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Tenía que ser una broma.
O un sueño.
Una jodida pesadilla.
Odiaba verte cada día más pálida y débil.
Se suponía que íbamos a estar juntos.
No podías dejarme.
Te lo dije.
Te lo pedí.
Te lo rogué con lágrimas en los ojos.
—No me dejes, Lu. Te amo.
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