Capítulo III
Escuché el seco golpe que indicaba que mi espalda había golpeado el piso. Me quedé sin respiración por unos segundos, y cerré los ojos hasta que el mundo volvió a ponerse derecho.
Ver a Kalen y a William en mi habitación me descolocó un poco, a decir verdad. Es como si mi antigua vida y mi nueva vida intentaran mezclarse, aunque sin mucho resultado. Ambos, con muecas de dolor, se pusieron de pie, aunque veía a Kalen agotado por usar tanta magia. Aun así, había mejorado considerablemente desde la última vez que hicimos esto, hace algunos meses. Recordé a Ezran diciendo que no era un media-sangre común, y tuve la urgencia de saber a que se refería exactamente.
El príncipe observaba todo con ojos muy atentos, y su mirada cautelosa recorría toda la habitación, no sin un deje de fascinación. Por supuesto, en Aden la nueva tecnología no existía, lo que explicaba por qué William se dirigía con el ceño fruncido al equipo de música, a la televión plasma gigante de la pared, al…
Un segundo, yo no tenía una televisión gigante en la pared.
Barrí el lugar con la mirada, con el corazón latiéndome a mil. Era mi habitación, pero a la vez no lo era. Efectivamente estaba en mi casa, reconocía las paredes desgastadas, la vista a través de la ventana, el piso de madera que rechinaba al caminar. Pero a la vez, parecía pertenecer a alguien menor, y a juzgar por la gran cantidad de posters que cubrían las paredes, con una grave obsesión por Justin Bieber.
—No sabía que te gustara Justin Bieber—me dijo Kalen, leyéndome la mente, algo divertido.
—En realidad no me gusta—agregué sintiendo la garganta seca—. Alguien más vive aquí ahora.
No sabía cómo no me había percatado antes. Había pasado… ¿Cuánto, tres meses? desde que había dejado Londres, y el alquiler no se pagaba solo. De un momento a otro la realidad cayó sobre mí: no tenía casa. No teníamos donde ir.
La puerta se abrió dejando ver a una niña bastante sorprendida de encontrar intrusos en su habitación. Era rubia, y la edad debía de ser igual a la de Sarah, por lo que Kalen no pudo reprimir que la tristeza se reflejara en su cara.
Las cosas pasaron muy deprisa. William ya había sacado su espada (que supongo era una reacción automática en situaciones de peligro, porque no creo que la niña fuera una amenaza en si misma) cuando esta abrió mucho los ojos.
Y gritó.
—¿Saben que no puedo dejar que se vayan así como así, no es verdad? —nos preguntó el hombre de mediana edad vestido de policía arqueando una ceja.
Yo suspiré y apreté los puños, intentando controlar el temblor de mis manos.
La comisaría olía a café, sudor y desinfectante de pisos. No me pregunten por que esto último. Yo todavía seguía en proceso de asimilar el salto interdimencional, haberme quedado sin casa, que una histérica señora hubiese llamado a la policía mientras nosotros intentábamos calmar a su hija y que nos estuviesen interrogando como si fuésemos criminales. Sip, los tres estábamos sentados frente un escritorio de madera tras el cual se encontraba un hombre con profundas ojeras marcadas bajo su cara, y con aspecto de estar cansado de lidiar con adolescentes que se metían a los hogares a beber o drogarse.
—Señor, intenté explicarle la situación…—el hombre levantó la mano, hastiado.
—¿De verdad espera que me crea que volvió de su inesperado viaje sola, señorita Hale, a buscar unos documentos en una casa que no es suya? ¿Está al tanto de que su padre y usted fueron dados como desaparecidos?
—No lo sabía. —murmuré. Mi padre no tenía amigos cercanos, en realidad, así que un compañero de trabajo pudo haber hecho la denuncia. Kalen suspiró, agotado, y William explotó, harto de estar perdiendo tiempo.
—Le ordeno que nos deje libre en este mismo momento—enterré la cabeza en mis manos; aunque en otro momento podría haber reído por la situación, solo estaba frustrada. William, a mi pesar, continuó hablando—. No hemos cometido ningún crimen merecedor de castigo, así que debe escoltarnos fuera de este edificio ahora.
El oficial pareció un poco perturbado ante la seguridad y el porte del chico, que a pesar de tener solo diecinueve años, era de la realeza y estaba acostumbrado a no ser cuestionado. Finalmente, el hombre rió, lo que lo sacó más de sus casillas.
—Mira, chico, no estoy aquí para sentarme y permitir que me trates como si fueras un príncipe. Lo que quiero saber—continuó recuperando su semblante serio—es como lograron entrar en una casa sin que nadie se percatara, el motivo por el cual llevan armas sin autorización y por qué ustedes dos—dijo señalando a Kalen y a William—No aparecen en los registros. Si se reúsan a darme su apellido…
—¡Es que no tienen apellido! —grité, exasperada—¡En Aden no los usan! ¿Quiere la verdad? Bien, voy a decírsela y espero que me preste atención. Huimos de un reino llamado Aden que pertenece a algún mundo perdido en el universo para evitar que un rey psicópata con odio a la magia y un hechicero resentido con la vida nos maten. Seguramente debemos regresar porque el señorito sentado aquí a mi lado es realmente el príncipe del reino, y no sé si vamos a salir vivos de eso—respiré entrecortadamente, dándome cuenta que estaba sufriendo un ataque de histeria—. Tuve que dejar a mi papá atrás, el cual podría estar muerto, y me quedé sin casa. ¡Y usted no está facilitando las cosas!
Todos guardamos silencio. Como única respuesta, el hombre arqueó una ceja.
—Él no es el príncipe William.
—¡Me rindo! —exclamé, alzando las manos—¿Podrías borrarle la memoria con magia? —pregunté a Kalen. Este suspiró.
—¿Podría hablar a solas con usted? —dijo Kalen con voz calma y tranquila. ¿Por qué era el único que no estaba perdiendo los nervios? El hombre dudó—Por favor.
—Bien. Y ustedes—advirtió mirándonos al príncipe y a mí—no me hagan tener que esposarlos.
Pasaron cinco minutos.
Luego diez.
Kalen regresó a los quince. Ambos, el oficial y él, parecían haberse relajado.
—Pueden irse—dijo el hombre tras habernos regresado nuestras armas—Y no quiero volver a verlos—tanto William como yo asentimos, pensando lo mismo. A Kalen le dio una pequeña tarjeta blanca—Por si las cosas se te van de las manos.
—Gracias por su comprensión, señor.
Reprimí un suspiro de alivio cuando salimos de la comisaría. El cielo estaba gris y cargado, así que seguramente llovería. Es la forma que Londres tiene de darte la bienvenida.
—¿Qué dice esa tarjeta? —Kalen me la tendió. Al leer lo que contenía fruncí el ceño—Este es el número de un psiquiatra.
—Efectivamente. Mi novia sufre de estrés y tiene tendencia a crear historias en su cabeza que cree como reales, y nosotros nos vemos obligados a acompañarla en sus “aventuras” para evitar que haga algo sumamente estúpido o peligroso. Como hoy. —se encogió de hombros—El pobre hombre se apiado de mí.
Le di un codazo en las costillas, y él rio entre dientes.
—No creo que esté tan alejado de la realidad—miré a William intentando matarlo con la mirada.
—Así que me estoy volviendo loca. ¿No debería de preocuparme?
—Me gustas loca—dijo Kalen dándome un rápido beso en la mejilla que hizo que me sonrojara. William rodó los ojos.
—Tenemos problemas más urgentes que tu incipiente camino a la demencia. ¿Dónde vamos a quedarnos?
La gente nos chocaba al pasar por la vereda, y el espacio se reducía por los paraguas que estos abrían para protegerse de la llovizna. Algunas personas se nos quedaban mirando, ya que no solo nuestro aspecto en general sino la espada y Tahaiel atraían su atención.
Y me estaba congelando.
—Podría regresar al piso que compartía con unos universitarios, y esperar que no hayan echado mis cosas a la calle.
—¿Así que compartías un pisito de soltero?
—Tenía una vida antes de cruzarme contigo—Kalen fingió estar ofendido—O algo así. Este mundo va demasiado rápido para comprenderlo completamente. Es sorprendente que mis amigos, o mejor dicho las personas con las que compartía el departamento, no me hayan corrido la primera vez que intenté apuñalar el televisor…
Amigos.
—Chicos, creo que tengo una idea.
—Ay, no. —suspiró William de forma teatral.
Por favor, que no se haya mudado. Por favor, que no se haya mudado. Las calles de Londres seguían abarrotadas mientras caminábamos hacia el número trece de Gales Street, esquivando peatones y bicicletas. El agua parecía estar calándose hasta mis huesos, y el poco sol de tarde que se filtraba por las nubes no ayudaba a calentarme. Calculé que debía de haber una diferencia horaria de unas doce horas con Aden, específicamente con el desierto de Enelda, donde habíamos aparecido por primera vez.
La casa de dos pisos era como la recordaba: puerta de madera, paredes de un blanco inmaculado y con un estilo clásico. En realidad, la familia de Anna distaba mucho de ser clásica. Sus padres vivían de viaje por el mundo, y su hermano Esteban tampoco estaba mucho en el hogar, ya que prefería vivir en la casa de alguno de sus amigos, donde tendría acceso más fácil al alcohol y a las fiestas, ya que Anna era bastante controladora. Si el señor y la señora Brown se enteraban de que había usado su casa para algún tipo de reunión sin fines académicos, adiós al dinero mensual. Así que era mejor no arriesgarse.
Mi amiga vivía sola la mayoría del tiempo, y según lo que me había dicho, no le molestaba demasiado. En eso se parecía bastante a mí; hasta cierto punto, me sentía a gusto en la soledad.
Tuve que tocar el timbre una, dos, tres veces hasta que la puerta se abrió.
Si me la hubiese encontrado en la calle, o en algún otro lugar como parte de una multitud, no la hubiese reconocido. Había adelgazado bastante, y sus anteojos habían sido reemplazados por lentes de contacto. Su pelo castaño claro había sido cortado sin piedad hasta los hombros. Lucía más… madura. Ambas habíamos crecido en ese sentido.
—Arleen…
No esperé un segundo más y la abracé con fuerza, aunque daba la impresión de que podría romperla si lo intentaba. Anna, la inteligente, la paranoica, la divertida, ahora lloraba sobre mis hombros. Yo misma estaba intentando no llorar.
—¡Voy a matarte! —dijo con la voz quebrada—Voy a matarte y a colgar la cabeza en el St. Marie como advertencia a quien quiera dejarme sin decir una palabra.
—Yo también te extrañé, Annie.
Los chicos a mi espalda lucían incómodos, y Anna frunció el ceño.
—¿Y ustedes quiénes son?
—Vienen conmigo—expliqué temblando— ¿Podríamos entrar? Hubo un problema con mi casa…—intenté no sonar tan débil como me sentía. La chica me abrazó de nuevo y nos condujo adentro.
El interior de la casa era agradable y cálido. Las paredes color crema del living contrastaban con los oscuros y antiguos muebles de madera, y una foto de la reina descansaba sobre la chimenea, que en este momento estaba apagada, junto con algunos marcos de fotos.
Les hice una seña a Kalen y a William para que esperaran allí, y con Anna nos dirigimos hacia su dormitorio donde pude ponerme algo seco y limpio. Solo faltaba un buen baño con agua caliente….
—Me debes una buena, no, una excelente explicación de lo que ocurrió hace tres meses, y según parece sigue ocurriendo.
—Luego, primero hay que asegurarse que cierta persona no haya atravesado algo con su espada. ¿Valoras la integridad de tu televisor?
—¿Qué?
—Solo volvamos al living.
Tanto William como Kalen se pusieron de pie cuando volvimos a aparecer.
—Yo te conozco…—empezó Anna señalando a este último—. El acosador de la bicicleta.
—Por si me quedaba duda de por qué se habían vuelto amigas... —dijo riendo.
—Kalen—la corregí.
—Su novio—agregó este. Anna abrió mucho los ojos y me fulminó con la mirada, como diciendo Deberías haberme dicho que tenías novio, y yo le devolví la mirada de Perdón, iba a soltarlo luego. En realidad, sentía la palabra novio como algo muy….terrestre. No tenía idea de cómo se diría en Aden a las personas que se encontraban en una relación.
—El que parece mortífago se llama William—dije, aunque solo mi amiga entendió la referencia a su ropa negra, y sus ojos y pelo a juego—Es un príncipe… literalmente.
—Él no es el príncipe William—la castaña frunció el ceño.
—¿Alguien puede decirme quién demonios es el príncipe William? —suspiró este exasperado de que lo compararan con una persona que no conocía.
Anna arqueó una ceja y prendió la computadora que se encontraba a un costado de la sala. El príncipe se aproximó lentamente observando con cautela el monitor. La chica tecleó el nombre del sujeto en cuestión y Google les mostró unas cuantas imágenes, provocando que el heredero se sobresaltara. Este le dijo algo a Anna despacio, a lo que ella rió. La vi introducir la dirección de Youtube.
—¿Crees en el amor a primera vista? —dijo Kalen en mi oído, señalándolos.
—Creo en la atracción a primera vista, lo que es distinto; —dirigí una mirada hacia ellos, que parecían estar muy a gusto—y evidente, en este caso.
No me había percatado de que Kalen hacía esfuerzos por no demostrar que estaba congelándose hasta la médula, a lo que sugerí a Anna si podía prestarles algo de ropa de Esteban, lo que le pareció buena idea.
Una vez que todos nos encontrábamos calentitos y secos, vino la parte difícil: contar la historia completa. Porque no pensaba ocultarle nada a mi mejor amiga, a pesar de que me mirara como si me hubiese vuelto loca.
Así que tomé aire y empecé desde el principio.
° ° °
—Así que su…
—Ajá.
—¿Pero tu no sa…?
—Nop.
—Y pensaste que…
—Como toda persona hubiese pensado.
—Pero entonces…
—¡Exactamente!
—¿Realemente pueden comunicarse de esta manera? —nos cortó el chico de pelo negro enarcando una ceja.
—Te sorprendería las formas de comunicación que podemos encontrar en horas de clase.
Todos guardamos silencio esperando la respuesta de Anna.
—Así que… ¿Aden?
—¿Eso es lo único que se te ocurre decir después de lo que te conté? —repliqué algo frustrada. Ella suspiró y se hundió en el respaldo del sofá.
—¿Alguna vez oíste hablar del Síndrome del Quijote, Arleen? Algunas veces… cuando una persona vive mucho en sus libros…
—¡Anna!
—No me mires así, sabes que es difícil de creer. —repuso ofendida.
—Claro que es difícil, pero me apoyaste cuando te hablé de mis visiones, ¿no es así?
—Ya lo sé. Y lo que me acabas de revelar explica muchas cosas; solo que…
—No estas preparada —concluyó William, con una mirada de comprensión—. No estás lista para descubrir algo que hasta este momento no existía, y que puede llegar a cambiar tu vida. No quieres ver la realidad porque sabes que si lo haces te darás cuenta que es la verdad, y estas frustrada porque nada de lo que hagas va a poder cambiarlo. —Annie lo calló con la mirada.
—¿Quieres una prueba? —pregunté. Tal vez si le mostráramos un poco de magia… Volté hacia Kalen.
—Creo que la prueba está dormida—agregó William.
Efectivamente, Kalen estaba al lado mío en el sofá, su cabeza cayendo hacia un lado y con aspecto de estar en su séptimo sueño. Yo no tuve corazón para despertarlo.
—Me la debes para mañana. Ahora solo quiero comer, dormir y que mi cerebro analice la nueva información.
Anna se levantó y, estirándose por haber estado dos horas sentada en un mismo lugar, se dirigió a la cocina, gracias a Dios. Tenía mucha hambre.
William, con cara de cansancio, ocupó su lugar a mi lado, lo que me tomó por sorpresa.
—Arleen, yo… lamento si te di la impresión equivocada—habló en susurros, para no despertar a Kalen. Suerte con eso. —Seguramente me porté como un príncipe.
—Eres un príncipe.
—No me refiero a eso.
—En realidad no hiciste nada para que fuera tan cortante contigo. Lo cierto es que toda esta situación… esta pudiendo conmigo. Perdón por haber sido injusta—me pareció lo más correcto disculparme también. Después de todo, yo no me había llevado la peor parte—Lo que le dijiste a Anna… ¿es lo que te esta ocurriendo, no es verdad?
William ni siquiera se molestó en responder.
—Puedes confiar en nosotros, no creo que vayamos a clavarte un puñal por la espalda—hizo una mueca. Mala elección de palabras—Me refiero a que…
—Gracias, entendí la idea.
— ¿Me perdí la terapia de grupo? —Kalen estiró los brazos sobre su cabeza, intentando mostrarse algo lúcido. —Es una lástima, deberíamos hacerlo más a menudo.
Anna salió de la cocina, con cara de estar irritada.
—Esteban vació la heladera esta mañana—ante nuestras miradas afligidas, rió y tomó unos cuantos abrigos del perchero—. Estaba pensando en pizza.
—Pizza suena bien.
—Pizza suena perfecto—añadió Kalen
—¿Qué es la pizza?
No pudimos evitar estallar en carcajadas, aunque William procuró mostrarse bastante digno mientras atravesábamos la puerta y volvíamos a la lluvia de Londres.
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Sory la demora, volví de vacaciones, empecé el colegio, ayer el internet se cayó en toda la provincia... si viviera en Aden esto no pasaría. Anque tampoco habría internet... creo que estoy bien acá. Que tal ustedes? como pasaron las vacaciones??
p.d.:ANNA IS BACK!
-R
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