Querido Benjamín.

Estaba tan triste que decidí rebuscar entre tus cosas alguna señal que me de vida o que me mate de una vez.

En tantas de esa cajas en el ático, había una caja más pequeña llena de todas las cartas que alguna vez me escribiste -recuerdo perfectamente lo que decían la mayoría-,
pero había una, un poco más nueva, el papel no estaba tan arrugado como las demás así que supuse que no la había leído, y decido abrirla para empezar a leer:

«No tengas miedo de volver a enamorarte.
Abre tu corazón y siguelo a donde te lleve... y recuerda, apunta a la Luna...
Posdata: Siempre te amaré...»

No puedo evitar sentir un nudo en la garganta, habías citado un libro que me encantaba mucho.

Atte: Tamara Norwood.