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Floreado Nocturno

Está es la segunda de tres entregas del especial «Flor Marchita» (si, lo hice especial), espero que lo disfrute todo aquel que llegue aquí 😁

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Un océano árido de arena que engulle a quién sea que entre, se extiende hasta el horizonte, infinito.

Allí el Titán abrasa impiadoso con su brillo cegador, calcinando en su implacable presencia, privando a las formas de vida de mayor tamaño el derecho a habitar en aquel paraje, careciendo de árboles y manantiales, haciendo de los días un martirio caluroso; una tumba seca dónde son pocos los que pueden sobrevivir.

Tuviéramos el mismo destino de muchos bajo la arena, sepultados y devorados por bichos, si mi hermana y yo no nos hubiéramos equipado con prevención.

Cabalgando camellos, el mamífero rumiante con el mejor aguante a estás condiciones, nos protegemos del destello de Odín bajo la sombra de un invento novedoso del Reino de Púlaris, llamado paraguas y para no sufrir de deshidratación, abastecimos las suficientes cantimploras para el viaje.

Además, el alimento nunca escaseó. Hasta ahora hemos atravesado media región sin inconvenientes. Aunque no lo hace menos agotador.

Si en las horas vespertinas, el desierto es un horno hirviente, el paisaje cambia drásticamente al velo de La Dama. Sobrecoge un frío de ultratumba.

—¡Mirad hermana! —Hago caso y miro en dirección hacia donde Kanae apunta—. Hemos llegado a los linderos de la Ciudad de Aarames.

En efecto, la sombra lúgubre de una urbe en crecimiento yace a nuestro norte, izando sus edificios como el ecosistema monstruoso de depredadores, carroñeros y depravados. La atmósfera exudada de aquel lugar se percibe a la distancia, tan tóxica y asfixiante. Es su influencia, lo supe al instante, que vivan los inadaptados pudiera ser, pero no, el poder descomunal del Diamante cubre Aarames.

—No nos adentremos en sus calles sin refuerzos —aconsejé observando la negrura ante mí. Fruncí el ceño—. Busquemos un lugar en donde aguardar por los destellos de Odín, de día tendremos mayor posibilidad que en la noche si de un Diamante se habla en éstas tierras herejes.

—¡Eres muy lista, hermanita! —Celebra sonriente—. Es preferible pasar la noche bajo techo, jummm... en éste desierto hace cada vez más frío.

Está en lo cierto. Siento que, a medida que nos acercamos a la guarida del esbirro de Muzan, su energía negativa colapsa el lugar, tergiversa las condiciones naturales.

Pero no solamente buscamos techo con la intención de resguardo.

Sabemos que un error sería menospreciar al letal enemigo. Debíamos aprovechar las pocas ventajas que tenemos; si logramos pasar desapercibidas y socavamos información, yo elaboraría un plan detallado que pondría en marcha cuando llegasen los refuerzos. El anonimato nos cubre y protege. La idea es conservarlo.

Las horas transcurrían en su ciclo eterno, ininterrumpido, duplicando la opacidad de la noche, ¿Ver? Es complicado. Apenas las estrellas se notan, La Dama despreció su trono y partió despojando la noche de su radiante farola.

Nos guiamos tan sólo con la intuición. Y, a duras penas, encontramos la silueta de una pequeña granja abandonada a las afueras de la ciudad, en el desierto. ¡Increíblemente conveniente! Demasiado conveniente diría yo...

La edificación principal no parece estar en buen estado estructural; la fachada ennegrecida llena de huecos y el pórtico destartalado dan muy mala impresión. Puede caer en cualquier momento. El establo cercado por un barandal caído en gran parte, luce viable para pasar la noche. Sin embargo, un presentimiento no me inspira confianza.

—Detente Kanae, calma. —Hace caso y lo agradezco. Me envía una mirada interrogante, no le respondo, mi concentración se haya en el establo—. ¿Lo percibes también? —Todo ser vivo desprende una Arcana, débil o fuerte, no importa; quién ha entrenado lo suficiente con la supraconciencia, debe tener la facultad de sentirla. Y soy hábil en ello.

—Si. Proviene del interior. —Sujeta la espada enfundada dentro de su toga, precavida.

Copió su acción.

La Arcana ajena es intensa, superior a un humano cualquiera, pero su presencia es desconcertante. No es ni violenta o serena. Tiene una densidad irrisoria que se me antoja subreal, como un campo invisible que, pese a no verse, se sabe que está allí.

Eso es lo peor. Por la dualidad de su ser, no puedo determinar sus intenciones. La Arcana de un asesino, un psicópata o un alma malvada, desprende una corrupción notoria, opuesto a su contraparte. Y en tierras dónde la maldad prolifera, ¿Qué puedo esperar hallar? No obstante, sea lo que sea que encuentre, es difícil determinar su naturaleza, me deja a ciegas.

—Se mueve. —Informa alzando la guardia en una postura amenazante. He de admitir, no ha voz alta por supuesto, que prefiero a Kanae en su faceta de guerrera. Es más intimidante.

—Está por salir, prepárate.

Ocultas en la intimidad de las sombras, empuñamos las espadas. No aguardamos por su salida, actuamos. Nos movimos con cautela en dirección al ignoto individuo. Pero detuvimos los pasos al silencio sepulcral del inhóspito desierto ser suplantando por el crujido de la madera. Y las puertas se abrieron.

Mi hermana y yo acudimos en una reacción coordinada, cada una se movió por su lado, pero a un mismo ritmo. Tan sigilosas como el rumor del viento nocturno en ese paraje infértil. El sujeto apenas pudo intentar cerrar las puertas, cuándo ya lo teníamos inmovilizado en medio de nuestro acero, listas para matarle en el mínimo signo de hostilidad.

—Si te mueves —dije amenazante—, te mueres.

Lo oigo tragar grueso, sorprendido. Aún así, con un Estoque punzando la espalda y la Falcata prometiendo cercenar la carótida, tuvo la osadía de chasquear los dedos y encender las luces en el interior del establo. Por poco, casi le apuñaló el corazón.

Por precaución, inspeccione en una ojeada el interior de las caballerizas. No había nada perjudicial, a menos que un manso camello se transformará en una bestia sanguinaria, todo estaba bien.

—¿Quién eres y qué haces aquí? —Le eché una miradita de soslayo a mi hermana, pero alcé una ceja, consternada. Ella está sonrojada y disimuladamente impresionada. La conozco, incluso me atrevo a decir que se balancea jocosa—. ¿Kanae...?

La nombrada observaba fijamente al individuo, así que hice lo propio.

Esta sin camisa, destacando su piel pulcra, carente de esas heridas que solo tienen los guerreros, brilla en un impecable olivo, mientras su cabellera dorada como el destello del Astro Rey ondea por la brisa. Cada músculo está definido a la perfección, duro y marcado. Al verlo el calor subió a mi rostro. Es hermoso. Es un hombre sensual que despide una peculiar atracción.

—¡Pero que descortés soy! —Su voz profunda y masculina hace estragos en mí. Juro sentir mi alma temblar de goce y nerviosismo—. Es un placer conocerlas señoritas, mi nombre es Douma.

—He... yo... ¿Ah?

Cualquier función en mí se congeló enseguida al hacer contacto visual con esas perlas cuyo vasto abanico de colores luchan en su interior. Nunca antes había visto una mirada así, como un mismísimo arcoíris capturado.

—¡Eres un hombre muy apuesto! —Kanae bajó la guardia y apartó el filo de su sable de la garganta masculina.

—¡Oh, gracias! Eres muy amable. —Sonríe galante—. Pero ante la belleza de la que ustedes gozan no existe comparación —halaga.

Oigo a Kanae chillar de emoción. Le fascina ser halagada.

—¡Aprobado! —y grita con una sonrisa de oreja a oreja. Tanto el apuesto hombre como yo levantamos las cejas confundidos por su arrebato—. ¡Eres el marido perfecto para mi hermana Shinobu!

«¡Oh, por Zoí!». Inhalé y exhalé aire.

La grave acústica de una risa agraciada tuvo acto de presencia, tan masculina e hipnótica. De verdad que juro sentir algo revolucionar en mi interior. Inmediatamente el color subió por mis mejillas hasta establecerse en la nariz, enrojecidas.

Avergonzada hasta la médula, ignore deliberadamente lo dicho por mi hermana, no sin antes fulminarla con la mirada por supuesto.

—Repito mi pregunta, ¿Que haces aquí? —Logré decir. ¡Logré decir!

Douma pone cara de circunstancia. La hermosa simetría de su rostro aparenta genuina preocupación al fruncirse de tal manera que, ese atractivo antinatural, se acentúa.

Titubee. Esa seguridad implacable que he construido flaqueo al ver la dulce expresión de pesar y tristeza en su rostro. Esa cosita tierna me enterneció.

—La vida en el desierto es terrible —explica—. Los días calurosos eran un bálsamo para la agonía que se despierta en la noche; Aarames es un devorador nocturno y sus pesadillas gozan en acechar al débil. —Hace una pausa y observa la inmensidad del cielo, rememorando sus penurias. Esos ojos magníficos eran como dos cristales transparentes sumergidos en un océano de lamento—. Pero no hablo de la muerte, mis estimadas. —Me ve fijamente—. Hay peores destinos.

»Fui usado, drenado de voluntad y ultrajado para saciar bajos deseos. —Estaba nerviosa, la intensidad en su mirada me ponía los pelos de punta—. Degradado a un simple objeto desechable. Mudo. Esclavizado. —Me da tanta impotencia sus acusaciones. Ah sufrido como he oído a bastantes mujeres sufrir. ¿Puede pasar? Por supuesto que sí—. Aunque... no sé, tal vez fue intervención divina, pero... algo pasó al sur de la región que me dió la oportunidad y...

—Escapaste —determiné.

—Escapé —confirma.

Ha de hablar de la caída de La Sabana. Eso demuestra la gran influenza comercial que aquella ciudad tenía en la Región de Aarames. Puede que esto conlleve un declive en su economía. Bien.

Ya visualizo el proyecto de futuras reformas para toda ésta región.

—Es tan triste. —Lamenta mi hermana mayor.

—A veces creen que, por ser un Íncubo, mi única finalidad es la satisfacción de la carne. —¡Con razón su extraordinaria belleza, inusitada sensualidad y patológica atracción! Es un Íncubo, una especie cuya Arcana infunde tales efectos—. Piensan que no tengo sentimientos...

—¡Pero ya puedes ser libre! —Celebra la dulce Kanae. La expresión de tristeza en Douma cambia, convirtiéndose en un gesto de felicidad.

Nos dedica una sonrisa de dientes pulcros, tan hermosa y elegante. Quedé embobada por tal simple gesto, pero lo que dijo a continuación, devolvió la lucidez.

—Supongo que gracias a ustedes, señoritas... —Frunzo el ceño. Lo veo acercase a mi hermana con aparente agradecimiento—, y la dedicación que los Espadachines Místicos invierten.

Mi cerebro hace rápida sinapsis y sin pensar de más, me muevo de manera precipitada, impidiendo que el hombre tenga contacto alguno con mi hermana.

—¡No la toques! —Exijo y levanto el Estoque, creando una separación entre él y nosotras—. ¡Ni te acerques!

Amenaze con mi arma, sin dudarlo, precavida a cualquier reacción y vi como levantaba las manos, presumiendo indefensión.

—¡Si hice algo malo, lo siento! —Doy un paso atrás, obligando a Kanae a darlo—. Jamás quise incomodar... —y sigue esforzándose por disculparse.

—¿Shinobu, qué...?

—No caigas en sus argucias ni encantos —le aconsejo. En ningún momento aparté la mirada de Douma o como sea que se llame y, aunque su belleza me confunda, me mantuve firme—. ¡Es un charlatán! Nunca le dijimos que éramos Espadachines.

—Creo que se confunde, no me refería a ustedes.

¿Es enserio? ¿Ese fue su intento para remediar su equivocacion? ¿Tengo cara de estúpida?

Mi hermana suele ser gentil y confiada, pero no es tonta. Reconoce los hechos exanime y los reconstruye, tal como se nos enseñó, para llegar a una conclusión indiscriminada, inteligente y táctica de los eventos. Por eso somos tan buenas en descubrir mentirosos.

Y, al no obtener la defensa de Kanae, él comprendió al fin el fracaso y lo absurdo de continuar con su ardid. ¡Que se joda! Aún así empezó a reír.

Para el desconcierto nuestro, la risa del rubio inició siendo forzada, intentando no exteriorizarla. Poco a poco fue agarrando fuerza, hasta serle imposible contenerla. Carcajeó con una maníaca diversión absoluta pintada en el rostro.

—¡Eres difícil de engañar! ¡Me encanta! —Tergiversó su expresión corporal. De un sumiso hombre humilde con aires de alcurnia empírica, demostró la ferocidad de la soberbia y la altivez del poder. Un lobo vestido de cordero—. Aún así, todas caen.

Tragué saliva y pregunté sin titubear—: ¿Quién mierda eres? —Pude sentir la temperatura caer, como si envés del desierto, estuviéramos en la tundra. No me agradó.

—Ya te lo había dicho... —hace un puchero—, ¿Acaso no confías en mí?

—¡Déjate de idioteces y habla!

«Está jugando con nosotras... No me gusta ese exceso de confianza. Definitivamente, es peligroso. ¿Quién es él?». Siento la mano de Kanae en el hombro, comparte mis precauciones con el rubio.

—¡Oh! —dramatiza—. Entonces quieres una presentación formal, con todo y títulos. —Curveó sus labios en una sonrisa cínica y su mirada brilló con la chispa viva de la malicia—. Bien. Soy Douma de Aarames, Primero con el nombre, el Poseedor de la Divina Gracia y Belleza, Usurpador Tirano, Inequívoco Sultán de las Arenas Hirvientes, el Amo Cruel del Invierno Infernal y el Diamante Arcoíris.

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