Fue agradable y doloroso, lo recuerdo como si fuese ayer porque aún mis labios palpitan el recordar los tuyos. ¿Recuerdas tú lo mismo? Recuerdo el aire que se mezclaba, la brisa caliente de dos cuerpos que se aproximaban, recuerdo el sabor, menta, tú siempre tan previsible, el caramelo todavía andaba allí, se deshizo entre nosotros dando frescor y sabor. Eran tus labios tan suaves que me encolerizaban, necesitaba romper esa suavidad, esa vulnerabilidad y convertirla en algo más fuerte, más tosco, es por ello que que te dejé sentir mi bocado, pero a diferencia de cómo lo imaginé este fue sutil, débil, como si una parte de mí no quisiera dañarte. El tiempo se hacía rápido y a la vez lento, confundía el movimiento de las manecillas del reloj con el de tu lengua traviesa a la que perseguía la mía como un par de niños jugando a encontrarse y a esconderse.

Y como todo en la vida, el juego llegó a su fin y tú te separaste, me ofreciste la sonrisa más hermosa del universo y yo supe en aquel momento que tus labios y los míos eran capaces de contar sus propias historias cuando estaban juntos.