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Botón de Flor

Una chiquita aclaración... éste capítulo es parte de un breve suceso en la historia llamado «Flor Marchita»; es un complemento, pues la trama en sí se enfoca en la Trinidad: Tanjiro, Zenitsu e Inosuke.

Son libres de leer o no leerlo. Aunque recomiendo hacerlo, pero de todas formas los eventos que se mostrarán a continuación, van a terminar explicados más adelante.

Besos 💋.

~•~•~•~•~

El canto de mis padrastros, una dulce balada Andante que produce una sensación de regocijo y tranquilidad, una estabilidad plena que atenúa cualquier deseo de resolución: una Consonancia gustosa; me hizo sonreír junto a esas lágrimas que se desbordan de mis ojos.

Sentí sus alas extender su longitud, me rodeó con su cálida superficie. Sentí protección, sentí su cariño.

Y eso es a lo que más le temo: perder la felicidad, perder a mis seres amados. El pensamiento de no sentir el aprecio de ellos me asusta. Que ya no me quieran, es aterrador. Supongo que a ello se debe mi renuencia en asistir a la ceremonia.

—Vamos, mi dulce Nymphalidae*. —Pero al parecer, ellos tenían toda la intención de ir.

—Ésto lo tenemos que hacer —me sujeté más a mi madrastra, obsecada—. Tranquila, Shinobu, ya verás que lo que ocurra, será para mejor.

Quizá tenga razón. Quizá se equivoca. No obstante, lo cierto es que no puedo escapar, tengo que ser valiente.

Así fue que salimos de una humilde casita, ubicada allá en un pequeño pueblito en el Bosque Alicantino. Viajamos por dos días y dos noches descansando en tanto. Mis padrastros volaban por los aires mientras me cargaban y al atardecer del tercer día, el día conmemorativo, finalmente llegamos al Valle de los Orígenes.

Díez (10) placas vitreas, las Lágrimas de Morfosis, preceden a las altas columnas circundante a un santuario impecable. Hecho de cuarzo blanco, el santuario milenario es una construcción sublime, pregona un elaborado trabajo en la talla y las esculturas honoríficas de las deidades (cabe destacar que también son de cuarzo), Neith y Zoí: la pareja Titánica de la prosperidad y la naturaleza; tomados de manos, simulando un baile, un vals entre ambos.

Según cuentos fantásticos que mi padrastro decía en las noches, que disque le contó su madre, hablaba de un baile apasionado entre el Domador y la Jardinera. Una íntima conexión entre los precursores de la abundancia. Se dice que era un vaivén suave en dónde hubo un páramo yermo y, cuya danza, fertilizó aquel paraje; tejió lo que ahora es.

Algunos creen que los Nueve (9) Bosques Feéricos convergen en el valle u otros aseguran qué de allí parten. Sea lo que sea, lo cierto es que el conglomerado de ninfas sobrepasa con creces lo que alguna vez hubiera imaginado. Éramos demasiadas.

Estás historias transmitidas en cantos y fábulas, hablan de las primeras ninfas Jóvenes; ellas se postraron sobre las lágrimas laminadas de sus creadores y bajo el brillo de La Dama, la Escarcha las arropó, dándole una identidad. Así nacieron las diferentes especies de Ninfas.

Tal que, al mismo día de cada año se conmemora y repite el evento. Dónde las ninfas Jóvenes habrán de atravesar la Metamorfosis. Una obligación. Una ley divina. Un deber que de incumplirse, el costo es elevado, condenando a quien sea a vagar por Kimetsu sin escarcha, regida por las leyes de sangre como humano.

Ha ello la masiva asistencia.

—¡Que inicie! —clamó el Sumo Sacerdote. Se hizo el silencio—. Bendito sean los bosques fundadores. —Repetimos a coro—. Bendita sea la benevolencia de los todopoderoso Padres de la Prosperidad —Repetimos a coro—. Bendita sea la Escarcha que nos exime de la Sangre y da protección.

Cantamos al unísono: «Capullo naciente de luz de Luna que la bestia dé fertilidad y la jardinera bien en gracias cuide. Vea bien su madurez y vea bien su tallo crecer. Fortalece, enriquece y dota de sencillez, que la ninfa renazca de lo que fue y dejará de ser». Esa última estrofa la repetimos hasta que la brecha se abrió.

—¡Los Titanes nos han oído! —aclama la discípula del Sumo Sacerdote: una Nereida de cabello violeta y piel levemente verdosa. Y posterior a sus palabras, las láminas en el suelo empezaron a reflejar el destello lunar, dejando ver virutas de polvo pulular en un movimiento circundante—. ¿Quienes serán los primeros valientes en su Metamorfosis?

Hubo dudas y preocupación. Yo la sentí. Yo también la tenía. Sin embargo, al cabo de cortos segundos, un grupo con la cantidad exacta de placas en suelo se ofreció.

En este punto observé analítica.

Esos díez individuos se pararon sobre las láminas de cristal e inmediatamente el polvo que revoloteaba siempre en medio del brillo, empezó a girar en manera sincronizada, desplegando una amalgama de colores. Aumentaban la densidad al grado de ocultar a sus habitantes bajo su espesor. Era como un remolino iridiscente.

Pocos minutos después, cada remolino chispeante llegó aminorar la velocidad debido a la adquisición de un color determinado; uno naranja, otra violeta, un trío de verde, un par celeste, dos más cobrizos y finalmente plateado. Así destacaron.

Hasta detenerse con los Jóvenes siendo ninfas.

Vi llanto de tristeza como de alegría, reacciones de decepción como de júbilo. Hubo padrastros que vieron a quienes cuidaron ir con otra familia, resignados, atestiguando a hijos encontrarse con sus padres. Hubo familias que descubrieron ser verdaderos padres de sus hijos. Hubo quién nació de Dríades, pero su naturaleza fue de Corícides.

Empatizo con ellos. Los diez. Pocos, muy pocos, volvieron con la familia creída temporal. Algunos hallaron una nueva estirpe y otros presenciaron su levantar en una raza diferente a lo acostumbrado e imaginado. Hubo demasiadas emociones.

Así fueron pasando un grupo tras otro. Sorpresas surgían y hogares se rompían. Incluso un vecino y gran amigo, Tryllha, cuyo deseo siempre fue una metamorfosis con la Escarcha de sus padrastros, para al fin decirles padres y agradecerles por su cariño, supo allí que el destino no le deparaba ser siquiera un Alseides.

Pobre ilusa, creyendo ingenua que la voluntad y el anhelo superan fronteras, me había contentado con él al notar como el remolino a su alrededor brillaba en lavanda, el tono en la Escarcha de su familia temporal, pero, al dispersarse las virutas divinas, la vista, mi vista y la de sus padrastros, hallaron a un Tryllha muy lejano a sus sueños.

Las majestuosas alas para tocar las nubes, la conexión con el bosque y la simpleza de un hada no mana de él, en cambio, surgió opulento, vestido de traje y una capa con el firmamento estrellado en su interior, su cabello tan blanco como la nieve y la piel pálida de rasgos afilados, revelan su naturaleza. Es un Oríades.

Con ello me desmotive.

Los minutos, a paso fugaz, transcurrían en un abrir y cerrar de ojos y, sin darme cuenta, se volvieron horas dónde más y más Jóvenes definían su naturaleza.

La Ceremonia inicia a la caída del ocaso y culmina a medianoche cuando el fenómeno desaparece; es cuestión de tiempo para que acabe. Todavía no me atrevía a enfrentar la ceremonia, el miedo invariable lo impide, se interpone, pero sé muy bien de su inevitabilidad, sé muy bien que tarde o temprano debía hacerlo... a menos de querer pagar las consecuencias.

Corria el riesgo de ser un paria. Un destino trágico. He escuchado que son marginados, humanizados, exiliados por incumplimiento e irrespeto. Le tengo mayor pavor a ello.

Así que, temblando sin control, decidí caminar a mi destino, separarme de mis padrastros, tal vez para siempre.

A paso lánguido, llegué ante la plataforma.

Mientras uno que otro Joven atraviesa su Metamorfosis, disimulando la ansiedad sobre la superficie arcaica, individuos como yo dudaban dar el último paso. Voltee. Observé aquellos que me cuidaron a la distancia, a los que me han amado; están tristes, lo sé, los conozco muy bien, temen perderme.

Sabiendo que quizá ya no me cuidarían, sabiendo que quizá no sean mis padres, aún amándome como yo los amo, sonrieron transmitiendo valor. No pude contener las lágrimas. Son personas tan generosas y bondadosos. Si, es cierto que estamos obligados a la metamorfosis para ser una Ninfa, pero aún con la amenaza de alejarnos, no fueron egoístas.

Di el paso que me distancia a la superficie de cristal y entré a un escenario fantástico.

La Escarcha me recibió, me acobijó con calidez en un tornado entusiasta. Tonos de colores que ni siquiera conocía o pensaba que podían existir, pasaron frente a mis ojos en una secuencia sinfín. Empezó. Lo sentí. No era doloroso, era etéreo. Toda mortificación dejó de pesar, me sentí liviana. Una comezón en la espalda estaba allí, eso sí, la sentí. Mis pies al suelo no tocaron, eso sí, lo sentí. La Arcana inexistente en mi naturaleza fluyó en mi cuerpo, eso sí, la sentí.

Cerré los ojos extasiada por las sensaciones externas, y un movimiento violento me rodeó, como una esfera de vientos concéntricos. Y resurgí. Mi metamorfosis se había completado, lo sé. Abrí los ojos en medio de una espectáculo de fuegos artificiales; morado, lila, turquesa y blanco eran sus colores. ¡Asombroso!

Descendí lentamente, flotaba y busqué con la mirada a mis padrastros. Sé lo que soy, sé en lo que me convertí: soy un Alseides, mi cuerpo lo dice, lo grita. No obstante, toda partícula de emoción se extinguió al ver la desolación de mis padrastros; lloraban a mares y se abrazaban mutuamente. Devastados. Despojados.

—No... —Di un paso, pero trastabillé y caí de rodillas al suelo fuera de la plataforma.

«Soy su hija, no lloren...» quise decirles, asegurarles a viva voz, pero al ver mis alas, esa esperanza pigmea, irracional, murió. Confirmé lo peor. Tuve la misma suerte de Tryllha.

Golpeé el suelo de impotencia. Las lágrimas se concentraron en mis ojos y fluían incontrolables, bañando la piel de la mejilla al mentón sin reparo alguno.

Es tan injusto. Desde que tengo memoria, el único deseo al que me he aferrado era el de afianzar los lazos con mis padrastros; que, cuando los demás nos vieran, dijeran casualmente: «ahí va Shinobu con sus padres». Era mi mayor sueño.

Pensaba en ello todo el tiempo, en la noche y las mañanas también. ¿Por qué los Titanes me odian tanto? ¿Por qué burlarse de mí así?

Dolía. Respirar dolía. El corazón dolía. El alma, mi alma plañía de agonía.

—¿Los quieres mucho, verdad? —Levanté la vista, de seguro con el rostro hinchado y lleno de lágrimas. Hincada a mi altura, una chica me observaba con una sonrisa amable y cariñosa. Rara.

Sus inmensas alas de mariposa, morado en la zona superior, lila en el inferior, bordeadas de blanco y dos lunares turquesa en cada ala, se abrieron para darnos privacidad de las miradas. Lo que más noté, pese a sus ropas alineadas y costosas, fue la tiara con el emblema de Aldhana: el capullo de hadas

—¿Ah? —Restregué las lágrimas, confundida por su pregunta. Me miró con ternura.

—A tus padrastros —recalcó—. Los debes amar demasiado. —No la conozco de ningún lugar, además de lucir ropas nobles y aparentar más edad que yo, como tres (3) años si especulo. ¿Qué le pico para hablarme en pleno evento con tanta confianza? Cabe destacar que estoy llorando cuál desorbitada tirada en el suelo—. No puedo decir que sé por lo que estás pasando, pues, eh... Bueno, mis padrastros se volvieron mis padres, así que... ¡Oye! ¡Oye! No pongas esa cara tan triste, lo siento...

—Si, si los quiero mucho, los adoro. —Impedí que salieran esas lágrimas que amenazaban en volver—. Me protegieron desde pequeña, me hicieron felíz, me enseñaron tanto, ¡Hasta cantar sé gracias a ellos! —Recordé tan bellos momentos y sonreí inevitablemente. Era triste como el destino nos separa—. Aunque no sean mis padres, los voy amar. Aunque no vivamos juntos, los voy a cargar en mi corazón, por el resto de mi vida —dije con determinación sin apartar la mirada de los nombrados.

—Pero no tienes por que romper el contacto... —expone dubitativa—. ¿Por qué tendrías que dejarlos de ver? ¿Los quieres dejar como un recuerdo acaso?

—¡No, yo...! —Tragué saliva y cabizbaja, expuse mi preocupación—: ¿Y si mis padres no quieren que los vea más?

No los conozco, no sé cómo son o cómo piensan. Estoy a ciegas. No sé. Esperar la compasión de quienes son desconocidos, no me agrada.

Sentí un movimiento de parte de la chica, un acto que la llevó a erguirse nuevamente: se puso de pie. Levanté la mirada por consecuencia, buscando sus ojos desde abajo. No hallé crítica o recelo en ellos, sólo comprensión, ternura, complicidad...

—La familia no debe ser una prisión de amarguras. —Me extendió la mano. Observé el gesto confundida—. La familia debe velar por tu felicidad y si esa felicidad consta en mantener contacto con seres queridos —hizo una breve pausa y reguló la voz, como si hablara en confidencialidad, para decir—: ella te va apoyar.

Muda por la seguridad en sus palabras, acepté la ayuda desinteresada que ofrecía y me ayudó a ponerme de pie. Ella es más alta que yo, le debía llegar a la clavícula. Aún así, desde mi estatura, no rompí conexión con esos ojos claros y transparentes.

—¿Quién eres? —La sonrisa que adornó su rostro se ensanchó y con voz risueña respondió:

—Mi nombre es Kanae VII del linaje escarchado de la familia Kocho, Princesa del Reino Feérico de Aldhana, heredera del Bosque Alicantino, y primogénita de los grandes reyes, Kaileo y Sinalena. —Hace una graciosa reverencia—. Es un grato placer conocerte.

Estaba estupefacta. Estaba confundida. ¿La princesa de los Alseides hablando conmigo? Es increíble.

—¿Por qué eres tan...?

—¿Amigable? —Asiento en confirmación, apenada. Ella carcajeó—. Porque puedo, aunque ¿Acaso no lo has notado todavía?

¿Notar qué...? Ahora sosegada, mis ojos se abrieron de par en par. Caí en cuenta de lo obvio.

—¡Tus alas...!

—Compartimos Escarcha —añade, asintiendo satisfecha por mi deducción—. ¡Somos hermanas! —Tal revelación en ese momento, evocó un asombró mayúsculo y recelo.

Aguardó por una respuesta, pero... ¿Qué decir? Aguardó por una acción, un mínimo gesto de parte mía, pero... ¿Cómo reaccionar? La consternación es inconcebible y lleva a preguntarme, si es ella mi hermana, como lo es, ¿Acaso eso me hace una princesa? Y si es el caso, ¿De qué tamaño sería el grado de los cambios por los que atravesaré? Cambios terroríficos venideros, un porvenir nebuloso proyecta su sombra. ¿Por qué ha de ser tan complicado? ¿Por qué ha de ser tan precipitado?

—Escucha Shinobu. —La voz cauta de la princesa Kanae me sacó de mis lamentaciones y obligó el contacto visual. Me sujetó ambas manos con dulzura y firmeza—. Quizá no pueda imaginar lo duro de los cambios por los que estás forzada atravesar. —Capto la sinceridad en sus palabras y me tranquiliza—. Aún así, comprendo la aterradora incertidumbre que debe sentir tu corazón... pero no tienes por qué sufrir sola, no estás sola, yo te sostendré, seré tu pilar de apoyo, porque soy tu hermana mayor y quiero que sepas que estaré allí, a tu lado, acompañando cada paso que dez, que demos juntas...

Tal vez en el momento fue una promesa vacía; tal vez tuve renuencia o incredulidad; pero grato resultó demostrar mi equivocacion. Estuvo en las noches de insomnio en esa dura adaptación. Me ayudó a encajar en todo aspecto. Apoyó la decisión de trasladar a mis padrastros a vivir conmigo junto a mis padres, dulces y comprensivos por cierto. Se quedó allí, incondicional, siempre con una cariñosa sonrisa; cuidó de mí y amó. Viví a su lado un sinfín de aventuras, solidificando mi carácter, mi personalidad.

No sólo se convirtió en mi hermana, apartir de aquella noche, fue mi confidente, mi mejor amiga y modelo a seguir.

Continuará...

~•~•~•~•~

*Nymphalidae: En español, Ninfálidos. Es la familia más abundante de mariposas y sus especies se encuentran en todo el mundo. Se caracterizan por una infinita variedad de colores y formas. De vuelo poderoso, algunas especies emigran a grandes distancias, mientras otras son invernantes típicas. Viven en lugares secos y soleados, frescos y húmedos o encharcados, en niveles bajos o a grandes alturas, siendo algunas de sus especies atraídas por los olores de materias ácidas y putrefactas.

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