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CAPÍTULO 8.

El motor de la bestia rugió con fuerza, y aceleró haciendo rechinar las llantas contra el asfalto. El imponente vehículo perseguía a los autos de los yakuza a través de las calles, muchos de los autos eran estampados por los automóviles blindados de los yakuza, y en cierta forma lograban abrir el camino para el tanque atrás de ellos.

—¡Tenemos compañía!— Advirtió Rouge al escuchar las decenas de sirenas de policía y sus luces iluminar las calles.

—¡Excelente, ellos nos ayudarán!

—No sé que es lo que tu pienses niño, pero ellos no ayudarán.

—¿De qué hablas?, son la policía.

—Si, y nosotros somos un trío de locos armados con un tanque, ¡Sujétense!— La persecución paso a transcurrir en los túneles a bajo de las autopistas más concurridas. Rob tomó una palanca, y al moverla hacia atrás, la bestia arrojó un gigantesco cable con un arpón en la punta, el cuál se clavó en la guantera de uno de los autos de los yakuza.

—¡Rouge, te toca!— Inmediatamente Zoey abrió la gran compuerta de cristal en la bestia, tensó su arco, y disparó una flecha que al impactar contra el auto, emitió un pulso electromagnético que lo hizo apagarse por completo, y volcarse estrepitosamente. —¡Bien, uno menos, quedan tres!

Un par de mercenarios asomaron parte del cuerpo, a través de las ventas de los automóviles, y sin pensar, comenzaron a disparar contra el vehículo de los héroes. Lo cuál fue inútil pues todo el vehículo era una máquina completamente blindada.

—Me toca.— Del panel de control Rob bajó unos extraños visores, que tenían el aspecto de un periscopio de algún submarino. Al colocarlos en sus ojos, y centrar su objetivo, tomó la misma palanca que disparaba el arpón, pero está vez presionó el botón que ésta tenía encima. Debajo del vehículo, salió un extraño cañón, que disparó a toda velocidad un disco metálico de color negro, con algunas luces azules.
El disco voló rápidamente, y como un imán, se adhirió debajo del automóvil, haciéndolo volar por los aires en una explosión. Los últimos dos autos aprovecharon los dos caminos distintos para salir del túnel, y se separaron en un instante, sin tiempo de reaccionar, Rob giró a la salida de la derecha, persiguiendo el automóvil más cercano.

Al salir a la autopista, los tres héroes lograron identificar a un mercenario del club, aquél que se hacía llamar Komodo, él se asomó por la ventana en el techo del automóvil, portando un lanzacohetes.

—Maldito hijo de...— Disparó el proyectil directo al frente del vehículo. Logrando que se sacudiera violentamente, y que generara severos daños. El mercenario comenzó a cargar otro misil en su arma, entonces Rob abrió la compuerta aún con el vehículo en movimiento, tomó una flecha con una punta bastante gorda, tensó su arco, y disparó. La flecha atravesó el cristal blindado, y explotó, lanzando cientos de pequeños proyectiles de goma, los cuales no dejaban de rebotar por todo el interior del auto, hasta que uno golpeó de lleno la cabeza del conductor, logrando volcar el auto.

Los tres héroes bajaron rápidamente, al ver el auto completamente destruido y cubriéndose de fuego. Rob se acercó a Komodo, quién desesperadamente intentó inyectarse una gran dosis de sangre de dios. Pero lo detuvo a tiempo.

—¿Planeabas morir sin sentir nada?— Tomó la jeringa y observó detenidamente su interior.

—¡Tú sabes que para eso no funciona!— Exclamó escupiendo una gran cantidad de sangre.— Tal vez me detuviste, pero aún tenemos una gran cantidad oculta, y con ella, se desatará el caos...

—¡¿Dónde ocultan el cargamento?!, ¡¿qué planean hacer con el?!— Preguntaba frenético mientras este no dejaba de balbucear.

—Tú que crees... La droga ni siquiera a salido a la venta, y ya todos la quieren... Imagínate lo que le hace a una persona, ¡ahora imagina lo que le haría a millones!— Le llegó un ataque de tos.

—¡¿Dónde ocultan el cargamento?!, ¡¿dónde?!— Levantó su puño y lo miró con furia.

—576...— Fue lo último que dijo Komodo antes de abandonar este mundo.

—Rob... Tenemos que irnos.

Los tres héroes subieron a la muy dañada bestia, y aceleraron, despareciendo del lugar.

Después de un largo viaje, en el cual ninguno dijo ni una sola palabra, Rob oprimió un par de botones, los cuales abrieron una enorme compuerta en el asfalto, por el cuál bajaron, y a través de las alcantarillas llegaron al cuartel.

Rápidamente Rob bajó del vehículo, se quitó la capucha, y sin decir nada se adentró en su guarida. Ambos jóvenes se miraron confundidos, y lo siguieron.

—Gran trabajo niño, puedes ir a casa.— Dijo cortante mientras analizaba el contenido de la jeringa.

—Papá, ¿estás bien?— Ésta vez no respondió nada, sólo siguió examinando la droga.

—Rob, creo que debemos hablar.— Volteó con un rostro un tanto molesto, como si todo lo que ellos dijeran fuera el parloteo incesante de un par de niños.

—¿Sobre qué?

—¿Sobre qué?, que tal sobre lo que ocurrió esta noche, hoy descubrimos quién es el fabricante de la sangre, y no sólo eso, sabemos que tiene todo un cargamento listo para venderse, y... Parece que ustedes se conocen.— Rob miró profundamente a Alex, era la primera vez que a ambos los hacía sentirse nerviosos.

—Escuchen los dos, ahora no puedo decir nada, pero créanme, muy pronto obtendrán respuestas. Por el momento estamos libres, tomen esto como un ligero descanso, pues se avecina algo grande.— Alex lo miró nuevamente, y simplemente se fue.

—Nos vemos Zoey.— Salió del lugar.



Al llegar a casa, Alex fue directamente a su refrigerador, sacó una bolsa de comida congelada, y la colocó en su pecho y cara. Entonces se encendió la luz, y ahí estaba Margaret, su madre, con un rostro de preocupación como ninguno otro.

—¿Dónde estabas?— Se quedó callado, claramente no podía responder algo que sonara coherente.— ¡Responde!— Comenzó a llorar.

—Hey, ¿te pasa algo?— Preguntó acercándose a ella.

—¡Yo soy quién debería preguntar eso!, ¡¿és que a caso estás haciendo cosas malas?!

—Claro que no.

—¡¿Entonces estás usando drogas, peleas en las noches?!, ¿Por qué llegas tan tarde, y a demás herido?

—Yo... Yo sólo intento ayudar a la gente...— Pequeñas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

—Yo, no sé que es lo que haces cuando yo no estoy, pero necesito saber que puedo confiar que estás a salvo.— Alex abrazó fuertemente a su madre, ambos lloraron hasta desahogarse.— Sé que este año ha sido muy duro para ti, sé que nos hemos distanciado mucho, y lo siento tanto, pero en verdad necesito el empleo para poder sustentar todo. Sé
que extrañas a tu padre, y que darías lo que fuera para poder estar con él. Pero ahora necesito que te mantengas fuerte, pues ahora tú eres el hombre de la casa.

—Claro, te prometo que todo va a cambiar, puedes confiar completamente en mí.— Ella le sonrió y besó su mejilla.

Después de aquél gran intercambio de palabras con su madre, Alex comenzó a preguntarse si lo que hacía en realidad era lo correcto. Tal vez y sólo tal vez, él no estaba destinado a ser un héroe.
Pero al mirar por la ventana y contemplar las estrellas, la respuesta fue instantánea. En un mundo lleno de gente que sólo busca la destrucción, siempre hay alguien que debe pelear para que eso no suceda, eso es lo que un héroe hace, eso, es lo que Alex hace.
















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