VIII. Eclipse.
—Como humanos poseemos restricciones y desventajas —decía al compás de sus pasos resonar sobre el suelo.
La enorme variedad del espectro luminoso que irradia el vitral baña en solemnidad la figura del maestro, mientras rodea a sus prospectos. Altivo.
»Nuestra naturaleza mundana no accede a la arcana de manera espontánea —dijo como si fuese un hecho intrascendente. Casual—, por ello vivimos menos, comparado a longevos como vampiros, angeles u otras especies —«Si no podemos acceder, ¿Somos útiles en La Orden? ¿Usted, siendo un humano ordinario, cómo es tan diestro?», esos y muchos pensamientos rondaron en las mentes de los presentes, contrariados—, no obstante, nuestro espíritu no teme a las adversidades —continúa misterioso—. Aunque una montaña atraviese el camino, el hombre hallará la manera de escalarla.
»Cueste lo que cueste, dure lo que dure, salimos adelante —hizo una danza dónde el agua protagoniza a su alrededor—. Pese a las dificultades, nos adaptamos y aprendemos —culminó su corto baile en un breve rocío, generando bajo el brillo del vitral un espectáculo magnánimo de refracción—, descubrimos que los cuatro (4) elementos básicos son asequibles a nuestras capacidades; descubrimos los estudios de hidromancia, geomancia, aeromancia y piromancia... —revela—. El Corpus Astral nace así con el fin de familiarizar el estado de supraconsciencia adecuado para hallar su talento real. Ahora, domínenlo —aseveró con rudeza.
Así transcurrieron en una ininterrumpida meditación, evocados en reconocer las fluctuaciones de energía en el ambiente, en el mundo, para adecuarse a utilizarlas en beneficio propio. Duraban horas. Aquel era el entrenamiento con mayor rigor, más que el físico, más que en el armamento. A veces inician al alba y culminan al ocaso o seguían aún en las sombras.
Ese día en particular, Urokodaki se compadeció de sus discípulos y les permitió marchar horas previas a siquiera la noche decorar el firmamento con algún rastro.
—Maestro... —pero el burdeos no partió—. Perdone la molestia.
—No hacen falta sus disculpas, joven Kamado. —Se hallaba concentrado en su meditación. Aún cuando le habló, no deformó su postura ni un milímetro—. Usted dígame las dudas que le agobian y yo veré si podré aclararlas.
Asintiendo, el joven se sentó a la par de su maestro. Inhaló profundamente en búsqueda de las palabras adecuadas a sus interrogantes.
—Dice... —titubeó no muy de acuerdo a empezar de tal forma—. Dice... —y suspiró resignado. A falta de un discurso cortés, se limitó a olvidar el cuidado—. Afirma que las arcanas son únicas aunque similares. No comprendo. Usted que se especializa en la hidromancia e instruye su conocimiento, muchos de sus prospectos, contándome, hemos adoptado su elemento. ¿Qué diferencia hay entre su arcana y la mía?
Cuestiona al fin la interrogante que con justa razón mora en su cabeza. Si argumenta con voz ávida de seguridad que no hay arcana igual, amenos que se comparta un Don hereditario, ¿Cómo él instruye si se desconoce las verdaderas capacidades de sus discípulos?
—Hace décadas, mientras seguía siendo un guerrero activo —relató anecdótico—, me encomendaron una misión en Visperiz, un pequeño reino dentro de la Región de Galaqtêa —explicó sin romper la concentración—. Debía salvar toda una aldea de elfos del ataque de un poderoso Demonio, pero llegué tarde —su voz sonó decaída. El recuerdo de ese fracaso aún le atormenta, Tanjiro olió el amargo aroma en su maestro—. Toda la aldea había sido exterminada. Cientos murieron. Sólo quedó un superviviente: un niño elfo —y el olor incrementó; las emociones incrementaron.
—¿Qué ocurrió con él?
—Lo acogí —y fue en esa respuesta que la postura de meditación se comprometió. El hombre, cuya máscara oculta sus facciones, levantó la mirada, melancólico—. Lo entrené. Como a los humanos, la arcana de los elfos puede sincronizarse con los elementos básicos, así que no me resultó diferente instruirle. —«Comprendo. Somos similares, pero ellos tienen una naturaleza más susceptible al misticismo» concertó—. Eh igual a mí, demostró afinidad al elemento del agua. Es un prodigio —admitió con un aroma a orgullo paterno que hizo sonreír al ojirubí—. Entonces... ¿Cuál es la diferencia entre ambos?
»Ese es el talento —revela conectando las miradas—. Él no ejecuta las técnicas que yo sí; el Don de su arcana le permite otras habilidades. Ambos hacemos gala de habilidades irrepetibles. —El chico, cabizbajo, oía analítico—. Entiende muy bien, Tanjiro, el elemento puede asemejarse, pero el talento de la arcana es único —asegura como enseñanza—. Hay talentos desarrollados prematuramente, otros no, pero sea como sea, es el entrenamiento exhaustivo lo que impulsa a descubrirnos, por ello, mientras hallan su Don y sean útiles aún así, inculcó maniobras preestablecidas adecuadas para la naturaleza humana.
(...)
Y se ha cuestionado durante tanto tiempo cuál es el verdadero talento de su arcana.
Son innegables las hábiles maniobras que ha adquirido con la hidromancia. Si le preguntan a Takeo, diría que su hermano mayor es un adepto del agua. ¿Pero lo es? ¿Así como su maestro, su Don aún no despierto se equilibra al control del líquido vital? Lo cierto es que no tiene la certeza. Eso le consterna.
—¿Sigues ahí, Tanjiro? —Un chico rubio, contemporáneo entre los prospectos, menea su mano frente al rostro del burdeos. Cumplió el cometido esencial: traerlo de vuelta a la realidad; y su parpadeo repetido lo demostró—. ¿O acaso un Demonio suplantó tu intelecto para succionar tu alma desde adentro? —dramatiza muy exagerado.
—No creo que funcione así... —debatió Takeo, desdeñoso. En ningún momento apartó la vista del sendero de adoquines al responder. Odioso.
—Tsk, los poderes demoníacos trascienden por sobre la Arcana, como un obsequio desconocido —contradice con aires dramaturgos y melodramaticos—; nunca se sabe lo que puedes encontrar —se hace el sabio—. Además, eres un mocoso, qué vas a saber tú.
—¡Me he ganado mi puesto como prospecto por muy «mocoso» qué soy! —Ofendido, el menor discutió elevando la voz, asesinando con la mirada al rubio—. He alcanzado lo que tú con menor edad, Yamada, siéntete avergonzado —sonrió burlesco.
—La edad es una atadura terrenal, es relativa, jovencito, el conocimiento y la habilidad van más allá de ello... —asegura con aires de sabio—, no haz alcanzado el nivel necesario de~.
—Mejor cállate, Hizashi Yamada, repites exactamente las mismas palabras que Shōta te dijo hace unos días.
—¡Hisashi Midoriya, arruinas mi momento de sabiduría! —El nombrado suspira divertido, a la vez que niega con la cabeza pensando: «Lo menos que haces es parecer listo, al contrario, quedas como un imbécil».
—Das pena. —Asevera la voz de Shōta desde el fondo, profunda y somnolienta.
—¡Ja! —Se burla Takeo.
—¡Aizawa!
—Concéntrate en leer y crear tus propias ideas —continúa, pese a las quejas de su amigo—. No seas el eco resonante que divulgue las palabras de otros hombres. Usa el intelecto para forjar opiniones únicas de tu perspectiva, tu visión del mundo. Aprende, Yamada.
Takeo lanza una risotada sarcástica, divertido por las reprimendas dirigidas a su camarada. Todavía más al ver la cara acojonada que éste gesticula.
—Y Kamado Takeo —Makomo, relajada como lo aparenta, interrumpe las carcajadas del menor—, admiro la persistencia que has dedicado para ser elegido por nuestro Maestro —acepta su logro—, pero es de tontos menospreciar las ventajas dadas por los años. —Ella le sonríe con enigma, pasivo-agresiva, aleccionando—. Tu semilla apenas sí germina. El tallo de tu experiencia y arcana sigue blando. Si quieres que sea un tronco fuerte y venerado, la edad proporcionará lo necesario.
—¡Uhhhhhhhh! —Exclama Hizashi Yamada, aprovechando la oportunidad para devolver las burlas—. Fuiste regañado.
—¡Tu también pedazo de escroto de reptil!
—¡Pero a ti te bajaron los humos, monigote pigmeo cabeza de jitomate podrido!
Antes que la discusión entre ambos escale a gritos desmedidos llenos de insultos originales y creativos, como niños peleando por algún dulce o juguete, Tanjiro interrumpe colocando su mano en el hombro de su hermano. El menor voltea por instinto, tomado desprevenido. Lo que recibió fue la sonrisa reconfortante del burdeos, intentando transmitirle serenidad. Sin embargo, para Takeo fue un gesto de «ya es suficiente», una orden tácita que, aunque le disguste, aceptó de mala gana.
—Agradezco que te hayas preocupado por mí, Yamada. —El ojirubí le sonríe gentil, agradecido sinceramente. En cuanto al nombrado, se rasca la nuca conmovido por las palabras—. Estoy bien, ningún Demonio ha intentado succionar mi alma desde mis entrañas —bromea—. Eres un gran amigo.
—¡Awww, Tanjiro!
El Kamado menor bufa de hastío desde su puesto y rueda los ojos. A veces, esa amabilidad extrema de su hermano le parece insana. ¿Es normal qué el burdeos le vea a todo el lado positivo? Él lo duda. «Debe ser que tiene un retraso mental» y llega a esa conclusión.
»¿En qué tanto pensabas? —interroga con voz melosa, opuesta a la usada contra Takeo—. Makomo te hablaba y la ignorabas.
—¿En serio? —Observó a su amiga, avergonzado—. Ay, lo siento, Makomo.
—Descuida —ella le restó importancia, con una sonrisa amigable—. Al final no decía nada importante.
—Aún así, discúlpame —insiste—. Me distraje pensando en lo que podría pasar al llegar a Eclipse que no me fijé en lo demás —dice aquel joven burdeos entre apremiante y cómico, rascando su nuca sonriente—. Que tonto...
Ahondar en las mil y un probabilidades con respecto a un acontecimiento tan significativo para el futuro de una vida, de demasiadas vidas, es absorbente. No podían juzgarlo al estar igual o peor de preocupados que él. Es normal, como la espera de una propuesta de trabajo o cualquier otra oportunidad a priori.
A diferencia del burdeos, quién se concentra y retrae a reflexionar, pero mantiene su jovialidad, Yamada habla y habla para mermar sus nervios; cabe destacar que tiene dos (2) días del viaje con escasos intervalos de silencio. O el Kamado menor, contrario a su hermano, se vuelve más gruñón de lo ordinario.
Cada quién lidia con los nervios y la expectativa a su manera. Es un hecho.
—Te comprendo —agrega aquel con mayor edad entre los discípulos de Urokodaki, Hisashi Midoriya—. No obstante, deberíamos distraer esto —señala su cabeza— en cualquier otra simpleza e impedir pensamientos contraproducentes que, envés de motivación, nos genera miedo —aconseja él mientras acaricia delicadamente el cogote de su corcel, un unicornio rosa—, ¿Verdad, Pinky Pie? —el animal relincha en respuesta, haciendo sonreír a todos, inclusive Aizawa con un sutil gesto—. Al menos yo lo haré —culmina rotundo.
La determinación expresada fue tan contagiosa que Tanjiro sonrió despreocupado, dándole la razón.
A veces el misterio del porvenir puede ser aterrador, una marea de sucesos feroces capaces de ahogar bajo su turbulencia, pero esa es la belleza que tiene la vida, desconocer las sorpresas a su mano. Es imposible preveer lo que depara el futuro, ni mucho menos impedirlo, sólo hay que saber aceptar y afrontarlo con positividad.
—Yo también lo haré.
~•~•~•~•~
El Astro se hallaba en su trono, bañando el paisaje con su capa dorada.
Aún con la armoniosa belleza y elegancia del Jardín de los Sagitarios, su interés ni siquiera rota entorno a los animalitos fantástico que gozan del espacio o de la creatividad en el arte de sus matorrales y árboles. Ni siquiera le interesó la inmensa muralla espinosa de enredaderas que limitan a la Ciudad de Sheraton, la Capital del Reino de Bablion, con el Bosque de los Vagabundos. Se le antoja tan banal. Lo que en su mente prioriza es el recuerdo de aquella noche.
Rememorar el tacto húmedo en su piel, le estremece. Aquella mirada depredadora embriagada en lujuria, le trae de vuelta las intensas sensaciones. Los sonidos íntimos mezclados en un concierto exitante, no los aparta de su cabeza. La dominación de uno por sobre ambos cuerpos... No olvida lo que el bosque atestiguó y está segura que su compañero tampoco podrá hacerlo. Jamás.
—Señorita. —Voltea saliendo de su ensimismamiento—. Lord Xterra de Sagitario ya puede recibirle a usted y a sus acompañantes —informa cortés—. Sígame, por favor.
Acató en silencio.
Suelos de cristal translúcido, una especie de vidrio sólido que da la impresión de caminar sobre el aire mismo, se extiende a lo largo de los pasillos que ella recorrió siguiendo a la amable doncella. Paredes hechas de amatistas pulidas y puertas plegables de mármol, siempre cerradas, adornaban el trayecto. Era hermosa la combinación de colores púrpuras y blancos. Tan suave para la vista. Le recuerda a la primavera. Le recuerda a su hogar.
—¿Y PARA QUÉ QUIERE VERNOS UN VEJETE COMO TÚ?
—¡¡Inosuke respeta, no seas ofensivo!!
Escuchó muy claramente y se pasmo antes de llegar a la habitación a la cual le guían.
Un extraño nerviosismo se aferró a sus piernas y osado, viajo hasta llegar allá a sus manos, haciéndolas bailar de un lado para el otro, erráticas. Empuñó en acto reflejo al notar tal compulsión indebida. La ansiedad, impertinente, se extiende, se aprovecha de su estado para apropiarse de cada recoveco de su anatomía, corroborando la dificultad de movimiento. Le desagrada. Es como si no tuviese control de sí.
Al ver el amago de la doncella de abrir la puerta de ingreso a la habitación, Kanao se limitó a suspirar con pesadez, una exhalación que se prolongó más de lo estimado. «Una vida perfeccionando el arte de controlar las emociones... no voy a perder la compostura ahora», se endereza, ya más estable, y recobra las funciones motrices.
Respira hondo y retiene el aire para atravesar el umbral: un marco aperlado con vetas plateadas y heráldicas de oro. Aunque no se sentía lista, confronta a sus problemáticas.
Murata, sonrojado sin cabida a ocultarlo, tiene una expresión de reproche hacía el peliazul, aunque los ojos matizados en vergüenza; intenta no hacer contacto visual. En cambio Inosuke, lo percibe tan despreocupado y altanero ante Lord Xterra, ofensivo si le preguntan.
Aún así el terrateniente no parece disgustado por las actitudes irrespetuosas del joven. Se halla, incluso, sonriente.
El señor de la Casa Sagitario es un hombre de edad avanzada, un humano de ochenta y cinco (85) años, con nivea cabellera y surcos en la piel. Casi senil. No obstante, aún con su edad, es una persona muy jovial y agradable, risueño, que ha demostrado ser un pilar esencial para su Casa y un gran benefactor en La Orden. Indudablemente eficiente y proactivo.
—Milord —habló la doncella, atrayendo las miradas ha ambas mujeres—, la reconocida tsuguko a Paladín, Kanao Kocho —y presentó.
Kanao ingresó aparentando tranquilidad, aunque esté sintiendo los estragos del nerviosismo al verse con las miradas puestas en ella.
Frente a Lord Xterra, al lado de sus acompañantes, la joven hizo una cordial reverencia, un saludo correspondido con un sonrisa y un asentimiento de cabeza.
—¡Esperábamos por usted, señorita, Kocho! —Exclamó él, vivaracho, desbordando jovialidad en su risa roñosa y expresiones gentiles—. Su belleza ilumina ésta humilde alcoba y al arrugado corazón de éste pobre viejo decrépito —halagó.
Inosuke, gruñó de repente, como un animal rabioso.
Mientras Murata, incómodo por los cumplidos, tosió y carraspeó, interrumpiendo también el infructuoso parloteo; un monólogo más bien.
—Ay, me ahogué —disimuló, fulminando con la mirada al peliazul, advirtiéndole silencio —. Mis más sinceras disculpas por la irrupción, Lord Xterra. —Fingió pesar—. Tengo una preocupación, señor, quisiera saber si se cumplió efectivamente el motivo de nuestra misión —y aprovecho para ir al grano.
En respuesta, el hombre larga una estruendosa carcajada socarrona, confundiendo al vampiro.
—¡Me impresiona que tenga usted, una señorita tan formal y retraída, la protección de caballeros tan celosos! —expresa jocoso, observando a los jóvenes con una mirada cómplice y una sonrisa sugerente—. No imaginaba a una diestra espadachín tan... aventurera —insinuó, señalando a ambos masculinos con la mirada. Kanao, comprendiendo, enrojeció salvajemente—. Aunque, es mi culpa. Fui iluso al creer que su hermosura pasaría desapercibida, ¿No es así...? ¿Cuáles eran sus nombres? Mmm...
—¿Ah...? Yo~... ¿¡Ahh!? —Tartamudeo torpemente, sin saber que decir. Captó la indirecta nada disimulada, ¡Fue descarado! «¿Acaso sabe algo?», pensó preocupado.
En el caso de Inosuke, con una expresión de aburrimiento, rascaba su abundante cabellera, fuera de contexto.
La sonrisa en ese personaje se ensanchó.
—Pero le concedo la razón, eh... ¿Murata? —continúa, aún sonriente—, es mejor ir al punto —acepta—. Se ha dispuesto a una legión de cien (100) Espadachines para apoyar a las Paladines. Deben ir en camino, han de llegar dentro de una semana al Desierto de Aarames.
—¿Cien (100)? ¿Una semana? —pregunta inconforme—. Disculpe, Lord de la Casa Sagitario, pero según la información recolectada, las Paladines podrían enfrentarse no sólo a un bastión de Demonios, sino que, muy posiblemente, a un Diamante —acota lo último con preocupación contagiosa—. Creo que debería enviarse a más refuerzos con un método de desplazamiento veloz al actual.
Lo sopesó.
Concede que de ser el caso, las ilustres guerreras irán a necesitar refuerzos, aún así le resulta imprudente disponer de una tropa tan sustanciosa para una misión basada en meras suposiciones. Ello conllevaría a movilizar de sus puestos a muchos centinelas propuestos para la seguridad y defensa. Dejarían la ciudad desprotegida.
—¿Cuan confiable es la información?
—Totalmente —responde el vampiro, con total certeza.
—Disculpe la insistencia, pero cómo está tan seguro —cuestiona perspicaz.
—Porque yo la recolecte —asevera.
—Si es el caso, confiaré en su destreza, joven Murata —asiente convencido—. Dispondré a doscientos (200) Espadachines más con égidas Trecerrak para un traslado el doble de rápido y así se reúnan con sus camaradas —informa pensativo, como calculando—. De esta manera, mínimo, tardarían tres (3) días en llegar.
—Se lo agradezco, Lord Xterra.
—En cuanto al segundo pedido... —agrega para el desconcierto del vampiro—, Señorita Kanao, ¿Está usted segura? —ella asiente en afirmación—. Aún así debo preguntar. —Advierte—. ¿Cuánto desea ser un Espadachín Místico, joven Hashibira?
No hubo respuesta.
Los pelinegro, expectantes, observaron a Inosuke, quién veía los detalles del techo con una expresión distraída. Desinteresado de la conversación.
Aquel con la distancia más próxima al ojiverde, codeó su costado con fuerza, devolviéndolo a la realidad.
—¿¡Por qué me pegas, Marrana!?
El mal nombrado inhala y exhala, en búsqueda de la paz interior.
—Te hicieron una pregunta... Inosuke —indica lo más amigable posible, un vano intento forzado, tensando la mandíbula. Muy pasivo-agresivo.
—Si bueno —se rasca el oído con el meñique, viendo al hombre sentado en su silla cara frente a él—... Ellos me dijeron que los Espadachines Místicos son guerreros muy fuertes que solo pueden enfrentarse a monstruos aún más poderosos, así que... —dice, para señalarse asimismo con ojos ambiciosos—, si yo, el Campeón y Libertador de la Sabana, Inosuke Hashibira, los mata a todos, ¡Seré el más fuerte de toda Kimetsu! —Culmina airoso.
Lord Xterra parpadea.
Kanao inclina la cabeza.
Murata tuerce los ojos.
Y de repente, rompiendo el incómodo silencio, la doncella, aún en la habitación, se escucha reír al fondo—. Ay, lo siento —dice avergonzada tapándose la boca con las manos, notando las miradas.
—Por favor, váyase Maribel —la chica reverencia dos veces, apenada, y sale de la habitación. Al instante de su partida, Xterra se levanta de su trono y se acerca a Inosuke, con ojos analíticos.
—A simple vista noto que careces de bases con la Arcana. —A pasos lentos y concisos, el anciano rodea al peliazul manteniendo una mirada escrutadora, como un predador. Verse en esa situación no le gusta ni un poco al íncubo-jabalí, le resulta desagradable sentirse acechado—. No obstante, tú naturaleza híbrida te favorece —concede el hombre, conforme, tomando por sorpresa a los espadachines que, hasta ese instante, desconocían la dualidad del peliazul—. ¡Está bien! —grita de improviso, cara a cara con Hashibira, y coloca sus manos en ambos hombros del chico, haciéndole sobresaltar de la sorpresa—. Te dejaré ser un Espadachín Místico.
—¿Ajá...? —sus ojos verdes vieron confundido a sus amigos.
Sonriendo con burla, Murata se encoge de hombros, desentendido a las interrogantes.
—Ten —le entregó un pétalo de sagitario—. Como veo que tienes un lento entendimiento, te diré lo más fácil posible. Dále eso —señala el pétalo—, la Propuesta, a un soldado cuando llegues al Palacio Eclipse, sino te matarán —advirtió—. Y toma ésto también —le dió una semilla de cesamo—, contiene una égida Trecerrak que, al comerla, te teletransportará a la mismísima Fortaleza Magna —explica—. ¿Entendiste?
—No.
—Por los Titanes —suspira, reconsideración su decisión—. Inosuke, sólo te tienes que comer ésto y estarás en un lugar bonito, pero allá le tienes que dar a quién sea está florecita, ¿Ok?
—¿Y si no quiero? —refuta levantando una ceja.
—¿Por qué no vas a querer, Inosuke? —cuestiona confundido, sobándose el puente de la nariz, para impedir estresarse.
—¡Porque es mía!
—Pero tienes que dársela para que sepan que vas de mi parte.
—¿Acaso no puedes enviarles un mensaje o, mediante algún método de comunicación a distancia, llamarlos e informarles que el gran-?
—¡Solo da la maldita flor y ya! —interrumpe el vampiro, disgustado de la estupidez del híbrido. Entonces, dándose cuenta de lo que había hecho— me disculpo Lord Xterra —agrega por como se había expresado.
—Bien. —Se resigna el ojiverde, tomando ambos objetos.
—Excelente —celebra con una sonrisa complacida—. Por si las dudas~. ¿Inosuke? —ve como el chico se lleva la semilla a la boca sin previo aviso—. ¡Espera todavía —y así, sin despedirse o dar una mirada de agradecimiento, como mínimo, el gladiador priva con su presencia a la casa Sagitario, desapareciendo de las inmediaciones y del Reino de Bablion, dejando a unos exaltados Murata y Kanao atrás—...no te la comas! Vaya individuo.
~•~•~•~•~
Eclipse es la joya de la corona en la civilización de Wisteria. Preciosa sin dudas. Por algo es su Capital, no sólo por su historia.
Ubicada en la más grande meseta de la cadena montañosa de Atlas, una urbe desarrollada se alza con edificaciones impresionantes, castillos, santuarios... una arquitectura magnífica desbordante de riqueza en cada minúsculo detalle e infunde una sensación de confort y plenitud, como si una energía naciera de su interior.
Dividida en tres (3) notorios municipios, La Zona Rural, El Espacio Urbano y El Palacio Eclipse, Tanjiro Kamado se asombró de ver la convivencia en la ciudad.
Desde la llegada casi a la puesta del Sol, el grupo ha visto una vasta arboleda de Glicinias rodear la periferia de la meseta, como una jaula rosada que limita la ciudad en su centro.
Inmediatamente, recorrieron sustanciosos hacendados, pintorescos, vívidos, colmados de una diversidad de especies domésticas, gallinas, vacas, cerdos... y veían a personas trabajar en llanuras y sembradíos, algunos cambiaformas, otros elfos, razas ligadas a la naturaleza, cabalgando a caballo o unicornio, hasta qilins y uno que otro miembro de la familia de ceratopodos. La zona rural es una comunidad tranquila a las afueras de una metrópolis moderna. Pacífica.
Avanzando por calles asfaltadas, iluminadas con faroles de piedras fatuas y las luces frontales de vehículos futuristas ingravidos, atravesaron avenidas contaminadas de edificios monstruosos, rascacielos empresariales e industriales, con penhause y demás comodidades; catedrales votivas construidas para cada Titán, ancestrales con una arquitectura gótica; mansiones de diseños únicos, desde antigüos a innovadores; restaurantes, unos de comida vasca, otros con sazones refinados, y logra ver marisquerías, dulcerías, panaderías. Incluso, llegado a una calle de la inmensa red de avenidas, se encandilaron por los colores vivos de las proyecciones holográficas en las fachadas.
Los hermanos, ni ninguno de sus camaradas, había tenido la dicha de atestiguar siquiera tal grado de crecimiento en una ciudad. Tanta modernidad y elegancia... Es alucinante.
A diferencia de la vida en las afueras, la urbanización no manifiesta una arraigada interacción con la fauna local. Y, cohabitando en una comunidad diversa, la primera impresión de la interacción social fue una aparente naturalidad; es como si los conflictos raciales no existiesen.
Aunque son suposiciones superficiales.
Cualquiera comúnmente relacionaría al Palacio Eclipse con la residencia única de la alcurnia de Wisteria. Y no es del todo falso.
Excluido de la ciudad en un extenso terreno detrás de una verja custodiada, diferente a la impresión que suele dar su nombre a los visitantes, el Palacio Eclipse comprende cinco (5) áreas trascendentales.
El Jardín de los Héroes. Un espacio abierto que, además de ser el rellano del territorio, es un campo de conmemoraciones. Alberga estatuas auto-corregibles de pasados guerreros, que transfiguran sus poses en cierto período de tiempo. Su flora consta de árboles de Glicinias, junto a hermosos rosales, frondosos manzanos y lirios varicolor. Por supuesto, se conecta por un complejo sendero de adoquines en lugares como el laberinto del este, el lago ancestral al sur y las inmediaciones.
El Reactor. A primera vista es una construcción cilíndrica con una cúpula en su cima, como una torre lisa revestida de runas de protección, dónde entran y salen el personal autorizado; brujos y científicos. Tanjiro y compañía supieron más adelante que allí yace un obsequio del firmamento que abastece de energía a la capital completa.
La OPPAE, Organización Politécnica del Progreso Académico de Eclipse. Es un complejo académico destinado a forjar grandes mentes que persigan el progreso. Es el tercer edificio con mayor magnitud en la zona.
La Fortaleza Magna. Se superpone como un bastión imperial para la protección no sólo del Reino de Wisteria, sino de Kimetsu entero. Allí se reúnen los Espadachines Místicos. Es la sede principal de La Orden, un enorme fuerte de paredes macizas, resguardado con magia tan antigua y armas mortales. La Fortaleza es la edificación más vieja del Reino y data de su fundación.
Después de maravillarse con un encomiable paisaje lleno de alucinantes descubrimientos, los jóvenes al fin lograron llegar al Palacio Eclipse.
Lo vieron con impresión desorbitada.
Tan inmenso y glorioso, ¡Es fantástico! Lo que menos parece es un castillo. ¡Es un árbol en su concepción más simplificada! Un descomunal árbol de Glicinias.
Efectivamente, desde lejos se veía tal maravilla, por supuesto, es imposible ignorar semejante ancestro, aún así confiaron que era parte de la naturaleza, no miembro hogar de la realeza.
Su tronco podría ser la unión de dos rascacielos comunes y su frondoso follaje, bajo la luz de la Luna emergente, genera una agradable sombra en la caída de la noche. En la base del tronco, el Palacio se erige entorno al árbol, mostrando anexos de cristal, torres centinelas hechas de roca y estatuas arrodilladas como portal de ingreso. Allá en lo alto, poco previo al inicio de las ramificaciones, la luna llena eclipsada por la flor de glicinias devela al blasón real y, naciendo entorno a ello, líneas heráldicas que descienden por la superficie de la madera, hasta fundirse en la fachada como una decoración magistral.
Es hermoso y ni hablar de su interior.
Fueron cordialmente recibidos por un soldado real y guiados por pasillos de ámbar hacía un gran salón llena de espejos en sus paredes, justos debajo de un tragaluz del árbol que da al cielo estrellado, y en el cuál, aproximadamente, una centena de jóvenes aguardan.
Allí la gran cantidad de individuos se encuentran con los nervios a flor de piel. No hay que pensar demasiado para comprender que esas personas se hallaban a la espera por el mismo motivo que ellos, el olor a nerviosismo que impera en la habitación habla por sí mismo, y Tanjiro puede oírlo, mejor dicho, olerlo.
A excepción de un joven peliazul en la distancia que, despidiendo un singular aroma a tranquilidad, disfruta devorar del banquete al que nadie se decanta por probar debido a la ansiedad.
—¡Se han bienvenidos! —hablaron al unísono dos chicas en lo alto de un balcón, clamando la atención.
Eran una gemelas casi idénticas, una con el cabello tan blanco como la nieve y la otra con el cabello tan negro como la obsidiana. La única diferencia física que podría verse a la mirada ordinaria.
—Hemos llegado... —empieza la peliblanca.
—La familia real —y finaliza la pelinegra.
Ambas hermanas, en una acción coordinada a la perfección, levantan la cabeza conservando un gesto imperturbable y toman una postura de firmeza con las manos sujetas en la altura del vientre, observando fijamente al extremo opuesto al Salón.
Una sensación de paz se empecinó en los corazones de los prospectos en la sala, todos y cada uno se vió colmado por tal tranquilidad. La ansiedad menguo al grado de desaparecer junto a los temores. Era como si un confort embriagador aplacara los pesares y dejará un estado de relajación total. Adormecimiento placentero, así lo caracterizó Inosuke.
¿Qué lo causará?
—Para mí es un honor estar ante tantos niños valientes en ésta noche.
~•~•~•~•~
¡Al fin lo terminé mis Asistentes Administrativos! ¡Ufff! Se me había dificultado tanto y sé que aún debe tener algo incoherente o un error. Me disculpo por todo.
Pero allí está, mi octavo capítulo publicado. Ya pronto acabaré con el primer ciclo y conste, éste libro promete ser largo.
Bueno, espero que hayan tenido una linda Semana Santa, cuídense.
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