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Vínculo

Rumford, Maine, Estados Unidos; 2018.

Enclavado en un frondoso valle rodeado de montañas, las mismas que son el atractivo de la región, Rumford, en el estado de Maine, cuenta con montañas que bien podría decirse están hechas para esquiar; Whitecap Mountain, que como bien dice su nombre, luce una cubierta de nieve casi todo el año y es la favorita de los esquiadores, Black Mountain al otro extremo carece de capa blanca la mayor parte del año, pero en invierno es un paraíso de deportes sobre nieve.

Rumford es un pueblo relativamente pequeño para la complacida comunidad local, que prefiere sea de ese modo. Pero para Brandon Hunt es una prisión. Sus malas decisiones lo han condenado a permanecer en el pueblo que conoce de cabo a rabo. Y en el que al igual que su padre nació y al igual que este, puede que muera un día cualquiera atropellado por una moto de nieve o atacado por algún venado furioso.

Y esas serían muertes interesantes, en lugar de terminar atropellado por un auto en la larga carretera de Canton road, que es recorrida a gran velocidad, por entusiastas en carreras clandestinas.

El joven se sorprende de que insistan, a pesar de los muchos que han muerto al intentar girar en el baldío de vagones, van a estrellarse contra estos en una barrida desastrosa sobre terreno arenoso. Los afortunados que salen ilesos, regresan en par de meses con un auto nuevo o reconstruido. Es una afición peligrosa y cara, sin fama ni gloria.

Y Brandon solo sueña con un auto en el cual recorrer los tres y medio kilómetros en menos tiempo del que lo hace en su bicicleta de cambios; o seguir recorriendo por la carretera hasta ver algo distinto que bosques y montañas.

Meditando en todo eso, da vueltas por la carga inventariando el contenido antes de guardarlo en el almacén donde trabaja. De pronto, siente un agarre en su cintura y ya sabe de quién se trata.

—¿Qué quieres Carrie? — pregunta sin voltear a verla, enfocado en su labor.

—¿En serio quieres que te lo diga? ¿Aquí?

Carrie Jones es la chica que Brandon teme que, si no se cuida, terminará con ella en una casa rodante con un niño en la cuna y otro en camino, dudando de su paternidad.

—Carrie, hoy no — replica con fastidio.

—Últimamente me rehúyes como plaga — rezonga la chica decepcionada — A ver. ¿Acaso olvidas quién te consoló cuando Vicky, se fue a la universidad en Nueva York?

—Eso no es justo, Carrie.

—Lo que no es justo es que me dejes con las ansias, Bran.

—Estoy seguro que encontrarás con quién calmar tus ansias, hoy — le soltó sin miramiento alguno.

Brandon sabía que la lastimaba al decir eso, pero tal vez recapacite y deje de seguir los pasos de su madre.

Carrie por su parte, siente un vuelco en el corazón al escuchar esas palabras. Pero no culpa al chico, sino a su madre que, tras la muerte de su padre en la montaña, se echó al desperdicio moral y una larga lista de hombres comenzaron a frecuentar la cabaña en la que vivían ambas solas.

De todos los que conoció, dos intentaron abusar de ella. Uno cuando apenas tenía diez años; otro a sus quince, al cual le abrió una herida en la cabeza con la sartén para que la soltara.

Ese, es el resultado de atraer a la misma clase de hombres, de la misma clase de lugares, por la misma razón. Razón que Carrie adoptó cuando se salió de la escuela y abandonó a su madre en la miseria de su alcoholismo.

Ese silencio que se cierne sobre su apartamento barato en las noches frías del invierno que ha de llegar; y busca el calor del mismo tipo de chicos, en los mismos lugares, por la misma razón que su madre. Miedo a la soledad.

Al caer la noche, Brandon ya no se fija en el cielo nocturno, sino que repite su costumbre de desencadenar su bicicleta y salir pedaleando del estacionamiento y recorrer sus tres kilómetros y medio, de regreso a su casa.

No hay sonido más reconfortante que el crepitar de los engranes de su bici, mientras deja que la bajada le lleve por inercia hasta llegar a la salida de Veterans Street, cruzar el puente para luego doblar hacia Canton road. La carretera tiene faroles, pero la mayoría no funciona y en medio de esa oscuridad, Brandon apura el paso, subiendo el cambio de la bicicleta y acelerando hasta sentir la cuesta en descenso, volviendo a dejar que la gravedad le lleve.

Unos minutos antes, más adelante y en la misma carretera, Jane Majors, se desliza a ciento ochenta y cinco kilómetros por hora, en un Dodge Charger del '17, en una carrera sin sentido y seguida de cerca por Moore en un vehículo similar, modelo del '12.

La chica saca todo de su motor y Moore la hostiga riendo y gritando con la posibilidad de ganarle a la campeona del circuito clandestino de Rumford.

—¡Así es muñeca! — grita pegando en el volante —. ¡Tal como lo apostamos! ¡Voy a cogerte, cariño! ¡Voy a cogerte!

Jane no necesita escuchar a Mat "El Toro" Moore, para saber que si pierde la carrera tendrá que acostarse con él.

—Eso no va a pasar, puerco — dice justo antes de tirar de la palanca de freno.

Gira con rapidez el volante hacia la izquierda y el Charger patina entrando al baldío derrapando en sus ruedas traseras. Suelta la palanca, acelera y al pasar por detrás del taller de camiones, tira del freno, gira a la derecha en una amplia curva rozando los vagones y regresa a la carretera en sentido contrario.

Por su parte, "El Toro" gira a la izquierda y derrapa haciendo un trecientos sesenta que lo desconcierta un poco, se recupera y acelera por detrás del taller, gira a la derecha, pero le faltaron los valiosos segundos para aplicar el freno y pega estrepitosamente contra un vagón. El Charger se incrusta en la esquina de este por su maletero doblándose y retorciéndose.

Moore lamenta su pérdida de cinco mil dólares y segundos después se vuelve un gran problema al ser acorralado por la policía.

Jane mira por el retrovisor y confiada conduce hacia la meta, cuando ve las luces de las patrullas que están a punto de cerrarle el paso. Pero lejos de detenerse, su pie se hunde en el pedal y el auto ruge por el esfuerzo de acelerar. "Corre hasta que la muerte te alcance".

Apenas cruzó raspando la pintura del Charger, con el parachoques de la patrulla y se pierde de vista por la oscura carretera. Pesadamente la patrulla emprende la persecución, pero pronto se dan cuenta de que no logran divisar el auto en fuga y siguen de largo, sabiendo que no atraparán a nadie más esa noche.

Jane Majors, se ríe de su hazaña y sale tranquilamente de su escondite. Poco a poco va acelerando hasta alcanzar los cien kilómetros. Complacida, enciende la radio y esta comienza a tocar "Kickstart my heart" del grupo Mötley Crüe. Se relaja. Sigue el ritmo en el volante y sus labios forman las palabras de la canción. Está extrañamente más feliz de lo acostumbrado desde que se asentó en el pueblo seis meses atrás.

Su perseguidor había perdido su rastro hace años y duda que pueda imaginarse donde se encuentra ahora. Por fin, la vida le sonríe.

—¡Mierda!

Gira el volante para esquivar al chico en la bicicleta, gira demasiado, el vehículo se inclina cayendo de lado y Jane se encuentra de cabeza dando con el techo del vehículo, se endereza y vuelve a girar sobre sí, deteniéndose al pegar con un alto y grueso árbol.

Brandon se levanta pesadamente luego de haber caído a un lado de la carretera.

—¡Por Dios! — exclama al ver el auto que estuvo a punto de atropellarlo.

El vapor del radiador se escapa cubriendo la escena con una espesa neblina. De entre los metales retorcidos el joven ve salir a una chica tambaleándose confundida y Brandon sale corriendo en su auxilio.

La muchacha mira a todas partes, buscando ubicarse, luego se gira y ve los destrozos en su vehículo, lo patea y maldice cae de rodillas y se desploma en la inconsciencia. Brandon acelera su carrera y llega hasta ella.

—¡Oye! ¿Estás bien?.

Deja pasar unos segundos y al ver que no hay respuesta, se arrodilla junto a ella. La mira de lado a lado para ver que tan herida está. Moretones y cortes en todo el cuerpo, caída de lado, teme moverla, pero decide hacerlo para determinar su condición en la parte no expuesta.

La impresión ante lo que ve le marea. No puede creer que tenga tanto daño. Buena parte del hermoso rostro de la chica se había desgarrado, posiblemente al impactar el parabrisas. Se notaban los músculos y parte de la dentadura.

Jirones de piel cuelgan ennegrecidos del rostro deshecho y Brandon solo puede pensar que ha fallecido. Algo que lamenta porque, por su lado aún intacto, puede imaginar lo hermosa que era.

—Cuanto lo siento — alcanza a decir con tristeza, comenzando a sentir el peso de la culpa.

Sus ojos cerrados dan la impresión de que duerme plácidamente y el joven se deja caer lamentando la suerte de la chica desconocida. Pero ya no hay tiempo para lamentarse, sino para llamar a la policía y reportar el accidente. Buscando en su bolsillo el celular escucha un leve quejido.

Al principio dudó y pensó que fue una mala jugada de su mente, hasta que escucha un nuevo quejido. Sí. Ella se queja, aún está con vida.

Brandon se acerca a la joven con la esperanza de que no entre en shock.

—¡No te muevas! — Exclama —. Has tenido un accidente y estás muy mal.

Un nuevo quejido le indica que al parecer le ha escuchado.

Acerca su rostro al de ella para comprobar que aún respira.

—No te preocupes. Vas a estar ...

Los ojos de la joven se abren y Brandon siente que una mano fuerte le ha tomado por la nuca y le fuerza la cabeza hacia ella. El impacto de horror que siente le sorprende. Su rostro chocó contra la parte desfigurada de la chica y en su oído una tierna voz de mujer le susurra.

—Gracias por tu ayuda.

A estas palabras le sigue un dolor punzante en el cuello y solo alcanza a gritar. Ya es demasiado tarde para tratar de separarla de sí. Las piernas del joven se agitan con violencia y es inútil todo esfuerzo por despegarla. En su desespero, alcanza a tocar la frente de aquel ser que se alimenta de su sangre, Pero poco a poco, va perdiendo las fuerzas y una agradable sensación de paz le nubla la mente.

Todo se vuelve difuso al principio, ya no se nota el árbol que tenía enfrente. Todo se oscurece y en medio de la oscuridad se ha dado cuenta que está dejando de respirar.

Jane está extasiada por la calidez de la sangre que sorbe de Brandon. La sensación la lleva a un orgasmo, mientras en el fluido vienen los recuerdos, los sueños y deseos del joven.

Su rostro se recompone, la piel vuelve a surgir, los cortes se borran y los moretones se aclaran, mientras una gota de líquido oscuro brota de uno de sus ojos. Realmente este chico se lamentó por ella, pero Jane no puede evitarlo, su deseo de supervivencia es superior a su compasión.

Cuando al fin desprende sus labios del cuello del joven, el cuerpo de Brandon se desploma inerte con la piel gris carente de sangre. Ella siente la culpa por su muerte y se lamenta dejando escapar un leve llanto. Mas no se preocupa por esto, pronto se recuperará.

—Aún no sabes matar sin permitir que te afecten las emociones de tu presa.

La voz del hombre que ha presenciado todo desde la oscuridad provoca una sensación de derrota en Jane. Tanto tiempo huyendo de él y tan fácil que la encontró en ese pequeño pueblo discreto entre montañas.

—¿Alguna vez te acostumbras? — replica ella molesta.

—Recordando que lo que sientes, le pertenece a la presa, no a ti — responde el hombre que se acerca con pasos lentos.

—¡Supongo que para ti es fácil! — exclama la chica —. ¿Cuánto tiempo Talbot? ¿Cuánto para que deje de afectarte? ¿En qué momento te volviste un monstruo completo? Porque ya lo eras cuando te conocí.

—Tal vez es porque ya era un monstruo, antes que vampiro.

—Y así hasta la eternidad — declara ella con sarcasmo.

Talbot Moss se lleva la mano a su barbilla y el anillo de ónice con el relieve de un búho en la cresta arranca un leve destello de luz a la luna creciente.

Jane Majors, se acerca a su maestro y este la recibe en sus brazos.

—¿Ya te divertiste Ivana? — pregunta Talbot.

—Aquí, mi nombre es Jane. Jane Majors...

Moss soltó una carcajada tan sonora que todos los sonidos de la noche se apagaron.

—Ivana. Aun cambiando tu nombre te encontraré — declara el vampiro — Tenemos un vínculo que solo yo puedo romper.

—Solo quiero algo más de libertad — suplicó Ivana en un tono aniñado.

—La tienes querida — Talbot acaricia su cabello —. Yo también he estado jugando, los últimos treinta años, mientras te dejaba pensar que escapabas de mí. Y aprendí varias cosas.

—Ah; ¿Sí? ¿Cómo qué?

—Pues a no ser tan intransigente contigo.

Las palabras de Talbot iluminaron los ojos de Ivana en la oscuridad.

—Bien — sentencia ella —. Eso lo pondré a prueba. Llévame a un lujoso hotel.

Talbot se ríe divertido otra vez.

—De acuerdo. Pero recuerda no hacer desorden y procura ser más limpia al alimentarte — diciendo esto, roza su pulgar por los labios de Ivana que escurren sangre.

—¿Qué haré con el chico?

—Lo de siempre desaparecer el cadáver.

—Se llamaba Brandon.

—Ivana. No dejes que los recuerdos de la sangre te invadan.

Ivana se acerca al cuerpo del chico.

—Solo pensaba. ¿Y si me lo quedo?

—Así que ahora quieres ser maestra. — replica Talbot cruzando los brazos —. Lo has intentado y no has podido.

—Esta vez, lo lograré.

—¿Y qué si no? — pregunta el vampiro retándola.

—No volveré a alejarme de ti — anuncia la chica con determinación en su voz.

Por respuesta el vampiro extiende su mano hacia el cadáver y confía en que la chica haya aprendido.

—Si lo logras, romperé mi vínculo contigo y podrás hacer lo que quieras.

—Lo que esperaba escuchar — concuerda ella volteando el cuerpo de Brandon para que quede boca arriba.

Lo mira, acaricia su rostro con ternura y abre su boca. Entonces procede a abrir una larga y profunda herida en su muñeca dejando caer el oscuro líquido que emana de esta, dentro de la boca de Brandon.

Carrie Jones llegó hace horas a su apartamento frustrada de no haber encontrado compañía para pasar la noche. Es en esas noches en las que se fija en la ventana y el farol que brilla afuera, le tranquiliza. Porque la noche le da miedo desde pequeña.

Y ahora a sus veintitres, se enoja consigo misma por montar guardia y vigilar la ventana en espera de algún terror. Recuerda lo que su padre solía decir; "Carrie, si algo ha de cruzar la ventana es un ángel que viene a cuidarte".

Un ángel. Espera un ángel que la lleve lejos, que le muestre amor que...

Una sombra cruza por la ventana ocultando brevemente la luz del farol; y su corazón saltó de miedo. No. De terror, porque su mente pierde toda racionalidad y se enfoca en que lo que ha cruzado en medio de la oscuridad, es uno de esos terrores.

"Cálmate Carrie, solo fue un ave"; se dice para aminorar los acelerados latidos de su corazón. La mitad de su cuerpo está erguido, una de sus piernas se asoma al borde de la cama y sus oídos registran el más mínimo sonido.

Un leve grito se le escapa al escuchar que tocan a su puerta. Primero un toque leve, luego uno más contundente que la convence de saltar de la cama, cubrirse con la bata y nada más.

Antes de llegar a la sala, los golpes son imperiosos y violentos, lo que le hace pensar en quién podría ser. De seguro es Mat "El toro", debe estar ebrio y ha cambiado de opinión por lo que no dormirá sola. La emoción sacude todo su cuerpo, un momento de sexo desenfrenado y podrá dormir sintiendo el peso de alguien a su lado. Tal vez no sea un ángel, pero...

—¡Brandon!

Él sí es su ángel. El único que la ha tratado con ternura, el que la abraza luego del sexo y mantiene su cuerpo caliente mientras se duerme realmente protegida. El único, con quien quiere pasar el resto de su vida.

Pero se merece un leve castigo por dejarla ir sola y caminar las tres cuadras en la oscuridad; así que se voltea y cruza los brazos caminando unos pasos alejándose de él antes de reclamarle.

—¿Qué quieres? — pregunta con el tono exacto de despecho.

—¿Me invitas a pasar? — dice desde la entrada y Carrie se extraña que no lo haya hecho aún.

—Pues no sé si deba — replica ella, todavía con los brazos cruzados.

—Deja ese despecho — le reclama él aún desde la entrada con la puerta abierta —. O duerme sola.

Brandon hace el amague de comenzar a alejarse y ella estira su mano al llamarle.

—¡No te vayas! — le grita y no puede evitar que se oiga suplicante.

Brandon se voltea y vuelve a asumir su posición en la entrada.

—¿Me invitas a pasar? — volvió a preguntar con un tono más amenazador.

Carrie cede a su juego.

—Puedes pasar.

No bien termina de decir la última sílaba, lo ve moverse como un suspiro; solo alcanza a escuchar el portazo, antes de razonar lo que ha pasado está arrinconada entre la pared a su espalda y el cuerpo de Brandon frente a ella. Siente sus manos suspendidas en alto fuertemente asidas por una de las de Brandon. Esa reacción le provoca algo de miedo.

—¿Qué haces? Tú no eres así — le dice buscando calmarlo.

No hubo respuesta, solo un beso salvaje estrujando sus labios furiosamente que, al principio, Carrie corresponde con deseo, pero luego se vuelve dolorosa la forma en que siente ese beso como si más que excitarla pretendiera arrancarle el alma.

—¡Brandon! ¡Brandon me lastimas! — reclama al comenzar a sentir que sus manos se le entumecen en el agarre y no logra soltarlas.

Brandon cuela su mano entre sus muslos y la levanta con una fuerza que a la chica le parece inusual y el miedo vuelve a posarse en su mente confundida al verse elevada hasta que sus pechos quedan a la altura de la boca del joven y sus manos bajan todavía apretadas por el agarre de ese hombre salvaje que le arranca gemido de lujuria con cada sorbida en sus pezones.

De pronto un ardor en su seno le provocó un respingo y un leve grito.

—¡Eso me dolió! — le dice enojada — Creo que me cortaste con tus dientes.

Pero Brandon no hace caso, está como loco sorbiendo de la sangre que brotó del pequeño corte hasta que este se seca. Los capilares no sueltan sangre en la abundancia que desea y abre otro corte en la redondez del seno.

—Brandon — Carrie suaviza su tono buscando que la comprenda —. Estas ebrio y no te das cuenta, pero me lastimas.

Al decir esto, Brandon levanta la cabeza y un estremecimiento de horror recorre el cuerpo de la joven.

Los ojos de Brandon brillan de un intenso y malévolo color rojo oscuro pintados sobre una piel grisácea casi en negro. Un gris cadavérico que hace a Carrie aspirar aire con violencia, pero no soltarlo por temer a perder su espíritu en el aliento.

Quiere gritar y su grito se escapa al momento en que la mano que la sostiene en alto sale de entre sus muslos y se siente caer levemente y su caída es detenida. Solo siente un intenso dolor y ardor provocado por el frío cuerpo tan parecido a Brandon y Carrie se marea en medio del horror.

Él suelta sus manos que caen flácidas a los lados, la toma de la cintura y se hace de ella con la misma violencia con que la mira. Carrie está petrificada por el horror y no deja de ver a sus ojos en los que reconoce pura brutalidad y sangre.

Pero muy lejos, en un rincón apartado de su mente, la chica se ve sentada frente al tramo de río en que se encontraban al mediodía para almorzar. Lo ve llegar con la canasta que pone entre ellos.

—Creo que esto te va a gustar — le decía el Brandon Hunt que conocía. Amable. Sencillo.

Brandon, el de la sonrisa brillante que no le hacía insinuaciones. El chico tranquilo que pasaba sus dedos por su oreja, acariciando con ternura su cabello y le hacía cerrar los ojos en espera de un beso tierno en sus labios que la estremecía. El joven que la escuchaba, que la tomaba como la mujer que quería ser. Si no le hubiera fallado. Si le hubiera respetado en esa misma forma, él se habría quedado con ella.

El monstruo que tiene enfrente es la antítesis de aquel chico que la posee sin dejar de mirarle. Y en los ojos de esa criatura, que tanto se parece a él, ve toda la verdad. No puede culpar a su madre que solo ha estado enferma de sufrimiento. Y ella, ella enferma de miedo.

De pronto, el monstruo parpadea y una tristeza se dibuja en ese rostro de cadáver.

—Lo siento Carrie — le dice mientras se adentra en ella —. Esta sed es superior a mis fuerzas.

Acerca sus labios a su oreja y por muy extraño que parezca, lo que le escucha decir la calma.

—Pero quiero que sepas, que llegué a amarte.

Carrie le perdona. Le arranca la vida en ese momento en que la mordida en su cuello desgarra su piel, corta su arteria y deja salir su sangre a borbotones que entra en la boca del vampiro. Aun así, le perdona. La está liberando y abraza al hombre que realmente deseó amar volviéndose parte de él, a través de su sangre.

Ivana y Talbot observan desde lejos, como Brandon sale del apartamento tambaleándose como borracho. Su rostro más lozano, más humano; pero abrumado de sus acciones.

—Bueno niña — anuncia Moss sonriendo — Te libero de tu vínculo conmigo. Ahora, él es tu problema. Llévatelo lejos y enséñale a ser un digno ente de la noche.

Ivana ve como el nuevo vampiro se acerca a ella. No quiere, pero debe pues, esperará el momento adecuado para buscar cómo matarla. E Ivana sabe eso muy bien, porque sintió lo mismo con su primera sangre.


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