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Recuerdo #4
Un miércoles de diciembre me diagnosticaron cáncer pulmonar.
Yo no tenía ni diecinueve años y el mundo comenzó a venirse encima.
Me habían internado desde hacía unas semanas y todo iba de mal en peor: el cáncer se expandía poco a poco por mis pulmones y tenía pocas esperanzas de vida, a menos que llegara un donante los doctores no podrían atrasar mi muerte. Jude y mamá venían a visitarme a diario; ella se había vuelto mi gran amiga y le gustaba leerme cada vez que podía, incluso traía su almuerzo de la cafetería a la habitación para pasar tiempo conmigo.
Nunca supe si lo hacía por lástima o culpa, pero siempre se quedó junto a mí siempre que pudo, en cambio Andrew nunca lo hizo pero era mejor así. Había intentado comunicarse conmigo varias veces pero lo rechazaba una y otra vez... Me habían dolido mucho todas aquellas palabras que había dicho. Estaba drogado y además algo borracho, ¿y qué? De igual forma los borrachos dicen las verdades sin remordimientos...
Creo que lo más emocionante de mi estadía allí fue cuando Janice, la enfermera que siempre venía a ver cómo estaba, entró super alegre mientras gritaba:
—¡Ha aparecido un donante!
Comimos pastel para festejar y me sentía muy feliz. Al día siguiente me trasplantarían los nuevos pulmones; estaba muy contenta y no pude conciliar el sueño. A fin de cuentas si lograría reencontrarme con mis amigos del alma: Lee y John.
Al final de cuentas, no todo fue como se planeó... Me despedí de Jude y mamá y los doctores me llevaron a una sala alejada de la recepción, era blanca y muy amplia, y los doctores me explicaron algo que no logré captar por la emoción. Me anestesiaron y seguramente comenzaron con la cirugía.
No recuerdo haber despertado del todo, sino haber oído murmullos en una profunda y temerosa oscuridad.
—... lo siento...
—... ¿pero... rechazó?...
—... cáncer... fuerte...
Y ahí comprendí una cosa: estaba muriendo.
No logré abrir los ojos y tampoco podía moverme. Me costaba respirar y notaba que había una máquina conectada a mí y me alerté cuando escuché pasos que se dirigían hacia mí. Sentí unos labios sobre los míos, los conocía muy bien... Eran los labios de Andrew, de el mismo Andrew del que había estado enamorada.
Oí unos últimos murmullos que provenían de él y sentí unas lágrimas caer en mis manos.
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Lo siento mucho Andrew, pero no debiste dejarme caer así...
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