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Recuerdo la primera vez que aceptaste ser mi novia.
Era solo un chiquillo, pero yo sabía que eras especial.
Que si me dejabas, iba a dolerme como nada me había dolido.
Que si me enamoraba de ti, caería rendido a tus pies.
No tomó mucho tiempo hacerlo.
Sentía algo en mi interior que tiraba de mí, que me impulsaba a cuidarte y no perderte.
¿Sabes qué?
Sigo sintiendo ese tirón cada que te veo.
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