CAPÍTULO 17.
—Creo que sé como encontrar a Dagger.— Dijo después de un largo rato de buscar en la computadora.
—¿Al final dijo algo útil?— Miró a la prisionera con absoluto desprecio.
—Ella no dijo, ni dirá nada, pero he encontrado una lista de nombres, algunos de los involucrados en el negocio de Dagger.— Le mostró un listado con nombres, algunos no eran de importancia simples traficantes que con anterioridad Rob ya se había enfrentando.—Este hombre, Makoto Tsuke, un importante miembro de los yakuza que planea aliarse con Dagger para volver a Tokio y comerciar la sangre allá.
—¿Él es el mensajero?
—Sí, necesitamos que nos diga cuando se planea reunir con Dagger.
—¿Qué hay de ella?, se supone que debe servirnos de ayuda, ¿sino para que la mantenemos aquí aún?
—Desde que me trajeron aquí he dicho todo lo que sé. Pero Dagger nunca me dijo cuando sería la reunión para la exportación de la droga, tal vez veía venir esto— Golpeó el cristal de su celda.
—En fin, necesitamos a éste hombre, sin él, perderemos la única oportunidad de encontrar todo el cargamento y a Dagger con el. Llama a Alex, atacamos al anochecer.
La caverna de Joy es un restaurante bastante famoso y frecuentado por los estudiantes, pues después de cada victoria es una tradición ir allí y ordenar una hamburguesa para cada uno de los campeones, Alex respetó la tradición, claramente por que Milton se lo exigió.
—Y en ese entonces no aguantó la risa, y toda la leche le salió por la nariz y bañó a todos— Contó Milton y Alex se cubría la cara mientras mantenía una sonrisa.
—Eso es asqueroso— Se burló Becca comiéndose unas cuántas papas fritas del plato de Alex.—¿En verdad te pasó eso?— No aguantaba la risa.
—Desgraciadamente, sí, y eso me ayudó a ya no competir con éste sujeto.
—Debiste verlo fue como una cascada, como un...
—Hola— Pronunció Jennifer Jonson al acercarce a la mesa junto a otra chica bastante atractiva. Milton se congeló al verla.—¿Tú le ganaste a Edward en quemados no es así?
—Pues...— Volteó a ver a su amigo y después a las chicas.—Milton fue quién me enseñó a jugar y a demás de eso tuvo la generosidad de dejarme jugar sin su ayuda, ¿verdad Milton?— Le sonrió y él se confundió durante un instante.
—¿En serio tú le enseñaste a jugar así?
—¿Claro?, es decir, claro que lo hice— Enfatizó en la última oración.—¿quieren sentarse?
—Creo que Becca y yo saldremos a charlar a solas— Palmeó el hombro de su amigo y las chicas de sentaron junto a él.
Becca y Alex salieron del restaurante, ya estaba anocheciendo, el cielo tenía ese tono entre rosado y anaranjado que tanto le gustaba ver a Becca.
—Fue muy dulce lo que hiciste por él— Cruzó ambos brazos por su cuello, y él hizo lo mismo con su cintura.
—Le debía un favor, creo que ya le pagué y con creces— La miró detenidamente y ella parecía estar absorta en otra cosa.
—Estás bien.
—Lo siento, la escuela de intercambio, aún no tengo una respuesta, comienzo a pensar que no soy lo suficientemente capaz de ser admitida.
—Hey, no te mortifiques, te aceptarán ya lo verás.
—Tú siempre logras sacarme una sonrisa, en verdad te quiero.— Lo besó delicadamente.
—Bueno es un don que tengo— Justo cuándo estuvo a punto de darle otro beso su celular comenzó a sonar, rápido lo sacó y vio que Zoey lo estaba llamando.—Debo contestar, espera.
Se alejó con rapidez y atendió la llamada.—¿Qué ocurre?
—Necesitamos que vengas, se rápido, es bastante urgente.— Cortó la comunicación sin decir más. Alex cerró los ojos y presionó su celular contra su frente, caminó hacia Becca.
—¿Lo harás de nuevo verdad?
—¿Qué?
—Te irás sin decirme nada y luego volverás para pedirme disculpas.— Becca parecía estar resignada a que pasaría eso. Alex la miró sin saber que decir, sólo bajo la cabeza.
—Debes entender...
—¿Qué, que mientras esté contigo desaparecerás y yo simplemente tendré que soportarlo?— Negó con la cabeza.— Hay algo, algo que escondes y no me quieres decir, pero está bien, si no me contarás que te ocurre por mi bien, pero ésta vez no te molestes en venir y pedirme disculpas.— Se volteó llorando silenciosamente y entró en el restaurante.
Alex se quedó mirándola, ciertamente se sentía como el mayor imbécil al no poder decir nada, así que se tragó todo comentario y salió corriendo del lugar.
Horas más tarde el equipo ya se había reunido, los tres estaban corriendo por los techos de los edificios, Zoey notó que Alex estaba bastante serio, cosa poco normal en él.
—Ahí está nuestro objetivo.— Dijo Rob al ver como un grupo de hombres armados bajaban de una limusina y entraban a un restaurante oriental.
—¿Y cual es el plan, disfraces, infiltrarse, o ir directo a los golpes?— Comentó Rouge en burla pero Alex ni mostró una ligera sonrisa.
—Nada de eso, hoy seremos corteses y tocaremos la puerta.— Bajó de un salto la casa en donde estaban, al igual que ellos dos, y con suma tranquilidad se acercaron a la entrada. El par de guardias apuntaron instantáneamente sus armas pero Rob los abatió sin parpadear.
Subieron por unas escaleras hasta llegar al restaurante, habían decenas de mesas vacías excepto la más grande, en donde estaban reunidos un grupo de hombres armados y Makoto.
—¿Llegamos tarde para la cena?— Comentó en alto Rob y todos apuntaron sus armas.
—Alto.— Pronunció Makoto mirando seriamente a Rob. —Bajen las armas.
Todos las bajaron sin chistar. —¿Qué es lo que quieren?
—Buscamos información, y tú nos la darás.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Pues, a tus amigos los mafiosos no les fue tan bien, con ellos ni siquiera saludé. Creo que es un precio justo por nuestra amabilidad.
—Ellos no son mis amigos. Son un grupo de traidores, Hotaru lo pagará, pero a su tiempo.
—¿Por eso planeas reunirte con Dagger?
—Dagger sólo es un medio, una vez que él logre ver que yo puedo ofrecerle un mejor trato Hotaru dejará el cargo de líder de los yakuza para alguien que en verdad pueda hacerse cargo.
—Un hombre ambicioso.
—Con visión, diría yo.
—¿Cuándo te reunirás con Dagger?
—¿Si te lo digo, me matarás?
—Matar no es mi estilo, pero puedo ser bastante agresivo.
—Dagger me dijo que vendrías... También me dió algo para poder estar listo para cuando llegaras.— Rápido sacó un maletín plateado y de éste sacó una jeringa llena de un líquido carmesí. —Igual quería probar esta cosa.
—¡Espera!— Fue demasiado tarde, hundió la aguja en su cuello e hizo que todo el líquido entrara por sus venas. Rápido empezó a gritar y todos sus hombres se apartaron. Makoto sacó con rapidez una katana y en un segundo decapitó a uno de sus subordinados. Sus brillantes ojos carmesí vieron a todos los allí presentes. Saltó con fuerza girando en el aire un par de veces y al caer cortó la garganta de otro y las piernas de uno más. Sus soldados comenzaron a dispararle sin control, pero parecía que se movía más rápido que las balas. Corrió a toda velocidad y pateó a Rouge en el pecho y la mandó contra la ventana más cercana, cayó directamente en un contenedor de basura. Alex tomó su bastón y empezó a pelear contra el asesino.
Aquél hombre parecía haber perdido toda la cordura en su ser, lanzaba decenas de cortes que casi lograban dañar a Alex. Rob pateó el rostro del hombre y éste cayó al suelo, sólo para levantarse un segundo después con una sonrisa en rostro. Makoto saltó por la ventana y corrió por la calle a toda velocidad, con Rouge tras de él.
—¡Rouge!— Gritó su padre y ambos salieron corriendo tras de ellos.
Atravesaron varias calles inhóspitas, al parecer la delincuencia es frecuente en aquellos lugares y por ende no hay gente vagando por ahí.
No fue hasta que doblaron por un par de calles más lejanas que se encontraron con una verdadera concurrencia. Habían cientas de personas festejando sin parar en ese barrio, todas orientales.
—¡¿Dónde estamos?!— Preguntó Alex completamente extrañado al ver a toda esa gente festejar de manera distinta.
—¡En el barrio chino!— Respondió evitando los transeúntes y los puestos en las calles.
—Claro, en dónde más.— Pronunció antes de saltar el pequeño puesto de un hombre que vendía baratijas.
Zoey no le perdía la vista a Makoto, lo seguía tan de cerca como podía, hasta que se detuvo. Nuevamente desenfundó la espada y la blandió mirándola fijamente.
—Espero y seas una digna oponente.— Sonrió amenazante y ella sacó su arco y lo empuñó con firmeza.
—¿Por qué no cierras la boca?— Ambos dejaron de hablar y lanzaron sus golpes. Makoto lanzó una estocada directo al pecho de Zoey, pero alcanzó a colocar su arco evitando ser lastimada. Siguieron intercambiando golpes uno al otro hasta que la enorme botarga de un dragón apareció frente a ella y nubló su vista completamente. Una vez que el dragón y sus bailarines pasaron el lugar en donde estaban el lugar se llenó con el doble de gente, caminó mirando a todos lados, pero no alcanzaba a verlo, cargó una flecha con rapidez y apuntó.
Un niño se quedó mirándola un par de segundos bastante confundido.
—Hola— Dijo ella suspirando, y el niño siguió caminando sin decirle nada. De repente una estocada alcanzó a cortar parte de su brazo derecho, un delgado hilo de sangre brotaba del la herida y bañaba su blanca piel.
Nuevamente lanzó otro golpe y ella saltó rodando por la calle, y se tumbó presa del dolor.
—Creí que darías más pelea.— Levantó la hoja y golpeó. Directo en el bastón de Alex.
Rápido se barrió por el suelo golpeando su pecho en el proceso, se levantó y le propinó un golpe en el rostro. Después saltó Rob y volvió a golpearlo, Makoto soltó la katana y Rob aprovechó para golpearlo desde abajo directo en el mentón. Makoto cayó al suelo sin más.
—¿Te encuentras bien?— Preguntó al ver a su hija en el suelo.
—El malnacido me alcanzó a cortar, de ahí en más estoy bien.— Apretaba su brazo aguantando el dolor que éste le producía.
Rob tomó una flecha, la colocó en su arco y le apuntó directo en el cuello.
—Tú no matas... Ese no es tu estilo.— Se burló escupiendo sangre.
—Esta flecha contiene uno de los más poderosos venenos en la tierra, no te matará porque también tengo el antídoto, pero si me fastidias más creo que habré de ahorrarme el antídoto.
Makoto tragó saliva de manera nerviosa y después de ver que no parecía estar jugando comenzó a hablar:
—¿Qué es lo que quieres?
—Quiero saber cuándo y dónde te reunirás con Dagger.
—En tres días, edificio Torrent, a la media noche.
—¿Era tan difícil?— Bajó la flecha.
—¿Eso es todo?
—Claro que no, creo que nos puedes ser de mucha utilidad.— Sonrió y disparó la flecha, la cual lo electrocutó al instante. Y una vez que quedó completamente incosiente lo cargó en sus brazos, y los tres salieron de ahí justo a tiempo para ver los fuegos artificiales iluminar el cielo nocturno.
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