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Capítulo 11


La gente del castillo parecía nerviosa cuando atravesamos los pasillos. Muchos me miraban al pasar, y más de uno me dirigió un saludo gentil. Pero mi cabeza estaba en otra cosa. La atmósfera era tensa; el aire casi se podía cortar con una tijera.

Las personas nos deban paso mientras avanzábamos rápidamente hasta la sala del trono. Algunos hacían una pequeña reverencia, casi con recelo, hacia Kalen, el nuevo príncipe. Nuevo príncipe. Se me hacía demasiado raro.

--Entren, por favor. El rey los espera adentro.

El hombre inclinó su cabeza y se retiró rápidamente.

Kalen y yo entramos en la sala, que no estaba bastante concurrida. Reconocí al rey y a William, pero había un hombre frente a ellos que no logré identificar. No era un campesino, eso estaba claro por su manera de pararse y su ropa. ¿Tal vez algún señor?

--Ahí están. Lord Germann, les presento al Oráculo, Arleen Hale, y a mi hijo, el príncipe Kalen.

Por la reacción de Lord Germann, definitivamente no se esperaba lo de Kalen. No dejaba de mirarlo con el ceño fruncido, buscando semejanzas, pistas.

—No sabía que tuviera un hijo—dijo finalmente, francamente sorprendido.

Ni usted ni nadie, no se preocupe.

—Este es Lord Germann, súbdito del rey Ezran—continuó el rey como si no lo hubiese oído—Ha venido a ponernos al corriente de la situación... o eso es lo que dice.

—Ya no sirvo al rey del Oeste, no más.

—¿Así que eres un Lord sin rey? ¡Quien lo hubiese dicho!

Sivan estaba poniendo a prueba los nervios del pobre hombre, y yo lo sabía. Kalen se limitaba a observar, en silencio, y seguramente sacando sus propias conclusiones.

—Lo que quise decir, señor, es que ya no soy súbdito del rey Ezran. De ahora en más, mi lealtad pertenece al príncipe heredero.

Miré a William, que parecía estar intentando no lucir desconcertado. El Lord parecía cada vez más nervioso.

—Ya veo...—Sivan estudió a su interlocutor críticamente— ¿Cómo sabías que el príncipe se encontraba en Dar Lamis?

—Ha habido rumores... sobre todo en la Capital. Y cuando las cosas se volvieron insostenibles... bien, mis hombres y yo sabíamos que solo nos quedaba una esperanza.

—Entonces, usted ha venido a...

—Pedir ayuda—el rostro del hombre se había vuelto sombrío—. Es una masacre, Majestad. La gente se vuelve una contra otra, están acabando con todos aquellos que tienen magia. Las ciudades se están llenando de sangre de niños y mujeres inocentes. Los soldados se están tomando todas las libertades que desean, acabando con familias enteras por el solo hecho se suponer que practican la magia.

— ¿Suponer? ¿Y qué sucedería si efectivamente tuvieran magia? Usted me habla de ayuda—dijo el rey, aproximándose a Lord Germann, quien pareció encogerse ante su proximidad. Esa era la reacción que generalmente la gente tenía hacia Sivan— pero ustedes nunca han considerado inocente a mi gente. Nunca los vieron con los mismos ojos. ¿No es verdad? ¿Qué es lo que les hace venir a mí ahora?

—Cuando ves a tus propios amigos acusándose entre ellos, sin ninguna clase de contemplación, te das cuenta de que has estado ciego mucho tiempo.

El rey no dijo nada por un buen rato. Parecía estar escuchando, aunque nadie le estaba hablando. Finalmente, Sivan llamó con uno de sus consejeros, que se había mantenido en una esquina.

—Conduce a Lord Germann a sus habitaciones. Me reuniré con el más tarde.

—Pero... no puede solo... ¡Príncipe William! ¡Su pueblo se está muriendo, y a cada minuto que pasa, hay una persona que puede ser asesinada!

—Suficiente. Por favor, escolten a Lord Germann fuera de aquí.

El hombre, con cara de pesar, fue conducido fuera de la sala del trono, y vi que Kalen parecía relajarse un poco a mi lado cuando la puerta se cerró.

—Tenemos que hacer algo—dijo William.

—Por supuesto que haremos algo— replicó Kalen—Podemos alistar las tropas, y...

—No aún.

—¿No aún? —Kalen miró a su padre—¿Y eso que significa?

—Significa que no es el momento—dijo el rey.

—Para cuando esperemos el momento ideal, la mayor parte de los magos habrán muerto—agregué, cortante.

—¿Acaso quieren que esto sea una masacre más grande de lo que ya es? —era la primera vez que veía al rey Sivan verdaderamente enojado—Ninguno de ustedes tiene la autoridad ni la experiencia para cuestionarme. Así que no quiero escuchar ninguna palabra más, ¿está claro?

Kalen también parecía bastante frustrado, así que solo le dirigió al rey una mirada que dejara entrever su descontento, y nos fuimos.

William nos alcanzó en el pasillo.

—Arleen, sé que acabas de llegar y eso, ¿pero podrías...?

—Estoy en ello.

—No, no los estás. Arleen todavía debe descansar unas horas—cortó Kalen—perdió mucha sangre y aún se encuentra débil. Órdenes del médico.

—No, yo puedo hacerlo.

—Kalen tiene razón, Arleen. Debes terminar de reponerte. Solo... avísame cuando sepas algo, ¿sí?

Y diciendo esto, se marchó por donde habíamos venido.

°°°

—No puedes mantenerme en reposo todo el día. Voy a morirme de aburrimiento.

—¿Conmigo aquí? No lo creo—dijo Kalen.

Siguiendo las instrucciones del doctor—el cual no recordaba haber visto—Kalen y yo volvimos a mi habitación, y parecía que no iba a poder salir de allí en un buen rato.

—Lástima que no traje cartas de la Tierra. Extraño las cartas.

—¿Las cartas? —el chico rió— ¿Extrañas las cartas? Pensé que dirías el Internet o algo parecido.

—No, en realidad. Dejas de extrañarlo cuando te das cuenta de que la vida real es mucho más interesante que cualquier cosa que pueda pasar en el Internet. Y hablando de interesante... ¿Cómo fue que pasó?

—¿El qué?

—Lo del "príncipe Kalen" y eso.

Este suspiró, y se sentó en la cama conmigo.

—Fue de un día para otro, en realidad. Ni siquiera sé por qué lo hizo. Después de hablar contigo, fui y le pedí explicaciones. A decir verdad, lucía como si ya se lo esperara. Me dio esto—Kalen sacó un montón de papeles del resto de sus bolsillo. El resto de las cartas—. Me dijo que tenía derecho a leerlas, a... conocerla. Pero de ahí a reconocerme en público... algo raro está pasando con el rey, Arleen, algo que no sabemos.

—Yo también lo creo—dije, pensativa—. Sivan parece tener más de un secreto consigo.

—Espero que esto nos ayude a averiguar de qué se trata—suspiró, mirando las cartas casi con miedo.

—¿Crees que deberíamos...?

—Aún no las he leído. No tuve tiempo, y tenía asuntos más urgentes de que ocuparme.

—¿Yo?

—Exactamente—Kalen sonrió debilmente—Mi madre—mis madres—ya están muertas, y no han nada que yo pueda hacer al respecto. Ella puede esperar. Necesitaba... ¿Arleen, estás llorando?

—Yo... acabo de acordarme. De algo que Nathaniel me dijo—Kalen endureció su expresión—. Él...insinuó que él la había matado. ¿Qué tan llenó de odio puede estar alguien para matar a mi mamá solo porque le haría daño a Gyandev? ¡No debió de haber tenido más de veinte años, Kalen! ¡Era prácticamente un adolescente y ya tenía sangre en sus manos! Lo lamento, es que estoy tan enojada... no quiero volver a llorar a causa de él.

—No deberías hacerlo—dijo Kalen suavemente—. Pero si por tu madre. Ella sí lo merece.

Me retiré el pelo de la cara, frustrada, y eché un vistazo a las cartas.

—Bien, démosle una mirada.

Mi querido Sivan:

Los días son demasiado lentos, y a pesar de eso siempre tengo alguna actividad, lo que evita que me muera de aburrimiento.

Elainne y yo hemos estado cociendo ropa de bebé, ya que ambas la necesitaremos, ella mucho antes que yo. Su marido sigue enfermo, y no vi mucha mejoría. Eso tiene a mi hermana bastante estresada, lo que creo no es bueno para su hijo.

¿Es verdad que habrá un nuevo enfrentamiento dentro de poco? Los rumores corren, pero no estoy segura si confiar en ellos. Espero tener pronto noticias del reino.

No dejes que te controlen, mi rey. Eres más fuerte que ellos. Yo seguiré velando por ti desde mi lugar.

Con amor, Olivia.

—¿Ellos? —pregunté—¿A qué se refiere con eso?¿ Quien estaría controlando al rey?

—Aquí hay otra carta—Kalen me tendió un papel arrugado y viejo, y me dispuse a seguir leyendo en voz alta.

Mi querido Sivan:

Me ha encontrado.

No sé cómo pude ser tan descuidada.

Gracias al Sol, el rey Ezran no sabe quién soy. Me he atado el pelo debajo de un pañuelo, y me hago pasar por una costurera. Me encontró en el mercado el otro día, cuando volvía de casa con sus hombres, y solicitó mis servicios en el palacio. ¡Imagina el miedo que sentí! Tuve que recordarme una y otra vez que el rey no sabe de mi conexión contigo.

No tuve otro remedio que aceptar. Sabes que un rey no acepta un no por respuesta ¿o me equivoco?

Todavía no sé por qué Ezran está interesado en otra costurera. Sin la reina, que en paz descanse, no es tanto el trabajo que se debe realizar, y ya cuenta con varias muchachas a su servicio.

Siento que no debería haber escrito esto; ya tienes demasiado peso sobre tus hombros como para preocuparte más por mí. Mantente firme y no cedas.

Con amor, Olivia.

—¿Así que el rey conoció a mi madre? —dijo Kalen, extrañado.

—Me sorprende que recién te haya reconocido. Eres igual a ella.

—¿ Y cómo pudo evitar notar que estaba embarazada?

—Tal vez estaba en sus primeros meses. Leamos esta.

Mi querido Sivan:

Las cosas se están poniendo algo extrañas. Cada vez paso más tiempo en el palacio, actuando como si fuera la costurera del rey. Por un lado, estoy agradecida de poder pasar más tiempo con Celine, a la que ya casi no veía ¿Te acuerdas de ella, no es verdad? Dice que ha conocido a alguien, y escapa continuamente a encontrarse con él, aunque nunca me ha dicho donde va.

El rey se pasa una o dos veces por día por el cuarto de costura a "examinar el trabajo". Suerte que madre nos había enseñado a cocer desde niñas a Elainne y a mí, sino estaría muerta. Se darían cuenta de que no soy quien digo ser.

El otro día Ezran se quedó varios minutos conversando conmigo, y alguien le ha dicho que vivo en casa de Elainne.

Una reina no debería de tener miedo, pero estoy asustada. ¿Y si el rey sabe quién soy en realidad? Espero ansiosa tu consejo.

Olivia.

Guardé silencio unos instantes, procesando la nueva información. Estaba claro que mi madre visitaba a mi padre en la Tierra, pero alguien debe de haberle ayudado ¿no es verdad? Algún mago. Y Olivia...

—¿Crees que Ezran haya tenido algún interés en mi madre?

—Eso temo—suspiré, ordenando los papeles—. ¿Por qué sino la acosaría de esa manera?

—Nos queda una carta. Tal vez esto lo aclare un poco.

Querido Sivan:

Tengo que irme. Ahora.

No puedo arriesgarme a que Ezran descubra que estoy embarazada. No después de lo que sucedió esta tarde.

Hoy el rey ha confirmado lo que estuve temiendo tanto tiempo. Todas esas visitas, esos regalos, esas palabras, solo podían significar una cosa. ¡Solo puedo pensar que los dioses me están poniendo a prueba, a mí y a nosotros!

Tengo miedo de que pasará cuando el rey se dé cuenta de que me fui. No se mostró contento cuando le pedí que esperara un tiempo antes de darle mi respuesta. Me ha dado un día.

Por eso debo irme esta noche, a pesar de que no soporto dejar a mi hermana sola, ahora que no cuenta más que con ella misma y su futuro bebé. Su salud ha empeorado, y no sé si llegará a término.

Intentaré cruzar la frontera con una caravana. No hay tiempo para esperar un emisario y alguien que me escolte. Tengo a Tahaiel, y se defenderme. Solo espero poder llegar a salvo a casa.

Con esperanza, Olivia.

Bien, eso confirmaba nuestras sospechas. Ezran sí estaba interesado en la madre de Kalen. Pero nos dejaba muchas más interrogantes. ¿Cómo es que había dejado a Kalen al cuidado de Elainne? ¿Cómo había muerto Olivia? ¿Por qué el rey Sivan nunca se había enterado de la existencia de su hijo?

—Creo que debemos terminar la historia de alguna manera—dijo Kalen, despacio.

—¿No te dio más cartas?

—No. Pero quizás el rey sepa más cosas.

—¿Crees que es prudente ir a preguntarle?

—En realidad no, pero tengo el derecho de saberlo. Ya sé que debes hacer reposo, pero... —notaba que Kalen estaba incómodo. No quería hacer esto solo. Y no tenía por qué.

—Estaría ofendida si no lo pidieras.

°°°

El rey se encontraba en el pequeño estudio donde lo había visto la primera vez que vine legalmente al castillo. Estaba estudiando con atención unos mapas del Reino Oeste. Dudé un poco antes de continuar; molestar a Sivan no era lo mejor que uno podía hacer. Pero esto valía la pena.

Cuando se percató de nuestra presencia, el rey alzó los ojos hacia nosotros. No molesto, sino evaluador.

—¿No quedamos en que no interferirían en mis decisiones? —dijo.

—No es a eso a lo que vinimos—interrumpió Kalen, mostrando las cartas—. Queremos saber que pasó.

—¿Queremos?

—Sí, queremos. Ambos.

El rey suspiró, y tomó las cartas.

—Faltan algunas. Estas no llegaron a mí hasta hace unos meses, y muchas fueron destruidas, supongo.

—¿Por quién? —pregunté.

—No lo sé. La comunicación entre los reinos no es nada fácil. Un mensajero que murió, una emboscada, un robo... cualquier cosa pudo haber pasado. Si yo hubiese sabido, no... no hubiera permitido que se acercara a ese hombre. Nunca.

—¿Él... la mató? —insinuó Kalen.

—No, no lo creo. Gyandev asegura que los meses que siguieron a su última carta, no se vio a Olivia en el palacio. Suponemos que se quedó con Elainne todo ese tiempo. Olivia tenía un gran corazón... al final, el amor que tenía por su hermana la debe de haber obligado a permanecer a su lado. Sé que el hijo de Elainne murió tras unos meses de haber nacido, dejándola sola.

—Pero eso no explica por qué Kalen terminó viviendo como hijo de Elainne—agregué.

—No, pero esto sí.

El rey sacó de uno de sus bolsillos un papel viejo y arrugado, y nos lo tendió. No era una letra que pudiéramos reconocer. Parecía...

—¿Un acta de nacimiento?

—Algo así. Es de la partera. Elainne me lo envió antes de morir. Dice que Olivia murió durante el parto.

—...y me dejó al cuidado de Elainne.

Kalen parecía bastante pasmado. Olivia no se había suicidado. Había muerto dando a luz a Kalen. Un final mucho más digno, supongo. Morir para que alguien más viva.

—Ya sabes la verdad—dijo el rey, cansado—. No voy a hablar más del asunto.

A pesar de que habíamos obtenido las respuestas que necesitábamos, estábamos lejos de la verdad completa. Todavía no sabíamos que había sucedido con el rey y Olivia durante su embarazo, pero comprendí que Sivan tampoco lo sabía con exactitud. Estaba tan perdido como nosotros.

Cuando nos estábamos por retirar, otra pregunta vino a mi mente.

—¿Quiénes son ellos?

—¿A qué te refieres? —preguntó el rey, cortante.

—En las cartas, la reina menciona un ellos. Le dice que sea más fuerte. ¿Son algún grupo de rebeldes?

—No sé de qué me hablas—dijo fríamente—. Tengo mucho que hacer. Hablaremos más tarde.

°°°

Kalen y yo nos encaminamos hacia el salón, donde permanecimos hasta la noche. Anna se nos unió unos minutos después de que llegáramos, y le contamos toda la historia. Según ella, una historia trágica de amor.

—¿Te das cuenta de que estamos hablando del rey Sivan?

—¿Y? ¿Los reyes no pueden enamorarse?

—Es que... es raro.

Luego fue el turno de William de escuchar la historia, el cual creo que fue el más sorprendido de todos.

—¿Padre estaba interesado en...? ¿Saben qué? Ni siquiera quiero oírlo—se sentó al lado de Anna, y enterró la cara en las manos, exhausto—. Es demasiado incómodo. ¿Estan seguros de que él no la...?

—No, no la mató—dijo Kalen, levantandose—. Yo lo hice.

—¡Kalen!

Salí corriendo tras él, y dos minutos después ya me encontraba sin aliento. Recordé que me habían recomendado reposo. El demonio el reposo.

—No puedes pensar así— le reproché suavemente, haciendo caso omiso a las miradas de la mujer que limpiaba los cuadros en el pasillo.

—¿Y cómo quieres que piense? ¡Eso fue lo que pasó, Arleen! ¿Por qué crees que el rey no puede mirarme a los ojos? ¿O que mi madre nunca me dijo la verdad?

—Sabes perfectamente que no fue tu culpa. ¿Eso es lo que quieres? ¿Alguien a quien culpar? No vas a encontrar a nadie. ¿A Ezran? ¿A Elainne? ¿A ti mismo? ¿A Dios? Nadie fue responsable de que Olivia muriera.

Kalen permaneció callado, y yo lo abracé. Me estrechó con fuerza, tal vez con miedo a que yo también me fuera.

—Hay cosas que escapan de nuestro entendimiento, que nunca podremos explicar—le susurré—. ¿Por qué vivir atormentados por algo que no lograremos cambiar?

—Tienes razón, supongo. Debo dejar de actuar como un niño.

—No estás actuando como un niño, Kalen. Eres humano. Es natural que sientas.

—Ser humano es horrible. Quiero que prefiero ser una abeja.

Y ahí estaba otra vez Kalen. Me reí, y volvimos otra vez al salón. Gyandev y mi padre acababan de entrar, absortos en una conversación que no pude decifrar. Cuando mi padre me vio, sonrió. Con un nudo en la garganta, me di cuenta de que debería de contarle como era que había muerto mi mamá realmente. Pero no era el momento. Debíamos de estar solos.

—¿Ya levantada, Arleen? ¿No te cuidaron bien?

—De ninguna manera—respondí—. Ya estoy recuperada. Bastante recuperada, a decir verdad. Creo que es momento de que intente ver algo.

—¿Estás segura de que tienes demasiada fuerza? —preguntó Gyandev.

—Claro que sí. Abofetéenme si me desmayo.

—De acuerdo.

—¡Anna!

—Ella lo pidió, señor Hale—dijo Anna riendo.

Cerré los ojos, y me concentré, esperando que algo viniera a mí.

—¡Por favor, Thomas! ¡Déjanos entrar!

—¿Para que contagien a nuestros hijos? ¡De ninguna manera!

El hombre, desesperado, decidió probar suerte en la puerta de su otro vecino. La mujer a su lado sostenía a un niño que no dejaba de llorar, y a quien en vano intentaba calmar. La noche, negra, se cernía sobre ellos, y el ruido de los soldados que se aproximaban taladraba sus oídos.

—¡Ayuda, por favor! ¡Abre la puerta, Clarence!

—¡Mi familia no ayuda a magos!

Tras otro rechazo, la mujer rompió a llorar. Sus amigos y vecinos les habían dado la espalda, y ¿por qué? ¿Por tener magia? ¿Era así de malo?

Cuando los soldados llegaron, comenzaron a revisar las casas, una por una. Por supuesto, no había manera de que esos inclementes hombres supieran quieren eran verdaderos magos y quiénes no. Pero podían suponerlos.

La familia, ya apresada por los hombres del rey, vio imponentes como estos tomaban por la fuerza a Dyan, el viejo zapatero, y lo obligaban a arrodillarse mientras destrozaban su negocio. Le llamaron demonio con magia, y lo decapitaron.

La mujer gritó, pero su grito se perdió en la inmensidad de la noche.

No otra vez.

—No puede estar sucediendo de nuevo—dije, con la voz entrecortada.

—¿De nuevo? —preguntó Kalen—¿Arleen, que sucede?

—Noaquí. En la Tierra. ¿Cómo no pudimos verlo antes? —miré a mi padre, porque elentendería—. Se lo que Ezran tiene entre manos. El rey está planeando ungenocidio.   

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