¿No te relajas nunca?
Y así, con esas palabras, los recuerdos vinieron a por mí.
FLASHBACK
-Este sitio está muy sucio. Necesita una limpieza urgentemente, no entiendo por qué no nos pueden poner en un sitio más... higiénico –Susurré mirando todo aquello a mi alrededor. Llevaba alrededor de dos días secuestrada y tanto las horas como los minutos, pasaban demasiado despacio para mi gusto.
Cada vez que oía algún ruido, el miedo se apoderaba de mí aunque intentase controlarlo lo mejor posible. Pero no tenía miedo de aquellas personas que nos habían secuestrado a mi hermano, a mi padre y a mí. Tenía miedo de las ratas o de cualquier animal que pudiese ver en aquella habitación de cuarta. Parecía que en cualquier momento las paredes se nos caerían encima.
-Regina, ¿no puedes olvidar tu obsesión por tenerlo todo ordenado? No estamos en casa. ¡Estamos secuestrados, maldita sea! –Susurró Paulo.
Aunque físicamente éramos parecidos, personalmente no podíamos ser más diferentes. Donde él era más desordenado, yo era una obsesa del control, donde él era un estúpido, yo era una pequeña sabionda.
-No nos harán nada –Dije despreocupadamente. Si seguía diciendo aquello en voz alta, probablemente me lo terminaría creyendo.
-No vivimos en unos de esos libros que tanto lees. Aquí nadie nos va a salvar, no va a venir tu amado príncipe a buscarnos –Susurró furioso.
Lo miré fijamente y apreté la mandíbula.
-Cállate. No sabes cuánto detesto estar aquí metida contigo.
Adoraba a mi hermano... pero es que era tan estúpido que me sacaba de mis casillas.
-Pues será mejor que aproveches estos momentos conmigo porque probablemente no salgamos vivos de esta situación. Al menos, estoy casi seguro de que yo no lo haré.
Un nudo se me instaló en la garganta y lo miré fijamente.
-No permitiré que te pase nada, hermanito –Susurré.
Daría mi vida por él, de eso estaba completamente segura.
-¡Buenos días! –Gritó uno de los chicos que nos mantenía secuestrados, abriendo la puerta.
Tanto Paulo como yo nos tensamos rápidamente. ¿Nos matarían ahora?
-¿Cómo durmieron los pequeños? –Preguntó el chico mientras cogía una silla y se sentaba en medio de los dos, de manera que pudiese vernos a ambos.
-Si estuviese en mi cama, podría haber dormido.
El chico me miró y sonrió con una ceja alzada. Sabía que estaba impresionado por el hecho de que no me mostraba asustada, o al menos, no tan asustada como mí hermano.
-¿No te relajas nunca? –Preguntó riéndose.
Fruncí el ceño y lo miré con todo el asco que podía.
-¿Cómo pretendes que me relaje estando secuestrada? ¿A caso eres estúpido?
Se levantó rápidamente, provocando que la silla cayese. Tanto Paulo como yo nos tensamos y saltamos del susto que nos había pegado.
El chico se echó a reír y se acercó lentamente a mí.
-La única estúpida eres tú si crees que puedes hablarme como te parece –Dijo mientras pasaba lentamente el dedo índice por mi cara. Parecía fascinado, como si estuviese memorizando mi cara. Yo respiraba aterrorizada, mi pecho subía y bajaba fuertemente.
-¡Aléjate de ella! –Gritó Paulo.
El chico lo miró y sonrió macabramente. Acto seguido, comenzó a deslizar el dedo por mi cuello, y siguió bajando hasta que finalmente, me agarró la teta derecha completamente y la apretó levemente.
Me puse completamente roja y mi respiración se aceleró aún más.
-¡Suéltala! ¡No te atrevas a hacerle nada!
El chico se agachó hasta quedar a mi altura y me miró fijamente a los ojos, y comenzó a acercarse a mi cuello. Luego, me lo besó lentamente.
Estaba a punto de darme un paro cardíaco. ¿Por qué me hacía esto? ¿Me violaría?
Levantó la cabeza y me miró fijamente, entonces golpeé mi cabeza contra su labio.
-¡Puta! –Gritó separándose de mi mientras se llevaba los dedos hacia el labio.
Creía que lo había enfadado y que me golpearía, pero se limitó a reírse y a salir de la habitación.
FIN DEL FLASHBACK
Miré de reojo a Héctor y suspiré. Aún a día de hoy, me costaba creer que hubiese sentido algo por él. Algo a parte de asco y repulsión.
Justo en ese momento entró Natasha y nos observó a ambos detenidamente. Luego, se acercó hasta su escritorio y se sentó.
-Siento la tardanza. Ha habido un problema.
-¿Se puede saber cómo entra tu plan en mi plan? –Pregunté de golpe y porrazo. Estaba cansada de Natasha.
Natasha me miró con una ceja alzada y luego miró a Héctor, quien no me quitaba la vista de encima.
-Héctor te ayudará en todo lo que necesites. Es el más desalmado de todos y no tendrá ningún problema en ayudarte.
Entonces, lo comprendí.
Héctor sería el último en sobrevivir. Entonces, yo lo mataría. Lo mataría después de que se diese cuenta de que él mismo había matado a todos sus amigos. No había mayor sufrimiento que ese para él. Morir asesinado por la persona a la que tanto daño hiciste y sabiendo que te lo mereces por haber matado a las únicas personas que habían estado ahí siempre contigo, a tu familia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro